Hallado en Londres el manuscrito más antiguo de Gran Bretaña


El Pais

  • Un grupo de arqueólogos localiza casi 700 piezas romanas durante una excavación para levantar un edificio en la City
Un investigador revisa una de las tablillsa de madera encontradas. MOLA

Un investigador revisa una de las tablillsa de madera encontradas. MOLA

Un grupo de arqueólogos británicos ha desenterrado en Londres una tablilla de madera en la que se encuentra grabado el documento manuscrito más antiguo encontrado en la isla de Gran Bretaña. El Museo Arqueológico de Londres (MOLA, por sus siglas en inglés) ha recalcado que se trata de un registro de deudas datado el 8 de enero del año 57 después de Cristo. «Es un hallazgo enormemente significativo, que ha superado las expectativas», ha la directora de la excavación, Sophie Jackson.

«Es la primera generación de londinenses la que nos está hablando», ha añadido la arqueóloga, que ha explicado cómo se han localizado cerca de 700 objetos durante esta excavación, iniciada para levantar un nuevo edificio en la City de Londres, el centro financiero de la capital británica. Según los datos facilitados por el MOLA, se han descubierto 410 tablillas romanas, 87 de las cuales ya se han descifrado.

Entre estas piezas, fabricadas en madera y que estuvieron cubiertas de cera para poder escribir sobre ellas, se ha detectado también la primera referencia conocida de Londres, fechada 50 años antes de que el historiador romano Tacitus citara a la ciudad en uno de sus escritos. Según el Museo Arqueológico, las tablillas se han conservado durante casi de 2.000 años gracias a que quedaron atrapadas entre el barro húmedo del Walbrook, uno de los ríos que cruzaba la City de Londres en aquella época. Y, por tanto, no han estado en contacto con el oxígeno durante este tiempo.

La cera que un día recubrió las tablillas ha desaparecido, por lo que solo quedan algunas marcas en la madera, por lo que los especialistas deben descifrar las antiguas palabras a partir de unos pocos trazos. Junto con esos documentos, los expertos han encontrado todo tipo de objetos romanos. Entre otros, cerámicas y monedas, que facilitan la datación de los escritos en los que no aparecen fechas.

Roger Tomlin, un latinista de la Universidad de Oxford que ha descifrado algunas de las tablillas, ha detallado que los documentos hacen referencia a entregas de cerveza, sentencias judiciales, órdenes militares y contienen hasta prácticas de caligrafía. «Londres era entonces la frontera en el oeste salvaje del Imperio Romano. La gente llegaba justo detrás del ejército romano y trataban de explotar la nueva provincia», relató el experto universitario.

«Me siento muy afortunado por haber sido el primero en leer de nuevo esas tablas, después de más de diecinueve siglos, y haber imaginado cómo eran las personas que fundaron la ciudad de Londres», concluyó Tomlin.

Londres y Washington, los guardianes de la ‘doble’ neutralidad de Franco


El Mundo CLARA FELIS @clarafelis

  • ‘El telegrama que salvó a Franco’ retrata con detalle la postura de Inglaterra y EEUU con el régimen de Franco durante el conflicto
  • La presencia de fuerzas y espías alemanes en España hizo dudar sobre la ‘no beligerancia’ anuciada por el dictador
  • Carlos Collado: ‘Gobernaban los Aliados y si les hubiera parecido derribar a Franco lo hubieran hecho, pero no les convenía’
Franco y Hitler durante su reunión en Hendaya, el 23 de octubre de 1940.

Franco y Hitler durante su reunión en Hendaya, el 23 de octubre de 1940.

 

Mantuvieron la amistad hasta el final de la guerra, a pesar de los obstáculos impuestos por EEUU e Inglaterra. Franco siempre se miró en el espejo de Hitler, incluso cuando el Führer puso en duda la integridad del franquismo y la autoridad del dictador. «No le puedo perdonar a Franco el no haber sabido, en cuanto terminó la guerra civil, reconciliar a los españoles, el haber hecho a un lado a los falangistas, a quienes España debe la ayuda que le hemos prestado, y el haber tratado como a bandidos a los antiguos adversarios que estaban muy lejos de ser rojos todos. No es ninguna solución el poner fuera de la ley a la mitad de un país, mientras que una minoría de salteadores se enriquece a costa de todos», confesaba el mismo Hitler el 10 de febrero de 1945, en el Cuartel General del Führer.

En las líneas que escribió aquel día, Hitler se desmarcaba de las decisiones tomadas por Franco con un cierto tono victimista. «A nosotros nos han engañado, porque jamás hubiese yo aceptado, sabiendo de qué se trataba en realidad, que nuestros aviones sirvieran para aplastar a pobres muertos de hambre, y para restablecer en sus privilegios horribles a los curas españoles», como se recoge en ‘El Testamento Político de Hitler: notas recogidas por Martin Bormann’ (Diana, 1962).

Americanos y británicos centraron sus esfuerzos diplomáticos en eliminar cualquier influencia alemana en España. A principios de junio de 1940, el embajador británico enviado a Madrid, Samuel Hoare, describió así la presencia de las fuerzas del Reich en España. «No he visto en ninguna parte un control tan completo de los medios de comunicación, prensa, propaganda, aviación, etc., como el que tienen los alemanes aquí. Incluso me atrevo a decir que la embajada y yo mismo existimos aquí únicamente porque nos toleran los alemanes».

Para romper ese lazo, -que ya quedó debilitado después de la reunión de Franco con Hitler el 23 de octubre de 1940 en Hendaya y que no llegó a ningún puerto después de las exigencias que Hitler le expuso a Franco para que España entrara en la Segunda Guerra Mundial- los aliados incrementaron sus presiones a España (sanciones económicas como la suspensión del suministro de carburantes) a partir de noviembre de 1942, cuando tiene lugar el desembarco de fuerzas inglesas y norteamericanas en el norte de África.

La ‘benevolencia’ de los Aliados

Esta política ofensiva no afectó sin embargo al engranaje del régimen, que resistió y sobrevivió por la actitud benevolente de los Aliados. Sobre la doble vara de medir y las gestiones que se planificaron en España, sin que ésta estuviera al tanto en muchas ocasiones, trata el libro de Carlos Collado Seidel, ‘El telegrama que salvó a Franco’ (Crítica, 2016).

«Gobernaban los Aliados y si les hubiera parecido conveniente derribar a Franco y poner otro gobierno lo hubieran hecho, pero no les convenía porque siempre consideraron que las desventajas eran mayores. Una España neutral salvaguardaba los intereses Aliados. Al final de la guerra, con la crisis del wolframio, Washington hubiera apretado las clavijas hasta derribar a Franco, y lo intentó, pero Londres se opuso. Se intercambiaron un gran número de telegramas en los primeros meses de 1944 porque no llegaban a ponerse de acuerdo. Los americanos abogaban por imponerse y no por negociar con España. Era un secreto a voces, lo que querían los americanos era derrocar el régimen, que era visto como un régimen franquista», explica el mismo escritor.

Tanto la postura como las medidas que se tomaron en España inspiraron pocas confianzas en los Aliados. Una muestra se encuentra en la crisis del wolframio, consecuencia directa del apoyo incondicional de Franco a Hitler, que dio cobijo en el territorio peninsular a los nazis fugitivos y dejó operar a las fuerzas aéreas del III Reich. «Alemania siempre tuvo carta blanca en España. Todo lo que fue posible lo hizo. Para Franco, la amistad con Hitler era una cuestión inamovible, a pesar del acuerdo de mayo de 1944, cuando se obligó a que España interrumpiera los envíos de wolframio a Alemania o que se cortara el espionaje alemán en España«, detalla.

Pero el caudillo no hizo caso. «Lo que ocurrió es que los agentes alemanes siguieron operando, que cada expulsión no se decretaba tal cual sino que se trataba con la embajada alemana, que era la encargada de pedirle a los agentes que se volvieran a Alemania y los reemplazaba por otros, incluso los vuelos de Lufthansa continuaron hasta 1945. España siempre siguió atendiendo los intereses del Reich».

El engaño de Franco

Dichos intereses demostraban esa idea algo equívoca que mantenía Franco sobre el poder de Alemania en la contienda. «Estaba convencido de que el Eje iba a ganar la guerra, no obstante, Franco veía su propia debilidad. Un país que estaba devastado por la guerra y que, además, tenía fracciones dentro de su propio régimen, con una sección importante que era germanófila, que también admiraba a Mussolini, y otros que defendían a Inglaterra como un país de referencia. El régimen de Franco quería ser el último amigo del Reich para luego después de la Guerra Mundial poder ser el primer amigo de esta nueva Alemania. Franco salió engañado. Estaba convencido que cuando acabase la guerra comenzaría la siguiente contra la Unión Soviética».

Acciones que molestaron a Churchill y a Roosevelt, pero que no afectaron a la continuidad del dictador. «La actitud apaciguadora» de los británicos y la debilidad de las fuerzas opositoras de la dictadura no favorecieron el cambio de sistema político.

Una renovación que según el historiador se podría haber logrado. «Creo que sí que se podría haber hecho. Londres, Washington, los monárquicos y muchos sectores en España que colaboraban con el régimen, pensaban que la restauración de la monarquía era factible, que iba a ocurrir. Entre 1944-1945 existía el convencimiento de que tarde o temprano aquí se lograría y era de esperar una transición pacífica».

El peso de las fuerzas externas era tal, que incluso las decisiones internas y el papel de los políticos españoles dependían de las valoraciones que les hacían, como ocurrió con el ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Gómez-Jordana. «El embajador británico intentó mover a Jordana para que se opusiera a Franco, para promover la restauración, y lo primero que hizo Jordana el 30 de junio de 1944 fue ir a ver al Generalísimo. Él quiso mantener, preservar, lo que consideraba que eran los intereses nacionales españoles. Pero desde mi punto de vista la diplomacia española jugaba bien poco, porque las decisiones se tomaban sin que España entrara en consideración«.

María «la sanguinaria», la mujer que convirtió a Felipe II en Rey de Inglaterra


ABC.es

  • La larga serie de embarazos psicológicos que registró María finalizó, en 1558, cuando uno de ellos le llevó a caer en una profunda depresión
 María I de Inglaterra entrando en Londres para tomar posesión del trono en 1553 - Wikimedia

María I de Inglaterra entrando en Londres para tomar posesión del trono en 1553 – Wikimedia

María fue una niña triste, una reina sangrienta, una esposa desconsolada, una eterna embarazada… La hija de Catalina de Aragón hubo de hacer frente a muchas dificultades antes de tomar la Corona de Inglaterra a mediados del siglo XVI y, una vez en el trono, se apoyó en su marido para restituir a golpe de ejecuciones la obediencia de su país hacia la Iglesia católica. Todo el éxito político de la alianza entre la inglesa y el español naufragó a la hora de dejar descendencia. La larga serie de embarazos psicológicos que registró María finalizó, en 1558, cuando uno de ellos le llevó a caer en una profunda depresión y a morir meses después. Felipe II, su marido, no encontró el momento de desplazarse desde Bruselas a Londres, a pesar de las cartas de su esposa suplicándole que estuviera a su lado en aquellos momentos tan dolorosos. Murió sin volver a verle.

Tras solo dos años de matrimonio con María Manuela de Portugal, Felipe quedó soltero con un hijo enfermizo como única sucesión. La portuguesa, prácticamente de la misma edad que el entonces príncipe español, había fallecido después de dar a luz a Don Carlos, el Príncipe maldito. Durante la búsqueda de la candidata ideal para ser esposa de su hijo, Carlos I de España (V de Alemania) descartó la opción de que se casara en segundas nupcias con alguna de las hijas del rey de Francia, un enlace que habría sellado la paz entre ambos países, o con la hermosa hija menor del rey de Portugal, que a largo plazo podía asegurarle el trono de este reino; y en cambio recomendó que lo hiciera con una antigua prometida suya, María Tudor. La hija de Catalina de Aragón había vivido una infancia turbulenta a causa de la decisión de Enrique VIII de Inglaterra de divorciarse en contra del criterio de la Iglesia católica. Una mujer repleta de traumas que tenía a Carlos como el hombre que había velado por sus derechos en Europa cuando nadie más lo hizo.

La hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII

Pese a contar con el apoyo popular de los ingleses, Catalina de Aragón –la hija menor de los Reyes Católicos– acabó repudiada por su marido, Enrique VIII, debido a la falta de hijos varones. La sucesión de embarazos fallidos, seis bebés de los que solo la futura María I alcanzó la mayoría de edad, enturbió la convivencia entre el Rey y la Reina. Enrique VIII propuso al Papa una anulación matrimonial basándose en que se había casado con la mujer de su hermano Arturo. El Papa Clemente VII, a sabiendas de que aquella no era una razón posible desde el momento en que una dispensa anterior había certificado que el matrimonio con Arturo no era válido (no se había consumado), sugirió a través de su enviado el cardenal Campeggio que la madrileña podría retirarse simplemente a un convento, dejando vía libre a un nuevo matrimonio del rey. Sin embargo, el obstinado carácter de la Reina, que se negaba a que su hija María fuera declarada bastarda, impidió encontrar una solución que agradara a ambas partes. La intervención del todopoderoso sobrino de Catalina, Carlos I de España, elevó la disputa a nivel internacional.

Pese a las amenazas de Enrique VIII hacia Roma, Clemente VII temía todavía más las de Carlos I, quien había saqueado la ciudad en 1527, y prohibió que Enrique se volviera a casar antes de haber tomado una decisión. Anticipado el desenlace, Enrique VIII asumió una resolución radical: rompió con la Iglesia Católica y se hizo proclamar «jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra».

En 1533, el Arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, declaró nulo el matrimonio del Rey con Catalina y el soberano se casó con Ana Bolena, a la que el pueblo denominaba «la mala perra». Además, Enrique privó a Catalina del derecho a cualquier título salvo al de «Princesa Viuda de Gales», en reconocimiento de su estatus como la viuda de su hermano Arturo, y la desterró al castillo del More en el invierno de 1531. Años después fue trasladada al castillo de Kimbolton, donde tenía prohibido comunicarse de forma escrita y sus movimientos quedaron todavía más limitados. Allí, el 7 de enero de 1536, antes de morir a causa posiblemente de un cáncer, Catalina de Aragón escribió una carta a su sobrino Carlos I pidiéndole que protegiera a su hija.

De esta forma, la «reina sanguinaria» nunca olvidaría que en 1533 tuvo que renunciar al título de princesa y que, un año después, una ley del Parlamento inglés la despojó de la sucesión en favor de la princesa Isabel, la hija de Ana Bolena, la mujer que había desencadenado el divorcio. No en vano, la ejecución de Ana Bolena en 1536 provocó un cambio en la situación de María. La nueva esposa de Enrique VIII, Juana Seymour, logró que María capitulara y jurara las nuevas leyes religiosas a cambio de una posición más aventajada en la corte, siendo ahora su hermanastra, Isabel, la que quedó marginada. Fruto del matrimonio entre Enrique VIII y Juana Seymour nació Eduardo, que fue designado el heredero de la corte. Cuando falleció de forma prematura Eduardo VI en 1553, la niña marginada se convirtió a sus 37 años en la reina de Inglaterra e inició una represión religiosa contra los líderes protestantes. Una de sus primera medidas fue encarcelar y ejecutar al Duque de Northumberland, quien había endurecido la política contra los católicos en esos primeros años del reinado de Eduardo VI.

«Lo mejor de este negocio es que el rey lo ve y lo entiende que no por la carne se hizo este casamiento, sino por el remedio de este Reno y conservación de estos Estados»Ruy Gómez

Por otra parte, María nunca dejó de escribirse con su primo Carlos I, pero sus buenas relaciones apenas facilitaron las negociaciones para logar un acuerdo que debía salvar la oposición interna de los nobles ingleses y su desconfianza natural hacia los extranjeros. Las exigencias británicas terminaron por ser humillantes: la reina no podía ser obligada a salir de las islas; Inglaterra no estaba obligada a tomar parte en las guerras de los Habsburgo; el posible hijo del matrimonio heredaría Inglaterra, Irlanda y los Países Bajos; y, lo que a la postre fue capital, el monarca español perdería cualquier autoridad si María fallecía antes que él. El rey mostró sus recelos en privado, pero finalmente tragó con un acuerdo que prometía recuperar por completo a Inglaterra para la causa católica.

Pero más allá de las exigencias políticas, el otro escollo eran los recelos de la reina hacia el matrimonio. Su historial amoroso se reducía a haber descartado la posibilidad de casarse con Eduardo Courtenay –hijo de un noble decapitado en 1538, acusado entonces de conspirar contra Enrique VIII– al que había liberado de su prisión en la Torre de Londres con este propósito. Tras descartar la boda con Courtenay, de sangre real, pareció que María permanecería soltera siempre. Al menos hasta que apareció el apuesto Felipe, cuyo cuadro pintado por Tiziano en 1551 fue enviado a la reina. Quedó prendida de él desde el primer instante hasta el último de su vida.

En tanto, Felipe II entendió que el matrimonio respondía más que nunca a asuntos de Estado y aceptó sin la menor queja, pese a que la belleza de María brillaba por su ausencia. A sus 37 años, la reina inglesa parecía aparentar cerca de 50 y mantenía una mirada triste de forma perpetua. Antes de salir de España, no en vano, Felipe recibió también un retrato de su futura esposa pintado por Antonio Moro, donde se evidenciaba que la reina era mucho más mayor que él. Una vez en Inglaterra, los integrantes del séquito español coincidían en señalar lo poco que se parecía aquel retrato al auténtico rostro de María. «Lo mejor de este negocio es que el rey lo ve y lo entiende que no por la carne se hizo este casamiento, sino por el remedio de este Reno y conservación de estos Estados», escribió Ruy Gómez, uno de los hombres que acompañó a las islas Británicas a asistir al enlace, celebrado el día de Santiago de 1554 en la Catedral de Winchester.

«Bloody Mary», 300 muertos en la represión

Bajo el reinado de María y Felipe, se ejecutaron a casi a trescientos hombres y mujeres por herejía entre febrero de 1555 y noviembre de 1558. No sorprende por ello que la historiografía protestante la apodará a su muerte como Bloody Mary («la sangrienta María»).

Muchos de aquellos perseguidos eran viejos conocidos de la traumática infancia de María. Thomas Cranmer, quien siendo arzobispo de Canterbury autorizó el divorcio de Enrique VIII de Catalina de Aragón, fue objeto de un proceso para privarle de su diócesis y posteriormente fue condenado a morir en la hoguera. Se trataba de una persecución religiosa en toda regla, pero también de los esfuerzos de la reina por acabar con sus enemigos políticos. En previsión de su boda con Felipe, el noble protestante Thomas Wyatt encabezó una sublevación que alcanzó las afueras de Londres en enero de 1554. El intento de golpe de estado fracasó gracias al apoyo de los londinenses, debiendo Wyatt rendirse y entregarse solo un mes después. La rebelión terminó con las ejecuciones de varios parientes de Juana Grey –bisnieta de Enrique VII de Inglaterra– y de la propia joven.

Asediado en diferentes frentes por Francia y el Papa Pablo IV, el rey español reclamó a María su ayuda militar

Felipe II apoyó en todo momento a su esposa e intentó congraciarse con sus súbditos repartiendo mercedes entre los nobles leales a la causa católica y organizando justas y torneos para el entretenimiento popular. Estas actividades, que llevaban décadas sin celebrarse en las islas británicas, fueron recordadas durante varias generaciones por su magnitud. Sin embargo, el matrimonio se tornó en una experiencia triste cuando se fueron acumulando una serie de embarazos psicológicos o fallidos que hicieron imposible que naciera un heredero. Después de un año en Inglaterra, Felipe partió a reunirse en Bruselas con su padre. Carlos I había decidido abdicar y con ello legar a Felipe y al archiduque Fernando, su hermano, sus reinos y también sus guerras. Asediado en diferentes frentes por Francia y el Papa Pablo IV, el rey español reclamó a María su ayuda militar, lo cual estaba específicamente prohibido por el acuerdo matrimonial.

En marzo de 1557, el monarca regresó a Inglaterra durante unos meses y empleó su capacidad de persuasión sobre su mujer, que no era poca, para lograr su participación en una guerra que iba a desembocar en una terrible pérdida para Inglaterra. A las puertas del desastre, el Duque de Guisa conquistó a principios de 1558 de forma sorpresiva Calais, la última posesión inglesa importante en el norte de Francia. Tras solo siete días de asedio, las tropas inglesas se rindieron y entregaron la ciudad sin presentar batalla, con el único objetivo de desprestigiar a la reina María.

De la pérdida de Calais a su muerte

Según la tradición, María quedó tan destrozada por esta derrota que predijo que la palabra Calais aparecería a su muerte grabada sobre su corazón. Triste y supuestamente embarazada de nuevo, la inglesa reclamó en esos días la presencia de su marido, que recibió la noticia con «gran alegría y contentamiento» pero hizo poco por desplazarse a Londres. Tras aceptar que se trataba de un nuevo falso embarazo, la reina cayó en un estado depresivo a mediados de 1558. Rápidamente, Felipe entendió que en caso de fallecer su esposa iba a ser su hermanastra, Isabel Tudor, la persona con más apoyos para reinar, por lo que, temiéndose lo peor, comenzó un acercamiento hacia la que a la postre sería la mayor villana del imperio.

El plan original de Felipe era casar a Isabel con algún príncipe católico de su confianza, siendo el mejor candidato su primo Manuel Filiberto de Saboya, quien había encabezado su victoria en San Quintín. Los acontecimientos, sin embargo, se precipitaron y el propio monarca se ofreció a casarse con Isabel cuando vio que Inglaterra podía alejarse de su control para siempre. A principios de noviembre, María hizo testamento designando sucesora a su hermana Isabel con la esperanza de que abandonase el protestantismo; unos días después falleció a los 42 años de edad. El ascenso de Isabel, con el propio apoyo de Felipe, supuso así una victoria póstuma y completa de la decapitada Ana Bolena, que todavía hoy es equivalente en la lengua castellana a ser una mujer alocada y trapisondista. Lejos de aceptar la propuesta matrimonial de Felipe, Isabel se negó a volver a la obediencia papal y permaneció soltera toda su vida.

La relación entre el Imperio español e Inglaterra fue de mal en peor en los siguientes años. Isabel se mostró implacable con los nobles católicos que amenazaron su poder y tomó todas las medidas posibles en pos de borrar la huella hispánica en las islas. Cualquier posibilidad de que el catolicismo volviera a ser mayoritario en Inglaterra en el futuro pereció con la muerte de María. No obstante, el hispanista Geoffrey Parker apunta en su obra «Felipe II: la biografía definitiva» (Planeta, 2010) que «incluso sin hijos, el catolicismo se habría instaurado perdurablemente en Inglaterra si la reina hubiera vivido hasta (digamos) los 56 años como su padre».

 

 

¿Cómo sería vivir bajo el mar en Washington, Londres o Buenos Aires?


ABC.es

  • Según una proyección de la organización científica Climate Central, las principales ciudades del mundo cambiarán mucho en 2100 si el calentamiento global sigue a este ritmo
 Captura del vídeo con Google Earth lanzado por Climate Central sobre un Washington inundado en 2100

Captura del vídeo con Google Earth lanzado por Climate Central sobre un Washington inundado en 2100

Ciudades e incluso capitales de decenas de países podrían verse amenazadas por la subida del nivel de los océanos, concentración de dióxido de carbono y una temperatura mundial récord. Las informaciones alarmistas sobre el cambio climático se multiplican, y más con la llegada de la Conferencia sobre el Cambio Climático que se celebrará en París a inicios de diciembre.

Según una proyección de la organización científica Climate Central, las principales ciudades del mundo cambiarán mucho en 2100 si el calentamiento global sigue a este ritmo. En su trabajo audiovisual, aparecen fotografías de Washington (Estados Unidos), Durban (Sudáfrica), Londres (Reino Unido), Melbourne (Australia), Río (Brasil), Hong Kong (China), Buenos Aires (Argentina) o Vancouver (Canadá) cubiertas de agua.

Con estas fotografías, Climate Central pretende concienciar tanto a políticos como a ciudadanos sobre los efectos del aumento de las temperaturas en todo el mundo.

El Instituto Metereológico británico ha aportado este lunes una prueba adicional el recalentamiento acelerado del planeta, anunciando el aumento de 1ºC para este 2015 con respecto a la era preindustrial (1850-1900).

Celtas en el Museo Británico: solo sé que no sé nada


ABC.es

  • Reconoce que tal vez nunca existieron como tales, pero inaugura una entretenida y taquillera exposición sobre su arte

    reuters Piezas de oro, plata y cobre, incluidas en la exposición

    reuters | Piezas de oro, plata y cobre, incluidas en la exposición

A mediados de los años 50, el conde e ingeniero José Moreno Torres, un madrileño hijo de gallegos que llegó a ser alcalde de Madrid, creó como homenaje a sus ancestros lo que se daría en llamar «el Chester de los obreros»: los cigarrillos negros «Celtas», cortos y sin filtro. Comenzaron a despacharse en 1957, mayormente desde la Fábrica de Tabacos de La Coruña, que en 1969 llegó a fabricar 300 millones de paquetes. Para adornar las cajetillas, un ilustrador dibujó al celta tabaquero que todos conocemos: una suerte de vikingo barbado, con un casco con alas y espada en ristre.

Hoy podemos sonreírnos ante la recreación un tanto élfica de los celtas de aquel anónimo dibujante. Pero lo cierto es que hizo lo mismo que han hecho todos los que han recuperado el mito desde el siglo XVII, cuando se volvió a escribir el término por vez primera en 2.000 años: directamente inventárselos.

El Museo Británico de Londres inaugura hoy la exposición «Celtas: arte e identidad», en cartel hasta el 13 de enero, con un precio de entrada de 22,5 euros. Tiene la clara vocación de convertirse en su taquillazo del otoño, porque hacía cuarenta años que el British no se ocupaba ampliamente de los viejos celtas, que siguen fascinando.

La muestra deja una sensación ambivalente: los celtas están, pero no están. Se ve su arte, enormemente atractivo, porque se aleja del naturalismo clásico griego y romano para cultivar una abstracción geométrica que resulta muy del gusto moderno, aunque date de la Edad del Hierro. Pero tras pasear por las salas –bajo una innecesaria musiquilla a lo Clannad– se concluye que al hablar de los celtas toca recuperar la vieja máxima socrática: «Solo sé que no sé nada».

Delicia estética

La muestra expone 250 objetos teóricamente celtas. El viaje comienza 500 años antes de Cristo, cuando los antiguos griegos emplean por primera vez el término para denominar a los bárbaros norteños que viven al Norte y al Oeste de los Alpes, ajenos a la cultura mediterránea. La exposición, elaborada mano a mano por el British Museum y el Museo Nacional de Escocia, es una delicia estética, aunque a veces abuse de las copias de originales no cedidos. Torques lujosos, espirales, triskels, arpas, espadas, cascos tan evocadores como el de cuernos hallado en el Támesis, objetos domésticos, la lectura celta de la llegada del cristianismo, con sus cruces de estética artúrica… Las últimas salas viajan ya a tiempos recientes para contar el revival céltico que arranca en el siglo XVII y que estalla con las exaltaciones victorianas del XIX. En la época romántica entran también en escena las mixtificaciones nacionalistas de galeses, escoceses e irlandeses, que buscan una leyenda que los distancie políticamente de los ingleses.

¿Celtas en Córdoba?

El arte celta brilla en la exposición. Es su estrella y su razón de ser. Pero del British te marchas con una pregunta: ¿existieron realmente los celtas? La muestra informa de que no formaron una etnia, no tuvieron una lengua común y jamás se llamaron a sí mismos celtas. En cuanto a su ubicación geográfica, sus vestigios van de Turquía a Irlanda. Es divertido ver que las dos únicas piezas españolas, ambas de la colección del Museo Británico, son un torque gallego de oro, hallado en Orense, y otro magnífico de plata, del año 100 a.C., encontrado en ¡Córdoba!, también celta. En los mapas sobre la extensión de aquella civilización –¿fue tal?– a lo ancho de Europa se asegura que en la Península Ibérica se asentaron en el Sur de Portugal, en lo que hoy son las provincias de Pontevedra y Orense y en una amplísima franja que va de Guadalajara a Burgos. Para decepción del nacionalismo gallego, la exposición ningunea la querencia céltica de Galicia, inventada en el XIX con una pasión que rondó el racismo por Manuel Murguía, el marido de Rosalía de Castro, y que hoy sobrevive allí en todo tipo de manifestaciones, desde culturales (el Festival de Ortigueira o la artesanía) a deportivas (el Celta de Vigo).

Lo que uniría a los celtas sería ante todo un temprano y característico tratamiento artístico del metal. También que no vivían en ciudades, sino agrupados en pequeñas villas, muchas veces sobre colinas. Eran belicosos y valientes y, cuando Julio César invadió Britania en el 55 a.C., los elogió por su soberbio desempeño en la guerra con carros (en la exposición se expone uno, una recreación inventada). También se asegura que les gustaba el vino peleón, como ellos, que hacían ofrendas en lugares que consideraban sagrados y que contaban con líderes religioso-mágicos, a lo druida de Astérix y Obélix.

La exposición concluye precisamente con un tebeo de Astérix y una camiseta del Celtic de Glasgow, pruebas de la pujanza de la leyenda. Como dice el director del Museo Británico, Neil MacGregor: «En esta exposición no hemos tratado tanto de mostrar a una gente como de mostrar una marca». Como buen mito que es, la marca entretiene y vende.

Viviendas para habitar en la Luna


  • Iniciativa del estudio de Arquitectura londinense Foster + Partners
  • Los inmuebles, para cuatro personas, se levantarían con el sistema de construcción 3D
  • Tendrían estructura hinchable y estarían hechas de regolito, principal material lunar
  • Se desconoce su precio, pero sólo el viaje para dos personas costaría 1.160 millones
 Recreación de cómo serían las posibles viviendas en el satélite Foster + Partners

Recreación de cómo serían las posibles viviendas en el satélite Foster + Partners

«Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad». Ésas fueron las palabras de Neil Armstrong tras pisar por primera vez la Luna. Ahora, la humanidad parece dar otro paso más, pues comienza a contemplarse la vida fuera de la Tierra en el futuro, según un revolucionario proyecto inmobiliario de viviendas lunares que ya está en marcha.

El londinense estudio de Arquitectura Foster + Partners, con la colaboración de la Agencia Espacial Europea (ESA), emprendió en el año 2012 -como informa en su página web oficial- un estudio para crear los primeros hogares a 384.400 kilómetros del planeta Tierra.

La estancia sería en el cráter Shackleton, donde la luz del Sol es permanente.

Con la premisa de que las impresiones en 3D ya han sido empleadas en la construcción de viviendas en la Tierra, esta firma está explorando las posibilidades de crear alojamientos realizados mediante este sistema para hacer posible la estancia del ser humano en el sur de la Luna. Concretamente, en el cráter Shackleton, donde la luz del Sol es permanente.

Imagen de la estructura interna de las posibles viviendasFoster + Partners

Imagen de la estructura interna de las posibles viviendasFoster + Partners

El tipo de vivienda que se está desarrollando desde Foster + Partners tiene capacidad para cuatro personas y protegería a sus residentes de las amenazas a las que estarían expuestos, como son las cambiantes temperaturas del ambiente, los meteoritos y los rayos gamma, los principales problemas a los que se enfrentarían los primeros habitantes debido a la ausencia de atmósfera.

«En la práctica, solemos diseñar viviendas para climas extremos en la Tierra. Nuestra residencia lunar sigue una lógica similar», comenta Xavier De Kestelier, socio y especialista de Foster + Partners. «El proceso de diseño está siendo fascinante y único», añade.

En cuanto a su estructura, según se revela desde el estudio de Arquitectura, las casas estarían formadas de tubos modulares en la base y cúpulas inflables capaces de doblarse sobre sí mismas.

Imagen del exterior de las posibles viviendasFoster + Partners

Imagen del exterior de las posibles viviendasFoster + Partners

Además, debido a la dificultad de transportar materiales desde la Tierra al satélite, la empresa está estudiando la posibilidad de utilizar el regolito, material que conforma el suelo lunar y que, compuesto por silicio, aluminio, calcio, acero y óxido de magnesio, sería perfecto para utilizar en objetos sólidos creados con una impresora 3D. Por el momento, en los ensayos que se han realizado hasta ahora, se ha simulado ese material lunar utilizando óxido de magnesio, al que más tarde se ha añadido sal, de tal manera que se ha obtenido algo parecido a la piedra del regolito.

En cuanto a los precios de las posibles viviendas, lo único que se puede asegurar por ahora es que no serán aptos para todos los bolsillos, ya que sólo el viaje para dos personas costaría 1.160 millones de euros, según anunció en 2012 la empresa Golden Spike, promovida por ex trabajadores de la NASA, que pretende tener los viajes comerciales a Luna listos en el año 2020.

Doscientos años de la batalla de Waterloo: el día de la épica victoria sobre Napoleón


ABC.es

  • Todos los países que participaron en el combate conmemoran estos días la Batalla de Waterloo que cambió la historia de Europa
reuters El Príncipe Carlos en las celebraciones de la Batalla de Waterloo

reuters | El Príncipe Carlos en las celebraciones de la Batalla de Waterloo

 En el ejemplar del jueves 22 de junio de 1815 el «Times» de Londres daba cuenta de lo sucedido en los últimos días al otro lado del Canal de la Mancha: «Un comunicado del duque de Wellington, fechado en Waterloo el 19 de junio, da cuenta de que la víspera Bonaparte atacó, con todas sus tropas, a las líneas británicas, apoyadas por un cuerpo de prusianos. Dicho ataque, después de un largo y sanguinario conflicto, terminó con la derrota total del ejército enemigo».

Dos siglos después, muchos de los miles de turistas que visitan cada año el escenario de Waterloo creen que la batalla la ganó Napoleón. Pero no. A pesar de que esta vasta planicie situada al sur de Bruselas está llena de símbolos que evocan al emperador hasta en el más mínimo detalle de sus últimos momentos de gloria, son en realidad el escenario del final de una epopeya de tres lustros que recorrió el continente europeo desde Cádiz hasta Moscú. Los campos de batalla que tomaron el nombre del villorrio donde Wellington tenía su cuartel general son ahora una de las principales atracciones turísticas de Bélgica, un país que no existía en aquel momento y que muy probablemente no habría nacido si Napoleón no hubiese sido vencido.

Representantes de todos los países que participaron en el combate han sido invitados por el Rey Felipe de los Belgas a las ceremonias previstas para hoy, envueltas aún en sensibilidades entrecruzadas. Bélgica quiso emitir una moneda conmemorativa de 2 euros, pero la República Francesa lo ha vetado porque no quería ver circulando por toda Europa un recuerdo de la derrota del emperador. Ni el presidente Hollande, ni la canciller Angela Merkel (Alemania no existía tampoco, pero el reino de Prusia fue un actor central) estarán presentes en el montículo que se levantó después de la batalla, en el lugar donde fue herido el Príncipe de Orange, cuando Bélgica era todavía parte del Reino de los Países Bajos. Los Reyes Guillermo y Máxima de Holanda estarán presentes a pesar de las reticencias de parte de la prensa holandesa, que reprocha a los belgas que se hayan apropiado de un episodio en el que solo fueron actores pasivos.

En suma, el Príncipe de Gales es, seguramente, el invitado que va a estar más cómodo en esta ceremonia, que se completa este año con una espectacular reconstrucción de la batalla con casi tantos figurantes como soldados participaron en los hechos. En 1815 se enfrentaron 122.000 franceses con 366 cañones, contra 230.000 aliados, entre británicos, holandeses y prusianos y medio millar de piezas de artillería.

Se supone que podía haber también españoles en ambos bandos, unos y otros veteranos de la guerra de la Independencia en la que Wellington había aprendido durante seis años a contrarrestar a la máquina de guerra más poderosa del mundo en la época. Pero el mayor protagonista español en aquel día de 1815 fue el general Álava, un militar vasco que acabó siendo uno de sus mejores amigos. La ofensiva de Napoleón había sorprendido al estado mayor aliado y Álava, que entonces era embajador en Holanda, volvió a ser su mano derecha, el coordinador en el combate definitivo contra el sueño imperial francés. Su descendiente, el donostiarra Gonzalo Serrats Urrecha, autor de una apasionante recopilación de la correspondencia entre ambos militares, representará al militar español en la ceremonia.

Dos siglos después queda solamente la fascinación ante la figura de un emperador a un tiempo considerado héroe y villano. En Francia solo el exprimer ministro socialista Lionel Jospin se ha atrevido a escribir una biografía crítica de Napoleón. Los belgas han hecho cervezas, chocolates y todo un largo etcétera de objetos conmemorativos, con la certeza de que dentro de otros cien años seguirán llegando turistas a contemplar ese espacio donde murieron o fueron heridos en una jornada 115.000 hombres de los dos bandos (66.000 franceses y 55.000 aliados), y seguirán contemplando la recreación que se hace todos los años, y tal vez esperando que un año por fin sea Napoleón quien gane.

El Museo Británico elige el Hermitage para dejar salir por vez primera una de sus esculturas en el Partenón


ABC.es

  • Los ingleses se llevaron las estatuas de Atenas a comienzos del XIX y los griegos pleitean por su devolución desde entonces, ahora con la mujer de Clooney como abogada
El Museo Británico elige el Hermitage para dejar salir por vez primera una de sus esculturas en el Partenón

REUTERS | El Ilissos del Partenón, la pieza que viajará a Rusia

La mitad de las esculturas y relieves que engalanaban el Partenón de Atenas, construido entre 447-432 AC y una de las glorias de la civilización, se exponen desde comienzos del siglo XIX en el Museo Británico de Londres, a donde se las llevó Lord Elgin, el embajador inglés ante el Imperio Otomano. Todo un agravio para los griegos, que pelean desde hace décadas por su devolución, siempre infructuosamente.

De hecho han iniciado una nueva campaña, con abogada glamurosa al frente, Amal Alamuddin, la flamante mujer de George Clooney. Ahora, para mayor irritación helena, el Museo Británico ha permitido por primera vez que uno los llamados Mármoles de Elgin salga de Londres. Se trata de una estatua de Ilisos, el dios del río, un hermoso cuerpo desnudo, sin manos ni cabeza, que se expondrá hasta mediados de enero en el Hermitage de San Petesburgo, con motivo del 250 aniversario del museo ruso, que nació cinco años después del British.

Neil MacGregor, el director del Museo Británico, ha asegurado a BBC Radio que su institución es «el más generoso prestatario del mundo». Y explica con aparente naturalidad una cesión que ha levantado suspicacias también en Reino Unido, porque coincide con el enfriamiento de relaciones con Rusia ante la crecida de Putin en Ucrania: «El Hermitage nos la pidió para su 250 aniversario y dijimos inmediatamente que sí. La gente que no puede viajar a Londres o Atenas tiene así una oportunidad de entender los logros de aquella cultura». Y añade que supone que el Gobierno de Antonis Samaras estará «encantado».

Cuando se le pregunta si tanta generosidad va a incluir ceder también piezas para que sean expuestas en Grecia, MacGregor se va por los cerros de Úbeda y se limita a responder que genéricamente su museo está siempre dispuesto a prestar obras, pero con las condiciones de que su estado de conservación permita transportarlas y de que existan garantías de que estarán seguras en su destino y serán devueltas. Tal vez la cesión a Rusia sea una suerte de diplomacia del ping-pong, como cuando Nixon se acercó a China en plena Guerra Fría enviando a competir allí a un equipo estadounidense de tenis de mesa.

«Un museo del mundo para el mundo»

Grecia sostiene que Elgin se llevó los mármoles de manera ilegal, que fue un robo. Desde 1816 están en el Museo Británico. El mes pasado Samaras se reunió con Amal Alamuddin para intentar reclamar de nuevo la atención de la opinión pública mundial. Atenas reinauguró en el verano del 2009 el museo de la Acrópolis, tras una costosa remodelación, pero lógicamente el centro estará siempre cojo sin el tesoro inglés.

El año pasado David Cameron expresó su oposición a devolver los mármoles a Grecia y a entregar a la India otra joya controvertida, el diamante Koh-i-Noor. El primer ministro británico alegó lo habitual, que el British es «un museo del mundo y para el mundo», donde los tesoros que rapiñó por todo el planeta el Imperio inglés están «al alcance de todos».

El misterio de los bloques con la palabra Tjipetir que salen del fondo del mar


La Vanguardia

  • Una mujer descubre el origen de las intrigrantes piezas de caucho halladas durante años en las playas de distintos países europeos
El misterio de los bloques con la palabra Tjipetir que salen del fondo del mar

Bloque de caucho con la palabra Tjipetir hallado en una playa facebook.com/TjipetirMystery

Unos misteriosos bloques de caucho con la palabra Tjipetir que el mar lleva años expulsando hasta la costa europea han intrigado a decenas de personas, que los han hallado mientras paseaban por la playa. Los bloques han ido apareciendo en rincones perdidos de la costa españolas, francesa, británica, holandesa, danesa, noruega y escocesa, según relata la BBC.

Tras encontrar una de estas piezas en Newquay (Reino Unido), Tracey Williams sintió el impulso de averiguar el origen de la pieza y resolver el enigma que escondía la palabra Tjipetir. La investigación le llevó a indagar historias de naufragios, de tragedias de la Primera Guerrra Mundial e incluso del hundimiento del Titanic. También creó un página de Facebook en la que relató los avances de su investigación, las hipótesis que exploraba y en la que reunió imágenes de otras personas que también se habían cruzado con el misterio de Tjipetir.

Finalmente, Tracey Williams ha dado con una respuesta que, según relata la web, cuenta con el aval de las autoridades británicas: Tjipetir era una plantación de caucho que operó en Java Occidental, en Indonesia, a finales del siglo XIX y principios del XX. Su caucho (en realidad de un material muy similar llamado gutapercha) se usaba en todo tipo de objetos, desde pelotas de golf hasta el aislamiento de los cables de telégrafo que cruzan los océanos.

Tras mucho investigar, Williams descubrió que una embarcación japonesa, el Miyazaki Maru, que en 1917 viajaba de Yokohama a Londres con caucho de Tjipetir entre su carga, se hundió en el mar frente al canal de la Mancha tras el ataque de un submarino alemán.

El oceanógrafo Curtis Ebbesmeyer, especializado en objetos flotantes, señala a la BBC que los bloques de caucho probablemente han ido y seguirán emergiendo a la superficie poco a poco. Una vez en la superficie, pueden dar la vuelta al mundo en 25 años gracias a la corrientes marinas. «Todavía están en buen estado después de todos estos años, algo inusual -señala el experto-. Probablemente la gente siga encontrando estas piezas flotantes durante los próximos cien años».

Londres, capital de los datos


El Pais

  • Una nueva guía retrata en mapas la ciudad que más información genera y comparte
Foto

Mapa del libro ‘London: the information capital’ donde se muestra la captura de 1,5 millones de fotos colgadas en Flickr.

Hubo una cena mítica para el mundo de los datos. Tuvo lugar en 2009, entre el entonces primer ministro británico Gordon Brown y Tim Berners-Lee, padre de Internet. El político preguntó al científico cómo podía el Gobierno hacer el mejor uso de la web. Este le dijo al primer ministro laborista que deberían colgar en ella todos sus datos. Y Brown contestó: “De acuerdo, hagámoslo”.

Desde entonces, Londres se ha convertido en el paraíso de los datos. No es solo la descomunal cantidad de información que genera, sino que la comparte con sus ciudadanos. Reino Unido ha hecho de la difusión de datos una prioridad nacional.

Existen inmensas bases de datos abiertas, como Open Data Institute, creada por el propio Berners-Lee. La información generada por instituciones como la Oficina Nacional de Estadísticas posee licencias abiertas que permiten a los ciudadanos usarla, publicarla, distribuirla o modificarla. Más de 230.000 mapas en papel de la ciudad han sido digitalizados y puestos al alcance del público, labor a la que siguen dedicados los 1.200 empleados del Ordenance Survey. Y todo ciudadano puede solicitar cualquier información por escrito a la administración y esta tiene la obligación de responder en el plazo de 20 días laborables. Sumada a toda esta información oficial, está la que los propios londinenses aportan voluntariamente a redes sociales, aplicaciones de (por ejemplo) running o sofisticadas plataformas de mapeo como OpenStreetMap.

Todo este maremágnum de información llamó la atención de dos expertos en tratamiento de datos, procedentes de diferentes disciplinas, que han creado algo así como la guía de Londres más alucinante que existe. James Cheshire es geógrafo y Oliver Uberti, diseñador gráfico. Suya es esta nueva guía de Londres para el siglo XXI.

Foto

London, the information capital no es un atlas, sino un conjunto de perfiles de la ciudad a través de mapas de datos. La procedencia étnica de los vecinos de cada calle. Los lugares más fotografiados. Dónde viven los casados y los solteros. Qué se deja la gente en los aeropuertos. Desde dónde se tuitea a favor de qué equipo de fútbol.

Londres es una ciudad de mapas. ¿Quién no conoce ese plano del metro diseñado en 1931 por Henry Beck o esa guía A to Z, creada por Phyllis Pearsall, con más de 30.000 calles que cabe en el bolsillo? Cualquier ciudad se puede capturar en mapas, defienden los autores, pero Londres está definida por ellos.