El edificio ‘pasivo’ más alto del mundo estará en Nueva York


 

ABC.es

  • Colaboración entre el campus Cornell Tech junto a un grupo de empresas
  • Este tipo de alojamientos genera más energía de la que consume, consiguiendo construcciones más confortables, respetuosas con el medio ambiente y saludables
  • Se trata de un inmueble que albergará apartamentos y un campus en 900.000m2
  • Sumará un total de 83 metros de altura y se espera que esté terminado para 2017
  • Estas casas se han desarrollado en España, concretamente en Granada y en Navarra

 

 Recreación de la panorámica de la Isla Roosevelt con el edificio pasivo más alto del mundo. CORNELL TECH

Recreación de la panorámica de la Isla Roosevelt con el edificio pasivo más alto del mundo. CORNELL TECH

En la isla Roosevelt (Nueva York) se ha iniciado la construcción del edificio pasivo más alto del mundo, cuya finalización se prevé para 2017 y sumará un total de 83 metros de altura, algo menos que el famoso Big Ben de Londres (96 metros). Un grupo de empresas, en colaboración con Cornell Tech (el campus de ciencias aplicadas de Hudson), ha desarrollado un proyecto innovador y arriesgado que supone unos 900.000 metros cuadrados de sostenibilidad distribuida en campus y apartamentos. Esta construcción albergará la estancia de más de 500 estudiantes, profesores y personal del nuevo campus y reducirá en más de un 60% el consumo de energía de un rascacielos de tamaño similar.

Pero ante esta innovación surge la pregunta de qué es un edificio pasivo. La base del concepto se asienta en la creación de edificios que generen más energía de la que consuman, consiguiendo así edificaciones más confortables, respetuosas con el medio ambiente y que redunden positivamente en la salud y el bienestar de sus ocupantes. El concepto relativamente nuevo en España pero cada vez son más las empresas involucradas en estas construcciones sostenibles, a pesar de que el término no se refiere a un estilo de construcción tecnológica sino, más bien, a las características finales y a su capacidad de minimizar la necesidad el gasto energético que conlleva la climatización.

La asociación Cornell Capital Tech pretende desarrollar estas construcciones por todo Nueva York

Desde la asociación de estrategias de Cornell Capital Tech aseguran que están muy comprometidos con proyectos que permitan un desarrollo eficiente de energía y apoyan la idea de «impulsar este tipo de construcciones por toda la ciudad de Nueva York». Con este edificio superan todo lo construido actualmente en cuanto a torres se refiere y declaran que «es una señal clara de que en la era actual del cambio climático no es suficiente con construir simplemente más alto».

El mayor reto ha sido la creación de un gran termo que permita mantener la temperatura confortable, teniendo en cuenta el clima de Nueva York. Por ello, para los interiores se utilizará un sistema de calefacción y refrigeración activa mediante el uso de un ventilador de intercambio de aire interior y exterior, con el que se pretende suavizar las reacciones alérgicas. Para el exterior, unos paneles de metal prefabricados y ventanales con triple aislamiento de unos 35 centímetros de grosor conservarán la temperatura ideal. Todos los paneles serán trasladados y ensamblados in situ, garantizando velocidad de construcción y reducción de los costes.

La torre ofrecerá apartamentos de uno, dos y tres dormitorios, con maravillosas vistas de la ciudad

Para el proyecto, la compañía parte de unas limitaciones presupuestarias. El máximo invertido no debe superar los 105 millones de euros, por lo que muchos diseñadores han rechazado participar en él. La torre ofrecerá apartamentos de uno, dos y tres dormitorios, con maravillosas vistas de la ciudad y una orientación sur para la mayoría de ellos. Además, los estudiantes pagarán un precio inferior al de mercado.

Otra innovación se corresponde con la incorporación de un sistema geotérmico que aprovecha el calor que genera la tierra para reducir el gasto de gas natural del edificio, además de la incorporación de los ya comunes paneles solares.

Características de un edificio pasivo

Estas casas incorporan en su instalación elementos altamente eficientes, como energías renovables o sistemas colectivos (calefacción central y la red eléctrica) además de generar su propia energía mediante sistemas fotovoltaicos y eólicos, cubriendo así su propia demanda y produciendo un exceso que traslada nuevamente a la red. Para el aislamiento es común utilizar el triple vidriado, ya que una buena condición de luz diurna y un buen ambiente térmico es suficiente para proporcionar una temperatura interior confortable. El conjunto de estas construcciones no sólo contribuye al cuidado del entorno sino que ofrece condiciones más saludables para sus habitantes.

Estas construcciones pretenden asegurar la confortabilidad, la calidad del aire y reducir la necesidad energética

Estas características se refieren más a las propiedades finales de la vivienda y menos al estilo de construcción. Asegurar la confortabilidad, la calidad del aire y reducir a mínimos la necesidad energética son los factores principales para la creación de una casa pasiva, que desplaza la función del hermetismo y la salubridad al armazón y al aislamiento. El concepto de aire fresco se soluciona mediante ventilación mecánica de doble flujo, acompañado de un sistema de recuperación del calor de hasta un 90%. Se trata de que el aire interior y exterior no se mezclen y así evitar tratamientos adicionales.

Casas pasivas en España

En 1993 la Unión Europea aprobó la directiva 93/76CEE, por la que promovía la eficiencia energética e instaba a España a adaptar sus viviendas antes de 2001, algo que no ocurrió hasta 2007. Granada y el Roncal (Navarra) fueron las primeras comunidades en construir viviendas 100% pasivas y con certificado Passivhaus en 2010 y 2011 pero cada vez crecen más este tipo de construcciones de mínimo consumo en nuestro país.

Adiós a la legendaria juguetería FAO Schwarz en la Quinta Avenida


La Vanguardia

  • La tienda, que ha sido escenario de películas como ‘Big’, es un imán para los turistas que visitan Nueva York, atraídos por sus enormes peluches

Screen-Shot-2014-11-18-at-3.53.05-PM_0

Nueva York. (EFE).- La legendaria juguetería FAO Schwarz de la Quinta Avenida de Nueva York, una de las más grandes y antiguas del mundo, cerrará sus puertas en julio a causa de los altos alquileres en esa exclusiva zona de Manhattan, se informó hoy.

La empresa, fundada en 1862, tiene desde los años 30 su principal establecimiento en la conocida arteria neoyorquina y ocupa desde 1986 su actual emplazamiento en las inmediaciones de Central Park.

La tienda, inmortalizada en varias películas, cerrará sus puertas el 15 de julio. Según el diario The New York Times, FAO Schwarz llevaba años negociando su alquiler con los propietarios del edificio y finalmente pactó dejar el local antes del final del contrato, en 2017.

La compañía, que fue adquirida en 2009 por Toys Us, trata ahora de encontrar un nuevo emplazamiento, aunque, de acuerdo con el periódico, es poco probable que la nueva tienda abra antes de otoño de 2016. Su actual ubicación es un imán para los turistas que visitan Nueva York, atraídos por los miles de peluches -algunos de más de tres metros de altura- y ha sido escenario de múltiples películas.

La más famosa de ellas es Big, en la que Tom Hanks, que encarna a un niño que de un día para otro se encuentra en el cuerpo de un adulto, protagoniza un baile sobre un piano gigante de la tienda, otra de sus grandes atracciones que sigue pudiendo visitarse.

En busca de la casa subterránea perdida bajo la ciudad de Nueva York


El Confidencial

En el año 1964, la ciudad de Nueva York cumplía su tercer siglo y para celebrarlo acogió una feria mundial, en la que 140 pabellones ofrecían muestras de la cultura, la tecnología y la forma de vida de los países de todo el mundo, incluido el país anfitrión. Había que impresionar, así que el tamaño y la altura de cada pabellón y muestra intentaban superar al anterior.

Con una excepción. Situado en lo que hoy es un parque del distrito de Queens, se construyó lo que se bautizó como la Underground World Home o casa del mundo subterráneo. Esta construcción era en realidad un búnker de lujo, equipado para vivir bajo tierra con todas las comodidades. Diseñado en plena Guerra Fría, y poco después de la crisis de los misiles, este no era un asunto ni mucho menos menor para la sociedad norteamericana.

Y por ello, el despliegue tecnológico de este prototipo a escala real resultaba impresionante para la época, no solo en cuestiones de seguridad, sino también para proporcionar un hogar lo más cómodo posible. “Unos pocos centímetros bajo tierra pueden dar a un hombre una isla para sí mismo, un lugar donde controlar su mundo, un mundo de total facilidad y control, de seguridad y sobre todo de privacidad”, rezaba la explicación de la muestra.

Sistemas de ventilación, climatización y control de ruidos

Se trataba de una casa con diez estancias, incluido un patio cubierto y una terraza (ésta sí exterior y al nivel del suelo). Toda la construcción estaba contenida en un caparazón de acero y hormigón con una superficie de unos 5.600 pies cuadrados, a prueba de humedades y recorrido por canalones y caminos para facilitar posibles reparaciones.

Un sistema de ventilación conectaba el interior con el exterior a través de la sala de mantenimiento. Allí se controlaban los parámetros de humedad, presión y temperatura. Desde esa habitación, el aire entraba bajo el suelo, circulaba por todas las estancias y volvía a salir por el mismo sistema de ventilación. Además, un generador de emergencia aseguraba el suministro en caso de corte de electricidad en el exterior y un sistema de expulsión de basuras se encargaba de eliminar los desperdicios.

Según la descripción, esta casa subterránea permitía un control absoluto del clima interior, incluyendo temperatura, humedad y presión. “Bajo tierra somos libres del clima exterior, y nuestra salud no depende de él. Los pacientes de asma, alergias o sinusitis se sentirán aliviados.

El búnker contaba con una estructura de ventilación con la que todo el aire entraba por un solo punto, en el que se podía controlar todos los parámetros. “La brisa de una montaña o la vigorizante sensación de la alta presión un día de primavera se pueden crear a voluntad”, prometía este hogar del futuro.

Controlando el aire se podía por tanto controlar y evitar la entrada de contaminación. Se utilizaban filtros de fibras y electrostáticos para retener todas las partículas de humo, polvo o emisiones de los coches.

La brisa de una montaña o la vigorizante sensación de la alta presión un día de primavera se pueden crear a voluntadLo mismo ocurría con los molestos ruidos de la ciudad.

“Toneladas de acero, hormigón y tierra evitan que cualquier sonido entre en tu casa, a no ser que tú lo invites”. Un completo sistema de audio en estéreo instalado por toda la casa permitía ambientar el búnker con sonidos de la naturaleza o con música a la elección del habitante.

Pantallas a modo de ventanas

Pero eso no era todo. En un búnker concebido como una peculiar residencia de lujo, el ocio también se tuvo en cuenta. La casa estaba llena de murales de luz, que no eran otra cosa que pantallas usadas a mono de ventanas. «En cada habitación de la casa hay una vista de paisajes panorámicos con efectos especiales para simular la noche y el día. Los reguladores de intensidad y un sistema de control de luz de bajo voltaje permiten simular el efecto de la salida del sol en la cocina mientras un cielo estrellado cubre el patio”.

Y todo esto reduciendo el esfuerzo de mantenimiento de una casa, ya que obviamente no había ventanas que limpiar o reparar, no hacía falta repintar el exterior ni arreglar el tejado. “El purificador de aire basta con limpiarlo una vez al mes, y el filtro evita que el polvo y las partículas de suciedad afecten al equipamiento interior”.

A pesar del despliegue tecnológico que ofrecía esta casa subterránea, su impacto más allá de la Exposición fue limitado, por no decir nulo. Su diseñador, Jay Swayze, un constructor de Texas, aseguraba que fue un éxito de visitas, pero al final de la feria, no se había firmado la construcción de ninguna de estas viviendas para particulares. El motivo pudo estar en su precio: 80.000 dólares, que en 1964 equivalían a medio millón de hoy en día.

¿Sigue allí abajo?

Ha pasado justo medio siglo y las casas subterráneas siguen sin ser tan populares como Swayze esperaba. Pero algunos aún recuerdan aquel búnker de lujo construido en Nueva York y se preguntan ¿qué fue de él? ¿Sigue ahí debajo? Porque lo cierto es que no se sabe con seguridad. Según las autoridades, «hasta donde ellos saben», la casa se demolió. Pero otros creen que no hay pruebas de ello y hay muchas probabilidades de que bajo ese parque de Queens siga estando aquella moderna vivienda ideada en los 60.

Cuando terminó la feria mundial, comenzó el trabajo para desmontar los pabellones. Sin embargo, según Narratively, Swayze quiso evitar los costes de demolición, de forma que retiró todo el equipamiento de la casa, pero dejó la estructura intacta, cubierta por varios metros de tierra. A partir de aquí, hay dos opiniones enfrentadas: muchos piensan que aún hay estancias de aquel búnker bajo el suelo de Nueva York, otros dudan que Swayze realmente dejase nada cuando se marchó.

Lori Walters quiere resolver el misterio. Puesto que tanto Swayze como su patrocinador en la feria han fallecido ya y no hay artículos de prensa donde se expliqué qué ocurrió exactamente con la casa, la profesora Walters de la Universidad Central de Florida ha decidido que no queda otro remedio que excavar.

En los últimos años, Walters ha trabajado junto con el Museo de Arte de Queens y el Salón de la Ciencia de Nueva York para desarrollar una simulación en 3D de aquella feria mundial. Al llegar al espacio de la casa subterránea surgió la duda ¿seguirá ahí debajo?

Cuando pensamos en arqueología, pensamos en Jordanía, en Egipto o en México, pero también hay muchas maravillas del siglo XX enterradas

Una pregunta para cuya respuesta Walters está buscando financiación. Cuando reúna los fondos, planea alquilar un radar del tipo que se usan en trabajos de arqueología y escanear el terreno en busca de algo inusual bajo tierra. Si detectan algo, el plan es excavar agujeros por los que pasar cámaras de vídeo endoscópicas que permitan estudiar si la casa sigue ahí, en qué estado está su estructura e incluso si aún queda algo del equipamiento original.

El objetivo es resolver una acuciante curiosidad, pero también utilizar la experiencia como herramienta educativa, para enseñar a los estudiantes a entender la arqueología en todo su potencial.

“Cuando pensamos en arqueología, pensamos en Jordanía, en Egipto o en México, pero también hay muchas maravillas del siglo XX enterradas”, señala. De momento, Walters está desarrollando una propuesta para el Departamento de Parques de la ciudad de Nueva York. Su intención es comenzar la investigación este verano, cuando se cumplan exactamente 50 años de la exposición mundial.

Egipto fuera de Egipto


El Pais

537953_446297108759563_876803798_n

Mastaba (tumba en forma de pirámide truncada) de Mereruka (hacia 2300 antes de Cristo), visir del faraón Teti (VI Dinastía). / ISIDORO MERINO

Las cosas se han puesto feas en Egipto, un país maravilloso y fascinante al que recomiendo viajar en cuanto las aguas se calmen. Entre tanto, habrá que conformarse con los tesoros del arte faraónico (algunos, fruto del expolio sistemático de templos y tumbas por aventureros como Giambattista Belzoni) que se exhiben en museos de Europa y Estados Unidos.

Museo-egizio-torino

Museo egipcio de Turín (Italia)

En 2006, el escenógrafo Dante Ferretti, colaborador de Fellini y Pasolini, recreó la penumbra de una tumba faraónica para transformar la colección de esculturas del Museo Egipcio de Turín, una de las más importantes del mundo, en un espacio solemne y misterioso donde destaca una figura  sedente de Ramsés II, la joya del museo, fundado en 1824 por el rey Carlo Felice de Saboya con las estatuas, papiros, cerámicas, amuletos, muebles, momias, joyas, objetos domésticos y ajuares funerarios reunidos por Bernardino Drovetti (1776-1852) durante su estancia como cónsul francés en Egipto. Drovetti aprovechó su amistad con el virrey Mohamed Ali para sacar del país  más de 5.000 piezas que vendió por una fortuna.  Excavaciones posteriores, como las que realizaron Ernesto Schiaparelli y Giulio Farina entre 1903 y 1937, contribuyeron a enriquecer los fondos de la colección, que hoy cuenta con más de 26.500 piezas, de las que sólo unas 6.500 pueden ser expuestas.  EL PAÍS / EFE

_MG_9203

Museo Gregoriano Egipcio en los museos Vaticanos. Roma (Italia)

Creado por el papa Gregorio XVI en 1839, buena parte de sus fondos proceden de excavaciones en Roma y   Villa Adriana (Tívoli), lo que demuestra la importancia que alcanzó el culto a Isis, importado de Egipto, durante la época imperial.  Nicho de la Piña, con varias estatuas de la diosa Sejmet. / I. M.

 

Busto de Nefertiti en el Neues Museum

Neues Museum. Berlín (Alemania)

Hace 100 años que la bella Nefertiti,  «señora de la dulzura», esposa del faraón Akenatón (1353-1336 a. C), llegó a Berlín. Su célebre busto, convertido en canon de belleza, fue  hallado entre las ruinas del taller del escultor Tutmose en el curso de las excavaciones en Tell el-Amarna que dirigía el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt; hoy reina altiva desde su pedestal en las salas de arte egipcio del Neues Museum, remodelado por el arquitecto británico David Chipperfield. /ACHIM KLEUKER / STAATLICHE MUSEEN ZU BERLIN

Temple_of_Dendur-_night

Metropolitan Museum. Nueva York (Estados Unidos)

Cerca de 26.000 objetos, de un período que abarca desde el paleolítico a la era romana (300,000 a.C.–siglo IV d. C) constituyen las colecciones egipcias del Metropolitan, fruto de las misiones arqueológicas iniciadas por el museo en 1906. La estrella del museo es el templo de Dendur (siglo I a. C.), gemelo del madrileño de Debod y al igual que este, un regalo del Gobierno egipcio por la ayuda en el salvamento de los monumentos de Nubia tras la construcción de la presa de Asuán. Templo de Dendur / WIKIMEDIA

Weighing_of_the_heart[1]

British Museum. Londres (Reino Unido)

Junto a  tesoros como los mármoles del Partenón (reclamados por Grecia), el estandarte de Ur o las esculturas del mausoleo de Halicarnaso, el edificio neoclásico del British Museum, en el barrio londinense de Bloomsbury, alberga uno de los mayores conjuntos de sarcófagos, papiros y esculturas faraónicas. En él también se exhibe la piedra de Rosetta, que permitió a Champollion descifrar los jeroglíficos. Foto: Juicio de Hu-Nefer. Papiro tebano de la 19ª dinastía. / BRITISH MUSEUM

Escriba-sentado

Museo del Louvre. París (Francia)

El primer conservador del departamento de antigüedades egipcias del museo del Louvre fue Jean-François Champollion, padre de la egiptología moderna. En sus salas se pueden contemplar maravillas como El escriba sentado, una de las obras maestras del Imperio Antiguo, hallada en la necrópolis de Saqqara, cerca de Menfis (en la foto). / MUSÉE DU LOUVRE

¡Happy birthday Puente de Brooklyn!


El Mundo

https://i0.wp.com/www.infonuevayork.es/images/puente_de_brooklyn04.jpg

El 130 aniversario es una efeméride que no merece demasiada atención. La cosa cambia si quien lo celebra es un puente cuya silueta une el imaginario colectivo con la ciudad que materializa sus sueños con la misma fortaleza que sus cables de acero sueldan Brooklyn y Manhattan.

El poder de esta construcción es tal, que ha convertido la anodina cifra en el suceso del año en Nueva York. Desfiles, exposiciones, maratones de lectura, exhibiciones, conciertos, paradas, concentraciones y un variopinto conjunto de manifestaciones ligadas a sus cables de acero y bloques de piedra se celebran estas semanas.

Pocas construcciones de esta ciudad tan rebosante de iconos alcanzan las dimensiones míticas de su puente más importante, una de las tres referencias más citadas de la capital. Instalado en la primera categoría de los símbolos que atesora la Gran Manzana, sólo alcanzan su talla el Empire State Building y la Gran Central Terminal, que el pasado 2 de febrero festejó su primer centenario.

Otros iconos neoyorkinos como la Estatua de la Libertad, Times Square, el edificio Chrysler o Central Park quedan un peldaño por debajo.

En 1883 su rotunda silueta de estilo neogótico se convirtió en el puente colgante más grande del mundo, con 1.825 metros de longitud y un vano de 486 metros de largo y 41 de alto.

Dimensiones que en estos tiempos, donde al menos 23 puentes superan el kilómetro entre sus pilares centrales, parecen poca cosa, pero que entonces resultaron tan impensables que se mantuvo como el más grande durante 20 años y sus inconfundibles torres de arcos apuntados fueron de las construcciones más altas del mundo.

El puente de Brooklyn es el fruto del proyecto de John August Roebling, visionario ingeniero alemán, quien en cierta ocasión en que los hielos retuvieron el transbordador que le llevaba desde su residencia de Brooklyn a Manhattan, tuvo la idea de un puente que evitase el tedioso tránsito marítimo.

A pesar de contar con suficiente experiencia en la construcción de estructuras similares, entre ellas un puente sobre las cercanas cataratas del Niágara, a Roebling le costó llevar a la práctica su idea, pues nadie creyó que fuera posible erigir un puente sobre el East River.

La maldición del puente

La insistencia del inmigrante alemán derrotó las reticencias y en 1869 comenzaron las obras. Se inauguró en 1883, después de 14 años de intensos y dramáticos trabajos, que costaron la vida a 27 personas, entre ellas a su creador, dejando gravemente lesionado a su hijo.

Parecía una extraña maldición, como si la historia quisiera dar la razón a críticos y agoreros. Aún no habían empezado las obras cuando la maniobra desafortunada de un ferry le aplastó a Roebling un pie contra el muelle, mientras realizaba medidiciones en el East River. La amputación de los dedos no evitó la cangrena, pereciendo tres semanas más tarde.

Su hijo Washington asumió el trabajo, implicándose de tal modo en las obras, que contrajo la enfermedad de los buzos mientras trabajaba en la cimentación submarina de los pilares, produciéndole graves secuelas que le dejaron paralítico.

Fue cuando su esposa Emily entró en escena. Asesorada por su marido, quien vigilaba la construcción desde casa con un catalejo, aquella mujer que carecía de conocimientos en la materia pero poseía un coraje colosal, logró transmitir las órdenes a los obreros, culminándose la empresa.

No debe olvidarse la situación de la mujer en aquellos tiempos, como ejemplo basta apuntar que no sería hasta 19 años más tarde de la inauguración del puente, en 1902, cuando Australia se convirtió en el primer país del mundo en aceptar el sufragio universal.

A las dos de la tarde…

Cuentan las crónicas que a las 14 horas en punto del 24 de mayo de 1883, en la solemne inauguración de apertura, aquella heroína cruzó el puente junto al 21 presidente de los Estados Unidos, Chester Alan Arthur, con un gallo entre los brazos como símbolo de la victoria.

Ciento treinta años después, el puente de Brooklyn no ha dejado de ser la principal arteria que comunica el barrio más popular de Nueva York y el Down Town, con un tránsito de 150.000 usuarios al día.

Tranvías (hasta 1940), coches (de caballos primero y eléctricos cuando aquellos se aparcaron) y trenes cruzan por sus seis carriles y vías, mientras que peatones y bicicletas lo hacen por la plataforma superior.

Personalmente, debo señalar que entre mis ocupaciones favoritas del tiempo que viví en Brooklyn, estuvo el coleccionar veces y maneras de recorrer sus 5.989 pies, o lo que es lo mismo 1.825 metros, que de punta a punta mide su familiar pasarela de madera.

La cuenta la perdí enseguida, pero aún recuerdo que lo hice de siete maneras distintas. Simple referente egocéntrico antes que récord alguno. Del mismo modo, los millones de turistas que cada año llegan a Manhattan tienen como una de sus primeras obligaciones recorrerlo.

Por lo habitual van tan distraídos que invaden el carril bici que comparte la plataforma peatonal, lo que origina las más duras imprecaciones de los ciclistas neoyorkinos, especialmente malhumorados y territoriales cuando circulan sobre el Brooklyn Bridge.

El singular anclaje de los cuatro cables de acero que soportan la estructura; la gesta del mecánico Farrington, el primero en cruzar el río en una pérgola colgada de un cable para demostrar que el acero aguantaría sin romperse; el timo de J. Lloyd Haigh, quien suministró un acero para los cables de peor calidad al proyectado; la estampida que produjo el tropezón de una mujer solo seis días después de la inauguración y que causó una docena de muertos por aplastamiento; la tragedia de Robert Emmet Odlum, el primero en saltar al agua en 1885, falleciendo por las heridas internas que le produjo el impacto; los 23.000 kilómetros de cables que llevan 130 años tendidos como una tela de araña soportando el puente y cuarteando el skyline más reconocible del mundo, son hechos de sobra conocidos de la particular historia del que para muchos es el rey de todos los puentes.

Otros puentes con historia

A pesar de que geografía e historia rebosan de puentes que aspiran a este cetro.

Del Sant’Angelo romano al de Rialto sobre el Gran Canal veneciano; del Ponte dei Suspiri, por seguir en Italia, al Vecchio florentino, pronto otra vez de moda por obra y gracia de Dan Brown y del Tower Bridge londinense al George Washintgon de la capital estadounidense, la competencia es dura.

Pero sobre todos ellos el puente de Brooklyn sobrepone su cautivador magnetismo. Sólo otro puente es capaz de disputarle el privilegio: el Golden Gate de San Francisco, aunque éste se construyó 54 años más tarde.

Han pasado 130 años y la inconfundible curva del puente de Brooklyn, serpiente de acero, cemento y piedra tendida sobre el East River, sigue cautivando corazones. Contemplar su silueta desde el Squibb Park al anochecer es caer en un hechizo que nunca encontrará consuelo.

Tras ello, solo queda entretenerse viendo cómo se hacen fotos las parejas de recién casados bajo el puente, a las puertas del River Café, cuyo aire ‘farmer’ recuerda al Brooklyn más primitivo. Antes que entrar en este apreciado restaurante, mejor seguir Cadman Plaza West adelante para ponerse a la cola de Grimmaldi’s Pizzeria.

Sinatra ya no viene por aquí, pero la perspectiva es mucho mejor. Mientras nos llega la vez contemplamos la sólida estructura gótica, Walt Whitman tenía razón: la visión de este puente es la más eficaz medicina para el alma.

Última estación: las bellas artes


El Pais

  • Un recorrido histórico y literario por la icónica Grand Central Terminal de Nueva York
  • La estación fue construida hace cien años por la adinerada familia Vanderbilt

hal morey (getty)

Le llamaban el comodoro porque había construido su imperio con los barcos de vapor, pero la visión empresarial del titán Cornelius Vanderbilt no se detuvo en las orillas. Apostó con decisión por el ferrocarril y no hizo caso de quienes consideraban que la calle 42 de la isla de Manhattan era “el fin del mundo” y una estación allá arriba, un plan descabellado. Si acaso sus previsiones fueron cortas ya que aquella Grand Central Depot pronto se desbordó. Así que sería William, heredero del emporio, quien, forzado por un accidente en 1902, pondría en marcha el plan de construir una moderna y grandiosa terminal, que este año celebra su centenario.

Grand Central Terminal abrió sus puertas en la medianoche del 1 de febrero de 1913 y fue saludada desde los periódicos como “una gloria para la metrópolis”, símbolo de modernidad y lujo, con vías a dos alturas, suelos de mármol, impresionantes cristaleras y una cúpula central con la constelación del zodiaco pintada al revés por error. El edificio —tres bloques de la calle 42 a la 45 en el centro de la isla— fue diseñado por los estudios de arquitectura: Warren & Wetmore y Reed & Stem.

La crítica de arte Dore Ashton escribe acerca del delirio de grandiosidad romana imperial que surgió en esa Norteamérica de fin de siglo que bullía con el comercio y las finanzas y señala Grand Central y la demolida Pennsylvania Station como dos ejemplos. “Originalmente construida como símbolo de la fama y fortuna de los Vanderbilt, el edificio rápidamente pasó simbólica y literalmente de sus manos a las de los millones de personas que transitaban diariamente por ella”, asegura el arquitecto John Belle, encargado de su restauración en los noventa y autor del libro Grand Central. Gateway to Million Lives.

A finales de los treinta el número de personas que pasaban por esta terminal en un año se aproximaba a la población de EE UU. Grand Central siempre tuvo vocación comercial y de punto de encuentro, sus pasillos permitían un atajo para cruzar varias calles y fue desde el principio un buen lugar para buscar refugio de las inclemencias del tiempo, hacer compras, comer algo o incluso tener un breve encuentro amoroso en hoteles como el Biltmore (ya desaparecido) que conectaba directamente con la estación, como señala la guía WPA del Writer’s Association Project.

Ese mismo hotel era epítome del jazz age para Scott Fitzgerald, que lo menciona en su cuento May Day. El Biltmore también era donde J D Salinger se encontraba con el director de la revista The New Yorker William Shawn. En la sala de espera de la estación es donde el protagonista de El guardián entre el centeno, Holden Caufield, decide pasar la noche en su escapada por Nueva York.

Grand Central se convirtió en territorio de ficción antes incluso de que la nueva terminal fuese construida. Edith Wharton sitúa la primera escena de La casa de la alegría en el vestíbulo. Thomas Wolfe, señalado por Faulkner como uno de los grandes de su generación, también se detuvo en sus pasillos en You can’t go home again. Tan fértil, complicada y variada como la propia ciudad la presencia literaria de la bella terminal, recoge su atribulada historia, a veces tan cruel y dura como la de Lee Stringer, el escritor vagabundo y adicto al crack que escribió los cuentos de Grand Central Winter. También la canadiense Elizabeth Smart lleva la estación al título de su novela En Grand Central Station me senté y lloré.

En el cine, Hitchcock ha sido uno de los directores más fascinados con la estación, que aparece en Encadenados y Con la muerte en los talones. Lo cierto es que los cameos de Grand Central en la gran pantalla abarcan desde la cueva del malvado Lex Luthor en el primer Superman hasta Cotton Club, Argameddon, Carlito’s way o la película animada Madagascar. El glamour fue una constante durante varias décadas en la terminal cuando cada día se desplegaba una alfombra roja en el inmenso vestíbulo, la llamada Twentieth Century Fox, para que pasajeros, entre los que se encontraban Marlene Dietrich o Mae West, subieran al tren de Chicago. En los treinta tuvo su propio cine en las plantas subterráneas, donde se proyectaban noticieros, y cuando la televisión llegó CBS instaló en una planta los estudios desde los que Edward Murrow cargó contra la caza de brujas de McCarthy.El laberíntico plano de Grand Central, que cuenta con cinco plantas bajo el nivel de la calle, está plagado de secretos. La leyenda cuenta que Andy Warhol hizo una de sus míticas underground parties en uno de los pasadizos que comunica con el hotel Waldorf, y que originalmente fue usado por el presidente Roosevelt. El funambulista Philippe Petit cruzó el atrio principal de la estación en los ochenta y el coreógrafo Merce Cunningham la usó como escenario. Grand Central contó en sus primeros años con una galería de arte donde se vendían cuadros de John Singer Sargeant entre otros, y en 1924 también albergó una escuela de Bellas Artes.La revuelta de 1968 cuando la policía cargó contra cerca de 6.000 personas congregadas en un Yippie Festival marcó el principio de una oscura decadencia que amenazó con reducir a cimientos el bello edificio. Un grupo de defensores del patrimonio de la ciudad, entre los que fue especialmente activa Jackie Onassis, batallaron durante décadas para salvar Grand Central y lograron que fuese restaurada. En este año de su centenario, para conmemorar el final feliz, habrá lecturas poéticas en abril, una exposición organizada por el Transit Museum de Nueva York e instalaciones artísticas en el atrio. También se ha convocado un concurso de arquitectura en el que han participado Norman Foster y los estudios SOM y WXY para rediseñar los aledaños de una de las joyas más valoradas de esta ciudad.

 

‘Sandy’ hunde el Bounty, un barco mítico


El Mundo

La réplica del Bounty, que se ha hundido.| Reuters

El HMS Bounty es uno de los barcos más conocidos del mundo. Alcanzó la fama en 1789, por un motín que se produjo a bordo de la embarcación británica cuando surcaba los mares de Tahití. Una historia que se ha contado luego en libros – Julio Verne publicó en 1879 un cuento corto sobre el tema, ‘Los amotinados de la Bounty’- y en películas. Para una de ellas, ‘El motín del Bounty’, protagonizada por Marlon Brando y Richard Harris en 1962, se construyó una réplica exacta del barco, ya que el original fue quemado, para que no quedara ningún resto del motín.

Tras el rodaje, la copia del Bounty quedó como atracción turística y tras pasar por varios dueños, se lo quedó finalmente la HMS Bounty Organization LLC, que mantenía el barco funcionando en tours donde enseñaban la historia de la embarcación y revivían cómo era la navegación en aquella época. Un viaje al pasado y al romanticismo al que el huracán ‘Sandy’ ha puesto fin.

La embarcación, de tres mástiles y 55 metros de eslora, se ha hundido frente a la costa de Carolina del Norte. Esta madrugada aparecía el cuerpo sin vida de una de las tripulantes que había desaparecido durante el suceso. Se trata de Claudene Christian, de 42 años, una de las dos personas que seguía desaparecida tras el rescate de 14 tripulantes que se habían visto sorprendidos por el naufragio y que lograron ser rescatados horas antes.

Los guardacostas continúan buscando desde el aire al capitán, Robin Walbridge, de 63 años, a unos 145 kilómetros al sureste del Cabo Hatteras, en Carolina del Norte.

El barco, que desde su construcción no dejó de aparecer en el cine -una de las últimas películas en las que sale es de la saga ‘Piratas del Caribe’-, fue en sus inicios un carguero, pero en 1787 lo adquirió la armada británica para transportar frutos del pan (alimento barato para los esclavos) desde Tahití hasta el Caribe. Y ahí empezó su leyenda.

El viaje que pasó a la historia

El Bounty, capitaneado por William Bligh, discípulo del capitán James Cook, partió las navidades de 1787 para su primera misión. Zarparon con una ruta marcada y con unos tiempos de llegada más o menos establecidos. Pero las condiciones meteorológicas lo cambiaron todo. Una tempestad les obligó a cambiar de rumbo y a retrasarse varios meses más de lo previsto. Cuando llegaron a Tahití, en octubre de 1788, ya no podían transportar los frutos, así que tuvieron que hacer una larga escala en la isla.

Y la tripulación, compuesta por 44 miembros, se acostumbró a la vida de allí. Empezaron a intimar con las mujeres e incluso algunos de ellos, como el primer oficial Fletcher Christian, se casaron con nativas. En abril de 1789 tuvieron que retomar su misión, pero la mayoría zarpó a disgusto. Tanto, que casi un mes después de partir se produjo la rebelión, orquestada por Christian.

De su parte se pusieron 11 hombres. El resto se mantuvo leal al capitán Bligh. Pero a pesar de ser menos, el primer oficial y sus compinches logra ron quedarse a bordo del Bounty y regresar a Tahití. Se escondieron, con sus mujeres y queridas, en la isla de Pitcairn, para no ser apresados por alguna otra embarcación británica y quemaron su navío, para no ser detectados.

 

El cráneo de las aves corresponde al de un dinosaurio joven


La Razon

Un estudio realizado por especialistas de la Unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), embriólogos de la Universidad de Harvard y paleontólogos de las universidades de Texas y Nueva York y del Museo Americano de Historia Natural (EEUU) ha demostrado que el cráneo de las aves es el de un dinosaurio joven, según informa la UAM.

En este sentido, el trabajo publicado en la revista Nature explica que el cráneo de las aves modernas surgió a través de una secuencia de episodios asociados al acortamiento de las trayectorias de crecimiento en dinosaurios carnívoros (Terópodos). Este fenómeno, conocido como pedomorfosis, implica que la forma del cráneo aviario es -en términos generales- una versión adulta de los cráneos juveniles de sus ancestros dinosaurianos.

Así, los investigadores demuestran con su estudio que aspectos físicos de las aves modernas como el tamaño corporal reducido, los grandes ojos y los cerebros globosos (encefalizados), son el resultado de al menos cuatro episodios sucesivos de acortamiento en el crecimiento normal.

A esta conclusión se ha llegado por la utilización de una serie de técnicas digitales y estadísticas de medición de la forma conocidas como técnicas de morfometría geométrica, gracias a las cuales fue posible comparar la muestra más completa recogida hasta la fecha de embriones juveniles y adultos de dinosaurios, tanto fósiles como actuales.

El macabro atractivo del ‘turismo del horror’


La Vanguardia

Un centro universitario indaga por qué los turistas visitan Auschwitz, la zona cero de Nueva York o los campos de la muerte de Camboya

Barcelona. (Redacción).- ¿Qué buscan las miles de personas que durante sus vacaciones visitan el centro de exterminio de Auschwitz, la zona cero de Nueva York, los campos de la muerte de Camboya o la central nuclear de Chernóbil?

Ésta es la pregunta que trata de responder el recién creado Instituto de Estudios sobre Turismo Necrológico, de la Universidad Central Lancashire (Inglaterra) y que es el primero que aborda el tema de forma académica, según recoge la BBC.

El director del centro, Philip Stone, asegura que los turistas acuden a estos lugares marcados por la tragedia como «una forma de peregrinación secular, la gente siente que tiene que visitarlos». Se trataría pues, de otro modo de buscar el sentido trascendental de la vida.

Stone cree que estos destinos turísticos recuerdan a la gente su «propia mortalidad» y, en cierto modo, ayudan a superar el tabú de la muerte: «Vivimos en una cultura que por lo general elimina la muerte de dominio público. Al visitar sitios que comparten escenas fuertemente asociadas con la pérdida de la vida nuestra sociedad vuelve a conectar con la muerte».

Además, pese a la angustia que sienten muchos visitantes al recordar y sentir de cerca las atrocidades cometidas en esos lugares, al salir «experimentan una sensación de alivio al sentir que pueden dar un paso atrás y regresar a la seguridad de sus propias vidas». Para Stone, «de alguna forma se alegran de que no les haya sucedido a ellos».

De viaje con la mafia


El Mundo

Restaurantes donde se han cerrado los negocios más sangrientos, habitaciones de hotel que han oído secretos inconfesables, calles donde han cosido a tiros a miembros de clanes enfrentados… La guía El Nueva York del Padrino y otras películas de la mafia (Lunwerg) recorre estos escenarios oscuros en la ciudad que más veces ha caído rendida ante el magnetismo del hampa. Cinematográficamente hablando, claro. Si quiere, puede conseguir un ejemplar…