Revolución en el ‘árbol genealógico’ de los dinosaurios


El Mundo

  • La nueva clasificación desafía muchas ideas sobre la relación entre las diferentes familias
  • Un mismo antecesor, originario del hemisferio norte, habría dado origen a todas las especies

Esqueleto real de un dinosaurio expuesto en Dinópolis. SERGIO ENRIQUEZ-NISTAL

El árbol genealógico de los dinosaurios se tambalea. Un nuevo estudio presenta una propuesta revolucionaria sobre su origen y evolución, que implicaría la reorganización completa de las actuales clasificaciones. Esta nueva teoría, desarrollada por investigadores de la Universidad de Cambridge y publicada en el último número de la revista Nature, cuestiona también aspectos fundamentales sobre la naturaleza de los primeros saurios.

Desde hace más de un siglo los dinosaurios se han clasificado en dos clados o grupos principales: los ornitisquios, caracterizados por una estructura pélvica similar a la de las aves, y los saurisquios, cuya pelvis se asemeja más a la de los reptiles. En el primer clado se incluyen los ornitópodos, como el Iguanodon, y los dinosaurios con coraza, como el triceratos o el estegosaurio. Los saurisquios, por su parte, agrupan a los grandes carnívoros terópodos, como el tiranosaurio, y a los saurópodos gigantes, como el diplodocus y el brontosaurio.

Sin embargo, la nueva clasificación propuesta por los investigadores de Cambridge establece una relación directa entre los ornitisquios y los terópodos, de manera que los dos quedan dentro de un nuevo clado, llamado Ornithoscelida. Por otro lado, en el grupo de los saurisquios permanecerían los grandes saurópodos, que los paleontólogos británicos agrupan con una de las especies más antiguas, los herrerasaurios.

La reconstrucción de las líneas evolutivas de cualquier orden biológico se realiza estableciendo relaciones de parentesco entre diferentes especies, en base a rasgos comunes compartidos por todos sus miembros. Los investigadores de Cambridge han seguido estos mismos principios para construir su clasificación. «Como los autores han usado métodos estándar, los resultados no pueden ser descartados sin más, como si fueran una mera opinión o especulación», explica Kevin Padian, profesor de Biología en la Universidad de California, «sino que los análisis de rasgos que han realizado tendrán que ser examinados minuciosamente por otros investigadores».

El antecesor común

Según sus autores, esta nueva clasificación implicaría también la redefinición y reorganización de diferentes subgrupos, además de obligar a realizar nuevas evaluaciones sobre el origen común de los dinosaurios y la evolución de sus rasgos. «El descubrimiento de nuevos especímenes nos ayudará a entender más y a llenar los vacíos en nuestro modelo», señala Baron.

Baron sugiere que el origen de los dinosaurios se situaría en el hemisferio norte, en contra de lo que se creía hasta ahora, ya que la mayoría de sus miembros basales -es decir, las especies fundadoras- habrían habitado tierras septentrionales. La presencia de herrerasaurios y otros fósiles antiguos en Sudamérica y África ha hecho que muchos especialistas miren al sur como punto de partida, pero los investigadores británicos sostienen que estas especies podrían tener su origen en un antepasado común anterior que vivió en el norte, una teoría que apoyan en recientes descubrimientos de fósiles.

El equipo de Cambridge también afirma que estas especies basales eran omnívoras, ya que sus dientes tienen formas diversas, características tanto de herbívoros como de carnívoros. «Esta idea parece razonable, ya que muchos animales pequeños con dientes de varios tipos son omnívoros, pero esta condición no se cumple siempre, por lo que esta asunción podría no ser definitiva», opina Paidan.

Recomponiendo las familias

Ya existían especulaciones sobre la posibilidad de que los ornitisquios pudieran haber evolucionado a partir de otro grupo preexistente. «Siempre han sido el grupo comodín», explica Padian, «desde que aparecieron por primera vez, han sido los raros«. Este orden de dinosaurios tiene un extraño hueso adicional en la barbilla, sus incisivos son más pequeños, los dientes laterales son regulares y muy espaciados y los huesos de su cadera tienen una estructura particular.

A diferencia de la mayoría de saurios, los ornitisquios eran herbívoros, lo que en principio descartaba su parentesco con los terópodos. Sin embargo, la nueva clasificación se ha basado en el hallazgo de hasta 21 características anatómicas comunes entre ambos, que implicarían la existencia de un ancestro común.

En el otro orden, los herrerasaurios se convertirían en el pariente más cercano de los saurópodos, a pesar de que los primeros son carnívoros y los segundos herbívoros. El trabajo de Baron sugiere que terópodos y herrerasaurios desarrollaron la condición de carnívoros de forma independiente. «Será interesante ver cómo los paleontólogos acogen esta original y provocadora reevaluación de los orígenes y las relaciones entre los dinosaurios», declara Padian.

La gran extinción de la era de los dinosaurios llegó hasta los polos


El Pais

  • Fósiles hallados en la Antártida confirman que la desaparición de especies fue repentina, masiva y alcanzó a todos los rincones del planeta
La gran extinción quedó registrada en los fondos marinos de la isla Seymour (en la imagen) en la península antártica. Vanessa Bowman

La gran extinción quedó registrada en los fondos marinos de la isla Seymour (en la imagen) en la península antártica. Vanessa Bowman

Hace unos 66 millones de años se produjo una de las grandes extinciones que ha vivido el planeta, la de los dinosaurios. Hasta aquí todos de acuerdo. Pero los científicos difieren en la causa de la gran extinción, su velocidad y su alcance. Ahora, un estudio con miles de fósiles hallados en la Antártida muestra que la muerte fue repentina, masiva y generalizada.

Y esa gran extinción repentina, masiva y generalizada solo podría haber sido causada por un bólido caído del cielo. Esa es la teoría dominante entre los científicos y que ahora mismo está siendo comprobada experimentalmente con el estudio del cráter de Chicxulub (México). Además de los daños inmediatos, el enorme impacto debió cambiar el clima de la Tierra, alterando radicalmente las condiciones en las que se desarrollaba la vida.

Muchas especies, como los dinosaurios terrestres no supieron adaptarse y desaparecieron en unos pocos miles de años. Fue la gran extinción que cerró el periodo Cretácico y dio paso al Paleógeno, que inicia la era de los mamíferos. Las pruebas de la gran extinción son innegables. Por todas partes, desde el golfo de México, hasta la actual Dinamarca, el registro fósil muestra que hace 66 millones de años algo muy grande pasó. Los estratos inmediatamente posteriores a esa época aparecen casi vacíos de fósiles. Unos cientos de miles de años más arriba, la vida fosilizada vuelve con fuerza, aunque ya no están los dinosaurios.

Pero hay una corriente nada despreciable de científicos que, coincidiendo en la existencia de la gran extinción, consideran improbable que un asteroide provocara tal cataclismo. Para ellos, fue un cambio climático progresivo y gradual el que creó las condiciones para el fin de los dinosaurios. Aunque no todos señalan qué pudo iniciar este cambio, muchos apuntan a una sucesión de grandes erupciones volcánicas en la meseta del Decán (India), sucedida también hace unos 66 millones de años. Tal vulcanismo pudo oscurecer el cielo e iniciar una era de enfriamiento global.

El 70% de la vida marina de la Antártida desapareció cuando se extinguieron los dinosaurios

Ahora, un grupo de investigadores británicos ha estudiado qué pasó con la vida muy lejos tanto del golfo de México como de la meseta del Decán. En la British Antarctic Survey (BAS), han pasado casi una década excavando, recopilando y analizando el registro fósil en la isla de Seymour, ubicada en el extremo de la península antártica. Lo que han encontrado, como explican en Nature Communications, apoya la tesis del impacto y la consecuente extinción repentina, masiva y generalizada.

«Nuestra investigación muestra básicamente que un día todo iba bien, la Antártida tenía una próspera y diversa comunidad marina y, al siguiente, ya no. Queda claro que un evento catastrófico y repentino ocurrió en la Tierra», dice en una nota el investigador de la Universidad de Leeds (Reino Unido) y principal autor de la investigación, James Witts.

Su trabajo muestra que hace unos 66 millones de años a unos estratos ricos en vida le sucedieron otros casi yermos. La investigación se centra en los animales bentónicos, los que viven en el fondo marino, como los moluscos. Al ser relativamente abundantes, funcionan como un indicador de la salud del ecosistema. Lo que encontraron los científicos es que se produjo un marcada reducción, tanto en cantidad como en diversidad, de ambos grupos. Así, hasta el 67% de las especies de moluscos desaparecieron del registro fósil a finales del Cretácico.

Pero también se extinguieron los amonites dimonocera, primos lejanos del calamar, o reptiles marinos gigantes como el Mosasaurus y todos en un relativamente corto espacio de tiempo. Sin embargo, progresivamente, la vida marina de la Antártida se recuperó. Más, como pasó en otras latitudes, ya no era la misma vida, apareciendo nuevas especies de animales. 350.000 años después de lo que provocara la gran extinción, la densidad y diversidad de vida ya era la misma.

«Se trata de la prueba más consistente del registro fósil de que el principal causante de la extinción fueron las consecuencias del impacto de un gran asteroide y no un paulatino declive provocado por cambios naturales en el clima o por el estrés sufrido por los ecosistemas por un severo vulcanismo», sostiene Witts.

Este trabajo es uno de los primeros que muestra el verdadero alcance geográfico de la gran extinción. Hollywood y sus películas de catástrofes han hecho creer que tras el desastre siempre queda algún lugar en el planeta, una selva perdida, la montaña más alta o el eterno sur, donde la muerte no llegó. Pero, como dice la investigadora de la BAS y coautora de la investigación, Jane Francis, «incluso los animales que vivían en los confines de la Tierra, cerca del Polo Sur, no estuvieron a salvo de los efectos devastadores de la extinción masiva del fin del Cretácico».

El meteorito que «remató» a los dinosaurios


ABC.es

  • Una investigación dice que estos animales ya estaban en declive antes del impacto de una gran roca espacial contra el actual Yucatán hace 66 millones de años
 Un meteorito impactó contra lo que ahora es México hace 66 millones de años - Archivo

Un meteorito impactó contra lo que ahora es México hace 66 millones de años – Archivo

Hace unos 66 millones de años, el impacto de un gran meteorito contra lo que hoy es la costa de la provincia del Yucatán, en México, provocó la desaparición de un gran número de especies, entre ellas, los dinosaurios. El golpe lanzó millones de toneladas de polvo al aire, tapó el Sol y provocó un enfriamiento global a corto plazo y la pérdida generalizada de la vegetación. Este desastre ecológico hizo que los grandes animales que dependen de la abundancia de las plantas murieran, seguidos de los depredadores que se alimentan de ellos. Esa es la teoría más aceptada por la comunidad científica para explicar la extinción de los dinosaurios. Hasta ahora se creía que la catástrofe les llegó a estos seres en un buen momento, cuando se encontraban en su apogeo, en pleno reinado del mundo del Cretácico. Sin embargo, una nueva investigación publicada en Proceedings of de la National Academy of Sciences (PNAS) dice que esos reyes de la naturaleza ya se habían quitado la corona decenas de millones de años antes del gran impacto. El asteroide, más que matarles, les remató en su declive.

Mediante el uso de un sofisticado análisis estadístico junto con la información del registro fósil, investigadores de las universidades de Reading y Bristol, en Reino Unido, mostraron que algunas especies de dinosaurios se extinguieron a un ritmo más rápido que las nuevas que fueron emergiendo desde 50 millones de años antes del impacto.

Según explican, si bien la disminución en el número de especies a través del tiempo estaba efectivamente omnipresente en todos los grupos de dinosaurios, sus patrones de pérdida eran diferentes. Por ejemplo, los dinosaurios saurópodos gigantes de cuello largo estaban en el declive más rápido, mientras que los terópodos, el grupo de dinosaurios que incluye al icónico Tyrannosaurus rex, mostraban una disminución más gradual.

«No esperábamos este resultado. Mientras que el impacto de un asteroide sigue siendo el principal candidato para la desaparición definitiva de los dinosaurios, es evidente que ya habían dejado atrás su apogeo en un sentido evolutivo», dice Manabu Sakamoto, paleontólogo de la Universidad de Reading y director de la investigación.

«Nuestro trabajo es innovador porque, una vez más, va a cambiar nuestra comprensión del destino de estas poderosas criaturas. Mientras que un apocalipsis repentino pudo haber sido el último clavo en el ataúd, algo más ya había impedido a los dinosaurios evolucionar en nuevas especies tan rápido como las viejas iban desapareciendo», continúa. «Esto sugiere que decenas de millones de años antes de su desaparición definitiva, los dinosaurios ya habían comenzado a perder su ventaja como la especie dominante en la Tierra».

Erupciones de volcanes

Mike Benton, de la Universidad de Bristol, uno de los coautores de la investigación, cree que los dinosaurios, después de estar presentes en los ecosistemas terrestres durante 150 millones de años, perdieron de alguna manera su capacidad de evolucionar lo suficientemente rápido. «Esto probablemente haya contribuido a su incapacidad para recuperarse de la crisis ambiental causada por el impacto», señala.

La nueva investigación sugiere que, además del choque del asteroide, otros factores, como la desintegración de las masas continentales, una actividad volcánica sostenida y otros factores ecológicos, posiblemente influyeran en la disminución gradual de los dinosaurios.

Esta disminución observada en los dinosaurios habría tenido implicaciones para otros grupos de especies, especialmente para los mamíferos, que encontraron entonces un hueco para progresar y prepararse para sustituirlos como los animales dominantes en la Tierra.

Para Sakamoto, el estudio podría dar una idea de la futura pérdida de la biodiversidad. «Nuestro estudio indica claramente que si un grupo de animales está experimentando un rápido ritmo de extinción, es propenso a la aniquilación si se produce una gran catástrofe. Esto tiene enormes implicaciones para nuestra biodiversidad actual y futura, dada la velocidad sin precedentes en la que las especies se están extinguiendo debido al cambio climático en curso causado por el hombre». Una lección sobre la que reflexionar.

El meteorito que acabó con los dinosaurios


ABC.es

  • Un equipo científico empezará a perforar este miércoles el cráter de Chicxulub, en Yucatán, donde hace 65 millones de años cayó la bola de fuego

 

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La península de Yucatán guarda en el lecho de su extremo noroeste, repartida entre la tierra y el mar, la cicatriz de uno de los acontecimientos más importantes de la historia del planeta. Aquí se estrelló, hace 65 millones y medio de años, un meteorito de entre 10 y 12 kilómetros de diámetro, que, convertido en una descomunal bola de fuego merced a su velocidad –20 kilómetros por segundo–, liberó una energía equivalente, según calculan los expertos, a la explosión de 10.000 veces todo el arsenal atómico del mundo hoy, cambió el clima de la Tierra durante al menos dos años y se cree fue responsable de la extinción fulminante del 75 por ciento de la vida planetaria, incluidos los dinosaurios.

El pozo del diablo

Este cráter, llamado de Chicxulub como la población yucateca donde está enclavado en parte –del maya «Chac-xulub-chen», algo así como «el pozo del diablo»– tiene un diámetro aproximado de 200 kilómetros y se encuentra sepultado y protegido por una capa de rocas de alrededor de mil metros. A su mismo centro, en medio del mar, apunta la Expedición 364 del Programa Internacional de Descubrimiento Oceánico (IODP por sus siglas en inglés), que este miércoles comenzará la primera perforación subacuática de esta extraordinaria formación geológica.

Con la coordinación del Consorcio Europeo para la Perforación de Investigación Oceánica, una treintena de investigadores de varios países intentará desentrañar los secretos que todavía rodean al cráter, bajo la dirección de Sean Gulick, de la Universidad de Texas, Joanna Morgan, del Imperial College de Londres, y Jaime Urrutia, del Instituto de Geofísicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre ellos se encuentran, por cierto, tres paleontólogos españoles, de la Universidad de Zaragoza: Laia Alegret, Ignacio Arenillas y José Antonio Arz.

Es el profesor Jaime Urrutia quien detalla los principales objetivos de esta nueva exploración. Uno es analizar de qué y cómo está formada la parte central del cráter, conocida como anillo de picos. ¿De material procedente del fondo que en el impacto se levantó, quizá? «Esta estructura es muy común encontrarla en la Luna o en Marte, pero en la Tierra hay muy pocos cráteres que la tengan, y la que está mejor preservada es en Chicxulub», cuenta Urrutia. «Hay varias hipótesis sobre la formación de estos anillos pero hasta ahora no tenemos evidencia experimental».

Otro de los objetivos primordiales de la exploración es saber cómo se recuperó la vida después de un cataclismo que parecería descrito en el Apocalipsis: después del calor, la capa de gas tóxico que oscureció la Tierra durante al menos dos años, inhibiendo la entrada de la luz del Sol y con ello la fotosíntesis, lo cual desencadenó en muy poco tiempo la destrucción de casi toda vida. ¿La recuperación fue gradual, instantánea, afortunada solamente para ciertos grupos?

Pistas sobre el cambio climático

Ligia Pérez-Cruz, micropaleontóloga y especialista en clima, explica que antes de la capa de los 65 millones de años, se encontrarán con otra importante, de hace 55 millones de años, cuando se dio un fenómeno conocido como el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno: entonces se produjo otra extinción, esta vez paulatina. «Lo queremos estudiar porque es análogo a las condiciones que están ocurriendo actualmente con el llamado calentamiento global», dice Pérez-Cruz. Si en aquella época el efecto invernadero fue desencadenado por una misteriosa inyección de gas metano, ahora es de dióxido de carbono. Las pistas para esta hipótesis se encuentran bajo el agua: ahora, como entonces, los océanos se acidificaron y los organismos con esqueletos de carbonato de calcio, como los corales, fueron muriendo.

Las piedras hablan. Lo sabe bien Urrutia, que ha participado en las anteriores perforaciones, unas trece desde 1994, todas en tierra, y cuya experiencia en Chicxulub es casi tan larga como su propio descubrimiento. Antonio Camargo, quien halló el cráter junto al estadounidense Alan Penfield –Camargo era empleado de Pemex, porque, en efecto, la formación se encontró buscando petróleo–, no solo fue profesor de Urrutia en la facultad, sino su primer jefe.

Piezas del rompecabezas

Además, siendo estudiante en la Universidad de Newcastle, Urrutia trabajó en los Apeninos, donde en 1979 Walter Álvarez y su padre, Luis, encontraron la huella geológica de un cambio drástico entre el periodo Cretácico y el Terciario, justo cuando se extinguieron los dinosaurios. Urrutia quedó maravillado de que se pudiera ver «con ese grado de claridad un evento de extinción». Ambos descubrimientos fueron conectados, a principios de los años noventa, por el canadiense Alan Hildrebrand en una conclusión digna de la ciencia ficción: un impacto extraterrestre había hecho desaparecer a los grandes saurios.

Pocos científicos dudan ya de ello, pero aún quedan por encontrarse piezas en el rompecabezas. Es lo que pretende el análisis de los materiales recabados en esta perforación. El acuerdo entre las instituciones que participan en el proyecto es publicar resultados en menos de un año. Para entonces, los misterios que sigue albergando el gran cráter de Chicxulub lo serán un poco menos.


 

 

La mayor migración de dinosaurios jamás contada


El Pais

  • Fósiles rescatados del destrozo de la Primavera Árabe reconstruyen el viaje de los rebaquisáuridos desde Sudamérica hasta África y Europa

Unos fósiles que fueron machacados durante la reciente revolución de Túnez han permitido reconstruir una de las mayores migraciones de dinosaurios que se conocen. La historia comenzó en otoño de 2011, cuando un equipo de paleontólogos italianos y tunecinos descubrió varios huesos de un nuevo dinosaurio en la gobernación de Tataouine, al sur del país. Los restos se embalaron cuidadosamente y se enviaron a Túnez, pero, en plena revolución, los saqueadores los rompieron en más de 200 pedazos en busca de objetos valiosos. En 2013, pasadas las revueltas, el mismo equipo volvió a Túnez, restauró las piezas dañadas y rescató más fósiles del mismo dinosaurio.

“Desde el comienzo de las excavaciones nuestro objetivo fue reconstruir su foto de familia e identificar a sus parientes más cercanos”, explica el italiano Federico Fanti, paleontólogo de la Universidad de Bolonia y líder del estudio sobre el nuevo dinosaurio de Túnez, Tataouinea hannibalis. Su equipo hizo réplicas en 3D de los fósiles dañados y además desenterró parte de la cadera y de la cola del dinosaurio en 2013, lo que ha ayudado a caracterizarlo mejor.

El Tataouniea era un dinosaurio herbívoro y con forma de diplodocus, aunque mucho más pequeño, pues medía unos 12 metros de largo. Según Fanti perteneció al grupo de los rebaquisáuridos, una familia cuyos ancestros parecen estar, curiosamente, en América del Sur. ¿Cómo pudieron estos dinosaurios llegar a África?

Los saqueadores rompieron los fósiles en más de 200 pedazos

Según explican Fanti y el resto de su equipo en un estudio publicado en PLoS One, solo hay una explicación posible: una larga migración por tierra que duró unos 30 millones de años y que fue creando especies diferentes a medida que estos dinosaurios conquistaban nuevos hábitats. Los primeros rebaquisáuridos habrían aparecido hace unos 160 millones de años en los espesos y húmedos bosques de Sudamérica. En una zona llena de agua y comida los primeros miembros del grupo eran animales enormes, como el zapalasaurio, de 25 metros de largo y tan alto como un edificio de dos plantas. Fanti mantiene que en el Cretácico Inferior, hace 135 millones de años, los rebaquisáuridos llegaron a África, que por entonces estaba unida a Sudamérica formando el supercontinente de Gondwana. La adaptación a unos hábitats muchos más secos y con menos vegetación para comer hizo que encogieran y se hiciesen mucho más ligeros. De hecho, el Tataouniea tenía los huesos neumáticos, llenos de cavidades de aire, lo que reducía drásticamente su peso, hacía su respiración más eficiente y les facilitaba la vida para moverse largas distancias en busca de alimento, explica Fanti. Estos dinosaurios eran saurópodos, no emparentados con las aves, pero sorprendentemente tenían adaptaciones similares a ellas, señala el paleontólogo. “Este es el único dinosaurio conocido que tenía los huesos de la cadera huecos”, resalta.

El arca de Noé

Unos cinco millones de años después, los rebaquisáuridos llegaron a Europa, que entonces era un conjunto de islas. Cómo lo hicieron es un misterio, pero dinosaurios como el demandasaurio, hallado en Burgos y estrechamente emparentado con el Tataouinea de Túnez, así lo demuestran. “Es posible que el mar en aquella época fuera poco profundo y pudiesen cruzarlo hasta lo que hoy es España”, argumenta Fanti.

José Ignacio Canudo, un paleontólogo de la universidad de Zaragoza experto en rebaquisáuridos de Argentina y España, reconoce que la hipótesis de la migración y la progresiva reducción de tamaño hasta llegar al demandasaurio “es buena”, aunque quedan flecos. “Por aquel entonces África e Iberia estaban separadas por pocos kilómetros de mar, pero era una barrera infranqueable debido a las intensas corrientes”, explica. “Otra opción es que estos dinosaurios llegasen a Europa a bordo de lo que hoy es la península Itálica, que formó parte de África y luego se unió a Europa como una especie de arca de Noé”, señala. Es algo parecido a lo que sucedió con lo que hoy es la India. Además, recuerda, los fósiles de rebaquisáuridos de América son más recientes que los de África y España, advierte. Es muy plausible que el grupo existiese antes en Sudamérica, opina Canudo, pero, por ahora, “no hemos encontrado restos de estos dinosaurios en estratos más antiguos”.

Después de la interrupción por la Primavera Árabe, el equipo de Fanti espera volver a excavar en noviembre a Jebel El Mra, el lugar en el que en 2013 encontraron los nuevos huesos del Tataouinea. Esperan poder seguir trabajando allí también en 2016, lo que posiblemente permita esclarecer más detalles sobre los orígenes de los rebaquisáuridos y su espectacular periplo. “Estamos ante la migración de dinosaurios mejor documentada de la que se tiene constancia”, asegura.

Cuenca, la «Atapuerca de los dinosaurios»


ABC.es

  • Investigadores del CSIC reconstruyen cómo eran las condiciones climáticas y ecológicas de la zona hace 70 millones de años
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ÓSCAR SANISIDRO Reconstrucción del hábitat, fauna y flora de Lo Hueco durante el Cretácico Superior

 

Lo llaman «la Atapuerca de los dinosaurios». Y no es para menos.Más de 10.000 fósiles de dinosaurio, en efecto, además de cocodrilos, tortugas, peces y toda clase de plantas de hace 70 millones de años han convertido al yacimiento de Lo Hueco, en Cuenca, en lugar de peregrinación para paleontólogos, especialmente para aquellos que quieren conocer mejor el Cretácico Superior. A poco más de 20 km. otro yacimiento, el de Las Hoyas, es también todo un libro abierto que retrata un periodo algo más antiguo de nuestra historia; el Cretácico Inferior, hace unos 120 millones de años.

Juntos, ambos yacimientos paleontológicos han convertido a Cuenca en una auténtica «tierra de dinosaurios». Y en uno de los mejores lugares que existen en Europa para reconstruir con todo detalle unos ecosistemas que se pierden en la noche de los tiempos, mucho antes de que el primer homínido dejara su huella en el planeta.

Eso, reconstruir un ecosistema completo, es precisamente lo que acaba de hacer un grupo de investigadores españoles en Lo Hueco. Liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y compuesto por expertos de varias universidades, el equipo de científicos ha logrado reconstruir, basándose en el análisis de isótopos de carbono y oxígeno de fósiles de dinosaurios, cocodrilos tortugas y peces de hace 70 millones de años, cómo eran las condiciones climáticas, ecológicas e hidrológicas de la zona en ese lejano periodo. El trabajo se publica hoy en PLOS ONE.

Una gran llanura inundada

Igual que sucedió en Atapuerca, fueron las obras de construcción del ferrocarril (en este caso el AVE) las que en 2007 destaparon los primeros fósiles al atravesar de parte a parte el pequeño cerro de Lo Hueco. Los enormes huesos estaban incrustados en arcillas grises y rojas, y un equipo de paleontólogos liderado por José Luis Sanz, catedrático de Paleontólogía de la Universidad Autónoma de Madrid, determinó entonces que se trataba de restos de saurópodos (grandes dinosaurios herbívoros) del grupo de los titanosaurios.

Pero no solo eso. Pronto aparecieron restos de otras criaturas (cocodrilos, tortugas, peces y plantas) que permitieron ir dibujando un paisaje muy diferente del actual. Hace 70 millones de años toda la región, muy cerca del mar, era una gran llanura arenosa e inundada, con islas y lagunas rodeadas de canales de aguaque, estacionalmente, podía ser tanto dulce como salada. Allí, con un clima más caluroso que el actual, una gran concentración de CO2 en la atmósfera, casquetes polares que aparecían y desaparecían y una gran abundancia de árboles, arbustos y hierbas, los dinosaurios campaban a sus anchas.

Un dato curioso revelado por los investigadores es que, por lo menos en esta zona, los grandes herbívoros no fueron presa de los depredadores, probablemente debido a su gran tamaño. Los dinosaurios carnívoros debieron conformarse seguramente con presas más pequeñas, como los ornitópodos que habitaban la región.

Los científicos pudieron llegar a esta conclusión analizando los valores isotópicos del carbono del esmalte dental de los dinosaurios, tanto herbívoros como carnívoros. «Estudios llevados a cabo en mamíferos actuales -asegura Laura Domingo, investigadora del CSIC- indican que existe una diferencia entre carnívoros, con valores isotópicos más bajos, y herbívoros, con valores más altos a causa de la distinta posición en la cadena trófica. En el caso de los dinosaurios de Lo Hueco, no existen diferencias sustanciales. Creemos que los saurópodos no fueron presas factibles de los dromeosáuridos por su enorme tamaño corporal”.

“Los fósiles de especies con fisiologías y hábitos de vida tan dispares nos han permitido obtener información acerca de la variabilidad térmica estacional, la dieta que tenían estos animales, así como precisar el tipo de hábitat”, indica Laura Domingo.

La proporción de isótopos estables de oxígeno en el tejido óseo de los dinosaurios ha aportado a los investigadores información sobre el agua ingerida a lo largo de un año, así como de las precipitaciones y la temperatura media anual.

Posteriormente, lograron también calcular las temperaturas dominantes utilizando el valor isotópico de los peces. De hecho, al ser animales de sangre fría y no regular su temperatura corporal, dependen por completo de la temperatura ambiental para sobrevivir.

“La comparación con datos de estaciones meteorológicas costeras actuales situadas en una latitud similar a la de Lo Hueco indica que la amplitud térmica estacional en el Cretácico Superior entra dentro del rango actual. Es decir, las temperaturas no permanecían más constantes a lo largo del año que en la actualidad, como sí se ha observado en épocas previas y más cálidas del Cretácico”, asegura Domingo.

Todo un mundo perdido, pues, que vuelve a florecer gracias a unas técnicas de investigación que prometen seguir desvelando aspectos desconocidos del remoto pasado de la Península Ibérica.

Los dinosaurios desaparecieron «en su mejor momento»


ABC.es

  • Una investigación europea confirma que el impacto de un asteroide hace 66 millones de años tuvo efectos globales
Los dinosaurios desaparecieron «en su mejor momento»

Archivo Un meteorito impactó contra lo que hoy es México hace 66 millones de años provocando la extinción de los dinosaurios

La teoría de que un asteroide terminó de forma súbita con los dinosaurios de todo el mundo está ampliamente extendida, pero hasta hace muy poco tiempo los fósiles del final del Cretácico (el último capítulo de la evolución de los dinosaurios) procedían casi únicamente de América del Norte. Lo cual ha suscitado la duda de que su repentina desaparición podría haber sido solo un fenómeno local, circunscrito a Canadá y América.

Ahora, un nuevo estudio recién publicado en la revista Zookeys muestra que también en Europa los dinosaurios florecieron justo hasta el momento del impacto que acabó con ellos, hace unos 66 millones de años.

El trabajo sintetiza todo un abanico de investigaciones sobre dinosaurios europeos llevados a cabo durante las últimas décadas y que revelan que al final del Cretácico los dinosaurios prosperaban y eran muy comunes en España, Francia y Rumanía, entre otros países.

Analizando la variedad y la edad de todos estos fósiles, un grupo de investigadores liderado por Zoltán Csiki-Sava, de la Facultad de Geología y Geofísica de la Universidad de Bucarest, ha determinado que la población de dinosaurios fue muy diversa en el Viejo Continente hasta muy tarde en el Cretácico.

En los Pirineos españoles y franceses, la mejor área de Europa para encontrar fósiles de ese periodo, especies carnívoras y herbívoras resultan muy comunes y todo indica que estaban prosperando sin problemas durante los últimos cientos de miles de años antes del impacto del asteroide.

Para Csiki-Sava, «durante mucho tiempo, Europa ha resultado eclipsada por otros continentes por lo que respecta a la naturaleza, composición y evolución de los últimos ecosistemas continentales de final del Cretácico. Pero los últimos 25 años han sido testigos de un gran esfuerzo en todo el continente para mejorar nuestro conocimiento, y es ahora cuando estamos en condiciones de percibir la importancia de todos estos nuevos hallazgos y de la extraña y nueva historia que esos descubrimientos cuentan sobre cómo era la vida al final de la era de los dinosaurios».

Para Steve Brusatte, de la Universidad de Edimburgo y coautor de la investigación, «todo el mundo sabe que un asteroide nos golpeó hace 66 millones de años y que los dinosaurios desaparecieron, pero esta historia se basa principalmente en fósiles de una sola parte del mundo, Norteamérica. Ahora sabemos que los dinosaurios europeos también prosperaron hasta la caída del asteroide, igual que en Norteamérica. Lo cual constituye una fuerte evidencia de que el asteroide realmente mató a los dinosaurios cuando estaban en su mejor momento, y en todo el mundo a la vez».

Los dinosaurios desaparecieron «en su mejor momento»

Mapa de la evolución de ecosistemas europeos en la frontera entre el Cretácico (debajo), y el Paleogeno (arriba) Ron Blakey, Northern Arizona University; fossils: Jeremy E. Martin

La tormenta perfecta que acabó con los dinosaurios


abc.es

  • El impacto del asteroide coincidió con un momento de agitación medioambiental, lo que hizo que fueran más vulnerables
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La cadena alimenticia de los dinosaurios se vio muy debilitada por el meteorito

Si el asteroide que acabó con los dinosaurios hubiera impactado en la Tierra unos pocos millones de años antes, podrían haber sobrevivido. Esto refleja un estudio publicado en «Biological Reviews», donde se ha construido una nueva narrativa acerca de la desaparición de los mayores reptiles que habitaron la tierra hace unos 66 millones de años.

En el momento que un gigantesco meteorito de 10 kilómetros de anchoimpactó en lo que hoy es la Península del Yucatán, en Méjico, la Tierra estaba experimentando una agitación ambiental que incluía una extensa actividad volcánica, un cambio del nivel del mar y variación de las temperaturas. Estas condiciones habían debilitado la cadena alimentaria de los dinosaurios, especialmente a los herbívoros. Esta vulnerabilidad hizo que tuvieran pocas probabilidades de sobrevivir al impacto del asteroide, que habría causado tsunais, terremotos, incendios forestales y cambios bruscos de temperatura.

Las cadenas alientarias se terminaron de derrumbar y se generó un efecto dominó con la desaparición primero de los herbívoros y luego de los carnivoros que se alimentaban de ellos. Las teorías apuntan que solo sobrevivieron los que podrían volar, que evolucionaron hasta convertirse en las aves de hoy en día.

Los investigadores sugieren que si el asteroide hubiera golpeado la Tierra unos pocos millones de años atrás, cuando la variedad de especies de dinosaurio era más diversa y la cadena alimenticia era más robusta, o más tarde, cuando las nuevas especies tuvieron tiempo para evolucionar, entonces muy probablemente habrían sobrevivido.

¿Hubieran sobrevivido?

Un equipo internacional de paleontólogos liderado por la Universidad de Edimburgo, en Reino Unido, estudió un catálogo actualizado de fósiles de dinosaurios, en su mayoría de América del Norte, para crear una imagen de cómo los dinosaurios cambiaron durante los pocos millones de años antes del impacto de un asteroide. Estos expertos esperan que los estudios en curso en España y China ayuden a comprender aún mejor lo ocurrido.

También participaron los principales museos de dinosaurios del mundo: El Museo de Historia Natural de Londres, la Institución Smithsonian, el Museo Real de Ontario, el Museo Americano de Historia Natural y el Museo de Nuevo México de Historia Natural y Ciencia.

«Los dinosaurios fueron víctimas de una mala suerte colosal. No sólo se produjo el impacto de un asteroide gigante sino que sucedió en el peor momento posible, cuando sus ecosistemas eran vulnerables. Nuestros hallazgos ayudan a aclarar uno de los misterios perdurables de la ciencia», resalta Steve Brusatte, de la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edimburgo, en Escocia.

El doctor Richard Butler, de la Escuela de Geografía y Ciencias de la Tierra y Ambientales de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido, agrega: «Aunque nuestra investigación sugiere que las comunidades de dinosaurios eran particularmente vulnerables en el momento del golpe del asteroide, no hay nada que sugiera que los dinosaurios estaban condenados a la extinción. Sin ese asteroide, los dinosaurios probablemente todavía estarían aquí y nosotros muy probablemente no».

Un asteroide gigantesco chocó con la Tierra hace 3.260 millones de años


El Pais

  • Afectaría a todo el planeta y cambiaría el entorno de los microorganismos primitivos

Tamaños del asteroide de los dinosaurios (izquierda), de 10 kilómetros; el de hace 3.260 millones de años (centro), de 37 kilómetros; y del Everest, de 8,9 kilómetros de altura. / AGU

Hace unos 3.260 millones de años debió chocar con nuestro planeta un asteroide gigantesco, entre tres y cinco veces mayor que el provocó extinciones masivas en la Tierra, incluida la de los dinosaurios, hace 65 millones de años. Era la época que los científicos denominan el período de bombardeo masivo tardío, hace entre 3.000 y 4.000 millones de años, y los primeros seres vivos, microorganismos, debieron ver afectado radicalmente su entorno. Unos investigadores estadounidenses, a raíz de sus estudios de una peculiar formación geológica en Sudáfrica, han reconstruido la colisión. El asteroide, de entre 37 y 58 kilómetros de diámetro, debió hacer un cráter de 500 kilómetros de diámetro (dos veces y media mayor que el de los dinosaurios), generaría un terremoto de magnitud superior a 10.8 y las ondas sísmicas se propagarían por todo el planeta desencadenando otros grandes seísmos; tsunamis mucho más grandes de los que conocemos barrerían todos los océanos…. La velocidad de impacto del asteroide sería de unos 20 kilómetros por segundo.

Las hipótesis de los científicos contaban ya con estos cataclismos gigantescos en el pasado remoto del planeta, pero hasta ahora no habían podido determinar su escala, afirman los investigadores, que presentan sus conclusiones en la revista Geochemistry, Geophysics, Geosysems, de la Unión Geofísica Americana (AGU) estadounidense. Los expertos, liderados por Norman H. Sleep, de la Universidad de Stanford, modelizan, por primera vez, el tamaño del asteroide y el efecto que tuvo la colisión en el planeta, resalta la AGU.

El cráter del asteroide de los dinosaurios (izquierda) de 150 kilómetros; del asteroide de hace 3.260 millones de años, de unos 500 kilómetros, y la isla de Hawai, de 122 kilómetros. / AGU

Se estima que el asteroide de los dinosaurios liberaría más de mil millones de veces más energía que las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki y el de hace 3.260 millones de años, muchísima más. Los científicos describen los efectos en todo el planeta: la atmósfera se llenaría de polvo y la superficie de los océanos herviría; el cielo se pondría rojo de puro calor y el impacto lanzaría al aire roca vaporizada que envolvería todo el planeta, que se condensaría en gotas que caerían al suelo ya solidificadas. Desde luego la vida primitiva se vería afectada por los efectos masivos en la corteza terrestre, e incluso la tectónica de placas. Los cambios ambientales, sugieren los investigadores, bien pudieron barrer muchos organismos microscópicos primitivos existentes en aquel momento dejando hueco a la evolución de otros que aprovecharían el vacío, como ha sucedido en otras extinciones masivas.

En un planeta tan dinámico como la Tierra, no cabe contar con la supervivencia, más de 3.000 millones de años después, del cráter de impacto tal cual. La erosión, la actividad de la corteza terrestre y otras fuerzas que configuran la superficie habrían destruido los lugares de choque de aquellos objetos celestes durante la era del gran bombardeo tardío. Pero el equipo de Sleep ha dado con las pistas del acontecimiento en el denominado cinturón de rocas verdes de Barberton, un área de unos cien kilómetros de longitud y 60 de ancho al este de Johannesburgo, con rocas que son de las más antiguas del planeta. El impacto no sería allí mismo sino a miles de kilómetros sin que estos expertos puedan indicar exactamente dónde, pero la formación geológica de Barberton y sus fracturas características encajan con los efectos del gran impacto de un asteroide que los investigadores reconstruyen ahora.

 

Reconstruyen una persecución de dinosaurios de hace 110 millones de años


ABC.es

  • El modelo digital, realizado a partir de viejos mapas y fotos, reproduce cómo un terópodo carnívoro intentaba dar caza a un saurópodo en la actual Texas
Reconstruyen una persecución de dinosaurios de hace 110 millones de años

Falkingham PL, Bates KT, Farlow JO Reconstrucción en 3D de las huellas de los dinosaurios a partir de fotos y mapas de Roland Bird

Un equipo de científicos ha reconstruido digitalmente la escena de una persecución de dos dinosaurios ocurrida hace 110 millones de años a través de las fotografías de las huellas de un terópodo y un saurópodo excavadas hace 70 años en el río Paluxy, en Texas (EE.UU.), uno de los conjuntos paleontológicos más famosos del mundo.

El paleontólogo estadounidense Roland Bird excavó originalmente las huellas de dinosaurios extensas y bien conservadas en 1940, pero después de la excavación, los paleontólogos eliminaron las pistas de su ubicación original, al dividirlas en bloques y transportarlas a varios lugares alrededor del mundo. Antes de su eliminación, Bird documentó el sitio original con fotos y mapas, pero desde entonces se ha perdido parte de las huellas.

Para reconstruir digitalmente el sitio como estaba antes de la excavación, los científicos del Royal Veterinary College en Londres, escanearon 17 fotos, desarrollaron un modelo y compararon el modelo con los mapas dibujados por Bird. Según explican en la revista PLoS ONE, a pesar de la variación entre las fotos y los mapas dibujados a mano, fueron capaces de reconstruir y ver toda la secuencia de 45 m de largo en 3D por primera vez desde la excavación.

Al acecho de la presa

Las huellas pertenece a dos dinosaurios. Un gran saurópodo herbívoro y un terópodo carnívoro, el grupo de depredadores al que pertenecía el Tiranosaurio rex. Las huellas, algunas superpuestas, muestran cómo el terópodo iba detrás de su presa.

Reconstruyen una persecución de dinosaurios de hace 110 millones de años

Las huellas de los dos dinosaurios PLOS ONE



El modelo digital en 3D ayudó a los autores a corroborar los mapas dibujados por Bird cuando las huellas fueron descritas por primera vez. Los científicos esperan que este estudio ayude a otros a recrear digitalmente especímenes paleontológicos, geológicos o arqueológicos que se han perdido o deteriorado con el tiempo, pero para los que existe documentación fotográfica antigua.

«En los últimos años, la tecnología ha avanzado hasta un punto en el que los modelos 3D de alta precisión ya se pueden producir fácilmente a muy bajo coste solo a partir de fotos digitales, y esto ha revolucionado muchos campos diferentes. Que podamos aplicar esa tecnología a los especímenes, o incluso a sitios enteros que ya no existen pero que se registraron fotográficamente es muy emocionante», explica Peter Falkingham, autor del estudio.