El Reino de los Suevos: Conquista de Hispania y Formación


La primera mención a los suevos estaba relacionada con Ariovisto en torno al 72 a.C. Alrededor del año 171 los suevos se desplazaron hacia el suroeste. En el 248 se encontraban establecidos en las llanura panónica. Un vez allí el empuje de los hunos les obligó a desplazarse río arriba por al orilla izquierda del Danubio. En el 401 el núcleo principal de los suevos se encontraba en la región de Recia, llegando a orillas del Rin en el 405. Al año siguiente cruzaron el río en compañía de varias confederaciones germánicas, entre las que se encontraban los alanos y los vándalos. Durante dos años se desplazaron a lo largo de toda la Galia saqueando todo a su paso. Finalmente en compañía de los vándalos y alanos, en el 409, penetraron en la Península tras atravesar el Pirineo Occidental. Mientras otros grupos de tribus suevas permanecieron el Europa Central, muchas veces mezclados con los alamanes. Las fuentes citaban a grupos de suevos presentes en Suabia, región a la que dieron nombre, Venecia, Flandes, Inglaterra y Galia, entre otros lugares. Algunos grupos de suevos acompañaron a Alboino durante su conquista de Italia en el 568.

La conquista de hispania y la creación del reino de los suevos

En su avance por Hispania hacia la provincia de la Gallaecia se unieron a ellos numerosos esclavos y grupos de desposeídos, entre los que se encontraban miembros de las bagaudas, partidas de bandidos que realizaban sus correrías por el noroeste de la Península Ibérica. Durante dos años arrasaron el norte de la Península Ibérica. En el 411 pusieron fin a sus correrías cuando firmaron un pacto con el Imperio Romano, según el cual se les permitió a los suevos, vándalos y alanos asentarse en la provincia de la Gallaecia. Los suevos se asentaron en el noroeste de la Península Ibérica, en la casi totalidad del territorio de la provincia romana de la Gallaecia. Al norte se situaron los vándalos, que se establecieron en el extremo más nororiental de Hispania. Por el sur los límites de las posesiones de los suevos eran bastante imprecisos, situándose en el norte de la actual Portugal y parte de las provincias de Salamanca, León y Zamora.

En sus momentos de mayor esplendor extendieron sus dominios más al sur, aunque tan solo por cortos períodos de tiempo. El rey de los suevos, Hermenerico firmó un acuerdo o foedus con el emperador romano Honorio, según el cual recibían la clasificación de federados, teniendo a su vez la obligación de repartirse las tierras con la población hispanorromana y se comprometieron a defender el Imperio. El reparto de tierras siguió el modelo aplicado con los visigodos. A los suevos les correspondio una tercera parte de las tierras de los latifundios en régimen de colonato, de los montes, de los prados y de las propiedades del Imperio.

El esplendor del reino suevo

La particularidad del relieve gallego permitió al reino de los suevos sobrevivir durante mas de siglo y medio desde el 411 hasta su desaparición en el 585. Sufrieron numerosos ataques de los romanos, de los visigodos y de los hispanorromanos. Se establecieron en densas poblaciones de tipo militar situadas predominantemente en la costa, principlamente en torno a la región de Lugo. Hermerico estableció su capital en al ciudad de Bracara (la actual Braga). Este soberano que gobernó a los suevos entre el 409 y el 441 tuvo que enfrentarse en numerosas batallas a los hispanorromanos, los cuales trataban de defenderse de los continuos ataques de rapiña que sufrían. La partida de los vándalos asdingos hacia África permitió a los suevos controlar en el 420 todo el noroeste de la Península Ibérica. Para evitar posibles sublevaciones Hermerico ordenó el desmantelamiento de las murallas de la ciudad hispanorromana de Conimbra (Coimbra). Ante la gravedad de la situación los hispanorromanos solicitaron la ayuda en numerosas ocasiones de Aecio para hacer frente a los suevos, pero éste nunca respondió a sus llamadas.

Los habitantes de la Gallaecia cansados de la actuación de los suevos enviaron en el 431 a Roma al obispo Idacio, logrando con sus gestiones que el conde Censorio restableciera la paz entre ambos bandos. Los suevos firmaron en 433, 437 y 438, tratados de paz con los hispanorromanos tras diferentes sublevaciones. En el 438 conquistaron Mérida y Sevilla. Ese mismo año Hermerico, quien todavía no había fallecido, fue sucedido por su hijo Requila. Algunos historiadores han mantenido que se trató de una asociación al trono, otros han afirmado que fue una abdicación a causa de la frágil salud del soberano. A la muerte de Hermerico en el 441 quedó como único soberano Requila, durante cuyo reinado el reino suevo alcanzó su mayor importancia, ampliando las posesiones de la corona sueva hasta tierras de la provincia de la Cartaginense.

Con Requiario, hijo de Requila y que sucedió a su padre en el 448, continuó el esplendor militar de los suevos. Realzando numerosas expediciones militares contra la Tarraconense, logrando saquear Zaragoza y capturar Lleida. Estas campañas se encuadraban dentro de las campañas destinadas a poner fin a los movimientos de los bagaudas. Como agradecimiento a los servicios prestados al Imperio Requiario recibió la mano de la hija del rey visigodo Teodoredo. Al ser el nuevo soberano de religión católica provocó que se convirtieran la mayor parte de los suevos. Las relaciones del soberano suevo con el Imperio se estrecharon todavía más en el 453 cuando recibió la visita de los embajadores imperiales Mansueto y Fronton. Pero Requiario en contra de los deseos de Roma continuó con sus incursiones sobre la Tarraconense. Los éxitos militares de los suevos preocupó seriamente a Roma, que trató de frenar su avance con la ayuda de los visigodos.

La decadencia del reino suevo

El soberano visigodo Teodorico II con la ayuda de grupos de burgundios se introdujo en Hispania en el 456, enfrentándose y derrotando a los suevos a orillas del Órbigo, en las cercanías de Astorga. Los visigodos persiguieron a los fugitivos y saquearon Braga, donde capturaron al rey a quien ejecutaron. A la muerte de Requiario sucedió una época de anarquía que supuso el inicio de la decadencia del reino suevo. Entre el 457 y 460 reinó Maldras, quien fue proclamado por una parte del pueblo. Surgieron numerosos pretendientes al trono que se negaban a aceptar la legitimidad del nuevo soberano. Se inició una guerra civil que se prolongó por el espacio de tres años, y en el que jugaron un papel bastante activo los visigodos. De estos enfrentamientos resultó vencedor en el 460 Remismundo, quien fue reconocido como soberano de los suevos por los visigodos. Remismundo se enfrentó posteriormente al aspirante al trono Frumario. Esta situación le obligó a buscar la ayuda de los visigodos, con los que firmó un acuerdo de paz en el 464. En el 465 se hizo con el control del reino, aunque todavía siguieron activos algunos núcleos rebeldes, como el de los aunonenses.

Ese mismo año Teodorico II envió al reino suevo al obispo gálata Ayax, quien consiguió la conversión de los suevos al arrianismo. Se inició auspiciada por Remismundo una feroz persecución contra los católicos y los paganos de su reino. Entre el 469 y el 558 hay una laguna histórica debido a la escasez de fuentes. En el 558 se encontraba reinando sobre los suevos Teodomiro, quien se convirtió al catolicismo junto a su pueblo, debido principalmente a la acción apostólica de San Martín de Tours, sacerdote procedente de Pomania, a quien se le atribuía la curación milagrosa de uno de los hijos del soberano. La conversión de Teodomiro molestó a los visigodos, cuyo monarca Leovigildo atacó a los suevos. El rey suevo fue nombrado obispo metropolitano de Braga por los catolicos. En esta época también se produjo la predicación entre los suevos de San Martín de Dumio.

El sucesor de Teodomiro en el 570, su hijo Miro, gobernaba sobre un reino que se extendía por toda Galicia y la Lusitania situada al norte del Tajo. El rey convocó los concilios primero y segundo de Braga. Miro se enfrentó también con Leovigildo, por lo que apoyó las aspiraciones al trono visigodo del hijo del rey, Hermenegildo. Miro fue sucedido en el 583 por su hijo Eborico, quien fue depuesto un año mas tarde por Andeca, que para afianzar su poder se casó con la viuda de MIro, Sisegunda. Andeca fue derrotado por Leovigildo en Oporto y Braga, siendo obligado a retirarse a un monasterio. El reino suevo fue incorporado a las posesiones visigodas como una provincia más. En los dos años siguientes hubo una serie de rebeliones que fueron fácilmente sofocadas. Los restos de la población sueva acabó mezclándose con los visigodos y los hispanorromanos.