El puñal de Tutankamón es extraterrestre


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  • Científicos italiano y egipcios confirman que la hoja de hierro procede de un meteorito
Puñal de hierro encontrado junto a la tumba del faraón Tutankamón (Getty Images)

Puñal de hierro encontrado junto a la tumba del faraón Tutankamón (Getty Images)

Los amantes de la egiptología celebran estos días un nuevo hallazgo para alimentar las más curiosas teorías sobre el conocimiento que tenían los antiguos egipcios. Un grupo de investigadores internacionales han anunciado en un artículo publicado en la revista Meteoritics and Planetary Science que uno de los dos puñales encontrados junto a la tumba del faraón Tutankamón llegó directamente del espacio o, lo que es lo mismo, proceden de un meteorito.

El origen del hierro de los puñales siempre había sido objeto de misterio y, por lo tanto, de investigación desde que se encontró la tumba del joven faraón en 1922. Los antiguos egipcios consideraban el hierro un metal mucho más valioso que el oro, ya que, no disponían de minas y no habían desarrollado una cultura de tratamiento de es metal como en otras culturas antiguas. Por ello, la hoja del puñal es un ejemplo de manufactura impecable y, teniendo en cuenta el alto nivel de su joven dueño, un objeto escaso y de alto valor.

A través de un análisis utilizando la técnica de la fluorescencia a rayos X, el grupo científicos italianos y egipcios han confirmado que la composición de ese hierro tiene concentraciones distintas de cobalto y níquel a un porcentaje típico en el hierro procedente de meteoritos, a diferencia del hierro de fundición.

El estudio también confirma que el hierro -expuesto en el Museo de El Cairo- fue cuidadosamente tratado, lo que ratifica el alto nivel de los antiguos egipcios en el trabajo del hierro.

Marte estará hoy a su mínima distancia de la Tierra


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  • Puede verse mirando hacia el Sur-Sureste, muy cerca del planeta Saturno

Marte_Tierra

Al filo de la media noche de hoy lunes,a las 23,35 hora peninsular (22,35 en Canarias), Marte y la Tierra estarán a la menor distancia entre ambos desde hace diez años. A tan sólo 75 millones de kilómetros, o lo que es lo mismo, a media unidad astronómica. Y es que en la inmensidad del espacio, se toma como referencia, desde 2012, la unidad astronómica, equivalente a unos 150 millones de kilómetros, la distancia que nos separa del Sol.

Debido a su proximidad a la Tierra, el Planeta Rojo es visible durante todo el año, y con especial intensidad en este mes de mayo. El pasado día 22 Marte pasó por su oposición al sol, con la Tierra situada entre ambos. Un planeta entra en oposición cuando pasa por una zona del zodiaco opuesta a la que ocupa el Sol en ese momento, algo que solo sucede con los planetas que tienen órbitas exteriores a la nuestra, como Marte, Júpiter y Saturno. Durante su oposición los planetas muestran un brillo mayor por estar más cerca de la Tierra.

Sin embargo, como las órbitas de marciana y terrestre tienen distinta forma y orientación en el espacio, la oposición de Marte se produce con algunos días de diferencia respecto al momento en que más se acerca a la Tierra. Ese momento de máxima cercanía se produce esta noche, cuando se podrá ver al Planeta Rojo mirando hacia el Este-Sureste. Se puede reconocer fácilmente por su color rojizo, aunque en ocasione se producen grandes tormentas de arena en su atmósfera, lo que le da un tono más amarillento.

Marte pasa cerca de nuestro planeta cada 780 días aproximadamente, y durante ese tiempo recorre la banda del Zodiaco en toda su extensión, con un brillo que cambia en intensidad. En este momento, Marte se observa en Escorpio.

A pesar de que los planetas no tienen luz propia reflejan la del sol, pero su lejanía los reduce a meros puntos de luz en el cielo nocturno, difíciles de distinguir. Sin embargo, la quietud de su brillo los diferencia de las estrellas, en las que se observa un claro titilar. Otra característica que permite distinguir a los planetas, es que van desplazándose en el cielo noche tras noche, a diferencia de las estrellas, que están fijas, marcando las distintas constelaciones.

Muy cerca de Marte, se puede distinguir a Saturno, algo más al Este y más bajo sobre el horizonte. Su brillo aparente es menor cuando vemos sus anillos de canto, como ocurrió en 2009, que están muy inclinados respecto a la Tierra, lo que sucederá en 2017. En este mes brilla con magnitud 0,1, y es durante la primavera y la primera mitad del verano cuando tiene una mayor visibilidad.

Formando un triángulo con ambos planetas, se divisa Antares, la estrella más brillante de Escorpio, donde se encuentra ahora Marte. Y muy cerca del Planeta rojo, aunque distinguible si se observa con atención, se encuentra Dschuba, que forma parte de la pinza del «escorpión».

Marte tiene ahora un brillo relativo próximo al de Sirio (-1,5), de la constelación del Can Mayor, la estrella más brillante de nuestro cielo nocturno. Pero a diferencia de Sirio, que tiene una luz blanca parpadeante, la de Marte, situado más al sur, es anaranjada y no titila.

La épica batalla en la que unos pocos caballeros al mando de Juana de Arco aniquilaron a 3.000 ingleses


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  • «Dios nos ha enviado para que los castiguemos», dijo la francesa antes de ordenar atacar. Hoy, en el 585 aniversario de su muerte, recordamos una de las mayores victorias de la «Doncella de Orleans»
 Juana, durante el asedio de Orleans - Wikimedia

Juana, durante el asedio de Orleans – Wikimedia

Una adolescente que escuchaba voces de un ser al que llamaba «mi consejero» y que, según dijo durante el juicio en el que acabó siendo enviada a la hoguera, acudían a su mente sin llamarlas previamente. «Nunca me fallan cuando las necesito», afirmó nuestra protagonista allá por 1431 cuando testificaba ante el jurado que debía dirimir si estaba loca, si era una hereje, o si estaba bendecida por el altísimo.

Podría parecer que estamos hablando de alguna bruja descarriada del siglo XV. No obstante, esta descripción se corresponde con la de Juana de Arco, un personaje histórico que ayudó al monarca Carlos VII a ascender hasta el trono de Francia sobre los cadáveres de ingleses y borgoñones y que comandó a miles de soldados franceses en decenas de batallas.

Precisamente una de las más famosas fue la de Patay, en la que un millar de sus jinetes y su amigo «La Hire» arrasaron –el 18 de junio de 1429– a un ejército de entre 2.500 y 4.000 ingleses cuya base eran los temibles «longbowmen» ingleses (arqueros de élite equipados con gigantescos arcos de dos metros de alto). Sin embargo, la carrera militar de Juana no fue todo lo extensa que hubiera debido pues, tal día como hoy (un 30 de mayo de 1431) fue quemada en la hoguera en la plaza del Mercado Viejo de Ruán por los ingleses acusada de herejía.

De campesina, a militar

La historia de Juana, no obstante, comenzó mucho antes. Más concretamente en 1412, cuando vino al mundo. Apenas 13 veranos después esta devota cristiana afirmó que se le habían aparecido en el huerto de su padre San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita. Según dijo posteriormente, esta pléyade de santos no tardó en ordenarle que luchara con sus compatriotas para expulsar al invasor «british» de todo el oeste del Reino de Francia. Y para ello, esta campesina tuvo el naso de presentarse ante el delfín de Francia (futuro Carlos VII) y solicitarle un ejército para combatir por él y por «la France».

A los 13 años Juana ya afirmaba que escuchaba santos

El noble se debió sentir intrigado, pues hizo que examinaran a Juana sus teólogos y, cuando estos afirmaron que realmente podía escuchar a seres enviados de Dios, se le dio el mando de un contingente de cinco millares de soldados. Con esta partida, nuestra protagonista logró levantar el asedio de Orleans en mayo de 1429. Después se dirigió hacia la ciudad de Beaugency (en la orilla oriental del Loira) y la conquistó obligando a sus enemigos a retirarse. Sin embargo, estos reunieron una gran cantidad de refuerzos a mediados de junio y salieron de sus escondrijos -al mando de John Talbot y John Fastolf– para lanzarse sobre las tropas de la «Doncella de Orleans» (en cuyas filas se destacaba al mando el Duque de Alençon).

Hacia la batalla

Cuentan las crónicas que, cuando los galos supieron que sus enemigos se habían movilizado, prepararon su ejército para la batalla y rezaron para no ser aplastados. Poco más podían hacer, pues sabían que aquellos inglesuzos venían con la idea de cercenar cabezas y atravesar la armadura de sus caballeros pesados antes de beberse el té de las cinco.

Tampoco les subió la moral a los gabachos el recordar contiendas pasadas como la de Azincourt (en la que un ejército inglés derrotó a uno francés entre dos y cinco veces más numeroso) o la de Verneuil (donde los arqueros volvieron a ser determinantes contra los jinetes acorazados francos). Aunque eso sí, tenían a Juana de Arco (por entonces poco más que una adolescente) y al Señor de su parte.

El desánimo cundió hasta tal punto entre las tropas francesas que el Duque de Alençón reunió a sus oficiales para preguntarles qué diablos debía hacer. ¿Combatir o ser cautos «mes amours»? Juana, que nunca andaba por la labor de retirarse, lo tuvo claro. «¿Tenéis buenas espuelas?», exclamó la «Doncella de Orleans». La respuesta de los presentes fue de desconcierto: «¿Qué decís, debemos huir acaso?». La dama replicó: «No. Los ingleses se defenderán y serán vencidos, y nosotros tendremos que perseguirles». Valentía no le faltaba a la condenada. Y sus compatriotas estaban convencidos de que tenía a Dios de su lado… Como para pensar siquiera en negarse a luchar.

Tocaba pertrecharse para la contienda. Y lo hicieron a tiempo, pues al día siguiente se personaron en Beaugency sus enemigos. Con todo, debieron llevarse una curiosa sorpresa los animados «british» pues, cuando se percataron de que la ciudad ya había sido tomada por los galos, les entró el buen canguelo. «Se perturbaron algún tanto al apercibir el estandarte real que ondulaba sobre las murallas de la fortaleza, y el ejército francés dispuesto a recibirles», explica el cronista galo Just-Jean-Étienne Roy en su obra «Juana de Arc, ó, La doncella de Orleans».

En efecto, la visión de tanta insignia gala les afectó en demasía. Así lo demuestra el que recogieran sus pertrechos y salieran por «legs» («piernés», que dirían los francos en el caso de no tener ni idea de su propia lengua y quisieran españolizarla) en dirección contraria y de vuelta a su escondrijo original. Y eso, sabiendo que eran más y contaban con multitud de arqueros.

Comienza la persecución

Considerando que la tensión era tan densa que se masticaba en el ejército francés, la lógica dictaría haberse quedado en retaguardia y dejar al enemigo retirarse. Pero ese no era el estilo de Juana, que se adelantó y, a voz en grito, arengó a los soldados para que persiguieran y cazaran a los huidos.

«Atacadles con valor. Serán vencidos. En nombre de Dios, es preciso batirles, porque Dios nos ha enviado para que les castiguemos. El gentil rey obtendrá hoy la mejor victoria que jamás haya obtenido. Mi consejo me ha dicho que todo era nuestro», vociferó nuestra protagonista. Con tal valiente griterío de una niña cualquiera hubiera acudido al fin del mundo. Al fin y al cabo, nadie quería que el valor de una chiquilla le terminase eclipsando. ¿A combatir? Pues a ello, «à la charge».

Los galos reunieron entonces una vanguardia formada por algo más de un millar de caballeros. Su objetivo: picar espuelas para aplastar a los inglesuzos antes de que pudieran montar unas defensas decentes allí donde deseasen. El mando de este pequeño ejército (de unos 1.500 hombres) se dio a Etienne de Vignolles, más conocido por su apodo, «La Hire» (la ira de Dios en la tierra). Un combatiente que era definido por sus contrarios tanto por su efectividad con la espada, como por su mal carácter y bravura.

La decisión no gustó demasiado a Juana. Y eso, a pesar de que el elegido había formado parte de su guardia personal antes de ascender. «Juana, que le gustaba mucho mandar la vanguardia, se enfadó porque habían dado el mando a «La Hire», pero se había juzgado más útil que permaneciese [en el cuerpo de ejército principal] con el duque de Alençon», explica Roy.

El ciervo que provocó una masacre

Por su parte, los ingleses tomaron las de Villadiego. Siempre con extrema cautela al saber que eran perseguidos por caballeros armados como pocos. Al poco, y al no ver enemigos, se creyeron a salvo. Sin embargo, cuando se encontraban en mitad de una llanura, allá por el día 18 de junio, fueron encontrados de la forma más absurda jamás imaginada por un grupo de exploradores galos.

Un ciervo le costó la derrota al ejército inglés

«[Los franceses] Habían andado ya cerca de cinco leguas y ya creían haberse equivocado de camino, cuando un ciervo, espantado por su movimiento, se levantó y tomó rápidamente su curso delante de ellos. AI cabo de un instante se oyó un grande clamor; eran los soldados del ejército inglés, entre los cuales se había precipitado el ciervo, y daban gritos de alegría a la vista de una presa que ella misma iba á ofrecérseles», añade el cronista.

Los exploradores que, además de buena vista, tontos no eran, se dieron así de bruces con la retaguardia del ejército inglés que se retiraba. Y no iban a desperdiciar tal oportunidad. Ansiosos por contar con unos cuantos cientos de guerreros más para caer sobre Talbot y sus hombres, picaron a sus caballos, dieron la vuelta y marcharon para avisar al contingente principal. La batalla estaba servida. Los ingleses, que enmudecieron brevemente después de saber que su bocaza les había delatado, comenzaron entonces a dirimir donde era mejor darse de bofetadas contra los galos. Al final, establecieron que se refugiarían en un monasterio fortificado ubicado cerca de la aldea de Patay y que se enfrentarían a los hombres de Juana de Arco en campo abierto

Arqueros ingleses…

Los ingleses, como hacían casi siempre, organizaron su ejército usando como base sus temibles arqueros. «Los reyes ingleses de los siglos XIV y XV se apresuraron a reclutar arqueros para sus ejércitos y los dotaron de buenos equipos: jubones de cuero con refuerzos de metal, cascos de hierro y una manta para proteger la cuerda», explica el historiador español Francisco Xavier Hernández en su obra «Breve historia de la guerra antigua y medieval». En

Pero estos no eran arqueros normales, sino hombres entrenados durante años equipados con un arco largolongbow») de unas dimensiones de unos dos metros de alto. Podría parecer algo baladí, pero dichos soldados eran temidos en toda Europa por ser capaces de hacer retroceder con sus flechas a contingentes de miles de enemigos. En palabras del también historiador Fernando Castillo Cáceres, el arco que portaban era tan temible para sus enemigos debido a su cadencia de disparo y a la distancia y la fuerza a la que disparaba.

De hecho, los arqueros provocaban tanto pavor en sus enemigos que, durante la Guerra de los Cien Años, sufrían un curioso y desgraciado destino si eran capturados por los galos. «Como ejemplo del temor que despertaban los arqueros ingleses, los franceses adoptaron una salvaje costumbre: cuando un arquero era hecho prisionero, los franceses le amputaban los dedos índice y corazón de la mano derecha para que, en el caso de fuera liberado, no pudiera volver nunca más a disparar un arco», explica el historiador y escritor español Jesús Hernández en su popular obra «¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la Historia Militar».

… contra caballeros franceses

Por su parte, el poder de los franceses residía en los caballeros pesados. Es decir, en unos «carros de combatehumanos» capaces de pasar por encima de cualquier infantería con una carga devastadora… si no se les detenía antes.

La caballería francesa tenía una gran tradición medieval y su modelo era el llamado “hombre de armas”. Es decir (y como su propio nombre indica) el hombre armado hasta los dientes. Lógicamente, la ventaja francesa era que, si sus jinetes llegaban al combate cuerpo a cuerpo, poco podrían hacer los arqueros (que apenas contaban con un casco y alguna protección metálica). Eso, si lograban atravesar las estacas defensivas de los ingleses. Un palo afilado que todos los arqueros clavaban formando un erizo y que, llegado el momento, podía asustar a los jamelgos.

Sin embargo, los hombres de los «longbow» ya había demostrado que eran capaces de hacer retirarse a ejércitos enteros en la ya mencionada batalla de Azincourt. Así lo explica Hernández en su obra: «[En Azincourt] la caballería francesa se lanzó con ímpetu contra las líneas inglesas, pero el terreno embarrado dificultó su avance. Esta circunstancia fue aprovechada por los ingleses para lanzar varias salvas de flechas que provocaron el caos entre los franceses. Los caballos heridos dejaron de obedecer a sus jinetes y escaparon al galope en todas direcciones, huyendo de la muerte que caía del cielo. Los caballeros derribados intentaban ponerse de pie, pero el barro y las flechas se lo impedían».

Comienza la batalla

Tras llegar a Patay el 18 de junio -a eso del medio día- el ejército inglés se dividió para organizar las defensas frente a los enemigos que llegaban. Así pues, medio millar de ingleses al mando de Talbot se quedaron a retaguardia del grupo principal para poder construir unas defensas que les permitieran resistir la acometida de los jinetes franceses (a saber, las típicas estacas tan características de los arqueros y algún que otro hoyo en el suelo para molestar a los caballeros). «Los 300 hombres de Talbot fueron reforzados con 200 arqueros de élite y este cuerpo recibió órdenes de asegurar el sur de Patay», explica el historiador Alfred H. Burne en su obra «The Agincourt War: A Military History of the Hundred Years War from 1369 to 1453».

No obstante, los galos fueron más rápidos y sus 1.500 «carros de combate humanos» llegaron cuando sus enemigos andaban a pico, pala y martillo asegurando la zona. «La vanguardia francesa llegó cerca de Patay casi al mismo tiempo que el enemigo […] y antes de que los ingleses hubiesen dispuesto a su gente, antes de que los arqueros hubiesen plantado frente a ellos sus estacas afiladas», añade Roy. Viendo que tenían ventaja sobre el enemigo, los oficiales espolearon a sus caballos y, ordenador a sus hombres cargar y pasar a cuchillo a los arqueros antes de que pudieran terminar sus defensas.

En este punto existe una controversia histórica de importancia ya que, por un lado, algunos historiadores y cronistas como Roy afirman que Juana de Arco se quedó en retaguardia con el grueso del ejército principal y, por otro, varios son partidarios de que luchó en vanguardia.

Esta última idea es recogida por el militar e historiador del XVIII Philippe-Paul comte de Ségur en su obra «Historia moderna»: «La vanguardia se colocó en Patay, cuya iglesia tenía una torre fuerte, y fueron enviados “La Hire” y otros jefes con algunos gendarmas [hombres de armas a caballo] para escaramuzar con el enemigo. El duque de Alençon, el condestable, el conde de Vendoma, el bastardo de Orleans y Juana la Doncella se adelantaron contra los ingleses». No obstante, todo parece indicar que la «Doncella de Orleans» no luchó en esta primera oleada, sino que llegó con el cuerpo principal del ejército.

Fuera como fuese, los jinetes no tardaron en atravesar la distancia que les separa de sus enemigos. Y estos, poco pudieron hacer más que lanzar alguna flecha y defenderse con los puñales y las espadas. Fue una masacre. Los jinetes cayeron sin ninguna piedad sobre los flancos de las unidades de Talbot.

¿Cuál fue la reacción del oficial? Llamar a la defensa en espera de que llegase el cuerpo principal del ejército a las órdenes de Fastolf, que había acampado más allá del camino. «En un instante los que habían sostenido el ataque fueron muertos y derrotados por los franceses. En vano Talbot y los demás capitanes franceses hicieron todos los esfuerzos imaginables para reunir a su gente, y volver al combate. Solo lograron retardar la derrota y hacerla más sangrienta», añade el cronista.

La contienda continuó, según Roy, hasta que llegó el cuerpo principal galo (en el que, según varios autores, se hallaba Juana de Arco) y todo terminó rápidamente. Al final, Talbot terminó tocando a retirada. Por su parte, la visión de su compañero huyendo acabó con la moral de Fastolf, que huyó como un cobarde. La desbandada se hizo entonces general y las unidades se dispersaron por doquier, dejando el camino libre a los caballeros franceses para que asesinaran ingleses a placer.

En este caos multitud de oficiales ingleses fueron capturados. Entre ellos Talbot, que se rindió a uno de los madamases galos: Xaintrailles. Cuentan que, cuando el duque de Alençon tuvo delante a este noble, le dijo una curiosa frase: «Hoy, señor Talbot. Imagino que esta mañana no esperabais esto». ¿Cuál fue la respuesta de su contrario? «Son azares de la guerra».

En pocas horas se había perpetrado la aniquilación inglesa. Una masacre que se confirmó cuando se contaron los muertos. Nuevamente, en este punto existe bastante controversia. Y es que, mientras que algunos autores como Ildefonso Estrada o Andres Poey hablan de 1.500 fallecidos y 1.200 heridos por el bando de Talbot, otros dan unas cifras mucho más abultadas. «La pérdida que experimentaron los ingleses en esta batalla fue de cuatro mil o cinco mil hombres, de los cuales 3.000 perecieron y el resto fueron hechos prisioneros», destaca Roy. Con los galos sucede lo mismo, pues algunos señalan que cayeron entre 100 y 200, y Roy, por su parte, habla solo de un «gentilhombre» de la compañía de Thibaut de Armañac.

Siete cajas y un terrible secreto


El Mundo

  • La barcelonesa Dory Sontheimer encontró siete cajas en casa de sus padres y descubrió el asesinato de 36 familiares en el Holocausto
  • ESPECIAL: Viaje al Holocausto
Kurt y Dorel, a su llegada desde Praga en un vuelo de Lufthansa en 1935. EL MUNDO

Kurt y Dorel, a su llegada desde Praga en un vuelo de Lufthansa en 1935. EL MUNDO

La tormenta tuvo un aviso desgarrador. Antes de morir en 2002, Rosa Sontheimer empezó a delirar en Barcelona. «¡Qué viene la Gestapo! ¡Qué viene la Gestapo y se nos va a llevar!», exclamaba en alemán. Pocas semanas después, su hija Dory confirmó sus temores. No era un delirio producto de su larga enfermedad sino el trauma de su familia, pueblo y época.

En el altillo de una casa de la Avenida Diagonal, encontró la respuesta. Siete ordenadas cajas, camufladas con mantas y edredones, esperaban a esta mujer nacida en Barcelona y educada como católica en la España franquista. Ocurrió hace 14 años, cuando enterró a su madre y resucitó un tormentoso pasado. Encontró un tesoro abriendo una tremenda caja de Pandora. A los 56 años, y ya como abuela, abrazó su verdadera identidad.

Los padres de Dory eran dos jóvenes judíos que se conocieron en Barcelona tras huir de una Alemania que mostraba síntomas peligrosos. Tras la victoria de Franco en la Guerra Civil, el miedo les hizo iniciar una nueva vida. Kurt y Rosl pasaron a ser Conrado y Rosa, se convirtieron al cristianismo y volvieron a casarse por la Iglesia. Siete décadas después, un ingente material epistolar de sus familiares revela sus desesperados intentos para salvarse de la hoguera nazi que se extendía por Europa.

En lugar de ahogarse de tristeza y rabia en el río de documentos, Dory inició un valiente viaje en la máquina del tiempo siguiendo a los suyos azotados por el régimen nazi. Las cajas confirmaron el secreto que le susurró su padre a cumplir los 18 años –«Somos judíos pero no se lo digas a nadie porque nos pueden hacer mucho daño»– y revelaron otros. Como el asesinato de 36 familiares por los nazis. La deportación de sus abuelos maternos Eduard Heilbruner y Lina Levi a campos de refugiados en Francia antes de ser enviados en septiembre de 1942 a Auschwitz, donde fueron exterminados. O cómo sus abuelos paternos Max y Rosa sufrieron las leyes antijudías y las humillaciones de los que consideraban amigos en Núremberg antes de huir a Cuba.

«Cuando preguntaba por los familiares en Alemania, mi padre cambiaba de tema o decía que murieron en la guerra. Me extrañaba mucho no tener primos o abuelos», cuenta Dory a EL MUNDO tras dar una conferencia en el Instituto Cervantes de Tel Aviv, visitar familiares y dar su testimonio en la Sala de los Nombres del Museo del Holocausto Yad Vashem en Jerusalén. «Ha sido muy emocionante visitar Israel. Tengo la sensación del deber cumplido«, resume orgullosa.

El puzle de secretos, encuentros y lágrimas en varios continentes se plasma en ‘Las Siete Cajas’ (Editorial Circe). De profesión farmacéutica, Dory halló una medicina inesperada en el desván. «Decidí que tenía que escribir este libro como homenaje no sólo a ellos sino a todas los que sufrieron aquel horror. Estos últimos años, he encontrado a familia que no conocía«.

Conversamos en el puerto de Tel Aviv. A pocos metros, en la calle Ben Yehuda -así lo revela la primera impactante caja- la alegre y joven hermana de su padre murió en el bombardeo de la Aviación de Mussolini que causó 137 víctimas en septiembre de 1940.

La barcelonesa participó en los dos minutos de silencio que paralizaron Israel en recuerdo de los seis millones de judíos asesinados por la Alemania nazi. «Cuando descubrí el contenido de las cajas, me di cuenta de lo que una sociedad culta de la Europa del siglo XX fue capaz de ejecutar. Lo que ocurrió a mi familia en la que exterminaron a 36 personas ocurrió a otras miles en Europa. No se puede olvidar jamás. Debemos asegurarnos que nunca más vuelva a ocurrir«, asegura pensando también en sus tres hijos y siete nietos.

Sus padres se acogieron al silencio como escudo vital. Dory lo rompe como necesidad vital. «Mi padre me dejó las cajas porque quería que supiera la historia familiar. Lo guardó todo para que se conociera no sólo el legado familiar sino histórico. Por ejemplo los documentos nazis contra los judíos«, estima antes de añadir: «El reconocimiento de tus orígenes es imprescindible para poder vivir tu presente y conocer la verdad».

El libro también recrea el ambiente del bar Heidelberg en Barcelona donde sus padres pasaron horas de amor y guerra, y denuncia al cónsul español en Marsella, que no dio a sus abuelos la autorización de entrada a España. Al final, entraron en las cámaras de gas.

Una carta de su abuela bajo el yugo nazi a su madre en Barcelona resume esos oscuros días: «No tenemos noticia de ningún deportado. Desaparecen».

Dory entiende la dolorosa decisión de sus padres de dar la espalda a sus orígenes. «Escondieron su identidad judía para seguir viviendo. Entre los amigos de mi padre se comentaba que la Gestapo operaba en Barcelona buscando a los judíos y sacándoles del país», nos recuerda aliviada porque no tiraron su pasado. Lo guardaron en siete ordenadas cajas.

¿Teme hoy ser judía? «No», responde y reivindica el mensaje de «universalidad y convivencia independientemente del origen, religión y raza de cada uno». Pero recuerda a una mujer que se acercó cuando firmaba libros para susurrarle: «Yo también soy judía pero prefiero no decirlo. Siempre que surge un problema culpan a los judíos».

Hallan una construcción subterránea hecha por neandertales


ABC.es

  • Esta especie humana levantó con estalagmitas unas estructuras circulares en el interior de una cueva de Francia hace 175.000 años
 La construcción neandertal de la cueva de Bruniquel - Etienne FABRE - SSAC

La construcción neandertal de la cueva de Bruniquel – Etienne FABRE – SSAC

Investigadores franceses han descubierto en las profundidades de una cueva del suroeste de Francia unas estructuras circulares hechas de estalagmitas rotas que fueron levantadas por los neandertales hace al menos 175.000 años. El hallazgo, descrito en la revista Nature, supone la primera prueba de la habilidad constructora de la otra especie humana inteligente y demuestra que exploró el mundo subterráneo. Si el lugar era utilizado como refugio o tenía un significado simbólico todavía está por aclarar.

Los neandertales vivieron en Eurasia durante cientos de miles de años hasta hace unos 40.000, momento en el que desaparecieron misteriosamente tras la llegada de los humanos anatómicamente modernos. Aunque gracias a los registros arqueológicos se conocen muchas características sobre la forma de vida de este grupo, como su alimentación, el cuidado de los hijos o sus adornos, poco se sabía sobre sus habilidades constructoras por falta de pruebas directas. Hasta ahora, tan solo se les habían atribuido, con escaso consenso científico, unas pocas estructuras como agujeros para postes o elementos aislados de muros de piedra.

El equipo de Jacques Jaubert, de la Universidad de Burdeos, descubrió casi 400 fragmentos de estalactitas y estalagmitas apilados en varias estructuras, incluyendo dos que tienen una forma circular, a unos 300 metros de la entrada de la cueva Bruniquel. Una de ellas tiene 2 m de anchura y la otra, más de 6,7. La más grande está compuesta de un «muro» hecho de hasta cuatro capas superpuestas de fragmentos de estalagmita de aproximadamente 30 cm de longitud, con elementos más pequeños pegados de forma oblicua en el medio.

Al calor del fuego

Muchas de esas estalagmitas están enrojecidas, ennegrecidas o agrietadas, lo que sugiere que fueron calentadas por pequeños fuegos hechos de forma voluntaria por sus ocupantes, no de manera natural. Los autores también recuperaron un fragmento de 6,7 cm de hueso con señales de haber sido calentado, y evidencias de un efecto similar en la roca por encima y alrededor de las estructuras.

Los investigadores no tienen duda de que los autores de todo este tinglado fueron los neandertales, la única especie humana que entonces ocupaba la zona. Los anillos están hechos con piezas de tamaño similar, lo que indica que la construcción estaba cuidadosamente planeada. Además, la organización interna y el tamaño de las estructuras no encajan con los hogares de los osos de las cavernas, una posibilidad que queda descartada.

Para los científicos, este hallazgo es un ejemplo más de que los neandertales exhibían un comportamiento social complejo. Pero para qué servían esos anillos no está claro. Hacen falta hallazgos similares para aclarar si se trata de los restos de una visita subterránea casual o si eran parte de actividades regulares y planificadas, como un refugio o un lugar con significado simbólico. Eso sí, estas estructuras, muy bien conservadas porque fueron selladas por calcita muy poco después de ser erigidas, muestran que los ancestros humanos ya dominaban el ambiente subterráneo, un comportamiento moderno que parece haber emergido antes de lo que se creía.

La gran extinción de la era de los dinosaurios llegó hasta los polos


El Pais

  • Fósiles hallados en la Antártida confirman que la desaparición de especies fue repentina, masiva y alcanzó a todos los rincones del planeta
La gran extinción quedó registrada en los fondos marinos de la isla Seymour (en la imagen) en la península antártica. Vanessa Bowman

La gran extinción quedó registrada en los fondos marinos de la isla Seymour (en la imagen) en la península antártica. Vanessa Bowman

Hace unos 66 millones de años se produjo una de las grandes extinciones que ha vivido el planeta, la de los dinosaurios. Hasta aquí todos de acuerdo. Pero los científicos difieren en la causa de la gran extinción, su velocidad y su alcance. Ahora, un estudio con miles de fósiles hallados en la Antártida muestra que la muerte fue repentina, masiva y generalizada.

Y esa gran extinción repentina, masiva y generalizada solo podría haber sido causada por un bólido caído del cielo. Esa es la teoría dominante entre los científicos y que ahora mismo está siendo comprobada experimentalmente con el estudio del cráter de Chicxulub (México). Además de los daños inmediatos, el enorme impacto debió cambiar el clima de la Tierra, alterando radicalmente las condiciones en las que se desarrollaba la vida.

Muchas especies, como los dinosaurios terrestres no supieron adaptarse y desaparecieron en unos pocos miles de años. Fue la gran extinción que cerró el periodo Cretácico y dio paso al Paleógeno, que inicia la era de los mamíferos. Las pruebas de la gran extinción son innegables. Por todas partes, desde el golfo de México, hasta la actual Dinamarca, el registro fósil muestra que hace 66 millones de años algo muy grande pasó. Los estratos inmediatamente posteriores a esa época aparecen casi vacíos de fósiles. Unos cientos de miles de años más arriba, la vida fosilizada vuelve con fuerza, aunque ya no están los dinosaurios.

Pero hay una corriente nada despreciable de científicos que, coincidiendo en la existencia de la gran extinción, consideran improbable que un asteroide provocara tal cataclismo. Para ellos, fue un cambio climático progresivo y gradual el que creó las condiciones para el fin de los dinosaurios. Aunque no todos señalan qué pudo iniciar este cambio, muchos apuntan a una sucesión de grandes erupciones volcánicas en la meseta del Decán (India), sucedida también hace unos 66 millones de años. Tal vulcanismo pudo oscurecer el cielo e iniciar una era de enfriamiento global.

El 70% de la vida marina de la Antártida desapareció cuando se extinguieron los dinosaurios

Ahora, un grupo de investigadores británicos ha estudiado qué pasó con la vida muy lejos tanto del golfo de México como de la meseta del Decán. En la British Antarctic Survey (BAS), han pasado casi una década excavando, recopilando y analizando el registro fósil en la isla de Seymour, ubicada en el extremo de la península antártica. Lo que han encontrado, como explican en Nature Communications, apoya la tesis del impacto y la consecuente extinción repentina, masiva y generalizada.

«Nuestra investigación muestra básicamente que un día todo iba bien, la Antártida tenía una próspera y diversa comunidad marina y, al siguiente, ya no. Queda claro que un evento catastrófico y repentino ocurrió en la Tierra», dice en una nota el investigador de la Universidad de Leeds (Reino Unido) y principal autor de la investigación, James Witts.

Su trabajo muestra que hace unos 66 millones de años a unos estratos ricos en vida le sucedieron otros casi yermos. La investigación se centra en los animales bentónicos, los que viven en el fondo marino, como los moluscos. Al ser relativamente abundantes, funcionan como un indicador de la salud del ecosistema. Lo que encontraron los científicos es que se produjo un marcada reducción, tanto en cantidad como en diversidad, de ambos grupos. Así, hasta el 67% de las especies de moluscos desaparecieron del registro fósil a finales del Cretácico.

Pero también se extinguieron los amonites dimonocera, primos lejanos del calamar, o reptiles marinos gigantes como el Mosasaurus y todos en un relativamente corto espacio de tiempo. Sin embargo, progresivamente, la vida marina de la Antártida se recuperó. Más, como pasó en otras latitudes, ya no era la misma vida, apareciendo nuevas especies de animales. 350.000 años después de lo que provocara la gran extinción, la densidad y diversidad de vida ya era la misma.

«Se trata de la prueba más consistente del registro fósil de que el principal causante de la extinción fueron las consecuencias del impacto de un gran asteroide y no un paulatino declive provocado por cambios naturales en el clima o por el estrés sufrido por los ecosistemas por un severo vulcanismo», sostiene Witts.

Este trabajo es uno de los primeros que muestra el verdadero alcance geográfico de la gran extinción. Hollywood y sus películas de catástrofes han hecho creer que tras el desastre siempre queda algún lugar en el planeta, una selva perdida, la montaña más alta o el eterno sur, donde la muerte no llegó. Pero, como dice la investigadora de la BAS y coautora de la investigación, Jane Francis, «incluso los animales que vivían en los confines de la Tierra, cerca del Polo Sur, no estuvieron a salvo de los efectos devastadores de la extinción masiva del fin del Cretácico».

Si pudieras ir al pasado, ¿matarías a Hitler cuando era un bebé?


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  • Esta pregunta hizo «The New York Times» a sus lectores. Estas fueron las respuestas.
 Hitler saluda a un niño en 1935 - NGC

Hitler saluda a un niño en 1935 – NGC

Un domingo siempre es un día perfecto para hacerse preguntas metafóricas, profundas, o también esas que no van a ningún lado pero que aún así son divertidas.

Algo así propuso la revista de los domingos del «New York Times», que lanzó una curiosa encuesta en la que lepreguntó a sus lectores si, en caso de poder viajar en el tiempo, matarían a Hitler cuando era un bebé.

Los votantes optaron por matar a bebé Hitler. Un 42% dijo que sí, un 30% que no y un 28% aseguró no estar seguro.Al margen del debate moral, que fue inevitable, desde luego la estrategia del Times sirvió para incendiar las redes sociales, tanto com comentarios humorísticos, como otros de indignación por el hecho de que alguien pudiera plantearse matar a un bebé. Más de uno se habrá llevado una sorpresa al comprobar que «Baby Hitler» era trending topic.Y, ¿tú? ¿Qué harías?

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Descubren el origen de todo el oro y la plata de la Tierra


ABC.es

  • Una antiquísima y cercana galaxia, llamada Retículum II, puede ser la clave de la procedencia de estos elementos pesados

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Al principio de los tiempos, cuando el Universo acababa de nacer, todo, o casi todo, era hidrógeno. Los elementos pesados que nos rodean en la actualidad no existían, y fueron fabricándose poco a poco en los hornos nucleares de millones de estrellas que, al morir, los liberaron al espacio. Así, esos materiales pesados fueron incorporados por nuevas generaciones de estrellas, entre ellas el Sol, que gracias a ellos pudieron formar a su vez planetas sólidos, como el nuestro.

A pesar de ello, existen algunos metales muy pesados, los más apreciados en la Tierra, cuyo origen no es tan sencillo de explicar. Los científicos, en efecto, llevan décadas intentando averiguar el origen de elementos como el oro, la plata o el platino. Y ahora, por fin, creen haberlo conseguido.

Para «fabricar» estos elementos tan pesados se necesita una increíble cantidad de energía. Tanta, que hasta ahora nadie se explicaba cómo podían siquiera existir en el Universo. Sin embargo, el descubrimiento de una antiquísima y cercana galaxia enana, llamada Retículum II, a «solo» 98.000 años luz de distancia, lo ha cambiado todo. Y es que esta pequeña y oscura galaxia satélite de nuestra Vía Láctea posee estrellas que contienen una cantidad realmente enorme de materiales muy pesados, entre ellos oro, plata y platino.

«Comprender cómo estos elementos tan pesados pudieron llegar a formarse es uno de los problemas más difíciles de la física nuclear«, afirma Anna Frebel, investigadora del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) y autora principal de un estudio que acaba de publicarse en Nature. «La producción de estos elementos tan pesados -prosigue- requiere de tanta energía que resulta imposible fabricarlos experimentalmente. Sencillamente, su proceso de fabricación no funciona en la Tierra. Por eso, hemos tenido que usar estrellas y otors objetos cósmicos como laboratorio».

Descubierta hace menos de un año, la pequeña Reticulum II está en órbita de nuestra galaxia, la Vía Láctea, y es una de las galaxias enanas más cercanas encontradas hasta ahora por los astrónomos. Se la considera una de las mejores candidatas para detectar materia oscura, y ahora se ha convertido también en el mejor lugar para averiguar cómo nuestros elementos favoritos se originaron en el Universo y cómo llegaron hasta la Tierra.

Analizando la luz procedente de varias de las estrellas más brillantes de Reticulum II con los telescopios Magallanes, en Chile, Frebel y su equipo pudieron determinar que contienen una cantidad «masiva» de elementos como oro, plata y platino. Y es del todo es imposible que estas estrellas los hallan fabricado por sus propios medios. «Cuando comprobamos con nuestro telescopio enorme cantidad de metales pesados en esa primera estrella -recuerda Alexander Ji, uno de los miembros del equipo- nos quedamos estupefactos. Además, la estrella se veía mal, como si no perteneciera a esa galaxia. Pasé mucho tiempo asegurándome de que el telescopio estaba apuntando en la dirección correcta».

Elementos muy pesados como el oro, el uranio o el plomo se crean mediante un sistema que los científicos conocen como «proceso-r», nombre que deriva de los términos «captura rápida de neutrones». Ya en 1957, los físicos Hans Suess y Harold Urey demostraron que era necesaria alguna forma de captura rápida de neutrones para forjar esta clase de elementos, y que todos ellos debieron empezar a existir en alguna parte del Universo, en un lugar en el que se dieran condiciones extremas y hubiera una enorme cantidad de neutrones disponibles.

Explosión de estrellas

Según su hipótesis, la explosión de estrellas gigantes o la fusión de estrellas de neutrones (las más densas que existen) eran los escenarios más probables para que algo así sucediera, aunque Suess y Urey nunca lograron pruebas de que algo así sucediera realmente, por lo que el origen de los elementos «proceso-r» siguió estando envuelto en el misterio. Ahora, sabiendo que las colisiones de estrellas de neutrones son relativamente comunes durante las primeras etapas de la formación de galaxias enanas como Reticulum II, el equipo liderado por Anna Frebel ha determinado que Suess y Urey tenían razón.

De esta forma, elementos pesados como el oro, la plata, el plomo, el platino y otros elementos «proceso-r» se crearon durante las explosiones de estrellas de neutrones en el interior de galaxias enanas, pasaron después a formar parte de nuevas estrellas y asteroides y terminaron por estar presentes en nuestro planeta. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que todo el oro «original» de la Tierra, el que contribuyó a la formación de nuestro planeta, se hundió en su núcleo, ya que la Tierra primitiva era una gran bola de materiales fundidos, y los materiales más pesados se hunden en el centro. Por ello, todo el oro del que disponemos en la actualidad, el que está cerca de la superficie terrestre, procede, sin excepción, del impacto de asteroides.

«Como hemos dicho -puntualiza Frebel- el oro al que tenemos acceso no se formó en los asteroides, sino durante la fusión de estrellas de neutrones. Después se mezcló en la nube de gas y polvo a partir de la que se formaron todos los planetas y asteroides de nuestro sistema. Y después todo ese oro fue transportado a la Tierra».

Además, y debido a que la fusión de esta clase de estrellas eran muy poco frecuentes en el Universo primitivo, los investigadores piensan que todo el oro, la plata y el platino que utilizamos en la Tierra proceden, probablemente, de una única colisión estelar sucedida cerca de nuestra galaxia. Quizá en el seno de la propia Reticulum II…

Lo que las banderas del mundo dicen de nosotros


Verne

  • El estudio de diseño Ferdio busca los significados tras los distintos emblemas nacionales

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En estos días en los que las fronteras viven en crisis, cada vez es más común encontrar en una bandera un significado negativo, relacionado con el individualismo y la separación. El estudio de diseño gráfico danés Ferdio, fascinado por las historias únicas que esconden cada una de ellas, ha decidido mirar el lado positivo de nuestras enseñas y relatar sus anécdotas. La española, por ejemplo, es una de las más complejas desde el punto de vista del diseño.

El proyecto Flag Stories recopila en gráficos los recursos más comunes en ellas. Los colores, símbolos y significados nos hace darnos cuenta de que 196 países compartimos patrones. Observar estas infografías es como bucear en un estudio genético acerca de la historia y la cultura del ser humano. Con ellas nos damos cuenta de que, en el fondo, estamos todos conectados.

«Es cierto que nos influenciamos los unos a los otros, pero también somos únicos. Cuanto más investigamos, más historias curiosas descubrimos», cuenta a Verne el estudio desde Copenhague, a través del hilo telefónico. Han investigado durante meses a través de recursos online los significados de cada emblema.

Las infografías, que Ferdio ha concebido para que sean compartidas en redes sociales, muestran en el pequeño recinto de una bandera y gracias al diseño, «historias complejas sobre la cultura, la historia y el sentir de un grupo de personas de un modo sencillo», explica el equipo detrás de Flag Stories.

Los diseños más habituales

Más del 53 por ciento de las banderas se diseñan según estas cinco plantillas, aunque gana con diferencia la triple raya horizontal seguida de las tres rayas verticales.

La española, una de las más complejas

El estudio clasifica las banderas desde el punto del vista del diseño, desde juego de niños -básicas como las de suiza- hasta las denominadas «imposibles», entre las que se encuentra la española. Su escudo hace que su concepto sea más complejo.

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Las banderas que se parecen más entre sí

Hay naciones que no se han complicado mucho a la hora de crear su estandarte. Una simple rotación de los colores o de la distribución de las franjas da como resultado un distintivo de país diferente.

El parecido de otras, en cambio, es el resultado de formar parte de una «familia de banderas», cuyo denominador común es su situación geográfica.

La historia de un país, contada con sus banderas

A través de las diferentes líneas temporales de las banderas nacionales, Ferdio cuenta en una sola imagen la historia de un país, por ejemplo los años tumultuosos de guerra en torno a Alemania o el periplo colonial de Palaos.

Otros relatos llegan en forma de anécdota, como el recuerdo de la bandera de Francia, que nació tras la toma de la Bastilla en una secuencia de colores invertida y no se estableció tal y como la conocemos hasta 1794.

Los colores más usados en cada continente

Los africanos prefieren los tonos verdes, en Oceanía el azul y los europeos somos más de rojos y blancos. Y nadie usa el púrpura.

El significado de los colores

El rojo se asocia a la sangre o la fuerza, el amarillo al sol y los recursos minerales, el azul al mar, y el blanco a la paz y la pureza. La sangre es el significado más habitual en nuestras banderas. Dice poco del ser humano, ¿no? Ferdio intenta quitarle hierro al asunto. «Cada color no tiene por qué tener un solo significado. Además de sangre, también puede representar la valentía o la fuerza. Queremos pensar que la sangre apela más a la unidad genética que a la violencia», apunta el estudio de diseño gráfico.

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El libro de los prodigios de España


El Pais

  • El Prado expone el primer volumen de la historia del arte ilustrado con fotografías
Vista del Monasterio de El Escorial, calotipo publicado en el libro 'Annals of the Artists of Spain', de William Stirling (1848). MUSEO DEL PRADO

Vista del Monasterio de El Escorial, calotipo publicado en el libro ‘Annals of the Artists of Spain’, de William Stirling (1848). MUSEO DEL PRADO

En una pequeña sala del Museo del Prado, con poca luz y a una temperatura de 19 grados —agradable para huir del calor de Madrid, pero no para ir en manga corta— reposan en vitrinas  siete ejemplares de Talbotype Illustrations, el primer libro de la historia del arte ilustrado con fotografías, 68, que publicó en 1848 el escritor y coleccionista escocés sir William Stirling Maxwell, y con el que mostraba su amor por el arte y monumentos de España. Las dificultades para manejar la luz y las sombras de la naciente técnica fotográfica disuadió a Stirling, en casi todos los casos, de tomar las fotos de los cuadros o esculturas originales, que no se podían mover y estaban en interiores poco iluminados. Lo hizo por un método indirecto: imágenes tomadas de grabados o de copias que reproducían, por ejemplo, Las meninas o La rendición de Breda, de Velázquez, o un San Juan, de Murillo.

Stirling llegó a contratar a artistas para que pintasen copias al óleo o en acuarela de las obras que le interesaban. Ya de su cosecha, se permitió en un caso retocar: los angelotes que rodeaban a la Giralda en la estampa original fueron eliminados cuando se transformó en fotografía. Y en otro le cortó las piernas a Querubín con mitra, de Murillo, porque la longitud de esta pieza no le cuadraba para su libro.

La exposición Copiado por el sol, hasta el 4 de septiembre, incluida en el certamen PHotoEspaña, recorre además el complejo proceso de creación de este libro ilustrado, el cuarto volumen que acompañó a los tres que eran puramente de texto y que se llamaron Annals of the Artists of Spain. De toda la obra solo se imprimieron 50 ejemplares —los organizadores de la exposición han localizado 25 en todo el mundo— que Stirling regaló a familiares, amigos, coleccionistas y bibliotecas. Las imágenes del Talbotype Illustrations se elaboraron por el procedimiento del calotipo, uno de los que compitieron en los albores de la fotografía en la carrera por facilitar la multiplicación de copias con la mayor rapidez y calidad posible. El inventor, en 1839, del calotipo había sido el científico William Fox Talbot (1800-1877). De ahí que esas piezas se llamasen también talbotipos, o copias del sol, porque se realizaban bajo la luz solar —aunque eso en Londres debía de ser complicado—, poniendo en contacto el negativo y el positivo de papel a la intemperie.

Fue un discípulo de Talbot, Nicolaas Henneman (1813-1898), quien trabajó con Stirling para Annals of the Artists of Spain. Ambos aparecen en un par de imágenes retratados en plena tarea. La muestra del Prado incluye las numerosos tomas, procedentes de la colección del National Media Museum, de Bradford (Inglaterra), que sirvieron a Stirling y Henneman de ensayo y error, así como los grabados o dibujos que servían de modelo.

Imagen de 1846 del taller fotográfico en el que Stirling y Henneman fotografiaron las copias de obras de arte para el libro 'Annals of the Artists of Spain'. NATIONAL MEDIA MUSEUM (BRADFORD)

Imagen de 1846 del taller fotográfico en el que Stirling y Henneman fotografiaron las copias de obras de arte para el libro ‘Annals of the Artists of Spain’. NATIONAL MEDIA MUSEUM (BRADFORD)

Sin embargo, aquellas instantáneas del monasterio de El Escorial o del Cristo en la cruz, de Murillo, pegadas en el libro, sufrieron pronto lo que los comisarios de la exposición, Hilary Macartney, de la Universidad de Glasgow, y José Manuel Matilla, jefe del departamento de Dibujos y Estampas del Prado, califican de “desvanecimiento”. Los contornos empezaron a borrarse y su interior comenzó a diluirse por el efecto de la luz y el aire sobre unos negativos y copias cuyo procedimiento estaba aún en mantillas.

La exposición Copiado por el sol no aspira, según sus organizadores, a largas colas y multitudes. Su gestación comenzó hace ya 15 años, cuando Matilla descubrió en los almacenes de la pinacoteca la obra de Stirling. El comisario confiesa que al tener en sus manos aquel libro tan frágil y ver cómo se habían deteriorado las imágenes, sintió “pánico”. De ese miedo nació el proyecto de “estudiarlo, conservarlo y difundirlo”, que culmina ahora en la sala del Prado y en un facsímil elaborado en los archivos fotográficos del museo.

El “desvanecimiento” que estaba en el ADN de los calotipos motivó que este sistema fotográfico cayera en desuso a finales de los cincuenta del XIX. El propio Stirling escribió, en 1872, consciente de la fugacidad de su Talbotype Illustrations: “Los pocos ejemplares serán hoy poco más que pedazos de papel pardo nublado”. Sin embargo, respiraría hoy tranquilo al ver que, aunque sea a través de un cristal y con temperatura londinense, a sus calotipos no los ha devorado el tiempo.