Califato Abasí 


El califato abasí (750-1258), llamado también califato abásida, fue una dinastía califal fundada en 750 por Abu l-Abbás, descendiente de Abbás, tío de Mahoma, que se hizo con el poder tras eliminar a la dinastía omeya y trasladó la capital de Damasco a Bagdad.​ Bagdad se convirtió en uno de los principales centros de la civilización mundial durante el califato de Harún al-Rashid, personaje de Las mil y una noches.

Los abasíes basaban su pretensión al califato en su descendencia de Abbás ibn Abd al-Muttálib (566-652), uno de los tíos más jóvenes del profeta Mahoma. Muhámmad ibn Alí, bisnieto de Abbás, comenzó su campaña por el ascenso al poder de su familia en Persia, durante el reinado del califa omeya Úmar II. Durante el califato de Marwán II, esta oposición llegó a su punto culminante con la rebelión del imán Ibrahim, descendiente en cuarta generación de Abbás, en la ciudad de Kufa (actual Irak), y en la provincia de Jorasán (en Persia, actual Irán). La revuelta alcanzó algunos éxitos considerables, pero finalmente Ibrahim fue capturado y murió (quizás asesinado) en prisión en 747. Continuó la lucha su hermano Abdal·lah, conocido como Abu al-‘Abbas as-Saffah quien, después de una victoria decisiva en el río Gran Zab (un afluente del río Tigris que discurre por Turquía e Irak) en 750, aplastó a los omeyas y fue proclamado califa.

Al-Ándalus se independizó de los abasíes con Abd al-Rahmán I en 756, y en 776 se independizó el Norte de África.7​ En el siglo X el poder imperial recayó en los sultanes selyúcidas.

El sucesor de Abu al-‘Abbás, Al-Mansur, funda en 762 la ciudad de Madínat as-Salam (Bagdad), a la que traslada la capitalidad desde Damasco.

La época de máximo esplendor correspondió al reinado de Harún al-Rashid (786-809), a partir de la cual comenzó una decadencia política que se acentuaría con sus sucesores. El último califa, Al-Mu’tásim, fue asesinado en 1258 por los mongoles, que habían conquistado Bagdad. Hasta ese año hubo 37 califas abasíes, cuando el imperio fue conquistado por Hulagu, nieto de Genghis Khan. Sin embargo un miembro de la dinastía pudo huir a Egipto y mantuvo el poder bajo el control de los mamelucos. Esta última rama de la dinastía se mantuvo en Egipto hasta la conquista otomana de 1517.

Posteriormente, entre 1261 y 1517 se estableció en el Egipto mameluco el califato abasí de El Cairo.

 

Sarraceno


Sarraceno es uno de los nombres con los que la cristiandad medieval denominaba genéricamente a los árabes o a los musulmanes. Las palabras «islam» o «musulmán» no se introdujeron en las lenguas europeas hasta el siglo XVII, utilizándose expresiones como «ley de Mahoma», mahometanos, ismaelitas, agarenos, moros, etc.

Etimología

La etimología del término es confusa. El DRAE recoge que la palabra castellana «sarraceno» deriva de la latina sarracēni, y esta de la aramea rabínica sarq[iy]īn, que significa «habitantes del desierto» (de srāq, «desierto»). Otras fuentes la hacen derivar del término griego Σαρακηνός (transcrito sarakenós), y éste del árabe شرقيين (transcrito sharqiyyin), que significa «orientales».

Mientras que el DRAE recoge como primera acepción que los sarracenos son los naturales de la Arabia Feliz (aproximadamente el actual Yemen, al sureste de la península arábiga), otras fuentes indican que el término sarakenoi es por el que se conocía en la Antigua Grecia a las tribus nómadas del centro y norte de Arabia, a quienes los romanos, establecidos en la provincia de Arabia Pétrea (aproximadamente la actual Jordania), denominaban en latín sarraceni. En las reseñas de la vida de san Moisés Egipto (siglo IV), se indica que ‘A petición de Mauvia, reina de los sarracenos, fue obispo y apóstol de esa nación’.

Autores cristianos altomedievales como Juan Damasceno (hacia 730)​ e Isidoro de Sevilla (hacia 630)​ proponen una etimología derivada del personaje bíblico Sara, casada con Abraham, que hizo desterrar a Agar y al hijo de ésta, Ismael, de cuyo linaje descenderían los árabes, «con las manos vacías» (ek tes Sarras kenous).

Fuentes clásicas

La primera fuente datable del uso del término es la Geographia de Claudio Ptolomeo (siglo II), que nombra Sarakene a la región entre Egipto y Palestina que comprende el norte del Sinaí, llamada así por la ciudad de Saraka. Ptolomeo también menciona al pueblo de los sarakenoi, que habitaban el noroeste de Arabia.

Hipólito de Roma, el Libro de las Leyes de los Países (o Diálogo del Destino, del gnóstico sirio Bardaisan o de uno de sus discípulos) y Uranius mencionan tres pueblos distintos en Arabia hacia la primera mitad del siglo III: los saraceni, los taeni y los árabesEsos taeni, más tarde identificados con la tribu árabe Tayyi, se localizaban en torno al oasis de Khaybar, en dirección al Éufrates, mientras que los saracenoi se situaban al norte de aquellos.​ Estos sarracenos localizados en el Hejaz septentrional aparecen como un pueblo con cierta capacidad militar y opuestos al Imperio romano, que los caracteriza como barbaroi (bárbaros). Se describen en una Notitia Dignitatum datada en tiempo de Diocleciano (siglo III), como componentes de diferentes unidades del ejército romano, distinguiendo entre árabes, liluturaenos y sarracenos. Los sarracenos aparecen formando la caballería pesada (equites) de Fenicia y ThamudEn una praeteritio, los enemigos derrotados por Diocleciano en su campaña del desierto sirio se describen como sarracenos. En otros informes militares del siglo IV (guerras Romano-Sasánidas) no se mencionan árabes, sino sarracenos involucrados en batallas tanto al lado de los persas como de los romanos en lugares tan lejanos como Mesopotamia.

La Historia Augusta incluye un resumen de una carta de Aureliano al Senado romano que se refiere a Zenobia, reina de Palmira, en estos términos: «Debo decir que tal es el miedo que esta mujer inspira en los pueblos del este y también en los egipcios, que ni los árabes ni los sarracenos ni los armenios se mueven contra ella».​ Una crónica bizantina primitiva sobre los sarracenos en el mismo contexto es la escrita por Ioannes Malalas (siglo VI).​ La diferencia entre ambas fuentes es que Malalas ve a los palmiranos y a todos los habitantes del desierto sirio como sarracenos, y no como árabes, mientras que la Historia Augusta ve a los sarracenos como distintos de los súbditos de Zenobia, ni palmiranos ni árabes. ​ Ammianus Marcellinus (finales del siglo IV), historiador de Juliano el Apóstata, escribe que el término sarraceno designa a los «habitantes del desierto» sirio, en sustitución del término arabes scenitae.​ En tiempos posteriores a Amiano, los sarracenos serían conocidos como guerreros del desierto. El término sarraceno se hizo popular tanto en la literatura griega como la latina, y con el tiempo se confundió con el de árabe e incluso con el de asirio, arrastrando definitivamente connotaciones negativas.

Los términos persas correspondientes a «sarraceno» son tazigan y tayyaye, que Esteban de Bizancio (siglo VI) sitúa en la capital lakhmida de Al-Hirah.

Eusebio de Cesarea nombra a los sarracenos en su Historia Ecclesiastica, cuando cita una carta de Dionisio de Alejandría en la que éste describe la persecución de Decio: «Muchos fueron, en la montaña de Arabia, esclavizados por los bárbaros sarkenoi».​ La Historia Augusta (hacia el año 400) refiere un ataque de ciertos saraceni, de los que no da más información, al ejército de Pescenio Niger en Egipto que ocurrió el año 193.

Fuentes francesas medievales

En las fuentes francesas medievales, el término sarrasins tiene una peculiar aplicación que surge a partir de la invasión musulmana rechazada en la batalla de Poitiers (732) y la fijación de marcas fronterizas por el Imperio Carolingio. En este contexto se acabó por denominar de forma imprecisa como sarracenos a cualquiera de los enemigos exteriores de religión no cristiana, a los que también se designaba, de forma igualmente impropia, como paganos. Entre ellos estaban no sólo los musulmanes de Al-Ándalus o Sicilia, sino poblaciones europeas cuyas peculiares manifestaciones religioso-culturales eran interpretadas como una vuelta al paganismo o una resistencia a la cristianización, como la de Arpitania, en los Alpes.​ El caso de los vascos es aún más confuso, puesto que son explícitamente confundidos con los musulmanes del valle del Ebro en la Chanson de Roland (siglo XI) al reflejar la batalla de Roncesvalles (778).

Uso peyorativo en castellano

El uso peyorativo en castellano se refleja en la expresión sarracina, que además de sinónimo de sarracena significa «pelea entre muchos, especialmente cuando es confusa o tumultuaria», o «riña o pendencia en que hay heridos o muertos».

Imperio Persa


os persas fueron un pueblo de origen indoeuropeo de la rama indo-irania que acabaron fusionándose con los pueblos que conquistaron en la época aqueménida. Se originó como un grupo de tribus nómadas cuya localización original radicaba al norte de la meseta de Irán. Alrededor de 1400 a. C., algunas de estas tribus, antepasadas de los persas históricos, se trasladaron hacia el sur de Irán.

El primer imperio

Antes del surgimiento de la nación persa, la zona del Medio Oriente venía siendo azotada por las guerras. El foco de estas guerras era el estado agresor y militarista de Asiria. Los asirios constantemente lanzaban campañas contra los pueblos que los rodeaban, saqueando, efectuando matanzas y deportando a las poblaciones o a sus clases dirigentes por lo menos. Esto provocó un gran deterioro humano y económico en toda la zona, incluso en Asiria, que llegó a despoblarse debido a las graves bajas sufridas en las guerras. Finalmente Asiria comenzó a debilitarse, sus enemigos se unieron en una gran coalición, la derrotaron y para el año 610 a. C. los asirios habían sido totalmente sometidos. La nueva situación mostró cuatro nuevos ejes de poder: en el actual Irán y el oeste de Turquía, los medos; en Mesopotamia, Siria y Palestina los neobabilonios; en el Norte de África los egipcios, que intentaban extender su influencia a Palestina y Siria; y en la zona de Turquía, diferentes estados, con influencias griegas. Estos estados englobaban variadas poblaciones, no todas sumisas al nuevo orden.[cita requerida] Siguió habiendo guerras, pero no tan cruentas como las campañas asirias. El mayor problema era que, a pesar de tener un gobierno nominal, estaban desorganizados. Muchos de esos gobiernos eran intolerantes y cobraban impuestos excesivos. Los persas eran un núcleo de pueblos con identidad propia que habitaban en el sur del actual Irán, estando sometidos al gobierno de los medos, pero con un cierto grado de autogobierno.

La expansión persa

En el 559 a. C. asume el trono de Persia Ciro II, de la dinastía Aqueménida. Hasta ese momento los persas eran nominalmente súbditos de los medos. Con Ciro esto cambió, puesto que independizó al país y lanzó a continuación una guerra de conquista contra sus antiguos amos. A pesar de haberlos derrotado, Ciro les permitió seguir ocupando cargos y mantener cierta autonomía. Luego se dedicó a conquistar las zonas del Asia Central y la frontera con la India, donde se fundaron ciudades y se construyeron fortificaciones para proteger el Imperio frente a los ataques de los nómadas del Asia Central. A continuación las fuerzas persas pasaron a la ofensiva en Asia Menor y subyugaron el reino de Lidia, cuyo rey era el famoso Creso. Esta zona junto con Jonia estaba poblada por griegos o tenía influencia griega, lo que hizo que la población fuera levantisca. Luego de un periodo sin guerras los persas atacaron Babilonia apoderándose además de toda la Mesopotamia, Siria e Israel. Los persas liberaron a los israelitas de su cautiverio en Babilonia y en muchas zonas fueron recibidos como libertadores. Luego de estas campañas falleció Ciro II y lo sucedió en el trono Cambises, que conquistó Egipto para Persia. Egipto nunca aceptó el dominio persa, por lo que eran frecuentes las conspiraciones y los alzamientos. En varias oportunidades se sublevó y logró recuperar su independencia por algún tiempo. También las zonas griegas del Asia menor se sublevaron entre 499 y 494 a. C. (revuelta jónica) con ayuda de los griegos de Europa especialmente de Atenas, lo que llevó a los persas a tratar de eliminar la amenaza griega en dos oportunidades, fracasando estrepitosamente. A partir de la derrota en Grecia los griegos con sus recursos limitados pasaron a la ofensiva, atacando en algunos puntos o apoyando a los revoltosos en otros, sin dañar demasiado al Imperio aqueménida. Los persas hábilmente promovieron la rivalidad entre Atenas y Esparta.

Los persas llegaron a ocupar territorios desde el norte de Grecia hasta el río Indo y el Amu Daria, incluyendo Tracia, Egipto, Oriente Medio, Asia Menor y el Cáucaso.

Godofredo de Bouillón


Godofredo de Bouillón (Bolonia sobre el Mar, Francia c. 1060 – Jerusalén, Reino de Jerusalén 18 de julio de 1100), fue gobernador de Jerusalén luego de su conquista por parte del ejército cruzado bajo el título de «Defensor del Santo Sepulcro»; además de ostentar los títulos de Duque de Bouillon, Margrave de Amberes y Duque de Baja Lorena. Hijo de Eustaquio II de Boulogne y de Ida de Lorena, fue un destacado líder militar en la Primera cruzada.

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Lombardos


Los lombardos (en latín, langobardi, de donde procede el nombre alternativo de longobardos) fueron un pueblo germánico originario del norte de Europa que se asentó en el valle del Danubio y desde allí invadieron la Italia bizantina en 568 d.C bajo el liderazgo de Alboino. Establecieron el Reino lombardo de Italia, que duró hasta el año 774 d.C, cuando fue conquistado por los francos.

Sacro Imperio Romano Germánico​


El Sacro Imperio Romano Germánico​ (en alemán: Heiliges Römisches Reich; en latín: Sacrum Romanum Imperium o Sacrum Imperium Romanum​—para distinguirlo del Reich alemán de 1871—, y también conocido como el Primer Reich o Imperio antiguo) fue una agrupación política ubicada en la Europa occidental y central, cuyo ámbito de poder recayó en el emperador romano germánico desde la Edad Media hasta inicios de la Edad Contemporánea.

Su nombre deriva de la pretensión de los gobernantes medievales de continuar la tradición del Imperio carolingio (desaparecido en el siglo X), el cual había revivido el título de Emperador romano en Occidente,3​ como una forma de conservar el prestigio del antiguo Imperio romano. El adjetivo «sacro» no fue empleado sino hasta el reinado de Federico Barbarroja (sancionado en 1157) para legitimar su existencia como la santa voluntad divina en el sentido cristiano. Así, la designación Sacrum Imperium fue documentada por primera vez en 1157,4​ mientras que el título Sacrum Romanum Imperium apareció hacia 11844​ y fue usado de manera definitiva desde 1254. El complemento Deutscher Nation (en latín: Nationis Germanicæ) fue añadido en el siglo XV.

El Imperio se formó en 962 bajo la dinastía sajona a partir de la antigua Francia Oriental (una de las tres partes en que se dividió el Imperio carolingio). Desde su creación, el Sacro Imperio se convirtió en la entidad predominante en la Europa central durante casi un milenio hasta su disolución en 1806. En el curso de los siglos, sus fronteras fueron considerablemente modificadas. En el momento de su mayor expansión, el Imperio comprendía casi todo el territorio de la actual Europa central, así como partes de Europa del sur. Así, a inicios del siglo XVI, en tiempos del emperador Carlos V, además del territorio de Holstein, el Sacro Imperio comprendía Bohemia, Moravia y Silesia. Por el sur se extendía hasta Carniola en las costas del Adriático; por el oeste, abarcaba el condado libre de Borgoña (Franco-Condado) y Saboya, fuera de Génova, Lombardía y Toscana en tierras italianas. También estaba integrada en el Imperio la mayor parte de los Países Bajos, con la excepción del Artois y Flandes, al oeste del Escalda.

Debido a su carácter supranacional, el Sacro Imperio nunca se convirtió en un Estado nación o en un Estado moderno; más bien, mantuvo un gobierno monárquico y una tradición imperial estamental. En 1648, los Estados vecinos fueron constitucionalmente integrados como Estados imperiales. El Imperio debía asegurar la estabilidad política y la resolución pacífica de los conflictos mediante la restricción de la dinámica del poder: ofrecía protección a los súbditos contra la arbitrariedad de los señores, así como a los estamentos más bajos contra toda infracción a los derechos cometida por los estamentos más altos o por el propio Imperio.

Entonces, el Imperio cumplió igualmente una función pacificadora en el sistema de potencias europeas; sin embargo, desde la Edad Moderna, fue estructuralmente incapaz de emprender guerras ofensivas, extender su poder o su territorio. Así, a partir de mediados del siglo XVIII, el Imperio ya no fue capaz de seguir protegiendo a sus miembros de las políticas expansionistas de las potencias internas y externas. Esta fue su mayor carencia y una de las causas de su declive. La defensa del derecho y la conservación de la paz se convirtieron en sus objetivos fundamentales. Las guerras napoleónicas y el consiguiente establecimiento de la Confederación del Rin demostraron la debilidad del Sacro Imperio, el cual se convirtió en un conjunto incapaz de actuar. El Sacro Imperio Romano Germánico desapareció el 6 de agosto de 1806 cuando Francisco II renunció a la corona imperial para mantenerse únicamente como emperador austríaco, debido a las derrotas sufridas a manos de Napoleón I.

 

Bohemundo de Tarento


Bohemundo I de Tarento o Bohemundo I de Antioquía, (San Marco Argentano, 1058 – Canosa, 3 de marzo de 1111), Príncipe de Tarento y después príncipe de Antioquía. Junto a su padre, Roberto Guiscardo, luchó férreamente contra el Imperio bizantino. Fue uno de los más importantes líderes de la Primera Cruzada, en donde consiguió ser príncipe de los territorios recientemente conquistados de Antioquía. Tras ser apresado por los musulmanes y escapar a Francia, logró casarse con la hija del rey Felipe I de Francia. Tras ser derrotado en su último intento de atacar al emperador bizantino Alejo I Comneno, se vio obligado a firmar el Tratado de Diabolis, un humillante pacto que destruyó su carrera militar y política.

Caballero Frances, siglo XIII


Luis IX fue el último monarca europeo que emprendiera el camino de las Cruzadas contra los musulmanes. La primera vez, entre 1248 y 1254, en lo que luego se llamó la Séptima Cruzada, Luis desembarcó en Egipto y llegó a tomar la ciudad de Damieta, pero poco después sus tropas fueron sorprendidas por la crecida del Nilo y la peste. Combatiendo en terreno desconocido para ellos, los franceses, junto con su rey, cayeron prisioneros de sus enemigos y sólo se salvaron pagando un fuerte rescate. Irónicamente, la séptima cruzada de Luis IX corrió una suerte similar a la quinta cruzada de Andrés II de Hungría, quien un par de décadas antes también arribó a Egipto y al poco tiempo se vio forzado a regresar a su hogar.

La octava Cruzada, en 1270, llevó a Luis frente a Túnez, ciudad a la que puso sitio. Si bien al rey lo impulsaban móviles religiosos, no era el caso de su hermano, el bastante más terrenal Carlos de Anjou,[cita requerida] rey de Nápoles, cuyos intereses en Italia, que lo vincularon estrechamente al papado, lo pusieron en situación de acabar con la competencia de los mercaderes tunecinos del Mediterráneo.

La expedición fue un desastre. Buena parte del ejército fue atacado por la disentería o, según el historiador Fernand Destaing, por la fiebre tifoidea,2​ al igual que el propio Luis IX, que murió sin haber conseguido su objetivo, el 25 de agosto de 1270.

Teutones


Teutones es el nombre que, recogido en la Edad Media, designa a los habitantes de un territorio europeo que actualmente forma parte de Alemania. Según el mapa de Ptolomeo, y de acuerdo con Pomponio Mela, los teutones habitaban en la península de Jutlandia, junto con los cimbrios.1​ Fue aproximadamente en el año 120 a. C. cuando, junto con los cimbrios, decidieron migrar de Escandinavia al sur de Europa.

Al este del Rin, los teutones han acusado siempre un origen celta, más precisamente galo, desde el nombre de sus jefes hasta el del mismo pueblo, ya que en lengua gala teuta significaba tribu y ona, agua, por lo que sería la tribu de las aguas (el Elba, en este caso). Su idiosincrasia belicosa y la amistad con tribus galas como los eburones —éstos les ceden un depósito para sus equipajes en la ciudad de Aduat cuando invaden la Galia Melenuda o central— y helvecios —quienes se unen a ellos con frecuencia) les hace fácilmente reconocibles como parte integrante del conjunto de pueblos que formaban la Galia Bélgica, con la mayoría de los cuales tenían tratados de amistad.

Los cronistas e historiadores latinos los confundieron con pueblos sajones, en particular germanos, al aceptar la división caprichosa que Roma hace de la región.2​ Determinaron que al este del Rin es país germano y, al oeste, país galo. Luego han incurrido durante dos milenios en este error todos los historiadores que se han basado en esos escritos, lo cual se ha desmentido arqueológicamente desde hace varias décadas.

A partir del año 113 a. C., los teutones y los cimbrios se unen para emigrar hacia la península ibérica, supuestamente debido a razones demográficas y sabiendo que las Galias estaban ya superpobladas. Es así que al tomar la dirección de la Galia Narbonense —la provincia romana que hoy es el sur de Francia hasta los Pirineos—, los romanos deciden detenerles temiendo que se instalen allí. Este corte del paso hacia la Hispania va a terminar suponiendo una invasión de territorios galos, que son realmente asolados por sus saqueos buscando reabastecimiento, lo que va a durar unos doce años. Hasta que Roma puede al fin detenerlos y hacerles tomar la decisión de regresar, habida cuenta de la redución de su número, debido a las cuantiosas pérdidas en combates.

A su vuelta, reencuentran a sus parientes en la cuenca del Elba, decidiendo muchos instalarse en el paso de los cimbrios, la actual Jutlandia, donde con los años terminarán predominando.

Orden hospitalaria


Una orden hospitalaria es un tipo de orden religiosa que tenía por objeto admitir y cuidar a los viajeros, peregrinos, pobres y enfermos. También se encargaban de defender a los peregrinos en algunos caminos peligrosos.

Las órdenes hospitalarias deben generalmente su origen a alguna necesidad apremiante e imprevista, a algún azote destructor que no se puede combatir con los medios ordinarios como el fuego de San Antón, la peste negra, etc y al hospedaje y protección de peregrinos a Tierra Santa, por ejemplo; lo cual las diferencia de las órdenes militares cristianas, que tenían un objetivo espiritual centrado en la cruzada contra los infieles y la conquista (reconquista en España) y cristianización de paganos e infieles.

Las órdenes hospitalarias comprendían dos clases: las dedicadas exclusivamente a la hospitalidad (hospedaje y sanación de enfermos: curar cuerpos curando almas, con el trasfondo medieval cristiano de la dualidad enfermedad-pecado) y las que a la vez eran hospitalarias y de protección militar a peregrinos (ayuda y socorro al viajero que se desplaza por motivos religiosos por territorios agrestes o peligrosos).

La más antigua de ellas fue fundada en Siena a finales del siglo IX por un piadoso habitante de dicha ciudad que abrió en ella un hospital llamado Della Scala.

Órdenes hospitalarias

Entre las órdenes hospitalarias son notables:

  • Caballeros de Jerusalén, más conocidos con el nombre de Hermanos hospitalarios
  • Caballeros teutónicos
  • Congregación de San Juan de Dios o de hermanos de la Caridad
  • Congregación de los Buenos Hijos, fundada en 1645 en Armentières.
  • Caballeros de la Orden de Constantino, de la Orden Dorada, de la Orden Angélica o de la Orden de San Jorge, fundada por Isaac II Ángelo a finales del siglo XII.
  • Canónigos y Caballeros del Santo Sepulcro.
  • Hospitalarios del Monte de San Bernardo.
  • Hospitalarios de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
  • Hospitalarios de San Lázaro de Jerusalén, de Rodas y de Malta.
  • Hermanos Hospitalarios de San Antonio, fundada en 1095 en el Reino de Arlés y canónicamente unida a la de Malta en 1777, perdiendo sus últimos monasterios y hospitales en 1803, durante el periodo de
  • Mediatización y Secularización del Sacro Imperio Romano Germánico.
  • Caballeros de la Milicia del Temple o Templarios.
  • Hospitalarios de Burgos.
  • Hospitalarios de San Juan de Dios.
  • Hermanos enfermeros, Mínimos u Obregones, instituidos en España en 1567.
  • Orden de la Caridad de San Hipólito, establecida en México.
  • Hospitalarios de Tierra Santa.

Existían también comunidades de Hermanas hospitalarias, y entre ellas, las más conocidas son:

  • Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
  • Hermanas de la Casa de Dios
  • Hermanas hospitalarias de Nuestra Señora de París, congregación fundada en 1624 por Francisco de la Croix
  • Hermanas de la Caridad, agregadas a la orden tercera de San Francisco de Asís