331 a.C. – Batalla de Gaugamela


Esta batalla tuvo lugar el 1 de octubre de 331 a. C. en Gaugamela, en la ribera del río Bumodos, tributario del Gran Zab. Dicho lugar se encuentra a unos 27 km al noreste de Mosul y a 52 de Arbela. En la batalla se enfrentaron el ejército persa a las órdenes de su rey Darío III y el ejército macedonio bajo el mando de Alejandro Magno. Darío eligió esa localidad porque era una amplia llanura que favorecía a sus numerosas fuerzas montadas. Esta batalla marcó el final del Imperio Persa y es considerada una obra maestra en la táctica militar y la mayor victoria de Alejandro.

Antecedentes históricos

Macedonia era un país “bárbaro” helenizado, de organización social feudal y que poseía un espíritu guerrero. Era un reino hereditario con nobleza y una Asamblea del ejército. En el año 359 a. C. estaba gobernado por Filipo II, quien en el 358 a. C. había logrado la unificación de Macedonia y cuyo objetivo era proporcionarle a su reino una salida al mar. Poseía una excelente organización militar basada en una falange compuesta por infantes – pastores y campesinos – y una caballería integrada por nobles. Para combatir adoptaban la “línea oblicua”. No conquistaban ciudades mediante prolongados sitios, sino que empleaban máquinas de origen asirio. Obtenían sus recursos financieros de la explotación de las minas de oro de Pangeo, al este de Estrimón.

En el año 356 a. C., Macedonia inició una guerra santa (Tercera Guerra Sagrada) contra los focidios acusándolos de haber profanado el santuario de Delfos.

En el año 352 a. C. conquistaron Tesalia y en 343 a. C. la Tracia.

En el año 338 a. C. obtuvieron la victoria en la batalla de Queronea contra los griegos, victoria que fue decidida por la acción de la caballería al mando del joven Alejandro, hijo de Filipo II.

En el año 337 a. C. se formó la Liga de Corinto bajo la hegemonía de Macedonia. La integraban todas las ciudades griegas excepto Esparta. El objetivo de la Liga era apoderarse de Persia y liberar las ciudades griegas en Asia. En la Asamblea constituyente se acordó que la sede sería Corinto, se designó como jefe vitalicio al rey de Macedonia y se acordó emprender la guerra contra Persia.

En el año 336 a. C., Filipo II murió asesinado, siendo sucedido en el trono por su hijo Alejandro de 20 años de edad.

En el año 335 a. C., Alejandró sofocó la rebelión de Tebas, Atenas y el Peloponeso. En castigo destruyó Tebas y sus habitantes fueron sometidos a la esclavitud.

En el año 334 a. C. comenzó la campaña contra Persia, campaña que para los griegos era de venganza y para Macedonia de conquista. El ejército estaba compuesto por 30.000 infantes y 5.000 jinetes.

En mayo de 334 a. C., Alejandro cruzó el Helesponto y obtuvo la victoria en la batalla de Gránico.

En noviembre de 333 a. C., Alejandro venció en la batalla de Issos contra las tropas persas mandadas por Darío III.

En el año 332 a. C., Alejandro sometió a Siria conquistando Tiro y luego entró en Egipto, donde fundó la ciudad de Alejandría.

Movimientos previos a la batalla

En la primavera de 331 a. C., Alejandro dejó Egipto regresando a Tiro donde estaba su flota. De allí se dirigió a Antioquía, cruzando el valle del río Orontes, y llegó al Río Éufrates a la altura de Tapsaco, donde fundó la ciudad de Niceforio para que fuera una plaza fuerte y depósito de los suministros del ejército. Aquí supo que Darío se encontraba en Arbelas, por lo que cruzó el Tigris y se dirigió hacia el norte bordeando la ribera oriental del río.

Darío había reclutado un nuevo ejército tras su derrota en Issos. Desde Babilonia avanzó hacia el norte, pasó a la orilla izquierda del Tigris y continuó hacia Arbelas, donde estableció su aprovisionamiento y su harén. Luego dirigió el ejército a Gaugamela, lugar que tenía una amplia llanura que favorecería el movimiento de sus numerosas tropas montadas. Incluso procedió a nivelar el terreno y eliminar los obstáculos, convirtiendo Gaugamela en un inmenso campo de maniobras apto para que se desplazaran sus carros provistos con guadañas en las ruedas.

El ejército persa

Como ocurre frecuentemente con el tamaño de los ejércitos que combatieron en la época antigua, los historiadores modernos dudan de las cifras dadas por los historiadores antiguos.

Según Arriano, el ejército persa estaba compuesto por 40.000 jinetes, 1.000.000 de infantes, 200 carros armados con guadañas y unos cuantos elefantes de guerra.

Juniano Justino comenta que eran 400.000 los infantes y 100.000 los jinetes; Quinto Curcio Rufo refiere que constaba de 45.000 caballos y 200.000 hombres; Diodoro Sículo y Plutarco, que eran 1.000.000 de hombres en total.

Los historiadores modernos han estimado que el ejército persa estaba compuesto por unos 250.000 combatientes. Aunque siguiendo datos modernos se puede estimar que de esos 250.000 combatientes, tan sólo 92.000 eran soldados propiamente dichos. Entre los soldados profesionales el ejército persa contaba con 5.200 mercenarios griegos y 10.000 infantes pesados, en la época denominados Inmortales. Además, unos 20.000 caballeros eran considerados propiamente como caballería pesada profesionalizada, el resto de los guerreros se consideran reclutas ocasionales con cierto entrenamiento: arqueros y caballería ligera. Otros 22.000 combatientes fueron campesinos reclutados a toda prisa y prácticamente sin entrenamiento, por lo que su importancia militar fue escasa y ni siquiera llegaron a combatir, puesto que huyeron a la vez que Darío.

Unidades Número Número
Peltastas 10.000 30.000
Caballería 20.000 40.000
Inmortales 10.000 10.000
Hoplitas griegos 8.000 10.000
Caballería de Bactria 1.000 2.000
Arqueros 1.500 1.500
Carros falcados 200 200
Elefantes de guerra 15 15
Total 52.930 92.215

La batalla

Disposición de los ejércitos

Disposición inicial

En la noche del 30 de septiembre, los ejércitos se encontraban apostados en el campo de batalla, preparados para la confrontación. Alejandro se dedicó a efectuar un reconocimiento del terreno y a planificar la batalla, y sabiendo que Darío era el que tenía que defender la posición, ordenó a sus tropas descansar, mientras que Darío, nervioso por temor a un ataque nocturno, ordenó la posición de guardia para sus soldados.

  • Persas: Formaban una larga línea. Su ala izquierda al mando de Bessos estaba formada por las tropas bactrianas, daeas, persas, escitas y cadusianas. Tenían 100 carros con guadañas.

En el ala derecha, al mando de Maceo, se hallaban las tropas sirias, mesopotamias, medas, partas, sucianas, tibarianas, hircanias, albanias y sacesanias.

En el centro estaba el rey Darío con las tropas persas propiamente dichas, que se distinguían del resto por llevar lanzas con manzanas doradas en la empuñadura, los indios y los carios. Detrás de ellos, en formación cerrada, se encontraban los uxianos, babilonios, las tribus del mar Rojo y los sitacenios. Delante del escuadrón real había 15 elefantes indios y 50 carros con guadañas.

  • Macedonios: El ejército sumaba 7.000 jinetes y 40.000 infantes. La caballería pesada de élite de Alejandro eran los Hetairoi (Compañeros) y estaba formada por la nobleza macedonia, que acompañaba a Alejandro en esta batalla y fueron el factor decisivo en la batalla. El resto de la caballería se dividía en jinetes tesalios (pesados), caballería tracia (ligera) y algunos jinetes griegos.

La infantería de Alejandro se dividía en pesada, la falange y los hipaspistas (cuerpo especializado que cubría los huecos de la poco flexible falange) y la infantería ligera, tracios, agrianos (estos últimos lanzadores de jabalinas que destrozaron a los carros en esta batalla) y hoplitas griegos que intervinieron para cubrir la retaguardia de la falange.

El ejército se dividió en dos partes: El ala derecha estaba bajo el mando directo de Alejandro e integrada por la caballería de los “compañeros” y la caballería ligera de los macedonios. La caballería mercenaria fue dividida en dos grupos: los veteranos en el flanco derecho y el resto se colocó al frente de los arqueros agrianos y macedonios, que se ubicaban al lado de la falange que iba al centro reforzada con otra formación a retaguardia para que, en el caso de que fueran rodeados, pudieran dar media vuelta y enfrentarse al enemigo desde la dirección contraria.

El flanco izquierdo estaba al mando de Parmenio, con los jinetes de Farsalia, los mercenarios griegos y las unidades de caballería tracia.

La novedad de la formación macedonia fue la colocación de una reserva tras la primera línea. Consistía en dos columnas volantes, una detrás de cada ala. Estaban colocadas formando ángulo con el frente, a fin de coger de flanco al enemigo si éste intentaba rodear las alas. Si no se daba dicho caso, se replegarían hacia el centro para reforzar el frente.

Alejandro dispuso su ejército de modo que diera frente a todas partes, formaba un gran rectángulo que podía enfrentarse a ataques provenientes desde cualquier lugar. Esta disposición fue la que le hizo obtener la victoria, pues intuyó los movimientos que haría el adversario y se preparó para enfrentarlos y contrarrestarlos.

Inicio del combate

Alejandro se movió oblicuamente hacia el ala izquierda persa en lugar de avanzar directamente hacia ellos, y al continuar avanzando en esa dirección, se colocó más allá del terreno nivelado por los persas. Darío entonces ordenó que su ala izquierda contuviera el movimiento lateral de Alejandro realizando una salida envolvente. Alejandro, a su vez, inició un ataque hacia el centro de las tropas envolventes y dio comienzo a una serie de ataques y contraataques hasta que las formaciones persas quedaron rotas. Darío envió sus carros contra la falange para sembrar el desorden en ella, pero la infantería macedonia, que estaba delante de la caballería para protegerla de los carros, arrojó sus jabalinas, flechas y demás armas arrojadizas y abrió sus filas quedando aisladas las cuadrigas que atravesaron las líneas macedonias. Darío, en un nuevo intento para detener el avance de Alejandro, envió a la caballería persa del sector central, con el resultado de que se abrió una brecha en su línea. Así terminó la primera fase de la batalla.

Ataque decisivo de Alejandro

Movimiento decisivo de Alejandro y ataque final

Alejandro ordenó a su caballería de reserva atacar a las fuerzas que estaban rodeando su ala derecha y él, al frente de sus «Compañeros», en una formación en cuña, galopó hacia la brecha abierta en la línea persa por el avance de su propia caballería. Luego se dirigió contra Darío, quien abandonó el campo aterrorizado ante la embestida de Alejandro. La caballería persa del ala izquierda, que estaba siendo atacada por la reserva macedonia, también emprendió la huida, siendo perseguida por los macedonios, que los masacraron.

El ala izquierda

Debido a la marcha oblicua de Alejandro, el ala izquierda se encontraba retrasada con respecto a la derecha, y a causa del impetuoso avance de Alejandro se había producido una brecha entre ambas alas. La caballería india y persa irrumpió por esta brecha dirigiéndose hacia el tren de bagajes macedónico con el propósito de rescatar a la familia de Darío que estaba presa, pero la madre de Darío se negó a ser liberada. La falange de reserva dio media vuelta y los atacó por la retaguardia matando a gran número. Esta penetración coincidió con un movimiento envolvente de la caballería persa del ala derecha, con lo cual el ala izquierda macedonia quedó rodeada. Parmenio envió un mensaje a Alejandro informándole de su crítica situación. Este cesó inmediatamente la persecución de Darío y se lanzó con sus Hetairoi a socorrer su ala izquierda, derrotando a los persas.

Libre Parmenio, se reanudó la persecución que se prolongó hasta la noche, iniciando una marcha forzada sobre Arbelas, pero Darío logró escapar.

Consecuencias

Es imposible calcular las bajas de esta batalla. Los historiadores antiguos van desde 300.000 persas muertos y solamente 100 macedonios y 1.000 caballos, hasta otros más modernos que las estiman en 40.000 muertos persas y 5.000 macedonios.

Alejandro se dirigió desde Arbelas a Babilonia, donde ordenó reconstruir el templo de Marduk. Luego tomó Susa, donde se apoderó de 120.000 talentos, y más tarde conquistó Persépolis, donde en un acto ritual de venganza quemó el palacio de Jerjes.

En el invierno del año 330 a. C. partió de Persépolis a Ecbatana, donde se apoderó de 180.000 talentos, pero Darío lo eludió nuevamente. Por fin, tras recorrer 585 km en once días, logró alcanzar a la comitiva de Darío para enterarse que éste había sido asesinado por Besso. Con la muerte de Darío se cumplió el objetivo político de Alejandro: imponer su voluntad en el Imperio y establecer su dominio sobre las satrapías del este.

La batalla en la ficción

La batalla aparece representada bastante fiel a la realidad en la película de Oliver Stone llamada Alexander , esta es la mejor representación de la batalla hasta el momento.

Batalla de Gaugamela
Fecha 1 de octubre del 331 a. C.
Lugar Tel Gomel (Gaugamela), cerca del actual Mosul en Irak.
Coordenadas 36°22′N 43°15′ E
Casus belli Invasión macedonia al Imperio Persa
Conflicto Campañas de Alejandro Magno.
Resultado Victoria decisiva de Macedonia.
Cambios territoriales Babilonia; Susa; Persépolis y Ecbatana caen en manos de Alejandro sin oponer resistencia. El Imperio Persa es destruido.
Beligerantes
Reino de Macedonia
y aliados griegos
Imperio persa
Comandantes
Alejandro Magno Darío III
Fuerzas en combate
Total: 47.000
31.000 falangistas
9.000 peltastas
7.000 jinetes
Total: 250.000
200.000 infantes
40.000 jinetes
10.000 Guardias reales
(estimación moderna)
Bajas
500 muertos y 3.000 heridos 50.000 muertos

La Macedonia de Alejandro Magno, los orígenes del temible imperio que nació entre las cabras


ABC.es

  • La tierra de Filipo II y Alejandro Magno es una gran desconocida en España más allá de la campaña de conquistas que estas huestes llevaron a cabo a través del Imperio persa. El libro «Macedonia: la cuna de Alejandro Magno» pretende remediar este vacío

Un reino de pastores de cabras y jinetes de frontera pasó en cuestión de un siglo a convertirse en el imperio más grande conocido hasta entonces en Occidente. La Macedonia de Filipo II y Alejandro Magno es una gran desconocida en España más allá de la campaña de conquistas que estas huestes llevaron a cabo a través del Imperio persa. Para remediar este vacío, el periodista especializado en historia, arqueología y patrimonio Mario Agudo Villanueva ha publicado recientemente «Macedonia: la cuna de Alejandro Magno» (Colección DSTORIA- Antigua) sobre la evolución económica, política y religiosa de «este pequeño pero decisivo reino de la Antigüedad».

–Los atenienses consideraban a los macedonios unos bárbaros, aunque hoy se estime su historia irrenunciablemente helena, ¿por qué de esta contradicción?

–Macedonia no era a nivel cultural y político igual que el resto de Grecia. Todas las polis griegas tenían su propia idiosincrasia, pero es que Macedonia además era un reino. El rey tenía el poder absoluto, tanto político, militar como religioso. Su clima y su paisaje eran distintos, rodeados de montañas y en una planicie aluvial. Lo que les concedía mucha vegetación y riqueza minera y ganadera… Los rituales también eran muy distintos. Sus tradiciones de enterramiento con piras funerarias eran más propias de tiempos heroicos. Además, los jóvenes macedonios tenían que pasar por un ritual de acceso a la edad adulta que consistía en matar un animal por sus propios medios. Tenían valores arcaicos a ojos del resto de Grecia. Desde Atenas no los consideraban griegos y se los cita frecuentemente como bárbaros. Lo más curioso es que hoy es al revés. La historia de Macedonia es algo irrenunciable para los griegos actuales como consecuencia del impacto de la figura de Alejandro.

–Tal vez la primera pregunta es, ¿que se consideraba griego en aquel periodo?

–Sí usamos a Atenas como la propagadora del ideal griego, pues los macedonios estaban lejos de serlo. Pero es que ellos tenían una Democracia y su propia variante del idioma griego. Cada polis era distinta. Sabemos que el reino de Macedonia tenía la aspiración de ser considerados griegos, pero cabe preguntarse si eso fue real o fue una construcción propagandística posterior para justificar en tiempos de Filipo II su dominio sobre Atenas. La dinastía Argéada, que reinaría hasta la muerte del hijo de Alejandro Magno, presumía de tener un origen tebano (tres tebanos que emigraron hacia el norte), lo que demuestra cierto interés por vincularse con el mundo griego de alguna manera. También hay que tener en cuenta que varios reyes macedonios abrieron su corte a la llegada de intelectuales de polis griegas, como ocurrió con el rey Arquelao allá por el siglo cuarto antes de Cristo con la llegada del escultor Calímaco o el gran Eurípides. Eso sí demuestra claramente que mantenían interés por acercarse a la cultura griega.

–Tradicionalmente se presenta a Macedonia como una sociedad muy belicosa, poco interesada por la cultura.

–Los macedonios eran bastante aguerridos, entre otras cosas porque tenían vecinos terribles: los tracios en el norte y los ilirios por el oeste. Su posición estratégica, estando en la ruta terrestre entre Europa y Asia, y teniendo grandes cantidades de la madera fundamental para la flota ateniense; los situaba en un terreno bélico de primer orden y les involucró en muchos conflictos. De hecho, fue en las guerras del Peloponeso donde empezaron a despuntar un poquito. Pero eso no significa que no tuvieran también cierta vida cultural, con una orfebrería avanzada, exquisitos relieves, tallados de marfil… El problema es que cómo las fuentes son atenienses pues siempre se presentan deformados los macedonios y los tracios; porque en otro tiempo fueron sus enemigos.

–El filósofo Aristóteles era macedonio y rompe con esta idea de un pueblo de cabreros.

–Aristóteles es el caso más conocido. Nació en Estagira, un territorio que estaba cambiando de manos cada pocos años, pero que en tiempos de Aristóteles y su padre, el médico Nicómaco, quedó férreamente en manos macedonias. A Aristóteles le pesó ser macedonio a ojos de los atenienses y preceptor de Alejandro Magno. De hecho cuando Alejandro murió el filósofo se fue de Atenas.

–¿Cuándo y cómo se convirtió este reino de cabreros en una potencia militar?

–Hubo una serie de pasos previos. Alejandro I, un rey macedonio en tiempos de las Guerras Médicas, se movió con cierta astucia y apareció en los textos como un filoheleno (esto demuestra, de nuevo, que no eran considerados griegos). Macedonia entró con él en el primer plano de la historia de Grecia. Por su parte, el rey Arquelao reformó el Ejército y acogió a intelectuales griegos. Pero el salto definitivo es sin duda con Filipo II, el padre de Alejandro, cuando se gestó la hegemonía sobre Grecia. Alejandro no se puede entender sin la figura de su padre y es muy probable que no hubiera podido llegar tan lejos sin él.

–¿En qué consistieron los cambios encabezados por Filipo II?

–Filipo II heredó un reino en descomposición asediado por todos sus vecinos y lleno de peligros. Con astucia, habilidad diplomática y tácticas militares reunificó el reino, amplió sus fronteras y preparó la campaña asiática. Logró en la batalla de Queronea vencer a Tebas y Atenas, siendo el dominador del escenario político griego. Cuando Filipo fue asesinado por un tema de intrigas amorosas, había ya tropas macedonias en Asia. Filipo marcó el camino a Alejandro.

–¿Qué tenía diferente el ejército macedonio respecto al resto de griegos?

–En sus orígenes el ejército macedonio era en su mayoría caballería, con buenos jinetes y excelentes caballos. Su infantería no era poderosa y no tuvo un ejército en garantías hasta las reformas militares de Arquelao y de Filipo II. Filipo había sido rehén en Tebas y se había dado cuenta de que había otras formas de guerrear más allá de la caballería. Añadió a la buena caballería una poderosa infantería equipada con sarisas, que eran unas largas picas de 3 a 7 metros de longitud. El mayor peso de la pica se compensó con una reducción en el peso del escudo macedonio, que algunos autores apuntan que se inspiró en el tradicional escudo tracio. Asimismo, Filipo entrenó mucho a sus soldados y mejoró sus tácticas. Creó así la imbatible falange macedonia.

Otro de los éxitos macedonios es que fueron incorporando a otras fuerzas auxiliares a su ejército, como la caballería tesalia; y luego unidades procedentes del Imperio persa, ya en tiempos de Alejandro Magno.

–¿Da usted crédito a la idea de que Alejandro estuvo detrás del asesinato de su padre?

–A Filipo II le mató un amante llamado Pausanias por despecho, según las crónicas. No podemos saber lo que ocurrió realmente por la falta de materiales y testimonios. Alejandro salió beneficiado, pero eso era lógico. En el libro cuento que Filipo II nuncas dudó de que su hijo le sucedería y cuando salió a hacer sus campañas fuera de Macedonia le dejó de regente, lo cual fue alabado por los emisarios extranjeros, a los que el joven les dejó alumbrados. En su cabeza era la única posibilidad de sucesión, pues era el más preparado y capaz.

–Filipo II fue asesinado y a la muerte de Alejandro también sus herederos y su madre fueron perseguidos, ¿por qué tenía la monarquía macedonia esta tendencia a las intrigas violentas?

–Hay ciertas turbulentas en la historia de Macedonia, con varios reyes en poco tiempo. Estaban en una zona muy peligrosa y era fácil que murieran en combate. No obstante, a partir de Filipo II si hubo cierta continuidad. Y en general desde que reinó la dinastía Argéada hubo más estabilidad, incluso más que en la democracia ateniense. Los macedonios consideraban a esta dinastía los padres fundadores de la patria, sin los cuales no hubiera existido el reino como tal. La dinastía era sólida dentro de las turbulencias.

–¿Cree usted que con Filipo II la campaña asiática hubiera llegado a buen puerto o carecía del talento de su hijo?

–Aquí entramos en el terreno de la historia ficción. Filipo II era un gran estratega, un buen político, un hábil diplomático y el diseñador del inicio de la campaña. El día de su muerte había destacamentos a punto de cruzar a Asia. Nunca sabremos qué hubiera ocurrido. Alejandro tenía un carácter diferente en algunas cosas a su padre, con el que tenía una relación de hostilidad y admiración a partes iguales. Eran diferentes y a la vez iguales.

–¿Alejandro tenía alguna idea de cómo gestionar el imperio creado o solo era un conquistador?

–Es un debate siempre abierto. Yo creo que Alejandro sí tenía una idea para gestionar este imperio. Fue adoptando las estructuras administrativas del imperio persa, las satrapías, y fue asumiendo decisiones sobre los territorios. Él se preocupaba por la gestión de estos territorios más allá de la campaña de conquista, aunque fuera para su explotación o para dejar a sus heridos. No es que tuviera una preocupación cosmopolita de expandir el helenismo, sino desde una perspectiva macedonia tenía preocupaciones muy inminentes.

–A quien dice que Alejandro terminó obsesionado con Asia y alejándose de Macedonia.

–Sí, hay una tendencia a presentar a Alejandro como la víctima de un hechizo persa, fascinado por esta cultura, pero en verdad tenemos la certeza de que se comportó como un macedonio hasta su muerte. Cuando falleció su amigo Hefestión mandó construir una pira funeraria como ordenaba el rito habitual de los macedonios. Además, se hacía acompañar de adivinos y él dirigía los sacrificios en persona. Para su pueblo, el poder del rey se lo daban los territorios que hubiera conquistado y cómo se comportaba, no el título en sí. Y aunque hay una evolución en su personalidad durante la campaña, lo cierto es que reinó como un macedonio toda su vida.

Tras la huella genética de Alejandro Magno en las momias egipcias


El Mundo

  • El ADN de los cuerpos embalsamados revela el parentesco de los pobladores del Nilo
  • Los antiguos egipcios están más emparentados con las poblaciones de Oriente Próximo, mientras que los actuales lo están con poblaciones subsharianas

 

Sarcófago de Tadja encontrado en Abusir el-Meleq NATURE COMMUNICATIONS

La genética supone un arma poderosa para establecer relaciones de consanguinidad. A partir de un pequeño frotis de la boca los científicos realizan sin mayores problemas el análisis de nuestro material genético mediante técnicas convencionales para proceder a su estudio. Extraer el ADN de un habitante de otra época y poder estudiarlo, requiere sin embargo de unas técnicas más sofisticadas que solo se pueden aplicar cuando ese ADN ha llegado inalterado hasta nosotros.

Encontrar estas marcas y poder observar el paso de las civilizaciones en los genes de sus habitantes es el objetivo de un equipo de investigadores del Instituto Max Plank , que ha analizado el ADN de las momias del antiguo Egipto en busca de la huella genética que dejaron a su paso otros pobladores, como los de la época de Alejandro Magno.

El estudio aporta sin embargo otro tipo de relaciones y concluye que los egipcios del pasado están más emparentados con las poblaciones de Oriente Próximo de lo que los egipcios modernos lo están ahora, una relación que ha podido diluirse con el tiempo debido a las constantes interacciones producidas en el Mediterráneo entre las culturas africanas, asiáticas y europeas desde la época anterior a Cristo. Los egipcios actuales han adquirido por otro lado un aporte genético subsahariano después del periodo romano.

Los investigadores, que han publicado sus conclusiones en la revista Nature Communications, usaron el ADN mitocondrial (el que se conserva en una parte de la célula distinta al núcleo) de 90 individuos de la antigüedad procedentes del yacimiento arqueológico de Abusir el-Meleq y el genoma completo de tres momias de la época pre-ptolemaica, ptolemaica y romana, cubriendo así un periodo de 1.300 años.

El cálido clima de Egipto, los altos niveles de humedad de muchas tumbas y los productos químicos utilizados en las técnicas de momificación contribuyen a la degradación de este ADN y a que su conservación en las momias egipcias sea poco probable. No obstante, la aplicación de técnicas modernas de secuenciación y nuevos métodos de autentificación de ADN antiguo ha contribuido al éxito de este estudio y entender el parentesco de las antiguas poblaciones egipcias a partir de unos restos que datan del año 1.400 a.C. al año 400 d.C.

A modo de investigación arqueológica a nivel molecular, el equipo liderado por el genetista Johannes Krause quería identificar si los relatos que conocemos por la historia sobre la conquista y el dominio de las civilizaciones habían dejado alguna marca en los genes de estas poblaciones. «Queríamos probar si la conquista de Alejandro Magno y otras potencias extranjeras ha dejado una huella genética en la población egipcia antigua», ha explicado en una nota de prensa Verena Schuenemann, coautora del grupo de investigación de Krause, en el que también participa la Universidad de Tubinga en Alemania.

El estudio ha revelado sin embargo que los antiguos egipcios están relacionados con las poblaciones del Levante del pasado, así como con los habitantes del neolítico de la Península de Anatolia y Europa. «La genética de la comunidad de Abusir el-Meleq no sufrió ningún cambio importante durante los 1.300 años que hemos estudiado, lo que sugiere que la población estuvo relativamente poco afectada a nivel genético por la conquista y el dominio extranjeros«, ha afirmado Wolfgang Haak, del Instituto Max Planck.

Los datos que aporta el grupo de Krause apuntan además a que los egipcios modernos comparten aproximadamente un 8% más de ancestros con las poblaciones africanas subsaharianas que con los antiguos egipcios. «Esto sugiere un aumento en el flujo de genes subsaharianos en Egipto en los últimos 1.500 años», ha añadido Stephan Schiffels, coautor del estudio.

La mejora de la movilidad a lo largo del río Nilo, el aumento del comercio a larga distancia entre el África subsahariana y Egipto y la trata de esclavos transahariana que comenzó hace aproximadamente 1.300 años pueden estar detrás de estos resultados.

Pompeyo, el «adolescente carnicero» que quiso ser el Alejandro Magno romano


ABC.es

  • Muchos romanos vieron en su carismática figura la sombra del gran conquistador macedonio. Julio César vio al principio a un aliado y, más tarde, a un rival al que solo venció tras mucha dificultad. Pese a ello, cuando los embajadores egipcios entregaron su cabeza decapitada a César, éste quedó ofendido y pidió que le otorgaran los honores debidos
Wikipedia Escultura de Cneo Pompeyo «Magno»

Wikipedia | Escultura de Cneo Pompeyo «Magno»

Cuando Julio César decidió cruzar el río Rubicón desafiando al Senado y dando inicio a la Segunda Guerra Civil de Roma, Cneo Pompeyo se puso al frente del bando de los optimates, proclamados centinelas de las viejas esencias de la República. La guerra terminó con la cabeza de Pompeyo –un brillante estratega en su juventud, que nada pudo hacer contra los nuevos vientos de la historia– arrojada a los pies del dictador romano, quien contrariado reclamó un funeral honroso para el que fue su más distinguido rival. No en vano, la suya quedó como la historia de un romano tradicional que pereció frente a la poca convencional trayectoria de Julio César. Nada más lejos de la realidad. La carrera de Pompeyo Magno, llamado el adulescentulus carnifex (el «adolescente carnicero») por su brutalidad en los tiempos de la represión iniciada por Cornelio Sila, no tuvo nada de ortodoxa hasta que precisamente alcanzó la vejez.

En muchos aspectos, la carrera de Pompeyo constituyó un vuelco radical en el camino político que se esperaba de un romano en su ascenso social. Como Adrian Goldsworthy relata en su libro «Grandes generales del Ejército romano» (Ariel, 2005), con solo 23 años Pompeyo reclutó un ejército privado usando su fortuna familiar para participar en la Guerra Civil del año 88 a.C, que enfrentó a Cornelio Sila contra Cayo Mario. Se trataba de algo fuera de lo común al carecer de autoridad legal, pero Sila le dio legitimidad al estar necesitado de tropas y al vislumbrar el encanto natural del joven. Aunque el padre de Pompeyo no era un hombre nuevo ni carismático, pero sí enormemente rico, el papel político de su familia había sido poco destacado hasta entonces y prácticamente se limitaba a su participación en la Guerra Social que encumbró a Sila como héroe de la República, despertando la hostilidad abierta de Mario.

Fue en la guerra entre ambos caudillos romanos cuando el ejército de Cneo Pompeyo cobró poco a poco protagonismo a base de pequeñas victorias, entre las que destacó una gesta individual del joven romano que descabalgó y mató con sus manos a un jefe de una compañía de jinetes galos al servicio del bando de Mario. Al reunirse finalmente con Sila, el viejo romano desmontó de su caballo y recibió con grandes gestos de amistad a Pompeyo, al que llamó imperator (apelativo reservado a los comandantes victoriosos) y lo situó como su principal consejero.

El joven verdugo de Cornelio Sila

Ambos consiguieron encadenar una serie de victorias que terminaron con la ocupación de Roma y la proclamación de Sila como dictator rei publicae constituendae («dictador para el restablecimiento de la República), sin limitación de tiempo alguno. Como hizo Mario años atrás, el nuevo régimen aplicó una sangrienta represión política que incluía una amplia lista de proscritos clavada en el Foro. Quien aparecía en esta lista debía perder todos sus derechos como romano y morir, siendo perfectamente legal que fuera a través de un método violento. Las cabezas de cientos de proscritos terminaron decorando las paredes del Foro y sus bienes pasaron a ser propiedad de Sila y del Tesoro, que, sin embargo, se mostró muy generoso en el reparto con sus seguidores. Entre estos beneficiados se encontraba Cneo Pompeyo, conocido entonces como el adulescentulus carnifex (el «adolescente carnicero»), o «el joven verdugo», por recrearse en exceso en la persecución y tortura de los senadores señalados en la lista.

Aunque la Guerra Civil había terminado con la toma de Roma, algunos de los generales del fallecido Mario se negaron a entregarse y continuaron la lucha en las provincias periféricas. Durante la campaña que Pompeyo acometió con éxito en Sicilia contra el rebelde Perperna, recibió por primera vez un título oficial, dado que el Senado le entregó el imperium de propretor. Ejerciendo este cargo se produjo un amago de levantamiento en Sicilia, donde las tropas de Pompeyo se ofrecieron a acompañarle a Roma a derrocar a Sila por lo que consideraban una serie de muestras de ingratitud hacia el general que tanto había regalado al dictador. Sin embargo, Pompeyo se mostró leal al dictador y cuando regresó a Roma le fue concedido el título de Magno («el Grande»), lo cual alimentó aún más las comparaciones con el general macedonio Alejandro Magno, y, tras mostrarse Sila inicialmente reticente, le concedió un triunfo. Nadie antes lo había celebrado en una edad tan temprana y, quizás por influencia de su inmadurez, Pompeyo se empeñó en que quería hacerlo en un carruaje tirado por elefantes. Desistió al descubrir que la estrechez de una parte del itinerario impedía el uso de estos animales.

ABC La huida de Pompeyo después de Farsalia, por Jean Fouquet

ABC | La huida de Pompeyo después de Farsalia, por Jean Fouquet

A continuación, Pompeyo Magno se negó a aceptar el cargo de senador que Sila le ofreció y, en cambio, prefirió seguir su carrera al margen del cursus tradicional, el cual estipulaba restricciones de edad en función del cargo. Por el contrario, decidió casarse con la hijastra de Sila, lo cual supuso un trágico golpe para su primera mujer Antistia –que había perdido a su padre en la guerra civil asesinado por casarse con Pompeyo– y dio un impulso a su carrera política. Al fallecimiento de Sila, Pompeyo se aseguró de que el cadáver de su suegro recibiera los debidos honores y no se produjeran disturbios, aunque no pudo evitar que el excónsul Lépido se levantara contra el Senado. Así y todo, el hombre que siempre se había resistido a seguir una carrera convencional respondió a la llamada de auxilio del Senado y se encargó de derrotar a Lépido.

Algunos de los partidarios de Lépido se refugiaron en Hispania, donde Quinto Sertorio –discípulo de Cayo Mario– seguía resistiendo desde los tiempos de la Guerra Civil sin que ninguno de los generales de Sila pudiera hacer nada para evitarlo. Hábil político, Sertorio instituyó un Senado local y conservó las formas de gobierno romanas, titulándose únicamente procónsul. Así se ganó la adhesión de los pueblos de las Hispanias y se convirtió en un rival militar solo a la altura de Pompeyo Magno. El discípulo de Mario contra el de Sila. Frente a la negativa de los dos cónsules designados a ir a Hispania, Pompeyo, de 28 años, fue nombrado pro consulibus (enviado «en lugar de ambos cónsules») y destinado a la provincia más occidental de la República. Pese a que en los primeros encuentros Sertorio dio severos correctivos a su joven rival, poco a poco fue perdiendo terreno y quedó sumido en una guerra de desgaste que no podía ganar. El general exiliado no estaba perdiendo la guerra pero ya era evidente que jamás podría ganarla. Una afición desmesurada por el vino y un humor depresivo fueron brotando en Sertorio. En el año 72, Perperna, mano derecha de Sertorio, organizó un banquete donde el general y su guardia fueron emborrachados y posteriormente asesinados. Perperna quiso continuar la guerra, pero Pompeyo no tardó más que un instante en derrotarlo.

Siempre presente para robar la gloria final

De regreso una vez más victorioso a Roma, Pompeyo se adueñó injustamente de la mayor parte de la gloria de la victoria de Craso en la rebelión de los esclavos. En el año 73, un grupo de ochenta gladiadores encabezados por un esclavo tracio llamado Espartaco, escapó de una escuela de gladiadores en Capua y se refugió a las faldas de el Vesubio, donde pronto levantó a miles de esclavos en favor de su causa. Frente al genio militar de Espartaco, que convirtió la maraña de esclavos de distintas tribus en un ejército unido capaz de destrozar a dos ejércitos consulares, el Senado encargó a Marco Licinio Craso que se hiciera cargo de la campaña.

ABC | Crucifixión en la antigua Roma

ABC | Crucifixión en la antigua Roma

Craso era uno de los hombres que se habían alineado con Sila durante la Guerra Civil y cuya máxima cualidad, más allá de sus rígidos, casi crueles, métodos para mantener la disciplina, era su monstruosa fortuna tallada a golpe de apropiación de los bienes de proscritos. Sea como fuere, Craso venció a Espartaco, que fue reducido cuando se dirigía a matar al cónsul romano, y capturó a 6.000 esclavos, que hizo crucificar por intervalos a lo largo de la Vía Apia. Pompeyo utilizó el hecho de que había derrotado a un par de miles de esclavos durante la huida para adueñarse de la victoria. Craso solo pudo celebrar una ovación por su papel en la rebelión, mientras Pompeyo incluyó la campaña contra los esclavos en las celebraciones de su segundo triunfo, concedido sobre todo por sus méritos en Hispania.

Ya como cónsul, Pompeyo se puso como objetivo terminar con la piratería que azotaba el Mediterráneo y que vivía su edad de oro con la convulsión de Roma. Los piratas asaltaban impunemente embarcaciones y muchas ciudades de las costas de Grecia y Asia hasta las de Italia y España. Entre otros ilustres patricios que fueron secuestrados por los piratas, destaca un Julio César adolescente que pasó 38 días cautivo. Es por esta razón que Pompeyo fue nombrado comandante de una fuerza naval extraordinaria para lanzar una campaña contra los piratas con poderes que se extendían por todo el Mediterráneo y hasta 50 millas tierra adentro. En un alarde logístico, el Alejandro Magno romano dividió el Mediterráneo en trece regiones separadas, cada una bajo el mando de uno de sus legados, y en cuarenta días expulsó a los piratas del Mediterráneo occidental. Las fuerzas de Pompeyo barrieron poco a poco a los piratas del Mediterráneo en lo que supuso una de las mayores demostraciones militares de capacidad organizativa en la Antigüedad.

En 74 a. C, Pompeyo –siempre tentado a emular a Alejandro Magno– aprovechó el estallido de la Tercera Guerra Mitridática, entre el Ponto, dirigido por su rey Mitrídates VI, y Roma, para reclamar también un mando extraordinario sobre el Mediterráneo Oriental. El hecho de que la guerra ya se encontrara en un fase avanzada –favorable a los intereses romanos–, como ocurriera con la rebelión de Espartaco, hizo que muchos vieran en la irrupción de Pompeyo un nuevo intento por llevarse las glorias de otros, en este caso a costa de Lucio Licinio Lúculo, un estratega de excepcional talento pero que fue incapaz en ningún momento de ganarse la estima de sus soldados.

Wikipedia Entrada de Pompeyo al templo de Jerusalén

Wikipedia | Entrada de Pompeyo al templo de Jerusalén

Con los fondos y la libertad que el Senado negó a Lúculo durante años, el Alejandro Magno romano venció fácilmente a Mitrídates y lo forzó a internarse en el corazón de Cólquide (en la actual Georgia). Sin descuidar la persecución del rey huido, Pompeyo desplazó sus intereses hacia Tigranes y Armenia, donde obligó al rey Trigranes a pagar su apoyo a Mitrídates con un durísimo tratado en favor de Roma. Su siguiente paso le llevó al reino del soberano Oroeses de Albania, en cuya batalla más decisiva se afirma que Pompeyo luchó en combate singular contra el mismísimo hermano del rey, al que mató siguiendo la mejor tradición de Alejandro Magno. También Oroeses tuvo que aceptar las duras condiciones de Roma. En esa misma campaña, Magno todavía encontraría tiempo para intervenir en la guerra civil que estalló en el reino asmoneo de Jerusalén. Después de tres meses de asedio, Pompeyo conquistó la emblemática ciudas de Jerusalén.

En el apogeo de su gloria, Pompeyo volvió a Roma a celebrar su tercer triunfo en el año 61 a. C., en su 45 cumpleaños. Con parte del mastodóntico botín acumulado durante años, el veterano romano financió la construcción del primer teatro de piedra de Roma, un complejo de un tamaño superior a todos los monumentos triunfales hasta entonces conocidos en la ciudad. Y aunque se encontraba en su momento cumbre, durante su ausencia habían surgido nuevos poderes emergentes en Roma que le obligaron a ceder terreno ante un viejo rival, Craso, y su joven protegido, Julio César. Sin embargo, en algún momento de ese mismo año, Pompeyo formó una alianza política secreta con ambos. Para estrechar estos lazos, contrajo matrimonio con la hija de Julio César y, a pesar de la diferencia de edad, fueron extremadamente felices hasta la prematura muerte de ella. De hecho, la alianza fue muy lucrativa para los tres, pero cuando falleció Craso en una demencial e innecesaria campaña contra los partos Julio César y Pompeyo comenzaron un distanciamiento que acabó enfrentándolos en una nueva guerra civil.

ABC Representación pictórica de los emisarios egipcios presentando la cabeza de Pompeyo a Julio César

ABC | Representación pictórica de los emisarios egipcios presentando la cabeza de Pompeyo a Julio César

Pese a que el veterano romano alardeó de que solo haría falta que diera una patada en el suelo para que brotaran legiones por toda Italia y se unieran a su causa, lo cierto es que las recientes victorias de Julio César en las Galias habían alterado las simpatias del pueblo. Cuando el bando de los optimates se vio obligado a huir de Roma sin ni siquiera presentar batalla, varios senadores se permitieron la chanza de comentar que quizás había llegado la hora de que Pompeyo pateara el suelo. La guerra contra Julio César alcanzó demasiado mayor a Pompeyo, que finalmente consiguió reunir un ejército en su querida Grecia, pero no fue capaz de ganarle el duelo militar al genio emergente. Tras la batalla de Farsalia el 9 de agosto del 48 a. C, Pompeyo y el resto de conservadores se vieron obligados a huir sin rumbo para salvar sus vidas. Con la intención de pedir ayuda al faraón Ptolomeo XIII, Pompeyo llegó a las costas de Egipto y envió emisarios al rey a la espera de respuesta. No obstante, los egipcios le cortaron la cabeza y se la llevaron, junto con su sello, a César a modo de obsequio. Nada pudo ofenderle más a César, que se encargó de perseguir y ejecutar a los responsables de una muerte tan cruel y deshonrosa.

Amfípolis, en Grecia, la tumba de Europa


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  • Atenas no tiene fondos para su inmenso patrimonio. El Parlamento Europeo trata de mantener la financiación del gigantesco sepulcro relacionado con Alejandro Magno
abc Cariátide hallada en Amfípolis, hoy sin fondos para la excavación

abc | Cariátide hallada en Amfípolis, hoy sin fondos para la excavación

Hace apenas unos días Silvia Costa, la eurodiputada italiana que preside la Comisión de Cultura y Educación del Parlamento Europeo, visitó la excavación de Amfípolis, en Macedonia, un yacimiento gigantesco relacionado con Alejandro Magno. Lo ha hecho acompañada de ocho representantes de su comité y de la arqueóloga griega responsable, Katerina Peristéri. La mera posibilidad de la salida griega del euro y la quiebra del Estado hacen temer por este y muchos otros yacimientos en los que la arqueología cifra el origen de la cultura occidental.

La eurodiputada italiana insistió que era obligación de todos los parlamentarios europeos el apoyar el trabajo realizado en este sitio arqueológico para que continúen las excavaciones y la labor de restauración, pero sobre todo para que se reconozca como un monumento protegido de la Unesco. Y añadió que esperaba que haya una solución en el coflicto de Grecia y la UE para que se puedan utilizar fondos comunitarios para proteger el monumento.

La noticia fue acogida con alegría por Katerina Peristéri, la arqueóloga encargada por el Ministerio de Cultura de esta excavación desde hace varios años. Porque el actual gobierno ha dejado claro que en este momento no existe posibilidad de seguir financiando los trabajos de restauración con fondos del ministerio: el Ministro Alterno de Cultura, Níkos Xidákis, visitó recientemente Amfípolis y declaró que ya ha recibido la ayuda financiera programada, comentando que «no existen muchas excavaciones en Grecia recibiendo semejante ayuda. Esto no es necesario todo el tiempo». Añadió que la excavación se estaba tomando un respiro necesario y que la señora Peristéri había comenzado ahora el estudio de lo que se había descubierto, así como el del mantenimiento del sitio arqueológico.

La situación actual refleja el cambio de gobierno y la desesperada falta de liquidez del Estado griego. Situación muy diferente de la de la primavera y verano de 2014, cuando se dieron a conocer los grandes hallazgos de este enterramiento (las esfinges, las cariátides, las tres salas ,el mosaico y las tumbas) y el gobierno presidido por el conservador Andónis Samarás le dio gran importancia. Samarás visitó personalmente la excavación con su esposa, y supo encontrar financiación extraordinaria (y algunas empresas privadas de la zona donaron más dinero y materiales).

Se nombró entonces una encargada exclusivamente para las relaciones con los medios a una conocida periodista, Ana Panayótarea, que es también profesora adjunta de periodismo y medios de comunicación de la Universidad de Tesalónica (también estuvo casada unos años con el arqueólogo Dimitris Patermalis, Director del Museo de la Acrópolis). Era algo nunca visto en Grecia: una excavación con su propia encargada relaciones públicas (se comenta que no cobró por este trabajo que abandonó antes de las elecciones generales). Todo ello mostraba el interés del gobierno en este enterramiento, no solo por la calidad de esta tumba del siglo IV a. C., sino por su situación geográfica.

Comenzaron entonces rumores nunca confirmados: que si podía ser la tumba final del propio Alejandro Magno, de su madre, de sus generales mas cercanos… Pero Amfípolis está situada en la región de Macedonia. Y es conocido el interés de Atenas por dejar bien claro que toda Macedonia era griega, parte del reino de Filipo II de Macedonia. Una manera de reforzar su posición en el conflicto con el nombre del vecino Estado conocido oficialmente como la Antigua República Yugoslava de Macedonia (y por sus siglas en inglés, FYROM), que los griegos no quieren reconocer formalmente como República de Macedonia. Aun se sigue negociando el nombre.

El patrimonio, en peligro

En estos últimos meses se ha visto algo muy claro: el patrimonio cultural griego está en peligro. Sin medios, sus arqueólogos y expertos trabajan con dificultad, sus museos no pueden estar abiertos suficientes horas, no hay fondos para asegurar la vigilancia de todos los sitios arqueológicos, muchos de los cuales permanecen cerrados. Y cabe pensar que la cultura es también Europa. La prioridad es pagar sueldos y pensiones, el funcionamiento de hospitales y demás servicios imprescindibles. Fuera de la UE, la quiebra tendrá un precio elevado para el patrimonio y consecuencias dramáticas para la cuna de la cultura occidental. Pero Atenas no puede ahora por sí misma cuidar de la memoria de Europa.

Un lugar único

Cinco ocasiones en las que la poligamia y los asesinatos cambiaron la historia


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  • Desde las extrañas muertes que provocaron el ascenso de Cleopatra al poder, hasta los seis matrimonios de Enrique VIII
Wikimedia Se cree que una de las concubinas de Ramsés III urdió un plan para asesinarle

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Se cree que una de las concubinas de Ramsés III urdió un plan para asesinarle

Muertes y traición. Al observar con detenimiento la historia, es posible comprobar que estas dos características son las que más se repiten durante siglos. Y es que, parece mucho más fácil recurrir a la sangre y al cuchillo que a la diplomacia para solucionar los problemas entre familiares.

Y si no, que se lo digan a personajes tan conocidos como Cleopatra o Alejandro Magno, los cuales ascendieron al trono en extrañas circunstancias (y, según se sospecha, gracias al uso de la daga contra sus parientes). Así lo afirma, al menos, el último dossier de la revista especializada «Live Science».

1-Las misteriosas muertes de los hermanos de Cleopatra

Cleopatra, reina de Egipto y conquistadora de corazones, es famosa por su belleza y por su gran capacidad política. Sin embargo, lo que menos se conoce de ella es que ascendió al trono gracias a una serie de fortuitas muertes de varios de sus familiares. Y es que, estaba determinado que, tras la muerte de su padre, el trono recaería en su hermano menor Ptolomeo XIII o, en caso de que a este le sucediese alguna desgracia, en manos de su también hermano Ptolomeo XIV.

La situación no terminaba en ese punto, pues –como era tradición- Cleopatra estaba destinada a casarse con Ptolomeo XIII (algo usual entre la realeza de la época). No obstante, parece que este plan no gustó demasiado a la futura reina quien, tras fallecer su padre, se alió con Julio César para retomar el trono y dárselo a Ptolomeo XIV. Una lucha fratricida. Sin embargo, la jugada salió a pedir de boca para la noble de la nariz respingona pues, tras derrocar al primer hermano, el segundo falleció en extrañas circunstancias.

Todo terminó siendo todavía mejor para Cleopatra pues, en el año 41 A.C., murió también Arsione IV (otra hermana que le podría haber causado algún que otro quebradero de cabeza). «Era algo normal en la época. No es raro encontrar a un miembro de la dinastía Ptolomeo que, a lo largo de los años, no liquidase a un familiar o dos», explica el historiador Stacy Schiff en su libro «Cleopatra» (editado por «Little, Brown and Company» en 2010).

2-Sangre y poligamia en el ascenso de Alejandro Magno

La vida de Alejandro Magno estuvo marcada por las intrigas familiares. Estas comenzaron con su padre, Filipo II de Macedonia. Y es que, el monarca contaba nada menos que con unas siete esposas, con varias de las cuales había tenido hijos (todos ellos, ansiosos de hacerse con el trono una vez que el monarca se marchase al otro barrio). Entre aquellas mujeres se encontraba Olimpia, madre del propio Alejandro.

Rodeado de tanta gente ansiosa por sentarse en su trono, no es raro que, cuando Filipo murió en el año 336 A.C., muchos hablaran de asesinato. A día de hoy no se ha esclarecido lo que sucedió, pero lo cierto es que se han barajado varias teorías. Entre ellas, la que afirma que su muerte fue urdida por un antiguo guardaespaldas con el que había mantenido una relación homosexual en su juventud y que acabó con su vida por despecho. Fuera como fuese, lo cierto es que Alejandro tomó rápidamente el poder acabando con todo aquel familiar que quisiera hacerle levantar sus posaderas del trono.

3-Ramsés III y la traición de una de sus esposas

Si por algo se han hecho famosos los faraones es por contar con un harén formado por decenas de esposas. Una práctica que, seguramente, les parecía enriquecedora… hasta que la situación se tensaba. Ramsés III (faraón de Egipto desde el año 1186 A.C. hasta aproximadamente el 1156 A.C.) tuvo que aprender esta lección por las malas y de manos de una de sus múltiples esposas llamada Tiye. Y es que, según parece, esta mujer urdió un plan para cortar el cuello al gobernante y lograr así que su hijo subiese al trono.

Junto a ella hubo –presuntamente- decenas de conspiradores más que la ayudaron a perpetrar el asesinato. Aunque a día de hoy se desconoce si logró su meta o no, lo cierto es que los arqueólogos desvelaron en 2012 que la momia de Ramses tenía evidencias de haber sufrido durante la muerte. Los expertos barajan varias posibilidades, entre ellas que fuera asfixiado (pues tiene los pulmones demasiado inflados), que fuese enterrado vivo o que fuese degollado.

4-Wanli, el emperador pasivo-agresivo

Según afirma un artículo publicado por el «New York Times», el caso de Wanli es uno de los más extraños de la Historia. Como emperador chino del S.XIV que era, este noble contaba con dos esposas oficiales y un gran número de concubinas. Entre sus favoritas se encontraba la «señora» Zheng, con quien tuvo dos hijos. El menor era el preferido del asiático, que decidió que sería quien le sucedería una vez que falleciese.

La idea, sin embargo, no gustó demasiado a sus nobles, que le obligaron a declarar a su primer hijo como heredero. Desde ese momento parece que Wanli se volvió «pasivo-agresivo», pues empezó a abandonar sus responsabilidades de gobierno (algo que nunca había hecho). Así pues, en los siguientes lustros dejó de acudir a las reuniones políticas y desatendió sus deberes reales. Muchos historiadores le atribuyen, por ello, el desmoronamiento de la dinastía Ming.

5-Enrique VIII y sus muchas esposas

El caso de Enrique VIII es uno de los más llamativos de la Historia. Y es que, este monarca inglés del S.XVI se casó seis veces en sus repetidos intentos por lograr un heredero varón. Su periplo comenzó cuando el segundo de los Tudor contrajo nupcias con Catalina de Aragón, la viuda de su hermano. Todo parecía ir bien entre ambos hasta que, en 1520, el monarca conoció a Ana Bolena. Cautivado por ella, solicitó a la Iglesia la separación para casarse con ella.

Digamos que esa proposición no gustó demasiado a los católicos, por lo que Enrique decidió separarse de ellos, formar su propia Iglesia (la anglicana) y nombrarse máximo responsable de la misma. Una de sus primeras medidas fue la de aprobar el divorcio, lo que hizo que pudiera separarse de Catalina y casarse con Ana Bolena. Parecía que todo le había ido bien, pero su nueva esposa tampoco consiguió darle un hijo varón, por lo que la acusó de adulterio, traición y la mandó ajusticiar.

Enrique se casó cuatro veces más y el resto de sus esposas no tuvo mejor suerte. Tampoco le sonrió la fortuna al monarca, obsesionada cuyo único descendiente varón murió cuando era un adolescente.

Desvelan por fin el misterio de la supuesta tumba del padre de Alejandro Magno


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  • Un nuevo estudio afirma que los restos hallados en Vergina se corresponden con los de Filipo II
Wikimedia Filipo II fue un gran monarca y un diplomatico ejemplar

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Filipo II fue un gran monarca y un diplomatico ejemplar

Si por algo se destacó Filipo II de Macedonia (más conocido por ser el padre de Alejandro Magno), es por ser un guerrero y un político que –a pesar de ser querido por su pueblo- acabó sus días asesinado en la ciudad griega de Egas (actualmente Vergina) cuando apenas llegaba al medio siglo de vida. Sin embargo, su recuerdo se ha mantenido vivo en la Historia hasta ahora, en parte por su hijo, y en parte porque logró convertir el lugar del que provenía en uno de los más poderosos de Grecia. Todo, a base de escudos y lanzas.

La importancia de este monarca del S.IV (dirigió Macedonia desde el 359 al 336 A.C.) fue tal que, cuando en 1970 un grupo de arqueólogos halló una ostentosa tumba en Vergina en la que se alojaban los restos de un esqueleto con sus características, los expertos se exaltaron ante la idea de que allí pudiera yacer el gran Filipo. Con todo, y a pesar de que se han realizado varias pruebas desde entonces, no se había logrado saber si aquellos huesos eran o no del gran rey de Macedonia. Al menos, hasta ahora, pues un nuevo estudio realizado por Theodore Antikas y Laura Wynn-Antikas afirma haber desvelado al fin el misterio.

Y es que, tal y como afirman estos expertos en una investigación publicada en la revista especializada «International Journal of Osteoarchaeology», han logrado descubrir al fin que uno de los dos cuerpos hallados en la tumba pertenece a Filipo II. Todo ello, gracias a una serie de pruebas realizadas mediante tomografía computarizada (un novedoso sistema que permite crear imágenes transversales del cuerpo en base a un análisis previo de los restos mediante rayos X).

A su vez, los expertos han corroborado también algo que ya había sido desvelado con anterioridad: que el cuerpo que yace junto a Filipo II es el de una mujer de unos 30 años cuyo padre sería Ateas, un monarca de Escitia (una civilización ubicada en la actual Turquía). Así pues, este estudio ha acabado finalmente con la teoría de que los restos femeninos se correspondían con los de Cleopatra (una idea que, por otro lado, ya había sido desechada el pasado 2014) y ha puesto de manifiesto que son los de la séptima mujer del rey.

Los restos desvelan el misterio

Para llegar a la conclusión de que el esqueleto encontrado es el del padre de Alejandro Magno, los Antikas se basan en sus características. Y es que, los huesos se corresponden con los de un hombre que no había cumplido todavía 50 años (aproximadamente la edad que tenía Filipo al morir) y que montaba mucho a caballo. Esto, según afirma la revista «Forbes», queda en evidencia gracias a que su espalda cuenta con dos discos herniados y a que varios de sus huesos muestran un desgaste que sólo podrían tener si fuesen los de un jinete-.

Finalmente, las múltiples heridas que muestran los restos -las cuales se agrupan en la cara (donde Filipo sufrió una de sus cicatrices más destacadas) y el torso- se corresponden con las que sufrió el monarca según la Historia. Entre ellas, destaca que han hallado una lesión en la palma de su mano que se corresponde con una similar narrada en los libros de Historia.

Otras marcas óseas en las costillas sugieren además que el sujeto tuvo una enfermedad en los pulmones, algo –de momento- inútil, pues los investigadores no han logrado determinar su origen y si el monarca sufrió una similar durante sus últimos años de vida.

La homosexualidad y otros falsos mitos sobre la Antigua Grecia


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  • Los griegos practicaban la pederastia como una forma de introducción de los jóvenes (ya en la pubertad) a la sociedad adulta, pero las relaciones entre adultos eran vistas de forma negativa entre personas del mismo estatus social
ABC El rapto de Ganimedes por el dios griego Zeus. Óleo de Eustache Le Sueur. 1650.

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El rapto de Ganimedes por el dios griego Zeus. Óleo de Eustache Le Sueur. 1650.

La homosexualidad en la Antigüedad es un tema que la mayor parte de la historiografía ha evitado de forma premeditada hasta hace poco tiempo. El resultado es un concepto equivocado e idealizado de lo que era tolerado socialmente en el periodo. Sin ir más lejos, en ocasiones se confunde la homosexualidad entre adultos, reprobada gravemente entre el pueblo, con las relaciones entre un adulto y un joven, la pederastia, que estaban instrumentalizadas en algunas ciudades como parte de la formación de los adolescentes procedentes de la aristocracia, pero que también era vista como inaceptable en algunos periodos. En definitiva, y así lo denuncian distintos autores desde hace años, las generalidades han transmitido una visión desdibujada de la realidad sexual en la Antigua Grecia y en la civilización que posteriormente recogió su legado, Roma.

La literatura y la mitología grecolatina están repletas de personajes bisexuales y de referencias a prácticas homosexuales entre hombres. El propio Zeus, «el padre de los dioses y los hombres», tenía a un joven troyano, Ganimedes, como a uno de sus amantes favoritos. La ambigua relación entre el héroe más popular, Aquiles, y su fiel pupilo Patroclo en «La Ilíada» de Homero fue vista por los propios autores griegos como una clara referencia homosexual. Precisamente por las muchas referencias, resulta sorprendente que casi ningún historiador abordara de forma clara el asunto hasta el siglo XX. Tras un largo periodo marcado por la censura en temas de homosexualidad, no se publicó un libro en inglés que tratara en exclusiva el tema histórico de la homosexualidad hasta 1978, «Homosexualidad griega» de K. J. Dover, que provocó airadas protestas en Grecia. Desde entonces, el tema se ha inundado de imprecisiones y generalidades de tintes literarios.

La pederastia como un instrumento social

Lo primero que hay que comprender a la hora de estudiar qué prácticas sexuales eran aceptadas en la Grecia clásica es que el país estaba conformada por diversas ciudades estados, donde la legislación, la forma de gobierno y la concepción social podía variar profundamente en cuestión de pocos kilómetros, y que la mayoría de fuentes que han sobrevivido son de procedencia y enfoque ateniense. Lejos del concepto moderno de homosexualidad entre adultos, los griegos practicaban la pederastia como una forma de introducción de los jóvenes (ya en la pubertad) a la sociedad adulta. Un mentor asumía la formación militar, académica y sexual de un joven –que no era considerado ni legal ni socialmente un hombre– hasta que alcanzaba la edad de casamiento. Lo tardío de los matrimonios y el papel limitado de la mujer en la sociedad alentaban este tipo de prácticas.

En Atenas, la ciudad que condenó a muerte a Sócrates «por corromper a la juventud», la pederastia era principalmente una costumbre aristocrática. La alta sociedad ateniense alentaba a los maestros a tomar por alumnos a jóvenes (de entre 15 y 18 años) para iniciarlos tanto sexualmente como académicamente. La pederastia llegó incluso a estar rígidamente reglamentada: se condenaba a los parientes de los jóvenes que convertían el proceso en una «subasta» y a los menores que vendieran sus favores.

En contraposición, Esparta veía en la pederastia una forma de adiestramiento militar e incluso se ha planteado que la relación entre alumno y maestro era del tipo casto, aunque también con un componente erótico. Pero si hay un ejército que llevó a su máxima expresión esta práctica fue el tebano. El Batallón Sagrado de Tebas fue una unidad de élite griega formada por 150 parejas de amantes masculinos y creada por el comandante Górgidas. Según la narración de Plutarco, la unión entre amantes aumentaba su capacidad combativa, haciendo que la unidad permaneciera invicta hasta su única derrota en la batalla de Queronea contra Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro Magno.

Aunque la pederastia estaba aceptada como una práctica habitual entre los aristócratas –siendo objeto, no en vano, de burlas por parte de los plebeyos–, la homosexualidad entre hombres adultos despertaba en muchas ocasiones comportamientos homófobos. Las relaciones entre hombres adultos de estatus social comparable, no así con esclavos, iban acompañadas de estigmatización social dada la importancia de la masculinidad en las sociedades griegas. La única excepción de normalidad social en estos casos se daba en antiguas relaciones pederastas que habían alcanzado la edad adulta.

Otra de las controversias asociadas a la sexualidad en la Antigua Grecia es la tendencia sexual de Alejandro Magno. En la película que Oliver Stone realizó en 2004 sobre el conquistador macedonio –una región considerada bárbara por los griegos pero de gran influencia helenística y hoy dentro de las fronteras de Grecia– se presenta a Alejandro como alguien abiertamente bisexual (sobre todo en la versión extendida). De su biografía conocida se desprende que se casó con varias princesas de los territorios persas que conquistó (Roxana, Barsine-Estatira y Parysatis) y fue padre de al menos dos niños. Los relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro con Hefestión –amigo de la infancia del macedonio– y Bagoas –un eunuco con el cual Darío III había intimado y que luego pasó a propiedad del conquistador– fueron escritos siglos después de su muerte. A falta de fuentes directas sobre este aspecto, es imposible determinar cuál fue la naturaleza exacta de la vinculación del macedonio con estos supuestos amantes, pero, de haberse producido con Hefestión, hubiera sido obligatoria mantenerla con discrepción puesto que se trataba del tipo de homosexualidad entre adultos que estaba estigmatizada en Grecia. No así la mantenida con un esclavo como Bagoas.

Roma, los emperadores homosexuales

La homosexualidad en la Antigua Roma, sin ser un crimen penal –aunque lo era en el ejército desde el siglo II a.C.–, estaba mal vista en todos los sectores sociales, que la consideraban, sobre todo en lo referido a la pederastia, una de las causas de la decadencia griega. Como recuerda el historiador Adrian Goldsworthy en el libro «César, la biografía definitiva», «aquellos senadores que tenían amantes varones solían hacerlo con discrepción, a pesar de lo cual con frecuencia los opositores políticos les ridiculizaban públicamente». No obstante, el historiador Edward Gibbon recuerda en su obra que de los doce primeros emperadores solo a Claudio le interesaban exclusivamente las mujeres. El emperador Nerón fue el primero que se casó con otro hombre, un joven eunuco de palacio llamado Esporo. Y a principios del siglo III, el emperador Heliogábalo escandalizó a sus contemporáneos casándose públicamente dos veces vestido de mujer, adoptando así explícitamente el papel pasivo en la relación.

Si bien en Grecia la línea roja la marcaba el que hubiera una diferencia de edad entre los amantes, en Roma era prioritario diferenciar quien ejercía el papel de activo y quién el de pasivo, tanto a nivel sexual como social. Como ejemplo de ello, los opositores a Julio César usaron siempre los rumores de que en un viaje diplomático había mantenido relaciones homosexuales con Nicomedes IV, Rey de Bitinia, para erosionar la autoridad del dictador romano. La acusación era grave no por tratarse de una relación homosexual, la cual podía ser asumida en algunas circunstancias, sino por haber ejercido supuestamente el papel de pasivo sexual. Julio César, que siempre negó la acusación, fue de hecho un conocido casanova con predilección por las esposas de otros senadores y cargos políticos.

Con el reinado del emperador de origen hispano Trajano, que sentía gran admiración por la cultura helenística, se retornó parcialmente la práctica de la pederastia. A la conocida preferencia de este emperador por los jóvenes le siguió la que su sucesor, el también hispano Adriano, profesó especialmente a uno, el joven griego Antínoo. Tras su trágicamente muerte ahogado en el río Nilo, Adriano erigió templos en Bitinia, Mantineia y Atenas en su honor, y hasta le dedicó una ciudad, Antinoópolis.

El conspirador que asesinó a Alejandro Magno, a la esposa de éste, a sus hijos y a su madre


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  • El hijo de Antípatro es señalado por las fuentes antiguas como el ideólogo de la muerte del conquistador macedonio. Es, además, el principal responsable de la desaparición de la Dinastía argéada, que había gobernado Macedonia durante varios siglos

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MANN Alejandro combate contra el rey persa Darío III en la batalla de Issos

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Alejandro combate contra el rey persa Darío III en la batalla de Issos

El 2 de junio del 323 a. C. Alejandro Magno, el dueño y señor de Asia, participó en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa en un lujoso palacio de Babilonia. Como era costumbre en fechas recientes, el general macedonio bebió copiosamente de manos de su copero Yolas, el hijo de Antípatro, uno de los pocos hombres de la corte de Filipo II todavía vivos. Alejandro enfermó gravemente esa misma noche y pereció doce días después. ¿Quién o qué había matado al macedonio? Pese a que sus síntomas podrían encajar con los producidos por la malaria, la fiebre tifoidea o el virus del Nilo, una vez más en Macedonia el principal sospechoso de su muerte fue el uso de algún tipo de veneno.

Las objeciones de los historiadores modernos a la teoría del envenenamiento se basan en que pasaron 12 días entre el comienzo de la enfermedad y su muerte, sin que en el mundo antiguo se conocieran venenos que tuvieran efectos de tan larga duración. Sin embargo, un estudio reciente del Centro Nacional de Venenos de Nueva Zelanda, publicado en la revista «Clinical Toxicology», apunta una sustancia tóxica que encajaría en la muerte de Alejandro. El «Veratrum álbum», más conocido como ballestera o eléboro blanco, es una planta de las familias de las liliáceas que crece en el centro y sur de Europa. Se sabe que los griegos ya conocían las propiedades de la planta y la usaban como tratamiento para inducir el vómito, pero también era capaz de provocar una muerte lenta y dolorosa en grandes cantidades.

Según la tradición antigua, el supuesto veneno fue arrojado por el copero real Yolas bajo instrucciones de Casandro de Macedonia –ambos hijos de Antípatro–, que se encargó de transportar la sustancia a Babilonia con una mula. También es posible que la tradición culpe a Casandro de la muerte de Alejandro más por sus pecados posteriores que por ser el auténtico responsable, pero el sanguinario empeño del hijo de Antípatro por hacer desaparecer a toda la estirpe del conquistador le convierte en un sospechoso recurrente. Fue, además, un personaje brutal y casi inédito más allá de su faceta como conspirador profesional.

Casandro, un personaje oscuro y brutal

Antípatro de Macedonio fue uno de los más importantes y leales generales de Filipo II de Macedonia –padre de Alejandro Magno–, que, junto a Éumenes de Cardia –secretario de Filipo II y hombre de confianza de Alejandro–, Parmenión –el principal responsable de las grandes victorias contra el Imperio persa– y Clito el Negro, conformaron la vieja guardia que tuteló al imberbe joven, de 20 años, en su viaje hacia las entrañas de Asia. Cuando Alejandro abandonó Macedonia para conquistar el Imperio persa, Antípatro fue designado gobernador de Macedonia. Entre sus responsabilidades estaba la de mantener la paz en Grecia y la de velar por la seguridad de la madre de Alejandro, Olimpia de Epiro, quien no podía ser catalogada precisamente de mujer de trato fácil.

Las relaciones entre Antípatro y Olimpia se deterioraron rápidamente tras la partida de Alejandro, hasta el punto de que la madre del conquistador fue obligada a exilarse al Epiro, lugar de procedencia de la reina madre, en 331 a. C. Las cartas de Olimpia alertando de las intrigas de Antípatro llevaron a Alejandro a reclamar la presencia del veterano general de su padre en Babilonia un año antes de fallecer. Sin embargo, el gobernador de Macedonia envió en su nombre a dos de sus hijos, Casandro y Yolas, para defender su causa.

Fue en este contexto de rumores de sables cuando se produjo la muerte de Alejandro Magno. La ambigüedad en las últimas palabras de Alejandro condenó a su familia a la muerte y a su imperio a una lenta desintegración. «¿A quién le dejas tu puesto?», le interrogaron en su lecho de muerte. «Al más fuerte» (Krat’eroi), respondió según algunos presentes, pero posiblemente dijo «a Crátero» (Krater’oi), el nombre de su compañero más leal y el sucesor perfecto, solo superado por el recientemente fallecido Hefestión. No obstante, Crátero no estaba presente en el lecho de muerte –según algunas fuentes se preparaba precisamente para viajar a Macedonia a destituir a Antípatro por orden de Alejandro– y no guardaba ambiciones de ocupar el puesto.

ABC Roxana con Alejandro IV, hijo del general macedonio

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Roxana con Alejandro IV, hijo del general macedonio

Antípatro y su hijo Casandro, hasta entonces un desconocido en la escena política y militar de la época, se alzaron como dos importantes actores en las llamadas Guerras de los Diádocos (o los Sucesores) que enfrentaron a los sucesores de Alejandro entre sí por hacerse con las tierras conquistadas por éste. En medio del conflicto sucesorio, los escasos familiares de Alejandro se vieron envueltos en una vorágine de asesinatos. El primer damnificado fue el único hermano vivo del macedonio, Filipo Arrideo, hijo ilegítimo de Filipo II de Macedonia y de una bailarina de Tesalia, que se convirtió en un instrumento político en manos de Antípatro, quien conservó la regencia de Macedonia, y posteriormente de su hijo.

Si Alejandro Magno no había asesinado a Filipo Arrideo, como era costumbre para reducir las intrigas palaciegas, era porque tenía mermadas sus capacidades mentales y se le consideraba una reencarnación de la diosa Gaia, pero su coronación como Rey de Macedonia levantó el odio de Olimpia, quien defendía los derechos del hijo que había tenido el conquistador con la princesa bactriana Roxana. En el 317 a. C., el Rey Filipo III Arrideo y su esposa Eurídice fueron mandados asesinar por Olimpia de Epiro, que se encontraba exiliada en su reino natal junto a su nieto, la esposa de Alejandro y un antiguo aliado de Antípatro, Poliperconte.

No en vano, la muerte de Antípatro había entregado el poder real de Macedonia a Casandro en 319 a. C. Aunque el veterano general dejó estipulado en su testamento que le sucediera en la regencia de Macedonia su compañero Poliperconte, las intrigas de Casandro forzaron a éste a huir del reino para unirse a Olimpia. Y pese a que Poliperconte cosechó varios éxitos militares inicialmente, Casandro consiguió capturar a Olimpia en Pidna y dispuso su muerte en el 315 a. C. Según el relato que ha llegado a nuestros días, el hijo de Antípatro ordenó a los soldados macedonios que mataran a Olimpia, pero se negaron alegando que ellos no matarían nunca a la madre de su mítico jefe. Después de este fracaso pretendió ganar terreno con la difamación y la calumnia hacia Alejandro. Pero los nobles macedonios no estaban de acuerdo con este comportamiento y comenzaron a retirarle su apoyo. El recuerdo del gran Alejandro pesaba todavía mucho. Fue entonces cuando Casandro urdió una de sus habituales tramas sangrientas: acudió a los parientes de Eurídice, esposa de Filipo Arrideo, y los convenció para participar en una conjura contra la asesina de su familiar. Así terminó sus días la madre del dueño de medio mundo.

Quizá por miedo a levantar al pueblo macedonio contra su gobierno, Casandro conservó con vida a Roxana, la viuda de Alejandro, y a su hijo Alejandro IV, también capturados junto a Olimpia en Pidna, aunque prohibió tratarlos como miembros de la familia real. Sin embargo, en el año 311 a. C, Casandro reconoció frente a otros sucesores de Alejandro al hijo legítimo de éste como futuro rey a cambio de conservar el control de Macedonia y Grecia hasta que el joven llegase a la mayoría de edad. Por supuesto, el hijo de Antipatro no estaba dispuesto a ceder el poder y, menos de un año después, asesinó al joven rey Alejandro IV, de 13 años, y a su madre, Roxana, poniendo fin a la Dinastía argéada que había gobernado Macedonia durante varios siglos.

Asimismo, Poliperconte –el viejo aliado de Olimpia– proclamó Rey a Heracles, el supuesto hijo de Alejandro Magno con la noble persa Barsine, pero Casandro le sobornó, e hizo que le ejecutase en el 309 a.C, así como a su madre. Después de aquello, la posición favorable de Casandro en Grecia y Macedonia le permitió proclamarse rey en el 305 a. C. Solo la muerte del macedonio, por hidropesía, en el 297 a.C. puso punto final al interminable baño de sangre.

La historia de Diógenes de Sinope: el filósofo griego que vivía en la indigencia


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  • Residía en una tinaja, comía junto a los perros y hacía todas sus necesidades en público. Hoy en día, «el síndrome de Diógenes» designa un trastorno del comportamiento que se caracteriza por el total abandono personal y por la acumulación de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos
La historia de Diógenes de Sinope: el filósofo griego que vivía en la indigencia

ABC | «Diogenes sentado en su tinaja», cuadro de Jean-Léon Gérôme (1860).

Antes de partir a la conquista de Asia, Alejandro Magno se detuvo en Corinto y pidió conocer «al filósofo que vivía con los perros», o al menos eso cuenta una leyenda de larga tradición. El joven macedonio quedó asombrado con Diógenes de Sinope, pues no se parecía a ningún sabio que el joven macedonio, educado por Aristóteles, hubiera conocido o imaginado nunca: dormía en una tinaja y se rodeaba las veinticuatro horas del día por una jauría de perros. Alejandro entabló conversación con el entonces anciano y, horrorizado por las condiciones en las que vivía, le preguntó si podía hacer algo para mejorar su situación. «Sí, apartarte, que me estás tapando el Sol», contestó el filósofo de malas maneras al que era ya el dueño de Grecia. No en vano, según la leyenda, el macedonio no solo aceptó el desplante sin enfadarse, sino que le mostró su máxima admiración: «De no ser Alejandro, yo habría deseado ser Diógenes».

Perteneciente a la escuela cínica, que consideraba que la civilización y su forma de vida era un mal en sí mismo, Diógenes de Sinope llevó hasta el extremo las ideas del fundador de esta filosofía, Antístenes. Lejos de lo que hoy se entiende por cinismo (tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana y a expresar esta actitud mediante la ironía y el sarcasmo), las ideas de Antístenes buscaban alcanzar la felicidad deshaciéndose de todo lo superfluo. Así, este discípulo directo de Sócrates se retiró a las afueras de Atenas para vivir bajo sus propias leyes, sin obedecer a las convenciones sociales. No obstante, fue su aventajado discípulo, Diógenes, quien hizo célebre su obra a través de la indigencia más absoluta.

Poco se sabe sobre la infancia de Diógenes, nacido en la colonia griega de Sínope (en la actual Turquía) en el 412 a. C, salvo que era hijo de un banquero llamado Hicesias. Ambos se dedicaban a fabricar monedas falsas, algunos historiadores han sostenido que con fines políticos y no por lucro personal, hasta que fueron desterrados por esta causa a Atenas. Los arqueólogos, de hecho, han podido corroborar el episodio a través del gran número de monedas falsificadas con la firma de Hicesias, el oficial que las acuñó, encontradas en el lugar de nacimiento del filósofo.

Vestido solo con una humilde y roída capa

Decepcionado por la superficialidad de los atenieses y sus rigores sociales, el joven filósofo conoció a Antístenes –un discípulo de Sócrates que, según Platón, estaba presente durante su suicidio–. Diógenes tomó al pie de la letra las enseñanzas de su maestro, entregándose a una vida de extrema austeridad con la pretensión de poner en evidencia la vanidad y artificiosidad de la conducta humana. Así estableció su vivienda en una tinaja, que solo abandonaba para dormir en los pórticos de los templos, se vistió con una humilde capa y comenzó a caminar descalzo sin importarle la estación del año. Sin embargo, según cuenta el mito sobre su vida, para el griego nada era lo suficientemente humilde y siempre encontraba nuevas formas de reducir su dependencia por lo material. En una ocasión, vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: «Este muchacho –dijo– me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas», y tiró su escudilla (un recipiente semiesférico usado para trasladar líquidos). También se despojó de su plato al ver que a otro niño, al rompérsele el suyo, puso las lentejas que comía en la concavidad de un trozo de pan.

La actitud de Diógenes, no en vano, podía pasar en ocasiones por la de un provocador obsceno o la de un elemento subversivo. Además de hacer sus necesidades a la vista pública, como prueba de que ninguna actividad humana es tan vergonzosa como para requerir privacidad, se masturbó en el Ágora, la principal y más transitada plaza de Atenas, sin más explicación que «¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!». Y, entre las numerosas anécdotas sobre su vida, también destaca por ofensiva la actitud que padeció un adinerado hombre que tuvo la osadía de invitarle a un banquete en su lujosa mansión con la única prohibición de que no escupiera en su casa. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse.

Por supuesto, la mayoría de estas historias caminan entre el mito y la realidad, y sirven sobre todo para trazar el retrato de un hombre que, a pesar de vivir de forma diferente al resto, casi en la indigencia, era admirado por la mayoría de atenienses. El «Sócrates delirante», como le llamaba Platón, era respetado por su crítica a las diferencias de clase y su desdén por las normas de conducta social. Y dentro de la doctrina de los cínicos, los animales eran el ejemplo perfecto de cómo alcanzar la felicidad a través de esta rebelde autosuficiente. Quizá por ello, Diógenes se rodeó de una jauría de perros con la que, relata el mito, compartía su comida y dormía agazapado. Pero lejos de ser alguien carente de humanidad, Diógenes despreciaba a los hombres de letras por leer los sufrimientos de «Odiseo» desde la distancia mientras desatendían los suyos propios y abogaba por preocuparse por las cosas verdaderamente humanas, sin artificios ni tintas de por medio.

Capturado por piratas y vendido como esclavo

Sin conocerse realmente las circunstancias que le llevaron a Corinto, donde tendría el encuentro con Alejandro Magno, la leyenda sostiene que Diógenes fue capturado por unos piratas y vendido como esclavo cuando se dirigía a Egina (Islas Sarónicas, Grecia). Fue comprado por un aristócrata local, Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le convirtió en tutor de sus dos hijos. Pasó el resto de su vida en esta ciudad, donde de la misma forma son fértiles las estrambóticas anécdotas sobre el comportamiento del filósofo. Precisamente, a cuenta de su muerte, también se han escrito diferentes y fabuladas versiones. Según una de ellas, murió de un cólico provocado por la ingestión de un pulpo vivo. No en vano, la más excesiva asegura que falleció por su propia voluntad: reteniendo la respiración hasta quedar sin vida. «Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado», fueron sus últimas palabras. Su ocaso aconteció el mismo año, el 323 a. C., que el gran Alejandro.

En la actualidad, se designa al «Síndrome de Diógenes», en referencia al filósofo, como el trastorno del comportamiento que se caracteriza por el total abandono personal y social y la acumulación en el hogar de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos. En 1960 se realizó el primer estudio científico de dicho patrón de conducta, bautizándolo en 1975 con el nombre del estrambótico filosofo. No obstante, desde el punto de vista histórico la vinculación de este trastorno con el comportamiento austero del griego es incorrecta, puesto que la acumulación de cualquier tipo de cosas es lo contrario a lo predicado por aquel hombre que vivía en una tinaja.