Descubren la colorida tumba de un escriba real en Luxor


El Mundo

Tumba del escribano real de la época ramésida descubierta en el sur de Egipto MINISTERIO DE ANTIGÜEDADES EGIPCIO

Tumba del escribano real de la época ramésida descubierta en el sur de Egipto MINISTERIO DE ANTIGÜEDADES EGIPCIO

Un hueco, descubierto fortuitamente durante unas tareas de limpieza, ha abierto la puerta a un nuevo y colorido hallazgo bajo las arenas de Luxor, la antigua Tebas de los faraones. Una misión japonesa ha localizado una tumba que pertenecería a un escriba real que vivió en época ramésida (de los siglos XIII a XI a.C.) en el sur de Egipto.

«Encontramos un gran agujero en el muro norte durante la limpieza de la zona oriental del patio delantero de la tumba de Userhat [alto funcionario del faraón Amenhotep III, abuelo de Tutankamón]», relata el nipón Jiro Kondo, profesor de Arqueología de la universidad Waseda de Tokio y director de la misión que ausculta la sepultura TT47 en la orilla occidental de Luxor, a unos 600 kilómetros al sur de El Cairo.

«Tras deslizarnos por la abertura, nos percatamos de que conducía hacia la pared sur de una de las estancias de la recién descubierta tumba de Jonsu», detalla el experto. El primer examen de la sepultura –ubicada en la necrópolis de El Joja– ha arrojado algunos datos de su dueño: Jonsu, un escriba real «de renombre» -como le retratan los jeroglíficos hallados en el interior- que debió desarrollar su labor en época ramésida (1292-1069 a.C.), un período en el que gobernaron once faraones bajo el nombre de Ramsés.

A pesar de los achaques del tiempo, la tumba en forma de T -con el acceso principal sepultado por los escombros y en dirección hacia el este- guarda entre sus muros una colección de escenas talladas en la piedra que aún conservan retazos de los vivos colores de antaño. Así, la pared norte junto a la puerta muestra el barco solar del dios naciente Ra Atón mientras es adorado por cuatro babuinos. En otras áreas de la oquedad, como el muro oriental, Jonsu y su esposa rinden culto a Osiris, la deidad de la resurrección, y su cónyuge Isis, la gran diosa madre en la mitología egipcia. Ambas figuras, despedazadas, aparecen también en la zona norte.

«Por desgracia la mayoría de las pinturas murales de la sala transversal han desaparecido», apunta Kondo, cuyo equipo confía en desentrañar nuevos secretos cuando se retiren los grandes bloques de piedra que se acumulan en la cámara interior de la tumba, que desde el acceso hasta la última estancia mide unos 4,6 metros. De momento, el egiptólogo japonés reconoce que las decoraciones que permanecen en el techo se hallan en mejor estado que las que lucen los muros.

La misión de Kondo firmó un sonado hallazgo a principios de 2014 al desvelar la tumba de un jefe de la fábrica de cerveza de época ramésida en la necrópolis tebana, también durante la limpieza de la cercana sepultura de Userhat. El difunto, Jonsu Im Heb, era el máximo responsable de la factoría y los almacenes de cerveza dedicados a la gran diosa madre Mut. Su enterramiento fue un descubrimiento formidable por la conservación de su interior. Las coloridas estampas que adornan muros y techos aportaron detalles de la vida cotidiana, las relaciones familiares y las ceremonias religiosas.

El salvaje asesinato de Francisco Pizarro y el misterio de su tumba


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  • Como recuerda la historiadora Carmen Martín Rubio, el Cabildo de Lima identificó en 1881 de forma errónea los restos del conquistador. Tuvo que pasar un siglo y una controversia a nivel científico hasta que se recuperó su auténtica tumba
 Retrato moderno de Francisco Pizarro basado en las descripciones físicas de los textos - Wikimedia

Retrato moderno de Francisco Pizarro basado en las descripciones físicas de los textos – Wikimedia

En su último año de vida, Francisco Pizarro parecía que iba a gozar al fin de los dulces frutos de sus conquistas. A pesar de los fantasmas que le perseguían a sus 63 años, el extremeño vivía feliz en su recién construido palacio de Los Reyes junto a la bella Angélica Yupanqui. Había sido un solterón empedernido, pero, empeñado en que los españoles entroncaran con la población local, se casó al final de su vida con mujeres indígenas a modo de ejemplo. Disfrutaba de cierta calma, aplastada la rebelión de su viejo aliado, Diego de Almagro, hasta que una brutal muerte le sorprendió en su palacio.

El conquistador casi sobrevivió a todo. A la ingrata tierra extremeña, al duro viaje a través del Atlántico y a una lucha contra millares de guerreros incas, pero no pudo hacer nada contra la ira de sus propios compatriotas. Cuando Pizarro pensaba que moriría de viejo rodeado de sus hijos, su esposa y sus fieles hermanos, junto a los cuales había dado muerte al traicionero de Almagro, irrumpieron los almagristas el 26 de junio de 1541, hace 475 años, en el palacio del extremeño para darle «tantas lanzadas, puñaladas y estocadas que lo acabaron de matar con una de ellas en la garganta», según la descripción de un cronista.

Terminaba con puñaladas una vida marcada por las armas y las aventura. Nacido en la localidad de Trujillo (Extremadura), Francisco Pizarro era un hijo bastardo de un hidalgo emparentado con Hernán Cortés, que combatió en su juventud junto a las tropas españolas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia. En 1502, se trasladó a América en busca de fortuna y fama, donde oyó historias sobre un rico territorio al sur del continente que los nativos llamaban «Birú» (transformado en «Pirú» por los europeos). Francisco Pizarro, de 50 años de edad, decidió unir sus fuerzas con las de Diego de Almagro, de orígenes todavía más oscuros que el extremeño, y con las del clérigo Hernando de Luque para internarse en el sur del continente.

Los almagristas vengan a su líder

Una vez finalizada la conquista de esa tierra mítica, las riñas internas entre los partidarios de Almagro y los de Pizarro, que luchaban por delimitar los territorios que pertenecían a cada uno de los bandos, entraron en conflicto armado en 1535. Tras un choque entre facciones, conocido como la batalla de Las Salinas, Pizarro cogió prisionero a Almagro y lo condenó a muerte. El conquistador suplicó por su vida, a lo cual respondió uno de los hermanos de Pizarro, Hernando, diciendo: «Sois caballero y tenéis un nombre ilustre; no mostréis flaqueza; me maravillo de que un hombre de vuestro ánimo tema tanto a la muerte. Confesaos, porque vuestra muerte no tiene remedio». Finalmente, fue ejecutado el 8 de julio de 1538 en la cárcel por estrangulamiento de torniquete y su cadáver decapitado en la Plaza Mayor de Cuzco.

En medio de la relativa calma que siguió a la muerte de Almagro, Francisco Pizarro seguía conservando su vitalidad, jugaba a los bolos y a la pelota a diario, así como sus hábitos y vestimentas austeras. «Usaba un sayo de paño negro con los faldamentos hasta el tobillo y el talle a los medios pechos y unos zapatos de venado blancos y un sombrero blanco y su espada y su puñal a la antigua», describe Agustín de Zárate sobre la despreocupada ropa de Pizarro, que vestía a la antigua, esto es, como en otro tiempo. A sus 63 años, el extremeño ya era un anciano, un hombre de otro tiempo que disfrutaba mezclándose con el pueblo y observando cómo la ciudad de Lima crecía un poco más cada día.

Lo cual no significa que Pizarro esperara ocioso el final de sus días. Como explica la historiadora Carmen Martín Rubio –autora de «Francisco Pizarro: el hombre desconocido» (Ediciones Nobel)–: «El decreto dado al teniente de Arequipa el 7 de mayo de 1541, sobre mes y medio antes de su muerte, atestigua fehacientemente la fuerza física y mental que Pizarro poseía en esos momentos. (…) tenía determinado comenzar en el próximo verano otra guerra contra el Inca (Manco Inca); es decir, unos seis o siete meses más tarde…».

Y entonces le llegó la muerte. Ante las amenazas de muerte que le llegaban de los partidarios de Diego de Almagro el Joven, hijo de su antiguo compañero de armas, Pizarro aumentó la seguridad en su palacio y, tal vez por estos temores, el día de su muerte pidió que se oficiara misa en su residencia. No se equivocaba el extremeño, puesto que los almagristas le esperaban junto a la iglesia para coserle a cuchilladas. No obstante, al ver que permanecía en su palacio, el grupo armado se dirigió allí al grito de «Viva el rey, muera el traidor», provocando una enorme espantada entre los acompañantes del conquistador del Perú.

Relata Pedro Pizarro que «todos los que se hallaban en la sala salieron corriendo, incluso el teniente gobernador Juan Velázquez con su vara de mando en la boca, y que se tiraron por las ventanas que daban al río Rimac… dejando solos al gobernador, a su hermano y a dos pajes».

Un error con la tumba durante un homenaje

Francisco Pizarro y su hermano Martín murieron a manos del grupo de almagristas. El extremeño se defendió «bravamente» y fueron necesarias al menos 20 heridas de espada para acabar con su vida. Tras uno de lo mayores magnicidios de la historia de la Edad Moderna, los agresores obligaron a las autoridades de Lima a nombrar gobernador al joven Diego Almagro y forzaron que Francisco Pizarro fuera enterrado de forma casi clandestina, según señala Henry Kamen, en un patio de la catedral de la ciudad. Y precisamente aquí empieza la otra parte del desgraciado ocaso de Pizarro. Las tumbas y diretes.

Los investigadores, sin embargo, hallaron en el lugar una momia que creyeron la de Pizarro y la colocaron en un mausoleo, situado en la parte derecha de la catedral

Como narra la historiadora Carmen Martín Rubio en su obra, Pizarro había dejado escrita su voluntad de ser enterrado «en la iglesia mayor de esta Ciudad de los Reyes, en la capilla mayor de la dicha iglesia». Con el paso de las décadas los restos de Pizarro sufrieron distintos traslados hasta que, en 1623, se decidió su definitivo emplazamiento: en la bóveda sepulcral debajo de la capilla mayor de la Catedral de Lima. Allí permanecieron hasta que, en 1881, el cabildo de la ciudad estableció una comisión para exhumar e investigar sus restos como conmemoración del 340 aniversario de su muerte.

Sin excesivo rigor, los investigadores hallaron en el lugar una momia que creyeron la de Pizarro y la colocaron en un mausoleo para la ocasión, situado en la parte derecha de la catedral. La comisión defendió que se trataba del extremeño porque, según su informe, el cadáver mostraba marcas de derrames sanguíneos producidos por heridas en la cabeza, cuello y extremidades.

Durante más de un siglo esa momia representó al conquistador del Perú y fue el objeto de sus actos de homenaje, sin que nadie sospechara que no se trataba de los restos de Pizarro. El 18 de julio de 1977, unos operarios encontraron durante unos trabajos de remodelación en la catedral una caja de plomo y otra de madera. En la de madera se hallaron huesos. Por su parte, en el interior de la de plomo había un cráneo y una inscripción inequívoca: «Aquí está la cabeza del señor marqués Don Francisco Pizarro que descubrió y ganó los reinos de Perú y puso en la real Corona de Castilla». Se abría el misterio: ¿cuáles eran los auténticos restos de Pizarro?

El final al misterio y a la polémica

Los sucesivos análisis arqueológicos no terminar de despejar el misterio sobre los restos de Pizarro. En un principio se dijo que los huesos de la caja pertenecían a un adulto, una mujer y dos niños, pero, incluso cuando el arqueólogo Hugo Ludeña aseguró que se trataba de Pizarro, la polémica siguió abierta. Al no alcanzarse un acuerdo en la comunidad científica, los investigadores decidieron abrir también la urna donde reposaba la momia del supuesto Pizarro. Dos antropólogos forenses procedentes de EE.UU. confirmaron las sospechas: aquella momia pertenecía a cualquier persona menos a un soldado del siglo XVI; en tanto, se procedió a trasladar los restos de las cajas a una capilla ubicada en la parte derecha de la catedral.

Se confirmó que se trataba de Pizarro en base a las 16 heridas punzo cortantes y de la huella de otras cicatrices en los hueso

El solemne traslado no significó el final de la polémica. Distintos historiadores continuaron desconfiando de los procedimientos empleados y exigieron nuevos estudios. Tras una investigación radiológico sobre el esqueleto, a cargo de la doctora Ladis Delpino (Universidad Cayetano Heredia), se confirmó que se trataba de Pizarro en base a las 16 heridas punzo cortantes y de la huella de otras cicatrices en los huesos, que correspondría con la forma en la que murió el extremeño y con heridas documentadas a lo largo de su vida.

Y por si aún cabía alguna duda, entre el año 2006 y el 2008 el arqueólogo forense Edwin Raúl Grenwich, de la Universidad de San Marcos, realizó análisis bio-arquiométricos que parecen haber dado al fin carpetazo al misterio. No en vano, Grenwich identificó los restos como los de un hombre diestro, robusto, de 1,74 centímetros, y que al fallecer tenía entre 50 y 68 años en el momento de su muerte.

La profética tumba del Papa maldito que pactó con el Diablo


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  • La historia de Silvestre II está repleta de leyendas y exageraciones, que derivan básicamente de su interés por la ciencia árabe y por haber vivido el simbólico cambio de milenio al frente de la Iglesia
Silvestre II y el Diablo en una ilustración de 1460 - Wikimedia

Silvestre II y el Diablo en una ilustración de 1460 – Wikimedia

La archibasílica de San Juan de Letrán en Roma fue antes que la de San Pedro el epicentro del poder pontificio y la morada eterna de algunos papas medievales. Entre estos destaca la tumba dedicada al enigmático pontíficeSilvestre II, también conocido como el Papa Mago o el Papa Druida, a la que se le achaca el poder de predecir la muerte de los sucesores de San Pedro. Así, el sepulcro destila agua y registra ruidos de huesos cuando el fallecimiento de un pontífice es inminente. O al menos eso dice una leyenda surgida en medio del ruido del cambio del primer milenio.

Grabado de Silvestre II- ABC

Grabado de Silvestre II- ABC

La historia de Silvestre II está repleta de leyendas y exageraciones, que derivan básicamente de su curiosidad por la cultura druida, su pasión por la ciencia árabe y por haber vivido al frente de la Iglesia el cambio de milenio. Gerberto de Aurillac fue, además, el primer pontífice francés en ocupar el sillón de San Pedro en el año 999, en plena efervescencia de las profecías que anunciaban el fin del mundo.

Gerberto se educó en el monasterio de Aurillac, siendo de orígenes humildes, y posteriormente estudió en Reims y Cataluña, donde fue iniciado en las ciencias de los árabes. Bajo la protección del conde Borrell II, el joven se formó en Barcelona y más tarde entró en contacto con maestros árabes de Córdoba y Sevilla. Así se apasionó por la ciencia un hombre que llegó a convertirse en un experto astrónomo y matemático, algo que en la Europa cristiana de aquellos años no solo era atípico sino propio de magos.

El Papa mago, cuyos poderes eran la ciencia

A Gerberto de Aurillac se le atribuye haber introducido en Francia el sistema decimal y el cero, construir uno de los primeros globos terrestres y un reloj de péndulo, y, lo que resulta más inverosimil, inventar una cabeza parlante que respondía a todo lo que se les preguntaba e incluso predecían el futuro. La biografía del Papa Druida mezcla así continuamente datos reales con imposibles. Se contaba que de niño había vivido en una cueva junto a un temible ermitaño de quien había heredado los perdidos poderes mágicos de los druidas celtas. A los 12 años unos monjes lo vieron tallando una rama para hacerse un tubo con el que observar las estrellas, y se lo llevaron a estudiar a la abadía.

Tras pasar su infancia en la abadía y su juventud en la Península Ibérica, Gerberto estuvo una temporada como maestro del joven Emperador Otón III, al que acompañó a Italia para su coronación. Allí Gregorio V le nombró arzobispo de Rávena en 998 (a causa de disputas con el anterior Papa nunca le fue devuelto el arzobispado de Reims, que había portado por un tiempo) y cuando Gregorio V murió, el 18 de febrero de 999, Gerberto fue elegido su sucesor gracias a la influencia del Emperador y a su creciente poder en Roma. Tomó el nombre de Silvestre, como aquel Papa que había muerto en el último día del año del siglo IV.

Silvestre II alcanzó la cabeza de Roma en medio de las salvajes luchas entre el Emperador y la nobleza local, encabezada por los condes de Tivoli y la familia de los Crescenzi, que habían desempolvado el viejo estandarte de las legiones romanas, SPQR (Senatus et Populus Que Romanorum), para oponerse a las aspiraciones de Otón III de convertir la ciudad en la capital de su imperio. Y ya por entonces aquel misterioso monje francés que acompañaba al Emperador a todos los sitios era conocido por los romanos como «el mago» y sus hábitos eran estimados como impropios de un clérigo. Pero aquel «mago» no estaba por la labor de disimular su amor por la cultura árabe y pasaba muchas horas observando la Luna y las estrellas desde la basílica de San Juan Laterano, entonces sede pontificia.

La agitación política iba a terminar de golpe con esa vida a medio camino entre la religión y la ciencia. En el año 1001, el Emperador y el Papa tuvieron que abandonar precipitadamente Roma al estallar una rebelión instigada por la nobleza local. Cuando planeaban su regreso, Otón III contrajo unas fiebres tan fuertes, quizá la malaria, que el 23 de enero de 1002 dejaron a Silvestre II sin protector. Abandonado por los alemanes, negoció con los nobles romanos un regreso como simple jefe espiritual de la Iglesia. Murió poco después, el 12 de mayo del 1003.

Más allá de su leyenda negra, el pontificado de Silvestre II es reconocido por tomar medidas contra los abusos en la vida de los clérigos causados por la simonía y el concubinato, por combatir la corrupción que inundaba la Iglesia y por la evangelización de Hungría y Polonia.

Una tumba profética

El interés por la ciencia y la cultura a través de los textos clásicos le granjeó la abierta enemistad de un sector de la Iglesia, que llegó a acusarlo de pactar con el demonio. En los antiguos códices guardados en catedrales y museos pueden encontrarse grabados en los que se representa a Silvestre II en compañía de Satanás. El periodo en el que le tocó vivir era propenso a este tipo de mitos: el primer cambio de milenio.

Aunque a partir del siglo XX muchos historiadores han cuestionado que existiera realmente un temor milenarista en toda Europa, el testimonio de un monje de la Borgoña francesa llamado Rodolfo Gabler demuestra que al menos en una parte de Europa se extendió cierto pánico. Puede que no sobre el fin del mundo pero sí sobre la llegada del Apocalipsis, que anunciaba la liberación del Diablo para el comienzo de un reinado que se prolongaría durante un milenio. Muchos interpretaron la elección de Gerberto d´Aurillac como parte de dicha profecía, la llegada del Anticristo en forma de un Papa poco convencional.

Incluso la documentación de la biblioteca de laUniversidad Gregoriana recoge la leyenda del pacto con el diablo y añade que el Papa Silvestre, protector de los monasterios de Sant Cugat del Vallès y Sant Benet del Bages, confesó su culpa antes de morir. Mientras agonizaba pidió que su cuerpo fuese mutilado y depositado en un carro tirado por bueyes. Allí donde el carro se detuviese, debía ser enterrado. No en vano, los bueyes no se pararon hasta la basílica de San Juan Laterano.

Pero sin duda la leyenda más famosa sobre Silvestre II está relacionada con su tumba, situada en una hornacina del segundo soportal inferior derecho de la basílica. Lo es porque supuestamente el sepulcro «suda» y el rumor de un crujir de huesos aflora desde el interior cuando un Papa está a punto de morir. Algunas crónicas narran incluso cómo la basílica de San Juan de Letrán se llenaba de barro por la cantidad de humedad que surge del sepulcro del Papa en esos días previos al fin de un pontífice.

¿A punto de descubrir la legendaria tumba de Nefertiti?


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  • Se utilizará un radar no invasivo en la búsqueda de la misteriosa tumba de la faraona de belleza legendaria
REUTERS El busto de Nefertiti durante una exposición en el Altes Museum de Berlín

REUTERS | El busto de Nefertiti durante una exposición en el Altes Museum de Berlín

Es uno de los secretos mejor guardados por las arenas de Egipto. Nefertiti, la reina cuya legendaria belleza y enorme poder político hizo que se abrieran para ella las puertas de la Historia, tuvo sin embargo unfinal oscuro y misterioso. Su tumba, en efecto, jamás ha podido ser encontrada. Pero ahora las cosas podrían estar a punto de cambiar.

El todopoderoso Ministerio de Antigüedades egipcio, del que dependen los tesoros arqueológicos del país de los faraones, ha dado, en efecto, su «visto bueno preliminar» para utilizar un radar no invasivo en la búsqueda de la nunca hallada tumba de Nefertiti. Y es que el conocido egiptólogo Nicholas Reeves tiene la teoría de que la cripta de la hermosa y controvertida reina permanece oculta tras uno de los muros de la tumba de Tutankamon, en el Valle de los Reyes.

Según ha manifestado Mouchira Moussa, portavoz del Ministro de Antiguedades Mamdouh el Damaty, la autorización de seguridad para el uso del radar podría estar lista en el plazo de un mes. «No va a causar daño alguno al monumento», afirmó Moussa.

Hace poco que Nicholas Reeves publicó su teoría, pero nadie hasta ahora ha podido comprobarla y se basa, por lo tanto, en una serie de evidencias circunstanciales. Reeves cree que Tutankamon, que murió a la edad de 19 años, podría haber sido enterrado a toda prisa en una cámara exterior de lo que originariamente fue la tumba de Nefertiti, que a pesar de todos los esfuerzos aún no se ha localizado.

El arqueólogo británico Howard Carter descubrió la tumba del joven faraón en el Valle de los Reyes de Luxor en 1922. Estaba intacta y llena de tesoros de incalculable valor (entre ellos la conocida máscara de oro del faraón).

Cámaras ocultas

En su artículo, Reeves afirmaba que en las imágenes de alta resolución de la tumba de Tutankamon pueden apreciarse líneas bajo la superficie de yeso de las paredes pintadas, lo que indica que podría haber dos puertas ocultas y que hasta ahora han permanecido inexploradas. Una de esas puertas podría llevar hasta la tumba de Nefertiti. Reeves argumenta, además, que el diseño mismo de la tumba de Tutankamonsugiere que fue construida para una reina, y no para un rey.

El radar, de fabricación japonesa, será operado por un experto que viajará junto a la máquina en cuanto la autorización sea oficial. Con ese dispositivo, será posible echar un vistazo a lo que hay más allá de los muros tras los que Reeves sospecha que existen por lo menos dos cámaras ocultas. El egiptólogo, que se mantiene en contacto permanente con el Ministerio de Antiguedades egipcio, llegó a El Cairo el pasado sábado, e inspeccionará la tumba acompañado por el propio Ministro.

«Estamos muy excitados –afirma el portavoz del Ministerio–. Podría no ser la tumba de Nefertiti, aunque sí una que perteneció a uno de los nobles. Pero si se tratara realmente de Nefertiti, sería algo colosal».

El carbono 14 pone fecha a la tumba de Anfípolis


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  • Katerina Peristeri, jefa del equipo de arqueólogos, reveló que la tumba debió haber sido sellada «en el siglo segundo antes de Cristo»

 

abc | Imágen de la tumba de Anfípolis

abc | Imágen de la tumba de Anfípolis

 

A finales de enero de este año el Ministerio de Cultura griego encargó realizar varias pruebas sobre los huesos que se encuentran en la cámara funeraria de la tumba de Anfípolis. Las pruebas se caracterizaban por incluir el carbono-14 (radiocarbono) de citas. Además, se utilizó el carbono-14 del material orgánico que se encuentra en el relleno de arena y grava del sellado de la tumba.

El equipo de arqueólogos de la excavación de Anfípolis recibió los resultados de esta datación por carbono-14 y la jefa del equipo, Katerina Peristeri, reveló estos resultados en una carta publicada en el periódico griego Avgi el 11 de agosto. Escribió que cree que la tumba debió haber sido sellada «en el siglo segundo antes de Cristo». Esta afirmación se sustentaba en las fechas establecidas por el carbono-14. La datación de las pruebas de los huesos indica el período de los entierros, pero los estudios del material orgánico en el relleno sugiere la fecha de cierre de la tumba.

Los resultados que dio el carbono-14 revelaron fechas que no estaban más próximas del 100 a. de C., mientras que los huesos han sido situados por el carbono 14 en un periodo similar. Estos son resultados muy significativos y descartan la especulación previa sobre una fecha romana para la tumba o para los entierros. También está claro que estos resultados aumentan la posibilidad de que al menos algunos de los huesos pueden pertenecer a los ocupantes originales de la tumba. Katerina Peristeri reafirmó que datan la construcción de la tumba en el último tercio del siglo cuarto a. de C.

Sin embargo, debido a algunas ligeras variaciones en la cantidad de carbono-14 en la atmósfera de la Tierra entre el siglo cuarto y el segundo antes de Cristo, puede ser necesario revisar la conclusión de que la tumba fue sellada en el siglo segundo antes de Cristo. Las muestras de alrededor del año 300 a. de C. dan una fecha de distribución del carbono-14 que va desde alrededor del 380 a. de C. hasta alrededor del 170 a. de C. Las muestras del 200 a. de C. hacen recaer la distribución de probabilidades de datación en una etapa que iría del 200 a. de C. hacia el 50 antes de C. Esta circunstancia es porque hubo un aumento pequeño, pero rápido y significativo de la concentración de carbono-14 en la atmósfera alrededor del año 200, lo que significa que los seres vivos muertos en ese momento tienen demasiado carbono en ellos. Algo que les hace parecer mucho más antiguos.

Como consecuencia de esta anomalía en el registro de la datación, cualquier muestra que murió realmente en el siglo segundo dará lugar a una fecha de distribución del carbono-14 que se extiende hasta bien entrado el siglo primero antes de Cristo. Igualmente, cualquier ser muerto en cualquier momento desde la muerte de Alejandro (323 antes de C.) hasta el final del siglo tercero antes de Cristo producirá un intervalo de fechas de carbono-14 que se extiende hacia el siglo segundo. Puede ser que Katerina Peristeri esté sugiriendo que la tumba de Anfípolis fuera sellada en el siglo segundo antes de Cristo, porque las distribuciones de fechas del carbono-14 en los huesos y el relleno irían hacia el fin del siglo segundo antes de Cristo. Pero, de hecho, tales distribuciones implicarían un sellado antes del 200 aC y el sellado podría ser ya en el momento de la muerte de Alejandro.

Egipto permitirá el examen de la tumba de Tutankamón en busca de la sepultura de Nefertiti


El Mundo

  • CIENCIA -Anuncia que la momia del faraón no será sometida a nuevos análisis
  • Egipto permitirá el examen de la tumba de Tutankamón en busca de la sepultura de Nefertiti
  • Aunque las autoridades no creen que esté enterrada en la tumba del faraón niño del Valle de los Reyes, permitirán al egiptólogo británico Nicholas Reeves comprobar su teoría
Algunas de las pinturas que decoran la tumba de Tutankamón.EL MUNDO

Algunas de las pinturas que decoran la tumba de Tutankamón. EL MUNDO

Escépticas pero dispuestas a desentrañar el enigma de la tumba de Nefertiti. Las autoridades egipcias han anunciado que permitirán al egiptólogo británico Nicholas Reeves viajar al país árabe y comprobar in situ su teoría de que la esquiva esposa de Ajenatón yace enterrada en la tumba de Tutankamón, en los confines del Valle de los Reyes (Luxor).

El ministro de Antigüedades egipcio Mamduh el Damati ha revelado que, tras una larga conversación telefónica con el académico, le ha invitado a visitar la tierra de los faraones a mediados de septiembre. Su hipótesis será evaluada entonces por un grupo de arqueólogos locales y extranjeros. «Se organizará un debate entre los participantes», ha precisado El Damati al diario estatal Al Ahram.

El ministro ha reconocido, no obstante, que no cree en las elucubraciones de Reeves y se decanta por la posibilidad de que la reina cuyo busto fijó nuestro canon de la belleza faraónica se halla enterrada en Tell el Amarna, la ciudad fundada por Ajenatón a mitad de camino de Tebas y Menfis y dedicada al culto a Atón.

«A partir de los resultados del debate, Reeves y el grupo llevarán a cabo una visita para inspeccionar el interior de la tumba de Tutankamon en Luxor en un intento de probar su teoría», ha indicado El Damati. Los resultados del examen serán anunciados en una rueda de prensa internacional. Hasta entonces el ministerio «no publicará ningún comunicado oficial relacionado con la teoría».

En una entrevista a EL MUNDO, el egiptólogo británico reconoció haber contactado con las autoridades para lograr el cotizado permiso y demostrar su tesis. «De momento solo podemos especular sobre quién y qué podría hallarse en esas estancias. El primer paso sería inspeccionar el lugar con radar, que determinará si hay realmente agujeros. Si los hay, tendremos que planear el próximo paso con sumo cuidado», detalló.

Sus cábalas, publicadas hace unas semanas por la revista del Amarna Royal Tombs Project han desatado una notable expectación. «Mi hipótesis es que nos encontramos ante una tumba dentro de una tumba. El enterramiento de Tutankamón se habría realizado en la parte exterior de una sepultura que ya existía y que se habría adaptado para tal fin. De ser así, habría un segundo enterramiento en los lugares más recónditos de la tumba», señaló a este diario. La inquilina de ese segundo enterramiento sería Nefertiti (1370-1330 a.C.).

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El análisis de estas imágenes de la tumba permitió a Nicholas Reeves ver detalles con los que ha desarrollado su teoría.

«Ciertos rasgos estilísticos en la decoración de la pared norte, que dataría del enterramiento original y sería anterior a las pinturas del resto de muros, son una reminiscencia de Nefertiti», agregó quien en los últimos meses buscó pesquisas rastreando las fotografías en alta resolución tomadas por la organización Factum Arte que sirvieron para elaborar en su taller madrileño la réplica exacta de la tumba de Tutankamón, expuesta desde el pasado mayo en los aledaños de la casa de Howard Carter en Luxor.

A partir de las huellas localizadas en los muros, el experto esbozó incluso un mapa con las zonas que habrían permanecido ocultas desde que en 1923 Carter descubriera la sepultura. En principio, habría dos nuevas estancias: una cámara lateral debajo de la decorada pared oeste de la cámara funeraria y una prolongación de la tumba más allá del muro norte. En el primer caso, la puerta conduciría a un almacén contemporáneo al resto de lo ya hollado. En el segundo, el pasaje llevaría hasta la buscada cámara funeraria de Nefertiti.

NO MÁS ANÁLISIS A LA MOMIA DE TUTANKAMÓN

El lugar de descanso de Nefertiti no es la única polémica que recorre estos días el país árabe. Precisamente ayer las autoridades aclararon que no van a someter a la momia de Tutankamón a nuevos estudios después de que hace un lustro los análisis de ADN determinaran que era hijo de Ajenatón, el faraón que impulsó el monoteísmo, y desvelaran que falleció prematuramente a los 19 años de edad por la malaria y una enfermedad ósea que le fue reduciendo la movilidad. Asimismo, las autoridades anunciaron en un comunicado que los restos del «faraón niño» serán traslados a una estancia lateral de su tumba en un ataúd realizado expresamente para evitar daños en la mudanza.

La tumba de Batista, el dictador cubano que derrocó Fidel Castro y sus «barbudos»


ABC.es

  • El discreto panteón familiar, en el que también está enterrado el hijo de 19 años del general, se sitúa junto a la entrada principal del Cementerio de San Isidro
abc | Fulgencio Batista y Fidel Castro

abc | Fulgencio Batista y Fidel Castro

El 1 de enero de 1959, el dictador Fulgencio Batista huía de Cuba con mas de cien millones de dolares en las alforjas. «El Hombre», como así le denominaban, escapaba en barco de la revolución encabezada por Fidel Castro, el «Che» y sus «barbudos». Este mulato de orígenes humildes –entre sus antecesores hay españoles, cubanos, negros y chinos– que gobernó con mano férrea la isla caribeña encontró refugio en la capital, donde fue enterrado en agosto de 1973 en el cementerio de San Isidro, en un panteón familiar, junto a su hijo.

Primero se exilió en la República Dominacana, donde no fue recibido con buenos ojos. Por eso, decidió mandar a su familia a Portugal, donde Salazar le ofreció protección, para poco después seguirles él. Se instaló en la tranquila y paradisíaca isla de Madeira y más tarde en Estoril. Aunque donde encontró su verdadero refugio fue en España, al abrigo de Franco. Se compró una vivienda en Madrid y otra en Marbella, donde solía veranear, y donde la muerte le sorprendió.

archivo de abc Fragmento de la crónica de ABC que da cuenta de la muerte del dictador en Marbella

archivo de abc | Fragmento de la crónica de ABC que da cuenta de la muerte del dictador en Marbella

En su casa de la capital siguió manteniendo reuniones con las fuerzas anticastristas y norteamericanas. Precisamente, fue en Madrid donde pudo ver la intentona anticastrista de Bahía Cochinos. También fue aquí donde vivió de cerca la tensión de la Crisis de los Misiles en territorio cubano, que enfrentó a Estados Unidos y a la Unión Soviética, y que estuvo a punto de llevar al mundo a una Tercera Guerra Mundial.

Una crónica de ABC, del 6 de agosto de 1973, da cuenta del infarto de miocardio que causó su muerte mientras disfrutaba de sus tradicionales vacaciones en Marbella: «En una villa de Guadalmina, donde pasaba sus vacaciones, ha fallecido el ex presidente de Cuba, Fulgencio Batista. El cadáver del general será trasladado hoy a Madrid en un avión especial para ser inhumado esta tarde, a las 5, en la Sacramental de San Isidro». Deseaba ser enterrado donde ya se encontraba su hijo Carlos Manuel, un estudiante de derecho de diecinueve años, que en 1969 había fallecido por causa de una complicada enfermedad.

Su mandato, apoyado por Estados Unidos, se caracterizó por la corrupción a gran escala y la represión política, que no impidió el despegue de los movimientos comunistas cubanos, que ya en 1953, habían intentado derrocarlo del poder, sin éxito. La Cuba de Batista, conocida como «Las Vegas caribeña», ha quedado retratada por Francis Ford Coppola en el «El Padrino II» con sus prostíbulos, casinos y su estrecha relación con la mafia.

Desvelan por fin el misterio de la supuesta tumba del padre de Alejandro Magno


ABC.es

  • Un nuevo estudio afirma que los restos hallados en Vergina se corresponden con los de Filipo II
Wikimedia Filipo II fue un gran monarca y un diplomatico ejemplar

Wikimedia
Filipo II fue un gran monarca y un diplomatico ejemplar

Si por algo se destacó Filipo II de Macedonia (más conocido por ser el padre de Alejandro Magno), es por ser un guerrero y un político que –a pesar de ser querido por su pueblo- acabó sus días asesinado en la ciudad griega de Egas (actualmente Vergina) cuando apenas llegaba al medio siglo de vida. Sin embargo, su recuerdo se ha mantenido vivo en la Historia hasta ahora, en parte por su hijo, y en parte porque logró convertir el lugar del que provenía en uno de los más poderosos de Grecia. Todo, a base de escudos y lanzas.

La importancia de este monarca del S.IV (dirigió Macedonia desde el 359 al 336 A.C.) fue tal que, cuando en 1970 un grupo de arqueólogos halló una ostentosa tumba en Vergina en la que se alojaban los restos de un esqueleto con sus características, los expertos se exaltaron ante la idea de que allí pudiera yacer el gran Filipo. Con todo, y a pesar de que se han realizado varias pruebas desde entonces, no se había logrado saber si aquellos huesos eran o no del gran rey de Macedonia. Al menos, hasta ahora, pues un nuevo estudio realizado por Theodore Antikas y Laura Wynn-Antikas afirma haber desvelado al fin el misterio.

Y es que, tal y como afirman estos expertos en una investigación publicada en la revista especializada «International Journal of Osteoarchaeology», han logrado descubrir al fin que uno de los dos cuerpos hallados en la tumba pertenece a Filipo II. Todo ello, gracias a una serie de pruebas realizadas mediante tomografía computarizada (un novedoso sistema que permite crear imágenes transversales del cuerpo en base a un análisis previo de los restos mediante rayos X).

A su vez, los expertos han corroborado también algo que ya había sido desvelado con anterioridad: que el cuerpo que yace junto a Filipo II es el de una mujer de unos 30 años cuyo padre sería Ateas, un monarca de Escitia (una civilización ubicada en la actual Turquía). Así pues, este estudio ha acabado finalmente con la teoría de que los restos femeninos se correspondían con los de Cleopatra (una idea que, por otro lado, ya había sido desechada el pasado 2014) y ha puesto de manifiesto que son los de la séptima mujer del rey.

Los restos desvelan el misterio

Para llegar a la conclusión de que el esqueleto encontrado es el del padre de Alejandro Magno, los Antikas se basan en sus características. Y es que, los huesos se corresponden con los de un hombre que no había cumplido todavía 50 años (aproximadamente la edad que tenía Filipo al morir) y que montaba mucho a caballo. Esto, según afirma la revista «Forbes», queda en evidencia gracias a que su espalda cuenta con dos discos herniados y a que varios de sus huesos muestran un desgaste que sólo podrían tener si fuesen los de un jinete-.

Finalmente, las múltiples heridas que muestran los restos -las cuales se agrupan en la cara (donde Filipo sufrió una de sus cicatrices más destacadas) y el torso- se corresponden con las que sufrió el monarca según la Historia. Entre ellas, destaca que han hallado una lesión en la palma de su mano que se corresponde con una similar narrada en los libros de Historia.

Otras marcas óseas en las costillas sugieren además que el sujeto tuvo una enfermedad en los pulmones, algo –de momento- inútil, pues los investigadores no han logrado determinar su origen y si el monarca sufrió una similar durante sus últimos años de vida.

La tumba del guardián de Amón, otra puerta en el laberinto de Luxor


El Mundo

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Interior de la tumba. ARCE

 

Otro portillo se abre en la antigua Tebas, el páramo que Homero bautizó como la ciudad de las cien puertas. Una misión de arqueólogos estadounidenses ha hallado de modo fortuito la entrada a la tumba de Amenhotep, un funcionario del Imperio Nuevo que hace más de 3.000 años tuvo la privilegiada tarea de ser «el guardián del dios Amón».

La expedición del ARCE (Centro de Investigación Americano en Egipto, por sus siglas en inglés) ha descubierto la sepultura en Gurna, la ribera occidental de la actual Luxor, mientras realizaba tareas de limpieza del patio de la tumba anexa TT110, ha informado este martes el ministerio de Antigüedades egipcio en un escueto comunicado. La puerta permanecía hasta ahora sepultada por los escombros.

El enterramiento, con forma de T, mide 5,1 metros de largo y 1,5 metros de ancho y consta de dos habitaciones y un pequeño nicho inacabado. Un pasillo, de 2,5 metros de longitud, conecta la estancia principal con otra sala lateral, un cubículo de 2 metros con un pozo en el centro que probablemente conduce a la cámara funeraria de este distinguido conserje, que halló el descanso en el paisaje dividido de los campos verdes del Nilo y la tierra desértica.

Según los expertos, el lugar pertenecería a la dinastía XVIII (1.450-1050 a.C.). «El guardián, uno de los varios títulos que se encuentran tallados en el dintel de la puerta de la tumba, dataría de la dinastía XVIII», confirma el ministro de Antigüedades Mamduh el Damati.

Los muros del laberinto guardan entre montañas de piedras y cascotes escenas de Amenhotep -también apodado «Rebiu»- con su esposa, llamada probablemente Satamen, apostados frente a una mesa de ofrendas; la imagen de una deidad amamantando a un niño de la familia real o paisajes de la vida diaria en el Antiguo Egipto, con especial atención a la caza. A pesar del pillaje que debió sufrir y los achaques de milenios bajo tierra, la sepultura luce aún coloridas estampas pintadas en yeso.

Sus tapias levantan acta además de las turbulencias políticas que asolaron aquella época. Escenas, inscripciones jeroglíficas y menciones a Amón fueron arrancadas y eliminadas en una señal de que la tumba fue alcanzada por la purga desatada por Ajenatón, el faraón que desterró la antigua religión; alentó el monoteísmo por primera vez en la Historia; e impuso el culto a una nueva deidad -el dios solar Atón- con la oposición del todopoderoso clero de Amón. «Los nombres de los propietarios han sido borrados porque estaban vinculados al de Amón», señala la misión.

El hallazgo -considerado «asombroso» por el ministerio de Antigüedades- tiene aún mucha luz que arrojar sobre este tiempo de zozobra. La misión -dirigida por el egiptólogo John Shearman- auscultará la tumba -que será restaurada y abierta al público– para determinar si compartía patio con la sepultura cercana, que hasta ahora centraba las labores de los expertos estadounidenses.

La sepultura recuperada es el último de los formidables descubrimientos firmados en el último año y relacionados con este destacado periodo de la historia. En 2014 una misión de egiptólogos españoles encontró en Luxor la clave que desentraña los entresijos de la revolución monoteísta. Las inscripciones jeroglíficas halladas en cuatro columnas de la tumba del visir Amenhotep Huy confirmaron la hasta ahora discutida corregencia de Amenhotep III (1387-1348 a.C.) y su hijo Amenhotep IV, el monarca convertido luego en Ajenatón.

El ascenso de Amenhotep III marcó el comienzo de la reforma monoteísta que su hijo completó cuando abandonó Luxor y levantó Tell el-Amarna, a mitad de camino de Tebas y Menfis y dedicada al nuevo culto a Atón. También el año pasado, la misión italoespañola «Min Project» se topó con la tumba de May, un alto funcionario de la dinastía XVIII al que los relieves presentan como un importante estadista encargado de supervisar los caballos, el ganado y los campos del faraón. El descubrimiento fue, como ahora, fruto del bendito azar.

Una estela, la última pesquisa en la búsqueda de la tumba de Cleopatra


El Mundo

  • Hallan una estela contemporánea a la piedra Rosetta e idéntica a otra pieza descubierta en la isla de Filé, en el otro extremo del país
  • ‘El descubrimiento refuerza la tesis de que Cleopatra fue enterrada en Taposiris Magna’, cuenta la directora de la excavación
Imagen de la estela.

Una estela de caliza, tallada solo dos años antes que la piedra Rosetta e idéntica a otra inscripción hallada en el templo de Isis en la isla de Filé, en el sur de Egipto. Es el prometedor hallazgo de la misión arqueológica que busca en el templo de Taposiris Magna, en los alrededores de la ciudad mediterránea de Alejandría, la tumba de Cleopatra (69 a.C.-30 a.C.), la última y trágica reina del Antiguo Egipto.

«Es el descubrimiento más importante de nuestra misión. Hasta ahora se creía que el templo de Taposiris Magna, que no tiene inscripciones, nunca había funcionado como tal. Yo siempre pensé lo contrario y buscaba pruebas arqueológicas. La estela coloca al monumento en un lugar muy destacado en cuanto a la adoración de Isis», relata a EL MUNDO Kathleen Martínez, la abogada y arqueóloga dominicana que excava las ruinas de Taposiris Magna.

El complejo, a unos 45 kilómetros al oeste de Alejandría, guarda entre sus muros un templo dedicado a Osiris, la deidad de la resurrección, y su cónyuge Isis, la gran diosa madre en la mitología egipcia. Su árido perímetro de 5 kilómetros -horadado a partir de la expedición militar de Napoleón Bonaparte de 1801- apenas había alumbrado hallazgos. Su destino, sin embargo, cambió en 2005 cuando Martínez llegó al lugar y convenció al ex ministro de Antigüedades Zahi Hawass de la necesidad de reanudar las excavaciones para rastrear la sepultura de Cleopatra VII y Marco Antonio.

‘Esta conexión indica que en los dos extremos del país, en el Alto y Bajo Egipto, había dos templos dedicados al culto a Isis: Filé y Taposiris Magna’

«Sabemos que Cleopatra fue enterrada en un templo de Isis pero, como no se conocía la importancia de Taposiris Magna, se descartó», reconoce la egiptóloga. Ahora, el hallazgo «demuestra que es posible que la reina fuera enterrada aquí». La estela -de 105 centímetros de altura, 65 centímetros de anchura y 18 centímetros de grosor- fue esculpida en el noveno año del reinado del rey Ptolomeo V, solo dos años antes de la creación de la piedra Rosetta, la llave que abrió la puerta a la comprensión de los jeroglíficos.

«La estela está escrita en demótico y jeroglífico. Le falta una parte que probablemente sea la tercera escritura presente en la piedra Roseta [griego antiguo]», detalla Martínez, que -bajo el auspicio de la Universidad Católica de Santo Domingo- dirige desde el pasado diciembre y hasta mayo a una cuadrilla formada por siete arqueólogos egipcios y unos cuarenta obreros. Sus 20 líneas de jeroglífico contienen cartuchos del rey Ptolomeo V; de su esposa y hermana, la reina Cleopatra I, su padre Ptolomeo IV y su cónyuge Arsínoe III.

La pieza es, además, una copia exacta de otra plantada en el imponente templo de Isis ubicado originariamente en la isla de Filé, a unos 8 kilómetros al sur de Asuán, y trasladado junto a los monumentos anejos a la isla de Agilkia durante la década de 1960 después de que la construcción de la Gran Presa de Asuán dejara al lugar sepultado bajo sus aguas. «Esta conexión indica que en los dos extremos del país, en el Alto y Bajo Egipto, había dos templos dedicados al culto a Isis: Filé y Taposiris Magna», subraya la arqueóloga latinoamericana.

Excavación del templo.EM

Impermeable a los obstáculos y las críticas que ha despertado su búsqueda, Martínez ha ido horadando el templo. Ni siquiera la agitación política que la tierra de los faraones ha vivido durante los últimos tres años le ha vencido. «Hoy defiendo mi teoría con más fuerza si cabe. Hemos encontrado muchas pruebas que la sostienen. De momento, hemos demostrado la importancia del templo: se han hallado cámaras, túneles y pasadizos; descubierto el templo de Isis y la placa de la fundación del lugar a cargo de Ptolomeo II«, enumera.

La travesía no ha resultado fácil. Tras visitar 28 edificaciones en las proximidades de la ciudad mediterránea y analizar su arquitectura e iconografía, Martínez consideró que Taposiris Magna, abandonada tras infructuosas excavaciones, «reunía el simbolismo necesario» para acoger el descanso eterno de la última reina egipcia y el general romano. La afirmación de que la vida paralela de ambos personajes yacía en un confín baldío fue acogida con incredulidad por la comunidad arqueológica internacional.

«Fui motivo de burla», admitió hace tres años a este diario Martínez, que corrió con los gastos de la primera expedición. «Solicité un permiso para trabajar allí durante unos meses porque creí desde el principio que se trataba de uno de los templos más importantes del período ptolemaico, que habría sido destruido en la búsqueda de los cuerpos». Logrado el plácet de las autoridades egipcias, exploró durante dos meses la explanada, enclavada entre el mar Mediterráneo y el lago Mareotis, casi extinguido en la actualidad pero próspero aún en el último periodo de la civilización faraónica. En sus orillas crecían en aquel tiempo olivos, trigo y viñedos que aplacaban la sed y el hambre de una urbe habitada por medio millón de almas. La única geografía conocida del recinto, fundado en la década del 270 a.C. por Ptolomeo II Filadelfo (308-246 a. C.), eran su muralla y una pequeña torre construida en piedra durante la época grecorromana a imagen del grandioso faro de Alejandría.

La localización de las sepulturas sería un hito porque jamás se ha encontrado ninguna perteneciente a un rey del período griego

«Justo dos o tres días antes de que finalizara el permiso de excavación, descubrimos las primeras cámaras funerarias subterráneas», cuenta Martínez. Desde entonces, la misión dominicana-egipcia ha encontrado extramuros del recinto una necrópolis con más de 2.000 cuerpos orientados en una misma dirección. «Se trata del mayor cementerio hallado en Egipto. Sus retos abarcarían más de un siglo e indicarían la existencia de la tumba de uno o varios monarcas», recalca.

La localización de las sepulturas sería un hito porque jamás se ha encontrado ninguna perteneciente a un rey del período griego. «Estamos en presencia de una zona que podría ser el equivalente al Valle de los Reyes para la dinastía ptolemaica. Es muy probable que los últimos faraones de la historia, que luchaban contra los romanos para lograr su permanencia en el trono, escogieran un emplazamiento seguro y apartado como éste para no ser molestados en la vida de ultratumba», agrega Martínez. Y calcula: «Solo queda por excavar el 20 por ciento del templo aunque en arqueología no existe el tiempo».

La directora del yacimiento, que cruzó un océano en busca de la Ítaca de Cleopatra, espera que el hallazgo de su cuerpo ayude a narrar los anversos y reversos de su memoria. La azarosa vida de la soberana que sedujo a Julio César y engendró a Cesarión. La madre que juró amor perpetuo a Marco Antonio y amplió su malograda estirpe con Cleopatra Selene II, Alejandro Helios y Ptolomeo Filadelfo. La venerada mortal que se casó con sus dos hermanos y resistió en una corte habitada por lenguas viperinas, conspiraciones e imposturas familiares. «Descubrir su tumba y la del triunviro Marco Antonio nos permitiría reconstruir su apariencia y reescribir su biografía a partir de sus vestidos y uniformes, pertenencias o manuscritos«.