Presencia de agua en Marte


La presencia de agua en Marte se investiga desde hace cientos de años. La geografía del planeta parece indicar fuertes accidentes que habrían sido producidos por el agua en tiempos pasados, en condiciones ambientales muy diferentes de las actuales. Hoy la atmósfera de Marte se estima que tiene un 0,01 % de agua en forma de vapor y se sabe que hay también agua helada en el subsuelo. La presión atmosférica marciana es muy inferior a la de la Tierra y la temperatura también; estas condiciones ambientales hacen que el ciclo del agua en Marte sea diferente al de la Tierra, puesto que esta pasa directamente de estado sólido a gaseoso y viceversa sin pasar por el estado líquido.

 

Reconstrucción del Oceano de Marte

La noción de agua en Marte precedió a la era espacial por cientos de años. Los primeros observadores, utilizando telescopios ópticos, asumieron correctamente que los casquetes y las nubes polares de color blanco eran indicadores de la presencia de agua. Estas observaciones, junto con el hecho de que Marte tiene un día de 24 horas, llevó al astrónomo William Herschel a declarar en 1784 que Marte probablemente ofrecería a sus hipotéticos habitantes «una situación en muchos aspectos similar a la nuestra».

A principios del siglo XX, la mayoría de los astrónomos reconocían que Marte era mucho más frío y seco que la Tierra. La presencia de océanos ya no se aceptaba, por lo que el paradigma cambió a una imagen de Marte como un planeta «moribundo» con solo una escasa cantidad de agua. Las áreas oscuras, que se podía ver como cambiaban estacionalmente, fueron consideradas entonces como extensiones de vegetación.​ La persona responsable de popularizar esta visión de Marte fue Percival Lowell (1855 – 1916), quien imaginó una raza de marcianos construyendo una red de canales para llevar agua desde los polos a los habitantes establecidos en el ecuador del planeta. A pesar de generar un tremendo entusiasmo público, las ideas de Lowell fueron rechazadas por la mayoría de los astrónomos. El consenso científico establecido por entonces es probablemente mejor resumido por el astrónomo inglés Edward Maunder (1851-1928), quien comparó el clima de Marte con «las condiciones sobre un pico de seis mil metros de altura en una isla del Ártico, donde solamente se podría esperar que sobreviviesen los líquenes».

Mientras tanto, muchos astrónomos estaban refinando la herramienta de la espectroscopia planetaria con la esperanza de determinar la composición de la atmósfera de Marte. Entre 1925 y 1943, Walter Adams y Theodore Dunham del Observatorio del Monte Wilson intentaron identificar el oxígeno y el vapor de agua en la atmósfera marciana, con resultados generalmente negativos. El único componente de la atmósfera marciana conocida con certeza fue el dióxido de carbono (CO2) identificado espectroscópicamente por Gerard Kuiper en 1947.​ El vapor de agua no fue detectado inequívocamente en Marte hasta 1963.

La composición de los casquetes polares de Marte, se había asumido que estaban formados por hielo de agua desde los tiempos de Cassini (1666). Sin embargo, esta idea fue cuestionada por algunos científicos en el siglo XIX, que pensaron en el hielo de CO2 debido a la baja temperatura total del planeta y a la apreciable carencia evidente de agua. Esta hipótesis fue confirmada teóricamente por Robert Leighton y Bruce Murray en 1966.​ Actualmente se sabe que los casquetes invernales en ambos polos se componen principalmente de hielo de CO2, pero que permanece una capa permanente (o perenne) de hielo de agua durante el verano en el Polo Norte. En el Polo Sur, un pequeño casquete de hielo de CO2 permanece durante el verano, pero esta capa también está cubierta por el hielo de agua.

La pieza final del rompecabezas del clima marciano fue proporcionada por el Mariner 4 en 1965. Las granuladas imágenes de televisión enviadas por la nave espacial mostraron una superficie dominada por cráteres de impacto, lo que implicaba que la superficie era muy antigua y no había experimentado el nivel de erosión y actividad tectónica presente en la Tierra. Poca erosión significaba que el agua líquida no había desempeñado probablemente un papel grande en la geomorfología del planeta durante miles de millones de años. Además, las variaciones en las señales de radio de la nave espacial a medida que pasaba detrás del planeta permitían a los científicos calcular la densidad de la atmósfera. Los resultados mostraron una presión atmosférica inferior al 1% de la tierra en al nivel del mar, excluía de forma efectiva la existencia de agua líquida, que rápidamente herviría o se congelaría a presiones tan bajas.​ Estos datos generaron una visión de Marte como un mundo muy parecido a la Luna, pero con una tenue atmósfera capaz de mover el polvo alrededor alrededor del planeta. Esta visión de Marte duraría casi otra década, hasta que el Mariner 9 mostró un Marte mucho más dinámico, con indicios de que el ambiente del pasado del planeta fue menos inclemente que el actual.

El 24 de enero de 2014, la NASA informó acerca de que los vehículos exploradores Curiosity y Opportunity estaban buscando evidencias de antigua vida en Marte, incluyendo indicios de una biosfera basada en microorganismos de nutrición autótrofa, quimiótrofa y/o litótrofa, así como la antigua presencia agua, incluyendo planicies lacustres (llanuras relacionadas con ríos antiguos o lagos) que puedieran haber sido habitables.

Durante muchos años se pensó que los restos observados de las inundaciones fueron causados por la liberación de un acúmulo de agua global, pero una investigación publicada en 2015 revela depósitos regionales de sedimentos y de hielo formados 450 millones de años antes de convertirse en flujos de agua.​ Así, «la deposición de sedimentos de los ríos y el derretimiento glacial rellenaron cañones gigantes en el fondo del antiguo océano primordial que había ocupado las tierras bajas del norte del planeta», y «fue el agua preservada en estos sedimentos de los cañones la que fue liberada más tarde formando grandes inundaciones, cuyos efectos pueden ser vistos hoy.»


Dos posibles océanos

La existencia de océanos en el Marte antiguo ya se ha sospechado antes y las características que recuerdan a las costas han sido identificadas con imágenes desde varias naves espaciales. Pero, aún así, sigue siendo un tema controvertido.

Por el momento, los científicos han propuesto dos posibles océanos: uno de hace 4.000 millones de años, cuando prevalecía un clima más cálido, y otro de 3.000 millones de años atrás cuando el hielo se fundió bajo la superficie después de un gran impacto y creó canales de salida que drenaban el agua hacia zonas de poca elevación.

“El instrumento MARSIS penetra profundamente en el suelo, dejando al descubierto los primeros 60-80 metros de subsuelo del planeta”, dice Kofman Wlodek, líder del equipo de radar en el IPAG. “A lo largo de toda esta profundidad, hemos visto evidencias de material sedimentario y de hielo”.
Los sedimentos revelados por MARSIS son áreas de baja reflectividad al radar. Estos sedimentos son normalmente materiales granulares de baja densidad que han sido erosionados por el agua y llevados por ella hasta su destino final.

Demasiado efímeros para formar vida

Este océano, sin embargo, habría sido temporal. En un millón de años o menos, según estimaciones Mouginot, el agua o se habría congelado allí mismo y conservado bajo tierra o se habría convertido en vapor y levantado poco a poco en la atmósfera.

“Yo no creo que pudiera haber quedado como un océano el tiempo suficiente como para llegar a formar vida”, explica el investigador. Con el fin de encontrar evidencia de vida, los astrobiólogos tendrán que buscar aún más atrás en la historia de Marte, cuando el agua líquida existió durante mucho más tiempo.

Sin embargo, este trabajo proporciona algunas de las mejores evidencias de que hubo alguna vez grandes cantidades de agua líquida en Marte y es una prueba más del papel del agua líquida en la historia geológica marciana. “Esto añade nuevas piezas de información para el rompecabezas, pero se mantiene la pregunta: ¿de dónde vino todo el agua?”, se pregunta Mouginot.

AIDA, la misión que puede salvar la Tierra


ABC.es

  • Las agencias espaciales de Europa y Estados Unidos tratarán por primera vez de desviar un asteroide de su rumbo

El blanco es una pareja de asteroides llamada Didymos. Y el objetivo, demostrar si estamos, o no, preparados para desviar de su trayectoria un asteroide en ruta de colisión contra la Tierra. Para ello, las agencias espaciales europea y norteamericana, ESA y NASA, se han unido para llevar a cabo una misión sin precedentes en toda la historia espacial. Tras las siglas AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment) se esconde, en efecto, el mejor plan de defensa planetaria ideado hasta la fecha para evitar el catastrófico impacto de una roca espacial contra nosotros. Está previsto que AIDA reciba luz verde este mismo mes de diciembre. Por eso, las numerosas empresas implicadas, entre ellas varias españolas, están ya culminando los trabajos de definición detallada de las diferentes fases de esta histórica misión. Se trata de una carrera contra reloj, ya que Didymos no espera. En estos momentos, en efecto, los dos asteroides se dirigen a toda velocidad hacia nosotros, y en el año 2022 se encontrarán a solo 11 millones de km. de la Tierra. Será en ese, y solo en ese momento, cuando estén lo suficientemente cerca como para realizar la prueba, de modo que no hay ni un minuto que perder. AIDA será, pues, la primera demostración real de la técnica de impacto cinético para cambiar la trayectoria de un asteroide en el espacio. La misión consta de dos naves independientes, la DART (Double Asteroid Redirection Test), de la NASA, y la AIM (Asteroid Impact Mission) de la ESA. Las dos deberán poner a prueba las tecnologías desarrolladas en ambos continentes para desviar asteroides potencialmente peligrosos. Por eso, el principal objetivo de AIDA es el de demostrar y medir los efectos de un impacto directo contra un pequeño asteroide, y determinar si es suficiente como para desviarlo de su rumbo. El blanco elegido para la demostración es sistema binario de asteroides Didymos, que consiste en una roca principal de unos 800 metros de diámetro y otra secundaria, de 150 metros, que orbita a su alrededor. La prueba de impacto se llevará a cabo contra el miembro más pequeño de la pareja, ya que su tamaño es el más habitual entre los asteroides que pueden suponer una amenaza para la Tierra. De las dos naves, será la estadounidense DART la encargada de hacer impacto, y se estrellará contra la pequeña luna a una velocidad aproximada de 6 km. por segundo. Para no errar su objetivo, DART cuenta con una cámara y un sofisticado software autónomo de navegación. La colisión cambiará la velocidad de la pequeña luna en su órbita alrededor del cuerpo principal en apenas un 1%, justo lo necesario como para observar sus efectos con telescopios desde la Tierra. Y un porcentaje, además, lo suficiemtemente pequeño como para no provocar un involuntario cambio de trayectoria que pudiera hacer que la roca se dirija directamente hacia nosotros. La segunda nave, la europea AIM, que llegará al asteroide unos meses antes que DART, utilizará su amplia gama de instrumentos científicos para estudiar primero todas y cada una de las características de ambos cuerpos, y observar después con todo detalle el impacto de su compañera de misión. AIM llevará a cabo el primer estudio "in situ" de un asteroide binario, proporcionará imágenes en alta resolución de las superficies de ambos cuerpos y medirá sus masas, densidades y formas. Cuando llegue el momento, AIM se colocará en una órbita segura alrededor de Didymos y examinará el material eyectado al espacio tras la colisión de su compañera. Sus instrumentos, además, observarán los efectos del impacto, medirán la posible transferencia de material entre los dos asteroides, observarán el cráter dejado por DART y la forma en que el material de la pequeña luna se redistribuye tras la colisión. AIM también estudará la estructura interna de este fascinante asteroide doble. Módulo de aterrizaje Además, AIM desplegará sobre la superficie del objetivo un módulo de aterrizaje, llamado MASCOT-2 (Mobile Asteroid Surface Scout), para que tome medidas y datos antes, durante y después del impacto de DART. Y liberará también dos pequeños satélites auxiliares, CubeSats, que recabarán datos de los dos asteroideas antes y después del impacto de la nave norteamericana. Si todo va como está previsto, la Agencia Espacial Europea lanzará AIM en Octubre de 2020, y llegará a Didymos en Mayo de 2022. La NASA, por su parte, lanzará DART en Diciembre de 2020 para interceptar al asteroide doble en Octubre de 2022, cuando Didymos esté solo a 11 millones de Km. de la Tierra y sea posible observarlo directamente con telescopios terrestres. Como se ha dicho, Didymos se acerca y no hay tiempo que perder. Por eso, la industria está trabajando a un ritmo frenético para llegar a tiempo a la cita con el asteroide doble. Solo en Europa, más de 40 empresas de 15 estados diferentes llevan desde 2011 poniendo a punto todos y cada uno de los detalles de esta histórica misión. En Madrid, por ejemplo, el grupo GMV está llevando a cabo pruebas críticas en la cámara de navegación proporcionada por el Instituto Max Planck alemán. Para evaluar el software de navegación basado en imágenes de la misión, GMV está haciendo que la cámara examine imágenes que la sonda Rosetta de la ESA tomó al sobrevolar Lutetia, un asteroide de 100 km de diámetro, de camino hacia 67P/Churyumov-Gerasimenko.

El blanco es una pareja de asteroides llamada Didymos. Y el objetivo, demostrar si estamos, o no, preparados para desviar de su trayectoria un asteroide en ruta de colisión contra la Tierra. Para ello, las agencias espaciales europea y norteamericana, ESA y NASA, se han unido para llevar a cabo una misión sin precedentes en toda la historia espacial. Tras las siglas AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment) se esconde, en efecto, el mejor plan de defensa planetaria ideado hasta la fecha para evitar el catastrófico impacto de una roca espacial contra nosotros.

Está previsto que AIDA reciba luz verde este mismo mes de diciembre. Por eso, las numerosas empresas implicadas, entre ellas varias españolas, están ya culminando los trabajos de definición detallada de las diferentes fases de esta histórica misión. Se trata de una carrera contra reloj, ya que Didymos no espera. En estos momentos, en efecto, los dos asteroides se dirigen a toda velocidad hacia nosotros, y en el año 2022 se encontrarán a solo 11 millones de km. de la Tierra. Será en ese, y solo en ese momento, cuando estén lo suficientemente cerca como para realizar la prueba, de modo que no hay ni un minuto que perder.

AIDA será, pues, la primera demostración real de la técnica de impacto cinético para cambiar la trayectoria de un asteroide en el espacio. La misión consta de dos naves independientes, la DART (Double Asteroid Redirection Test), de la NASA, y la AIM (Asteroid Impact Mission) de la ESA. Las dos deberán poner a prueba las tecnologías desarrolladas en ambos continentes para desviar asteroides potencialmente peligrosos. Por eso, el principal objetivo de AIDA es el de demostrar y medir los efectos de un impacto directo contra un pequeño asteroide, y determinar si es suficiente como para desviarlo de su rumbo.

El blanco elegido para la demostración es sistema binario de asteroides Didymos, que consiste en una roca principal de unos 800 metros de diámetro y otra secundaria, de 150 metros, que orbita a su alrededor. La prueba de impacto se llevará a cabo contra el miembro más pequeño de la pareja, ya que su tamaño es el más habitual entre los asteroides que pueden suponer una amenaza para la Tierra.

De las dos naves, será la estadounidense DART la encargada de hacer impacto, y se estrellará contra la pequeña luna a una velocidad aproximada de 6 km. por segundo. Para no errar su objetivo, DART cuenta con una cámara y un sofisticado software autónomo de navegación. La colisión cambiará la velocidad de la pequeña luna en su órbita alrededor del cuerpo principal en apenas un 1%, justo lo necesario como para observar sus efectos con telescopios desde la Tierra. Y un porcentaje, además, lo suficiemtemente pequeño como para no provocar un involuntario cambio de trayectoria que pudiera hacer que la roca se dirija directamente hacia nosotros.

La segunda nave, la europea AIM, que llegará al asteroide unos meses antes que DART, utilizará su amplia gama de instrumentos científicos para estudiar primero todas y cada una de las características de ambos cuerpos, y observar después con todo detalle el impacto de su compañera de misión. AIM llevará a cabo el primer estudio «in situ» de un asteroide binario, proporcionará imágenes en alta resolución de las superficies de ambos cuerpos y medirá sus masas, densidades y formas. Cuando llegue el momento, AIM se colocará en una órbita segura alrededor de Didymos y examinará el material eyectado al espacio tras la colisión de su compañera. Sus instrumentos, además, observarán los efectos del impacto, medirán la posible transferencia de material entre los dos asteroides, observarán el cráter dejado por DART y la forma en que el material de la pequeña luna se redistribuye tras la colisión. AIM también estudará la estructura interna de este fascinante asteroide doble.

Módulo de aterrizaje

Además, AIM desplegará sobre la superficie del objetivo un módulo de aterrizaje, llamado MASCOT-2 (Mobile Asteroid Surface Scout), para que tome medidas y datos antes, durante y después del impacto de DART. Y liberará también dos pequeños satélites auxiliares, CubeSats, que recabarán datos de los dos asteroideas antes y después del impacto de la nave norteamericana.

Si todo va como está previsto, la Agencia Espacial Europea lanzará AIM en Octubre de 2020, y llegará a Didymos en Mayo de 2022. La NASA, por su parte, lanzará DART en Diciembre de 2020 para interceptar al asteroide doble en Octubre de 2022, cuando Didymos esté solo a 11 millones de Km. de la Tierra y sea posible observarlo directamente con telescopios terrestres.

Como se ha dicho, Didymos se acerca y no hay tiempo que perder. Por eso, la industria está trabajando a un ritmo frenético para llegar a tiempo a la cita con el asteroide doble. Solo en Europa, más de 40 empresas de 15 estados diferentes llevan desde 2011 poniendo a punto todos y cada uno de los detalles de esta histórica misión.

En Madrid, por ejemplo, el grupo GMV está llevando a cabo pruebas críticas en la cámara de navegación proporcionada por el Instituto Max Planck alemán. Para evaluar el software de navegación basado en imágenes de la misión, GMV está haciendo que la cámara examine imágenes que la sonda Rosetta de la ESA tomó al sobrevolar Lutetia, un asteroide de 100 km de diámetro, de camino hacia 67P/Churyumov-Gerasimenko.

Marte desde la ‘webcam’ europea


El Mundo

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La cámara a bordo de la nave europea Mars Express, en órbita alrededor de Marte, también conocida como Mars webcam, ha vuelto a funcionar enviando una nueva vista completa del planeta rojo. La misión de la ESA, lanzada en 2003, lleva una cámara de monitorización que inicialmente proporcionó fotos de baja resolución de la separación de su módulo de aterrizaje Beagle. A continuación, se apagó, una vez cumplido su cometido principal.

En 2007, la cámara fue reactivada como Mars Webcam y desde entonces ha transmitido una gran cantidad de imágenes de Marte, incluyendo vistas de todo el planeta rojo. La toma de fotografías está programada con un límite de tiempo a fin de no interferir con los instrumentos científicos de la sonda, y los conjuntos de imágenes se entregan sólo después de que los datos de investigación se han descargado. Posteriormente, la ESA las difunde a través de la cuenta de Twitter Mars Webcam.

La cámara ha estado apagada durante varios meses durante la temporada reciente de eclipse, cuando Mars Express se queda sin luz solar al pasar por la sombra del planeta durante parte de cada órbita. Esto reduce la potencia total disponible a bordo de la nave espacial, lo que significa que la cámara no se puede utilizar.

Sin embargo, volvió a activarse esta semana, enviando un conjunto de 10 imágenes el martes, que fueron adquiridas en torno a las 18.00 GMT la noche anterior. La imagen que encabeza esta noticia es una compilación creada por el fotógrafo aficionado Dylan O’Donnell, en Australia. Utilizó nueve de las 10 imágenes para construir un compuesto que elimina algunos de los ruidos, manchas e imperfecciones inherentes a las imágenes nativas.

Las imágenes de la cámara VMC han llegado a ser muy populares entre los astrónomos aficionados, fotógrafos y entusiastas de Marte, que las han utilizado para crear recreaciones artísticas e incluso para llevar a cabo el análisis científico de las nubes de Marte, la atmósfera y características de la superficie.

¿Para qué sirve la Teoría de la Relatividad de Einstein?


El Mundo @teresaguerrerof

  • Sr. Einstein, ¿me puede explicar la Teoría de la Relatividad?
  • ¿Me puede explicar usted cómo se fríe un huevo?
  • Sí claro, sí que puedo.
  • Pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego.

¿quieres saber mas sobre Albert Einstein?

Frases Celebres de Einstein

La carta en la que Einstein explica a su hijo cuál es la mejor manera de aprender

 

Recreación de la nave 'Lisa Pathfinder', que será lanzada el 2 de diciembre. ESA

Recreación de la nave ‘Lisa Pathfinder’, que será lanzada el 2 de diciembre. ESA

Cuentan que Albert Einstein mantuvo esta conversación con un periodista. Una anécdota que rememora el astrónomo Rafael Bachiller, y que muestra la dificultad de explicar y entender la Teoría de la Relatividad cuando no se conocen sus herramientas físicas y matemáticas. Una contribución que, sin embargo, ha ayudado a los científicos a comprender diversos aspectos del Universo y a estudiarlo de una manera distinta, además de permitir el desarrollo de tecnologías como el sistema de posicionamiento GPS.

A través de numerosos experimentos, los científicos han puesto a prueba la Teoría de la Relatividad General y, hasta ahora, Einstein siempre ha salido airoso. Pero de todas las predicciones que hizo el genio alemán, falta la confirmación directa de la existencia de las llamadas ondas gravitacionales.

Según explica Carlos F. Sopuerta, físico del Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC), con sede en Barcelona, «las ondas gravitacionales son deformaciones del espacio que viajan en el tiempo a la velocidad de la luz. Estas deformaciones se van propagando, al igual que cuando tiras una piedra en el estanque y se generan ondas». Son producidas por «cataclismos cósmicos», fenómenos violentos del Universo en los que se genera mucha energía a velocidades muy altas, como la explosión de supernovas o la fusión de agujeros negros.

Tras muchos años de preparación y apenas una semana después de que se celebre el aniversario de la Teoría de la Relatividad General, el próximo 2 de diciembre despegará desde la Guayana Francesa LISA Pathfinder, una nave de la Agencia Espacial Europea (ESA) que tiene el objetivo de ensayar la tecnología para el futuro observatorio de ondas gravitacionales eLISA. LISA Pathfinder trabajará en el punto L1 de Lagrange, situado a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.

Sopuerta es el investigador principal del equipo del IEEC-CSIC que trabaja en LISA PathFinder: «Lo que queremos observar desde el espacio no podemos verlo desde la Tierra, donde se están realizando otros experimentos de detección de ondas gravitacionales». El más avanzado, añade, es LIGO [Observatorio gravitacional de interferometría láser], en EEUU, desde el que se espera que antes de que acabe esta década se confirme directamente su existencia. Su detección, dice el físico, «probablemente valdrá un Premio Nobel para los investigadores» del observatorio estadounidense.

Hasta ahora, se han logrado pruebas indirectas de su existencia a través de las observaciones que en los años 70 hicieron Russell Hulse y Joseph Taylor del primer púlsar (una estrella de neutrones que emite radiación muy intensa en intervalos regulares) en un sistema binario.

LIGO puede captar las ondas gravitacionales emitidas por sistemas binarios de agujeros negros de origen estelar, pero para ver sistemas binarios de agujeros negros supermasivos, es necesario hacerlo desde el espacio.

«No llevamos a cabo experimentos como LIGO y LISA Pathfinder sólo para comprobar la Teoría de la Relatividad. Se trata de una nueva forma de hacer astronomía, de tener una visión totalmente distinta del Universo», explica Sopuerta. Y es que, a partir de las propiedades físicas de esas ondas gravitacionales, podrán determinar qué objetos las han generado: «Se puede saber si han sido emitidas por agujeros negros, por ejemplo, a qué distancia están y por tanto, conocer la distribución de los agujeros negros del Universo. Y también saber más sobre la historia de la cosmología, puesto que algunos de estos objetos estarán muy lejos».

El uso del GPS

El estudio de las ondas gravitacionales, dicen los científicos, les permitirá «oír» el sonido del Universo. Pero los principios recogidos en Teoría de la Relatividad General también han tenido aplicaciones tecnológicas: «Necesitas aplicar la Teoría de la Relatividad General cuando el campo gravitatorio es muy intenso, algo que ocurre en las cercanías de objetos muy densos, como un agujero negro, una estrella de neutrones y quizás en una enana blanca, donde no nos sirve la Teoría de Newton», explica Alberto Aparici, físico teórico del Instituto de Física Corpuscular (IFIC, CSIC-UV).

«Para que funcione el GPS y ofrecer información sobre cosas que suceden en la superficie terrestre usando satélites que están en el espacio, necesitas una gran precisión. Pero el ritmo al que corren los relojes depende del campo gravitatorio». Cuanto más fuerte es ese campo, más lento corre el reloj. Por ello, los relojes de los satélites GPS, que están a varios miles de kilómetros, no van al mismo ritmo que los que tenemos en la superficie terrestre. En el satélite están sometidos a un campo gravitatorio menor y van más rápidos que los terrestres.«Aunque la diferencia es de sólo unos pocos nanosegundos, es suficiente para que en el transcurso de varios años se desincronicen», añade.

Este fenómeno queda reflejado en la película Interstellar, dirigida por Christopher Nolan: «Cuanto más grande es la atracción gravitatoria (cuanto más cerca estamos de una gran masa), el tiempo transcurre más lentamente y los relojes van más lentos. Por eso el protagonista de la película Interstellar [interpretado por Matthew McConaughey] sigue joven, por haber pasado tiempo junto a un agujero negro, además de por haber viajado a alta velocidad», explica Rafael Bachiller, director del Observatorio Astronómico Nacional (IGN).

La Teoría de la Relatividad General, destaca Alberto Aparici, ha ayudado a los astrofísicos a estudiar la materia oscura en detalle a través del efecto de lente gravitatoria (la luz se curva en presencia de un campo gravitatorio). Por otro lado, recuerda el físico, la Teoría de la Relatividad Especial que Einstein presentó en 1905, 10 años antes que la de la Relatividad General, ha tenido múltiples aplicaciones en los campos vinculados con las partículas, como la radioterapia.

Europa suma dos nuevos satélites a su sistema de navegación Galileo


El Mundo

  • La constelación ya cuenta con diez de los veintiséis dispositivos que estarán en funcionamiento en 2020 para competir con el GPS estadounidense
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Europa suma dos nuevos satélites a su sistema de navegación Galileo

La Agencia Espacial Europea (ESA) colocó hoy en órbita una nueva pareja de satélites para el sistema de navegación Galileo, constelación que ya cuenta con diez de los veintiséis dispositivos que estarán en funcionamiento en 2020 para competir con el GPS estadounidense.

El lanzamiento de «Alba» y «Oriana», a bordo de un cohete ruso Soyuz operado por el consorcio europeo Arianespace, tuvo lugar desde el Centro Espacial Europeo de Kurú, en la Guayana francesa, a las 02.08 GMT.

Se trata de dos dispositivos fabricados por OHB y Surrey Satellite Technology y reciben su nombre en honor a dos niñas europeas que ganaron un concurso de dibujo para promover el interés en las ciencias aeroespaciales.

La Agencia Espacial Europea cuenta con poner en órbita a finales de año otra nueva pareja de satélites para reforzar un sistema que ya está operativo, aunque lejos de su plena capacidad, y que es compatible con el GPS.

Se trata del primer servicio de navegación de uso civil y no controlado por las fuerzas armadas, como su competidor estadounidense, en el que Europa lleva trabajando dos décadas y que aspira a ser mucho más preciso que el GPS.

Tras numerosos sobrecostes y los retrasos, los primeros satélites del sistema Galileo entraron en órbita en octubre de 2011 y los dos precedentes el pasado mes de marzo.

En agosto de 2014, el lanzamiento de los dos primeros satélites operativos, ya que los anteriores tenían por misión validar las órbitas, se lanzaron en 2014 y supusieron un sonado fracaso para el proyecto.

Un problema con el carburante del Soyuz hizo que «Doresa» y «Milena» terminaran en una órbita errónea, a unos 17.000 kilómetros de la Tierra, en lugar de la que les correspondía, una circular a 23.000 kilómetros.

Los siguientes lanzamientos, sin embargo, no presentaron ningún fallo y permitieron continuar con el despliegue previsto de la constelación, que aportará ventajas en gestión de transporte (aumento de la seguridad, agilización de las operaciones o reducción de la congestión), agricultura, pesca, sanidad o lucha contra la inmigración ilegal.

¿Por qué no hemos vuelto a la Luna?


El Pais

  • Hace 43 años que los terricolas no pisan su satélite aunque hay ambiciosos proyectos sin financiación para instalar allí colonias de hombres y robots y explotar sus recursos
Edwin F. Aldrin, durante su paseo por la superficie de la Luna, en 1969. / reuters

Edwin F. Aldrin, durante su paseo por la superficie de la Luna, en 1969. / reuters

Hay ideas fantásticas para volver a la Luna. Y no solo para que un puñado de astronautas realicen unas cuantas excursiones cortas, sino para ir desplegando allí autenticas bases permanentes, tal vez colonias de hombres y mujeres que desarrollen actividades científicas, de explotación de recursos locales o que funcionen estación intermedia para la exploración de otros mundos, Marte el primero, claro. Cada una de las potencias espaciales se ha planteado en algún momento dar el salto de 384.000 kilómetros que separan la Tierra de su satélite natural. Se hacen constantemente aquí y allá estudios más o menos detallados de cómo serían esos campamentos: excavados en el subsuelo, uniendo módulos en superficie… Incluso se ha lanzado hace poco una iniciativa para aprovechar la tecnología de impresión 3D para construir una base allí con materiales del suelo lunar, sin tener que llevarse todo desde casa. Lo que no hay en marcha es un programa espacial lunar sólido, financiado, y haría falta una gigantesca inversión con calendario para que los humanos vuelvan a pisar la Luna en un plazo razonable y esta vez para quedarse. Y sin dinero (más tecnología, ciencia y voluntad política) no hay exploración espacial de tal envergadura; bien lo sabe la NASA, que logró aunar todos esos elementos imprescindibles hace medio siglo para poner en el suelo lunar a los astronautas del programa Apolo. Los últimos, Eugene Cernan y Harrison Schmitt, del Apollo 17, se despidieron de la superficie del satélite el 14 de diciembre de 1972.

“Una de mis ideas es ir a la Luna, a la cara oculta, y tener allí robots y humanos en una estación permanente, y no llevándose todo lo necesario desde aquí, sino utilizando material lunar, y construir allí, por ejemplo, un gran telescopio”, ha declarado hace poco el nuevo director general de la Agencia Europea del Espacio (ESA), el alemán Jan Woerner, que se ha estrenado en el cargo el 1 de julio. Pero la iniciativa europea no cuenta con un proyecto como tal y debidamente financiado para hacer realidad nuevas misiones tripuladas a ese objeto vecino del Sistema Solar, el único que ha pisado el hombre más allá de la Tierra. Y la NASA, mirando más hacia Marte y hacia algún asteroide, sigue con el rabillo del ojo esas iniciativas sin comprometerse. “Nunca he dicho que Estados Unidos no vaya a volver a la superficie de la Luna. Lo que digo es que en un futuro previsible, dado el presupuesto que tiene la NASA y dado dónde estamos y lo que necesitamos tecnológicamente para ir a Marte, no va a ser EE UU quien lidere una expedición a la superficie lunar”, explicó el director de la agencia espacial estadounidense, Charles Bolden, hace un par de años, y lo ha repetido una y otra vez. Eso sí, puntualizando que si otra potencia espacial va a la Luna, “proporcionaremos nuestra capacidad tecnológica con la única condición de que nos permitan enviar un astronauta nuestro como parte de la tripulación”.

Una docena de astronautas en total, en seis misiones Apolo, descendieron al suelo lunar entre julio de 1969 y diciembre de 1972. La aventura científico-tecnológica, con indudable sustrato político, arrancó en mayo de 1961 con la histórica declaración del presidente estadounidense John F. Kennedy: “Creo que esta nación debe comprometerse a lograr el objetivo, antes de que termine esta década, de que un hombre aterrice en la Luna y regrese sano y salvo a la Tierra”. Y lo logró, en julio de 1969, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin llegaron al Mar de la Tranquilidad. En plena guerra fría y con la delantera que había tomado la Unión Soviética en el espacio al poner en órbita el primer satélite artificial de la Tierra (el Sputnik, 1957), al lanzar al espacio el primer animal (la perra Laika, 1957), al enviar la primera sonda que impactó en el suelo lunar (1959) y obtener ese mismo año las primeras fotos de la cara oculta de la Luna, Estados Unidos no podía permitirse quedarse atrás. Se desató la carrera de la Luna y la URSS acabó perdiéndola. Pero los avatares y razones políticas no pueden quitar ni un ápice del colosal mérito científico y tecnológico del programa Apolo.

En el momento álgido del Apolo, la NASA llegó a contar (1966) con el 4,4% del presupuesto federal de EE UU. El coste de la Luna fue altísimo. Y una vez logrado el objetivo, la apabullante demostración de poderío tecnológico, el esfuerzo de desinfló. En 1973 el presupuesto de la NASA había descendido ya al 1,3% del federal y siguió bajando. En 2015, con 18.000 millones de dólares, la agencia espacial estadounidense cuenta con aproximadamente el 0,5% del presupuesto federal, y los ambiciosos planes de enviar astronautas a Marte o a un asteroide, sin olvidar la Luna, siguen esperando una financiación que los haga realistas.

Una docena de astronautas en total, en seis misiones Apolo, descendieron al suelo lunar entre julio de 1969 y diciembre de 1972

No es que la exploración lunar se haya abandonado desde 1972. Tras un par de décadas de escasa actividad, en los años noventa se retomó con relativo ímpetu la exploración y la investigación de la Luna con sondas espaciales automáticas, sin astronautas. Naves en órbita y módulos de descenso se han ido enviando y, esta vez, no solo estadounidenses y rusos. Japón y Europa pusieron en marcha misiones espaciales lunares y, más recientemente, se han unido a esta aventura no tripulada, y con éxito, India y China. Pekín tiene grandes ambiciones espaciales y, tras los logros con sus astronautas en órbita y el inicio de la construcción de una estación espacial, ha declarado su intención de enviar humanos a la Luna, contando con poder explotar los recursos naturales allí.

Los robots, que, como adelanta Woerner, colaborarán con los humanos en las futuras colonias lunares, de momento tienen la exclusiva de la investigación in situ. Mucha ciencia y exploración quedó por hacer tras los viajes del Apolo. Los astronautas trajeron 380 kilos de muestras de gran interés científico (más 326 gramos que trajeron los soviéticos con sondas robóticas), pero aquel no fue un programa diseñado fundamentalmente para hacer ciencia en la Luna, sobre todo los primeros viajes. Entonces solo se exploró una pequeña parte del satélite. Ya en este siglo, las sondas automáticas han permitido levantar mapas de alta resolución de toda la superficie lunar y su composición química, se ha estudiado su tenue atmósfera, su gravedad, etcétera.

Lo que parece claro es que los próximos proyectos lunares tripulados, sobre todo si se piensa en bases permanentes, no serán de un solo país o una sola agencia, sino de colaboración, tan alto sería el coste. ¿Y para qué? Muchos dirán que la curiosidad humana, la voluntad de exploración es, por sí misma, el principal motor. Pero también puede haber recursos que explotar en la Luna, como el helio-3 que serviría como combustible de futuros reactores de fusión nuclear. Podría obtenerse allí oxígeno para ser utilizado como combustible de naves espaciales que partieran hacia la exploración de objetivos lejanos en el Sistema Solar, aprovechando además la menor gravedad lunar, que facilita y abarata el despegue respecto a la partida de cohetes desde la Tierra. La astronomía tendría en la cara oculta de la luna un lugar privilegiado para instalar telescopios, sin apenas atmósfera y protegidos de la contaminación electromagnética artificial que se emite en la Tierra.

Tal vez primero sean solo unos campamentos lunares con un puñado de personas, que se irán ampliando, ganando complejidad e incrementando las actividades para reducir la dependencia de los suministros terrestres. Hay quien calcula que para mediados de este siglo ya habrá en la Luna una colonia de terrícolas permanente. Pero hay que dar el primer paso.

La galaxia del fin del mundo


ABC.es

  • La EGS-zx8-1 ha sido descubierta gracias al poderoso telescopio del Observatorio Keck. Es la galaxia más distante jamás encontrada hasta ahora
NASA, ESA, P. Oesch e I. Momcheva La galaxia EGS-zs8-1, a más de 13.000 millones de años luz de la Tierra

NASA, ESA, P. Oesch e I. Momcheva
La galaxia EGS-zs8-1, a más de 13.000 millones de años luz de la Tierra

Un equipo internacional de astrónomos de las Universidades de Yale y California-Santa Cruz han logrado «empujar» un poco más allá la frontera de la exploración espacial al localizar una galaxia, EGS-zx8-1, que establece una nueva distancia récord de nosotros y que pertenece a un tiempo en el que el Universo apenas si tenía el 5% de su edad actual. Es decir, «solo» 670 millones de años después del Big Bang. El trabajo acaba de publicarse en Astrophysical Journal Letters.

A más de 13.000 millones de años luz de aquí, los astrónomos localizaron esta galaxia excepcionalmente luminosa y lograron establecer su distancia de la Tierra utilizando el poderoso instrumento MOSFIRE del telescopio de diez metros del Observatorio Keck, en Hawai. Se trata, de hecho, de la galaxia más distante jamás encontrada hasta ahora.

Al principio, EGS-zs8-1 fue localizada, gracias a sus colores poco comunes, en imágenes tomadas previamente por los telescopios espaciales Hubble y Spitzer. Se trata, en efecto, de uno de los objetos más brillantes y masivos de cuantos se han localizado en el Universo temprano.

Cuando se habla de objetos lejanos en el espacio, el tiempo y la distancia son dos conceptos que van unidos de forma inseparable. Por ejemplo, cuando miramos hacia el Sol, debemos tener en cuenta que la luz que estamos viendo ha tenido que viajar ocho minutos para llegar hasta nosotros, por lo que estamos viendo el Sol tal y como era hace ocho minutos, y no como es en el momento en que realizamos la observación.

Cuando hablamos de galaxias distantes, la cosa se complica. La luz que llega hasta nuestros telescopios desde una galaxia lejana, en efecto, ha tenido que viajar durante miles de millones de años antes de alcanzarnos, por lo que vemos esa galaxia tal y como era cuando su luz partió en nuestra dirección. Es decir, cuanto más lejos miramos, más antiguos son los objetos que vemos. Mirar muy lejos es, tamabién, mirar al pasado.

La imagen de EGS-zs8-1 corresponde a como era hace más de 13.000 millones de años. Por eso resulta sorprendente que en un momento tan temprano, según explica Pascal Oesch, director de la investigación, esta galaxia tuviera ya «más del 15 % de la masa de nuestra Vía Láctea actual. Y solo tuvo unos 670 millones de años para hacerlo. El Universo era muy joven entonces».

Los cálculos de los astrónomos llevan a conclusiones sorprendentes. Por ejemplo, han determinado que EGS-zs8-1 está formando estrellas 80 veces más rápido de lo que lo hace nuestra propia galaxia en la actualidad.

Hasta el momento, solo se ha conseguido medir con exactitud la distancia de un puñado de galaxias del Universo temprano. «Cada nueva confirmación -afirma por su parte Pieter van Dokkum, coautor de la investigación- añade una pieza al puzzle de cómo pudieron llegar a formarse las galaxias de primera generación en el Universo primitivo. Solo los telescopios más potentes tienen la capacidad suficiente para cubrir estas enormes distancias».

El ya citado instrumento MOSFIRE permitió a los astrónomos estudiar varias galaxias al mismo tiempo. Medir galaxias a distancias extremas y caracterizar sus propiedades es uno de los mayores desafíos para la Astronomía de la próxima década. Las nuevas observaciones situaron a EGS-zs8-1 en un tiempo en el que en el Universo se estaaba produciendo un importante cambio: el hidrógeno que había entre las galaxias estaba pasando de un estado neutral a otro ionizado. Parece que las estrellas jóvenes de las primeras galaxias como EGS-zs8-1 eran las principales responsables de esta transición, llamada reionización.

En conjunto, las observaciones del Observatorio Keck, el Hubble y el Spitzer confirman que las galaxias masivas ya existían muy al principio en la historia del Universo, aunque con propiedades físicas muy diferentes de las que tienen las galaxias de nuestro entorno. Ahora, los investigadores tienen pruebas que apuntan que los colores peculiares de estas galaxias primitivas se deben a la rápida formación de jóvenes estrellas muy masivas y a su interacción con el gas primordial que forma estas galaxias.

Así las cosas, los astrónomos esperan ahora poder llegar mucho más lejos con el próximo gran Telescopio Espacial, el James Webb, cuyo lanzamiento está previsto en 2018 y que será capaz de ver galaxias como EGS-zs8-1 con un detalle que ahora resulta imposible.

El gran ojo cósmico cumple 25 años


El Mundo

«¿Estamos solos? Por primera vez en la Historia de la Humanidad tenemos al alcance una respuesta a esa pregunta». El astrofísico Mario Livio resume así en la revista Nature cómo las observaciones realizadas por los telescopios espaciales han revolucionado el conocimiento astronómico, sentando las bases para comenzar a buscar vida fuera de la Tierra.

Fue el telescopio Hubble el que, hace ahora 25 años, abrió una nueva ventana al Universo, observando desde el espacio como nunca antes se había hecho galaxias muy lejanas, planetas, asteroides, cometas o el nacimiento y muerte de estrellas. Imágenes que han transformado el conocimiento astronómico y han fascinado al público. Desde revistas y periódicos, a portadas de libros e incluso carátulas de discos, como Binaural, de Pearl Jam, las bellas fotografías tomadas por este telescopio pionero situado a unos 600 kilómetros de la Tierra se han ido haciendo un hueco en el imaginario colectivo. El crítico de arte británico Jonathan Jones ha llegado a definirlas como «las obras de arte más bellas de nuestra época».

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NASA

«Creo que el Hubble ha hecho más por la astronomía que ninguna otra misión. Y no sólo por su contribución a ese campo de la ciencia, sino por la percepción que el público tiene sobre la astronomía. Mucha gente se acercaba a hablar conmigo simplemente porque había visto una foto del Hubble en la prensa, y estaban fascinados por poder ver galaxias distantes, estrellas y planetas como los que el telescopio había medido», recuerda el astrónomo suizo Willy Benz, director del Instituto de Física de la Universidad de Berna. «Ha sido y todavía sigue siendo una gran misión», afirma durante una entrevista con EL MUNDO.

La NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), que ha colaborado con EEUU en esta multimillonaria misión, celebran esta semana 25 años de fascinantes descubrimientos del Hubble, cuya construcción fue aprobada en 1977 por el Congreso de EEUU y completada en 1985. Desde hoy y hasta el domingo la emblemática Times Square de Nueva York proyectará cada hora en sus pantallas fotografías tomadas por el Hubble. Se celebrarán diversos actos conmemorativos y conferencias y el 23 de abril se dará a conocer una imagen inédita del Hubble elegida para festejar el aniversario.

«Para los científicos ha sido revolucionario porque ha contribuido en todas las áreas de la astronomía. Pero también ha conseguido cautivar a la gente, pues al ser el primer telescopio espacial que observaba en el óptico, es decir, la luz visible, como nuestros ojos, ha sido el más mediático», señala Pedro García Lario, astrónomo de la ESA. «La diferencia entre un telescopio espacial y uno terrestre es que conseguimos imágenes con mucha más nitidez, hasta diez veces más, que las que se obtienen desde tierra. Además, en el espacio no existe el problema de los cielos nublados, no hay contaminación lumínica ni hay que esperar a que sea de noche», añade. Además del rango visible, el Hubble también observa en ultravioleta e infrarrojo cercano.

Pero esta historia de éxito no tuvo un buen comienzo. En primer lugar, su lanzamiento, a bordo de un transbordador espacial (shuttle) fue pospuesto en 1986 tras el accidente mortal del Challenger, en el que fallecieron los siete astronautas que conformaban su tripulación. Todas las misiones programadas para el shuttle quedaron en espera por seguridad mientras se investigaban las causas del accidente. Por fin, el 24 de abril de 1990, el telescopio fue lanzado a bordo del transbordador Discovery. Pero apenas dos meses después, con las primeras fotografías que llegaban del Hubble llegó también la decepción: las imágenes que mandaba estaban borrosas debido a un error en el diseño de su óptica, que provocó que la forma del espejo principal fuera defectuosa.

La NASA se puso entonces manos a la obra para intentar solventar el problema del telescopio en el que, hasta ese momento, habían invertido ya unos 2.000 millones de dólares. La reparación fue posible gracias a la particular manera en la que había sido diseñada la misión: «El Hubble se concibió para que durara un mínimo de 15 años. La ventaja es que trabajaba en una órbita accesible para los transbordadores, de modo que estaba previsto que a lo largo de los años, los astronautas le hicieran visitas para llevar a cabo reparaciones y reemplazar sus instrumentos», recuerda García Lario. «Para corregir el problema óptico del espejo principal se diseñó una misión en la que los astronautas le colocarían una especie de gafas», señala.

«Se hizo en un tiempo récord. Hubo un concurso de ideas para seleccionar una misión, que fue muy complicada. Un proyecto así normalmente tarda 10 años, pero en sólo tres años y medio se fabricaron unas lentes especiales para recuperar la capacidad del telescopio, se lanzó un shuttle que subió el nuevo instrumento, se calibró y funcionó. Fue uno de los grandes éxitos tecnológicos del Hubble», explica J. Miguel Mas Hesse, investigador del Departamento de Astrofísica del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA). El 23 de abril, el científica repasará el legado de este observatorio durante una a conferencia en el Planetario de Madrid abierta al público.

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Los astronautas de la NASA, durante una misión

‘Bricolaje’ espacial

A lo largo de este cuarto de siglo, los astronautas de la NASA han completado un total de cinco misiones de servicio (en 1993, 1997, 1999, 2002 y 2009) para realizar tareas de mantenimiento o colocar nuevos instrumentos. Las imágenes de los astronautas fuera de la nave, flotando en el espacio mientras realizan sus paseos para hacer bricolaje en el Hubble -una complicada tarea para la que se necesita mucha preparación-, fascinaron también a los ciudadanos e inspiraron películas. ¿Ha visto Gravity? El telescopio que están reparando los astronautas interpretados por George Clooney y Sandra Bullock cuando se ven sorprendidos por una tormenta de basura espacial es el Hubble.

La historia de este observatorio ha estado muy ligada a la del transbordador. Por ello, con la jubilación de la flota, en 2011, se acabó la posibilidad de seguir ampliando su vida útil. Se decidió que seguiría en órbita hasta aproximadamente 2020 para que, al menos durante un par de años, trabajara conjuntamente con el telescopio que le sucederá, el James Webb, cuyo lanzamiento está previsto para 2018. Su espejo principal tendrá 6,5 metros de diámetro, frente a los 2,4 metros del Hubble.

Sus órbitas también son distintas: «James Webb estará en órbita alrededor de L2, que es un punto del sistema Sol-Tierra situado a un millón y medio de km de la Tierra en la dirección opuesta al Sol, mientras que Hubble orbita alrededor de la Tierra (una vez cada 97 minutos) a una altura de 600 km», compara García. Será lanzado desde la Guayana francesa a bordo del Ariane, un cohete europeo.

«El Hubble nos ha permitido vislumbrar las primeras estrellas del Universo. Gracias a él sabemos que existen, aunque las imágenes que ha tomado son de mala calidad. El James Webb va a permitir observarlas con mucha más nitidez», apunta Mas Hesse, que trabaja con sus datos desde 1994.

El Hubble fue bautizado con ese nombre en honor a Edwin Hubble (1889- 1953), el astrónomo que, entre otras contribuciones, determinó que la Vía Láctea no era la única galaxia en el Universo. Y con sus hallazgos, este telescopio ha cambiado nuestra visión del Universo. «Hemos podido observar galaxias muy lejanas y ver el Universo cuando sólo tenía 1.000 millones de años. Ahora, con James Webb vamos a dar un otro paso hacia atrás para ver galaxias cuando estaban formándose. También ha confirmado que en el corazón de muchas galaxias existen agujeros negros supermasivos», enumera García Lario.

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‘Los pilares de la Creación’ es una de sus fotos más famosas. Muestra la Nebulosa del Águila. NASA

La energía oscura

De entre todos sus descubrimientos, Mas Hesse destaca «sin duda, el de la energía oscura. Cuando se lanzó, ni siquiera se sabía que existía. Buscando otra cosa nos hemos encontrado con que la energía oscura está provocando que la expansión del Universo se acelere».

El Hubble también ha estudiado de qué está hecho el Universo (determinando que está compuesto en un 73% de energía oscura, un 23% de materia oscura y un 4% de materia ordinaria) y su edad. «La última estimación es que tiene 13.700 millones de años», señala García Lario, experto en evolución y muerte estelar o, como se define él «geriatra de estrellas», un campo al que también ha contribuido decisivamente.

«Con el Hubble hemos podido medir por primera vez las propiedades de las atmósferas de exoplanetas (planetas fuera del Sistema Solar) y tuvimos la primera imagen directa de uno de ellos [de Formalhaut b]. Antes de su lanzamiento, no sabíamos que existían», dice Mass. Y es que no fue hasta 1995 cuando los suizos Michel Mayor y Didier Queloz descubrieron el primer exoplaneta. En 2009 la NASA lanzó el telescopio espacial Kepler con la misión de buscar planetas fuera del Sistema Solar.

Según destaca García, la ESA aporta el 15% del presupuesto anual del Hubble. Del centenar de científicos que hay en la sede de Baltimore, 15 son europeos:«A cambio de esa contribución, los astrónomos europeos tenemos derecho al 15% del tiempo de observación, aunque debido a la calidad de las propuestas, hemos llegado al 25%», asegura.

Hay varios factores que explican el impacto de este observatorio, según los astrónomos que han trabajado con él: «La calidad de las observaciones es excelente y la NASA ha dedicado mucho esfuerzo, además, a sacar imágenes que también fueran atractivas. El presupuesto ha sido lo suficientemente alto como para que todos los datos estén archivados y puedan difundirse», dice Mas.

Una misión de 10.000 millones de dólares

Su longevidad, la rapidez con la que suministra los datos, su completo archivo, y los equipos de astronautas, científicos e ingenieros dedicados al telescopio figuran entre los factores que han contribuido al éxito de esta misión, según enumera Mario Livio en su artículo sobre «el legado y las lecciones» de este observatorio en el que él trabaja y cuya continuidad estuvo en peligro en varias ocasiones debido a su alto coste, que sobrepasó con creces la previsión inicial, alcanzando los 10.000 millones de dólares. La estimación para la misión del James Webb también se quedó corta y en la actualidad se calcula que ascenderá a 8.835 millones de dólares, según la NASA. Esta cifra incluye la construcción del telescopio, el lanzamiento, cinco años de operaciones y otros dos años adicionales de análisis de datos. No obstante, se espera que su misión dure más de cinco años, pues está preparado para operar, al menos, durante una década.

«El Hubble nos ha enseñado que para responder a las preguntas más fascinantes de astronomía debemos pensar en grande y colocar las ambiciones científicas por delante de las preocupaciones presupuestarias. Desde mi punto de vista, la siguiente prioridad debería ser buscar vida más allá del Sistema Solar», dice Livio.

El ‘Hubble’ capta la ‘cruz de Einstein’ de una supernova


El Pais

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Grupo de galaxias MACS J1149+2223, a 5.000 millones de años luz de distancia de la Tierra, con la supernova del fondo multiplicada por cuatro por el efecto de lente gravitacional, fotografiada por el `Hubble´. / NASA/ESA

El telescopio espacial Hubble ha fotografiado un sorprendente fenómeno: una lejana explosión de supernova multiplicada por cuatro debido a que su luz se curva por el efecto gravitatorio de una galaxia masiva, que está en un grupo galáctico también masivo interpuesto en la línea de visión desde la Tierra. Es la primera vez que se capta este efecto, denominado La Cruz de Einstein, con una supernova, aunque se conocía ya en decenas de casos de cuásares y de galaxias, anuncia la Agencia Europea del Espacio (ESA).

La galaxia que actúa como lente gravitacional para la supernova (bautizada por los científicos como Refsdal) está a una distancia de unos 5.000 millones de años luz de la Tierra y la explosión estelar, a unos 9.500 millones de años luz. La gran masa galáctica curva el espacio-tiempo y, por tanto, la luz de la supernova lejana al pasar junto a ella, formándose así, para el observador terrestre, las cuatro imágenes separadas de la explosión estelar con su luz magnificada.

“Fue una completa sorpresa”, explica Patrick Kelly, investigador de la Universidad de California en Berkeley (EE UU) y miembro del equipo GLASS que da a conocer el hallazgo esta semana en la revista Science, en una sección especial dedicada al centenario de la Teoría de la Relatividad General de Einstein. Kelly, en concreto, fue quien halló la supernova multiplicada por cuatro analizando datos tomados por el Hubble (de la NASA y la ESA) en noviembre de 2014. “Es un descubrimiento maravilloso: llevamos 50 años buscando una supernova con un fuerte efecto de lente gravitacional y ahora hemos encontrado una”, añade Alex Filippenko, de la Universidad de California en Berkeley. “Además de ser realmente genial, puede proporcionar mucha información astrofísica importante”, recalca.

“La supernova se ve unas 20 veces más brillante que su brillo natural”, añade Jens Hjorth, del Dark Cosmology Centre (Dinamarca), otro de los autores de la investigación. “Eso se debe al efecto combinado de dos lentes superpuestas:

el masivo grupo galáctico enfoca la luz de la supernova en tres rutas diferentes y una de ellas está precisamente alineada con una galaxia elíptica del grupo, y se produce un segundo efecto de lente gravitatoria”. Se crean así las cuatro imágenes.

En el proceso de curvatura del espacio-tiempo que desvía la luz está implicada la materia ordinaria de esas galaxias, pero también la enigmática materia oscura que supone el 27 % del universo y que nadie sabe qué es, señalan los investigadores. Por ello, la imagen multiplicada de la supernova no solo es un hallazgo atractivo sino que puede ayudar a estimar la cantidad y la distribución de dicha materia oscura en el grupo galáctico.

 


Teoría de la Relatividad

La Teoría General de la Relatividad de Einstein predice que la masa en el universo curvan el espacio-tiempo y, por tanto, la trayectoria de la luz, actuando como una lente que magnifica los objetos que están detrás de dicha masa al ser observados desde la Tierra, explican los expertos de la Universidad de California en Berkeley. El efecto se denomina lente gravitacional y se observó por primera vez en 1979.

La masa que curva la luz de un objeto más lejano puede ser una galaxia o un grupo de ellas. En el caso de que el objeto del fondo, la masa interpuesta y el observador no estén perfectamente alineados, la luz del primero pasa lejos de la segunda y se produce una lente débil que distorsiona la imagen del objeto lejano. También es así cuando la masa no es muy grande. Pero si el objeto del fondo es extenso —como una galaxia— y está justo detrás de la masa interpuesta, o casi, el efecto de lente gravitacional fuerte puede generar un aro luminoso, denominado Anillo de Einstein. La lente gravitacional fuerte y las fuentes luminosas puntuales a menudo producen múltiples imágenes, como la de la supernova que se ve cuatro veces formando la Cruz de Einstein captada por el Hubble, resumen los científicos de Berkeley.

La sombra de Rosetta


El Mundo

  • Imagen captada durante la aproximación al cometa
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La sombra de Rosetta durante la aproximación al cometa 67P. ESA

Ocurrió durante el día de San Valentín. La sonda Rosetta se aproximó a seis kilómetros del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. La Agencia Espacial Europea (ESA) explicó que la imagen muestra en detalle una región inferior de 67P, el «pato espacial», la «bola de tierra helada» o , más cariñosamente, «Chury».

Con el Sol directamente detrás de Rosetta, la sonda pudo fotografiar la proyección de su propia sombra sobre la superficie del cometa. «Me gusta porque consigue esta bonita yuxtaposición de Rosetta en un paisaje extraterrestre«, dijo el doctor Matt Taylor, científico del proyecto. Concretamente, la sombra se encuentra en el límite de dos regiones conocidas como Imhotep y Ash.

‘Chury’ está cada vez más activo a medida que se acerca al Sol, por lo que Rosetta no podrá trabajar a pleno rendimiento en un tiempo, como lo hizo a finales del pasado año. La corriente de gas y polvo procedentes del cometa produce resistencia en la sonda europea, lo que complica el trabajo de los controladores que dirigen a la nave a través del espacio.

El plan es mantener a Rosetta a la espera y realizar aproximaciones ocasionales con maniobras como la del 14 de febrero.