El puñal de Tutankamón es extraterrestre


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  • Científicos italiano y egipcios confirman que la hoja de hierro procede de un meteorito
Puñal de hierro encontrado junto a la tumba del faraón Tutankamón (Getty Images)

Puñal de hierro encontrado junto a la tumba del faraón Tutankamón (Getty Images)

Los amantes de la egiptología celebran estos días un nuevo hallazgo para alimentar las más curiosas teorías sobre el conocimiento que tenían los antiguos egipcios. Un grupo de investigadores internacionales han anunciado en un artículo publicado en la revista Meteoritics and Planetary Science que uno de los dos puñales encontrados junto a la tumba del faraón Tutankamón llegó directamente del espacio o, lo que es lo mismo, proceden de un meteorito.

El origen del hierro de los puñales siempre había sido objeto de misterio y, por lo tanto, de investigación desde que se encontró la tumba del joven faraón en 1922. Los antiguos egipcios consideraban el hierro un metal mucho más valioso que el oro, ya que, no disponían de minas y no habían desarrollado una cultura de tratamiento de es metal como en otras culturas antiguas. Por ello, la hoja del puñal es un ejemplo de manufactura impecable y, teniendo en cuenta el alto nivel de su joven dueño, un objeto escaso y de alto valor.

A través de un análisis utilizando la técnica de la fluorescencia a rayos X, el grupo científicos italianos y egipcios han confirmado que la composición de ese hierro tiene concentraciones distintas de cobalto y níquel a un porcentaje típico en el hierro procedente de meteoritos, a diferencia del hierro de fundición.

El estudio también confirma que el hierro -expuesto en el Museo de El Cairo- fue cuidadosamente tratado, lo que ratifica el alto nivel de los antiguos egipcios en el trabajo del hierro.

El meteorito que «remató» a los dinosaurios


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  • Una investigación dice que estos animales ya estaban en declive antes del impacto de una gran roca espacial contra el actual Yucatán hace 66 millones de años
 Un meteorito impactó contra lo que ahora es México hace 66 millones de años - Archivo

Un meteorito impactó contra lo que ahora es México hace 66 millones de años – Archivo

Hace unos 66 millones de años, el impacto de un gran meteorito contra lo que hoy es la costa de la provincia del Yucatán, en México, provocó la desaparición de un gran número de especies, entre ellas, los dinosaurios. El golpe lanzó millones de toneladas de polvo al aire, tapó el Sol y provocó un enfriamiento global a corto plazo y la pérdida generalizada de la vegetación. Este desastre ecológico hizo que los grandes animales que dependen de la abundancia de las plantas murieran, seguidos de los depredadores que se alimentan de ellos. Esa es la teoría más aceptada por la comunidad científica para explicar la extinción de los dinosaurios. Hasta ahora se creía que la catástrofe les llegó a estos seres en un buen momento, cuando se encontraban en su apogeo, en pleno reinado del mundo del Cretácico. Sin embargo, una nueva investigación publicada en Proceedings of de la National Academy of Sciences (PNAS) dice que esos reyes de la naturaleza ya se habían quitado la corona decenas de millones de años antes del gran impacto. El asteroide, más que matarles, les remató en su declive.

Mediante el uso de un sofisticado análisis estadístico junto con la información del registro fósil, investigadores de las universidades de Reading y Bristol, en Reino Unido, mostraron que algunas especies de dinosaurios se extinguieron a un ritmo más rápido que las nuevas que fueron emergiendo desde 50 millones de años antes del impacto.

Según explican, si bien la disminución en el número de especies a través del tiempo estaba efectivamente omnipresente en todos los grupos de dinosaurios, sus patrones de pérdida eran diferentes. Por ejemplo, los dinosaurios saurópodos gigantes de cuello largo estaban en el declive más rápido, mientras que los terópodos, el grupo de dinosaurios que incluye al icónico Tyrannosaurus rex, mostraban una disminución más gradual.

«No esperábamos este resultado. Mientras que el impacto de un asteroide sigue siendo el principal candidato para la desaparición definitiva de los dinosaurios, es evidente que ya habían dejado atrás su apogeo en un sentido evolutivo», dice Manabu Sakamoto, paleontólogo de la Universidad de Reading y director de la investigación.

«Nuestro trabajo es innovador porque, una vez más, va a cambiar nuestra comprensión del destino de estas poderosas criaturas. Mientras que un apocalipsis repentino pudo haber sido el último clavo en el ataúd, algo más ya había impedido a los dinosaurios evolucionar en nuevas especies tan rápido como las viejas iban desapareciendo», continúa. «Esto sugiere que decenas de millones de años antes de su desaparición definitiva, los dinosaurios ya habían comenzado a perder su ventaja como la especie dominante en la Tierra».

Erupciones de volcanes

Mike Benton, de la Universidad de Bristol, uno de los coautores de la investigación, cree que los dinosaurios, después de estar presentes en los ecosistemas terrestres durante 150 millones de años, perdieron de alguna manera su capacidad de evolucionar lo suficientemente rápido. «Esto probablemente haya contribuido a su incapacidad para recuperarse de la crisis ambiental causada por el impacto», señala.

La nueva investigación sugiere que, además del choque del asteroide, otros factores, como la desintegración de las masas continentales, una actividad volcánica sostenida y otros factores ecológicos, posiblemente influyeran en la disminución gradual de los dinosaurios.

Esta disminución observada en los dinosaurios habría tenido implicaciones para otros grupos de especies, especialmente para los mamíferos, que encontraron entonces un hueco para progresar y prepararse para sustituirlos como los animales dominantes en la Tierra.

Para Sakamoto, el estudio podría dar una idea de la futura pérdida de la biodiversidad. «Nuestro estudio indica claramente que si un grupo de animales está experimentando un rápido ritmo de extinción, es propenso a la aniquilación si se produce una gran catástrofe. Esto tiene enormes implicaciones para nuestra biodiversidad actual y futura, dada la velocidad sin precedentes en la que las especies se están extinguiendo debido al cambio climático en curso causado por el hombre». Una lección sobre la que reflexionar.

El meteorito que acabó con los dinosaurios


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  • Un equipo científico empezará a perforar este miércoles el cráter de Chicxulub, en Yucatán, donde hace 65 millones de años cayó la bola de fuego

 

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La península de Yucatán guarda en el lecho de su extremo noroeste, repartida entre la tierra y el mar, la cicatriz de uno de los acontecimientos más importantes de la historia del planeta. Aquí se estrelló, hace 65 millones y medio de años, un meteorito de entre 10 y 12 kilómetros de diámetro, que, convertido en una descomunal bola de fuego merced a su velocidad –20 kilómetros por segundo–, liberó una energía equivalente, según calculan los expertos, a la explosión de 10.000 veces todo el arsenal atómico del mundo hoy, cambió el clima de la Tierra durante al menos dos años y se cree fue responsable de la extinción fulminante del 75 por ciento de la vida planetaria, incluidos los dinosaurios.

El pozo del diablo

Este cráter, llamado de Chicxulub como la población yucateca donde está enclavado en parte –del maya «Chac-xulub-chen», algo así como «el pozo del diablo»– tiene un diámetro aproximado de 200 kilómetros y se encuentra sepultado y protegido por una capa de rocas de alrededor de mil metros. A su mismo centro, en medio del mar, apunta la Expedición 364 del Programa Internacional de Descubrimiento Oceánico (IODP por sus siglas en inglés), que este miércoles comenzará la primera perforación subacuática de esta extraordinaria formación geológica.

Con la coordinación del Consorcio Europeo para la Perforación de Investigación Oceánica, una treintena de investigadores de varios países intentará desentrañar los secretos que todavía rodean al cráter, bajo la dirección de Sean Gulick, de la Universidad de Texas, Joanna Morgan, del Imperial College de Londres, y Jaime Urrutia, del Instituto de Geofísicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre ellos se encuentran, por cierto, tres paleontólogos españoles, de la Universidad de Zaragoza: Laia Alegret, Ignacio Arenillas y José Antonio Arz.

Es el profesor Jaime Urrutia quien detalla los principales objetivos de esta nueva exploración. Uno es analizar de qué y cómo está formada la parte central del cráter, conocida como anillo de picos. ¿De material procedente del fondo que en el impacto se levantó, quizá? «Esta estructura es muy común encontrarla en la Luna o en Marte, pero en la Tierra hay muy pocos cráteres que la tengan, y la que está mejor preservada es en Chicxulub», cuenta Urrutia. «Hay varias hipótesis sobre la formación de estos anillos pero hasta ahora no tenemos evidencia experimental».

Otro de los objetivos primordiales de la exploración es saber cómo se recuperó la vida después de un cataclismo que parecería descrito en el Apocalipsis: después del calor, la capa de gas tóxico que oscureció la Tierra durante al menos dos años, inhibiendo la entrada de la luz del Sol y con ello la fotosíntesis, lo cual desencadenó en muy poco tiempo la destrucción de casi toda vida. ¿La recuperación fue gradual, instantánea, afortunada solamente para ciertos grupos?

Pistas sobre el cambio climático

Ligia Pérez-Cruz, micropaleontóloga y especialista en clima, explica que antes de la capa de los 65 millones de años, se encontrarán con otra importante, de hace 55 millones de años, cuando se dio un fenómeno conocido como el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno: entonces se produjo otra extinción, esta vez paulatina. «Lo queremos estudiar porque es análogo a las condiciones que están ocurriendo actualmente con el llamado calentamiento global», dice Pérez-Cruz. Si en aquella época el efecto invernadero fue desencadenado por una misteriosa inyección de gas metano, ahora es de dióxido de carbono. Las pistas para esta hipótesis se encuentran bajo el agua: ahora, como entonces, los océanos se acidificaron y los organismos con esqueletos de carbonato de calcio, como los corales, fueron muriendo.

Las piedras hablan. Lo sabe bien Urrutia, que ha participado en las anteriores perforaciones, unas trece desde 1994, todas en tierra, y cuya experiencia en Chicxulub es casi tan larga como su propio descubrimiento. Antonio Camargo, quien halló el cráter junto al estadounidense Alan Penfield –Camargo era empleado de Pemex, porque, en efecto, la formación se encontró buscando petróleo–, no solo fue profesor de Urrutia en la facultad, sino su primer jefe.

Piezas del rompecabezas

Además, siendo estudiante en la Universidad de Newcastle, Urrutia trabajó en los Apeninos, donde en 1979 Walter Álvarez y su padre, Luis, encontraron la huella geológica de un cambio drástico entre el periodo Cretácico y el Terciario, justo cuando se extinguieron los dinosaurios. Urrutia quedó maravillado de que se pudiera ver «con ese grado de claridad un evento de extinción». Ambos descubrimientos fueron conectados, a principios de los años noventa, por el canadiense Alan Hildrebrand en una conclusión digna de la ciencia ficción: un impacto extraterrestre había hecho desaparecer a los grandes saurios.

Pocos científicos dudan ya de ello, pero aún quedan por encontrarse piezas en el rompecabezas. Es lo que pretende el análisis de los materiales recabados en esta perforación. El acuerdo entre las instituciones que participan en el proyecto es publicar resultados en menos de un año. Para entonces, los misterios que sigue albergando el gran cráter de Chicxulub lo serán un poco menos.


 

 

Los raros diamantes llegados en un meteorito


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  • De una dureza excepcional, pueden ser un material prometedor para la industria
Los raros diamantes llegados en un meteorito

ARIZONA STATE UNIVERSITY/LAURENCE GARVIE | Granos de diamante del meteorito del Cañón del Diablo. Las marcas están separadas una quinta parte de un milímetro

Desde hace 50 años, los científicos han creído que los impactos de meteoritos y asteroides en nuestro planeta eran capaces de crear una nueva forma de diamante, el lonsdaleíta, también llamadodiamante hexagonal. Fue hallado por primera vez en 1967 en el cráter Cañón del Diablo en Arizona (EE.UU.), formado por el gran meteorito del mismo nombre. Desde entonces, el lonsdaleíta ha sido ampliamente utilizado por la comunidad científica como un indicador de antiguos impactos de asteroides en la Tierra, incluidos los vinculados a la extinciones en masa. Además, se ha pensado que tiene propiedades mecánicas superiores a las del diamante ordinario, lo que le daba un alto potencial en la industria.

Todo esto suscitaba un gran interés en el mineral, aunque nunca han sido encontrados o sintetizados cristales puros del mismo, lo que suponía un enigma. Un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Arizona (ASU) ha encontrado una explicación para ello. Según explican en la revista Nature Communications, el lonsdaleíta es, en realidad, un diamante ordinario, pero con una forma estructuralmente desordenada.

«El llamado lonsdaleíta tiene en realidad la larga forma cúbica familiar del diamante, pero está lleno de defectos», dice Péter Németh, investigador de ASU. Estos pueden ocurrir, explica, debido a golpes, deformación plástica o un crecimiento de cristales no equilibrado.

Para llegar a esa conclusión, los científicos examinaron los diamantes del Cañón del Diablo en laboratorio. Utilizando microscopios electrónicos avanzados en el Centro para la Ciencia del Estado Sólido de ASU, el equipo descubrió, tanto en muestras del Cañón del Diablo y como en muestras sintéticas, nuevos tipos de diamantes gemelos, una red cristalina en la que impera la simetría, una complejidad estructural a escala nanométrica. Estos dan lugar a las características atribuidas a lonsdaleíta.

Defectos

«La mayoría de los cristales tienen estructuras que se repiten regularmente, al igual que los ladrillos en un muro bien construido», apunta el científico Peter Buseck, que también ha participado en el estudio. Sin embargo, pueden ocurrir interrupciones en la regularidad, y estas son llamadas defectos. «Los defectos se entremezclan con la estructura normal de los diamantes, como si la pared tuviera medio ladrillo o más ladrillos o una fila de ladrillos que se desplazan ligeramente hacia un lado u otro».

El resultado es que el llamado lonsdaleíta tiene la misma forma cúbica regular del diamante, pero ha sido sometido a golpes o presiones que causaron defectos dentro de la estructura cristalina.

Pero defectuoso no quiere decir inútil. Aunque son diamantes muy pequeños, casi como arenilla, el nuevo descubrimiento sugiere también que la complejidad estructural observada en los diamantes del Cañón del Diablo podría tener propiedades mecánicas interesantes. Tienen una dureza excepcional, más que los que se utilizan en joyería, y por lo tanto, grandes perspectivas como nuevo material para la industria

El cráter de Popigái, en Siberia, podría constituir la mayor reserva mundial de diamantes de este tipo para uso industrial. El agujero, de unos cien kilómetros de diámetro, se formó por la colisión de un meteorito hace unos 35 millones de años.

¿Una señal de vida en un meteorito marciano?


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  • El pequeño fragmento de 1.300 millones de años contiene una estructura similar al fósil de una célula terrestre que albergó agua en el pasado
¿Una señal de vida en un meteorito marciano?

Meteorito de Nakhla

¿Una señal de vida en un meteorito marciano?

Dos lados del meteorito

Una estructura muy similar a una célula que contuvo agua alguna vez hallada en un pequeño fragmento de meteorito marciano de 1.300 millones de años puede ser un nuevo indicio de que Marte albergó vida en el pasado. La investigación, realizada por científicos de la Universidad de Manchester (Reino Unido) y la Universidad Técnica Nacional de Atenas, se publica en el último número de la revista Astrobiology.

Mientras investigaba el meteorito marciano, conocido como Nakhla y que cayó en Egitpo en 1911, Elias Chatzitheodoridis descubrió algo inusual incrustado profundamente dentro de la roca. En un intento de entender lo que era, consultó al profesor Ian Lyon, de la Universidad de Manchester.

«En muchos aspectos, (la estructura) se parecía a una célula biológica fósil de la Tierra, pero lo intrigante es que, sin ninguna duda, era de Marte. Nuestra investigación encontró que probablemente no era una célula, pero que alguna vez había contenido agua; agua que se había calentado, probablemente como resultado del impacto de un asteroide», explica Lyon.

Según publica la Universidad de Manchester en un comunicado, estos hallazgos son importantes porque se suman a la creciente evidencia de que bajo su superficie, Marte tiene todas las condiciones para que la vida se formara y se desarrollara. También se suma a las evidencias existentes que sugieren que grandes asteroides golpearon el Planeta rojo en el pasado y crearon fuentes hidrotermales de larga duración que pudieron alimentar la vida, incluso en épocas posteriores, si es que la vida llegó a surgir en ellos alguna vez.

En forma de bacterias

Como parte de la investigación, la extraña estructura fue fotografiada con un detalle sin precedentes, en alta resolución, que permitió ver las capas atómicas de los materiales dentro del meteorito.

«Hemos sido capaces de demostrar que el escenario para que surja la vida está ahí. No es demasiado frío, ni demasiado duro. La vida tal como la conocemos, en forma de bacterias, por ejemplo, pudo estar ahí, aunque no la hemos encontrado todavía. Se trata de unir las piezas del rompecabezas de la vida en Marte, que pudo haber existido y que podría existir todavía en alguna forma», dice Lyon.

Ahora, el equipo utiliza estas y otras novedosas técnicas para investigar nuevos materiales secundarios en el meteorito y la búsqueda de posiblesfirmas biológicas que proporcionen evidencia científica de vida pasada o presente.

Una ‘cicatriz’ de 30 metros provocada por el impacto de un meteorito en Marte


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Imagen difundida por la NASA del cráter provocado por el impacto de...

Imagen difundida por la NASA del cráter provocado por el impacto de un meteorito en Marte. NASA

Cada año, los meteoritos que bombardean Marte provocan al menos 200 nuevos cráteres de al menos 3,9 metros de diámetro. La NASA acaba de difundir una espectacular imagen de una de estas cicatrices sobre la superficie del planeta rojo.

La fotografía de la cámara Experimento Científico de Imágenes de Alta Resolución (HiRISE) de la sonda Mars Reconnaissance Orbiter de la NASA muestra un cráter de unos 30 metros de diámetro en el centro de una explosión radial, que ha teñido la superficie del entorno con un patrón de tonos claros y oscuros.

La cicatriz apareció en algún momento entre las imágenes de este lugar tomadas por la cámara de la sonda en julio de 2010 y de nuevo en mayo de 2012.

Sobre la base de los cambios aparentes antes y después de las imágenes de menor resolución, los investigadores utilizaron HiRISE para adquirir esta nueva imagen el 19 de noviembre de 2013. El impacto que excavó este cráter fue suficientemente fuerte como para expulsar material a 15 kilómetros de distancia.

La otra mitad del meteorito de Chelyabinsk está aún «ahí arriba»


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  • Tres estudios independientes analizan la trayectoria, velocidad y composición de la famosa roca que impactó en Rusia, cuya explosión fue equivalente a la de 600.000 toneladas de TNT
La otra mitad del meteorito de Chelyabinsk está aún «ahí arriba»

Andrea Carvey, Mark Boslough, Brad Carvey
Simulación de la explosión del meteorito de Chelyabinsk

El meteorito que explotó sobre los cielos de Chelyabinsk en febrero de 2013 fue el de mayor intensidad desde el evento Tunguska, que se produjo en Siberia en 1908 y arrasó 2.000 km cuadrados de tundra siberiana. Sin embargo, y a diferencia de aquella ocasión, esta vez miles de cámaras, desde sofisticados telescopios y satélites a cámaras caseras e incluso teléfonos móviles, capturaron hasta el último detalle de la brillante trayectoria y posterior explosión de la roca espacial, proporcionando a los investigadores un material de incalculable valor para comprender esta clase de fenómenos.

Esta semana, Nature y Science, las dos principales revistas científicas del mundo, publican tres estudios con las conclusiones de varios equipos de investigadores. “Si la Humanidad no quiere seguir el mismo camino que los dinosaurios – dice en Science Quing-Zhu Yin, profesor de Ciencias Planetarias de la Universidad de Davis- necesitamos estudiar un evento como éste con todo detalle”. El meteorito de Chelyabinsk, cuyos restos fueron recientemente recuperados del fondo del lago Chebarkul, pertenece a la clase más común de meteoritos, las condritas. “Si se produjera en el futuro un impacto catastrófico –añade Yin- lo más probable es que el responsable fuera un objeto de este tipo”.

El equipo del que Yin forma parte, liderado por Olga Popova, de la Academia Rusa de Ciencias, y por el astrónomo de la NASA Peter Jenniskens, agrupa a otros 57 investigadores de nueve países diferentes. “Nuestro objetivo –señala el propio Jenniskens- es el de comprender todas las circunstancias que dieron lugar a la onda expansiva que envió a 1.200 personas al hospital en la zona de Chelyabinsk ese día”. La explosión fue equivalente a la de 600.000 toneladas de TNT.

Basándose en los múltiples vídeos disponibles, tomados desde todos los ángulos, el equipo ha podido determinar con precisión la trayectoria del bólido y también su velocidad, que fue de 19 km. por segundo en el momento de entrar en la atmósfera. “nuestro modelo de entrada del meteoroide –explica Olga Popova- muestra que el impacto fue causado por un único fragmento de roca de 20 metros de diámetro, que se fragmentó después a una altitud de 30 km.

Más brillante que el Sol

La terminología cientofica distingue entre “meteoroide”, que es el objeto original; meteoro, que es el (o los) objetos que dejan brillantes estelas en el cielo; y meteorito, que es el (o los) objetos que finalmente llegan al suelo. Así, el brillo del meteoro alcanzó su máxima intensidad a una altitud de 29,7 km, momento en el que estalló. Para quienes pudieron contemplarlo a simple vista, en ese instante brilló más que el propio Sol. Después se produjeron varias estelas secundarias, mucho menos brillantes.

El equipo de investigadores estima que cerca de las tres cuartas partes del meteoroide original se evaporaron durante la explosión. Y de lo que quedó, la mayor parte se convirtió en polvo. Solo una pequeña parte, pues, con una masa de entre 4.000 y 6.000 kg (o lo que es lo mismo, el 0,05 por ciento del meteoroide), cayó al suelo en forma de meteoritos. El mayor de los restos encontrados pesa unos 650 kg. Y fue recuperado del fondo del lago Chebarkul el pasado mes de octubre por un equipo de la Universidad Federal de los Urales.

La onda expansiva de la explosión rompió cristales, sacudió edificios e incluso abatió a personas en más de 50 poblaciones del área de impacto, unos 90 km. de extensión en el mismo sentido que la trayectoria. La curiosa forma del área afectada se explica por el hecho de que la energía del bólido quedó repartida a diferentes altitudes.

En laboratorio, los investigadores llevaron también a cabo detallados análisis químicos e isotópicos de los fragmentos recuperados en tierra. Se midieron también las propiedades magnéticas de los gránulos metálicos del meteorito y se realizaron incluso tomografías computerizadas para escanear la roca.

La otra parte

El resultado de todas estas pruebas confirma que el objeto de Chelyabinsk era una condrita, una roca de 4.452 millones de años de antigüedad procedente de un enorme enorme impacto que se produjo apenas 115 millones de años después de que se formara nuestro Sistema Solar, hace 4.567 millones de años. Una historia, pues, cargada de violencia. Además, la roca que llegó a la Tierra formaba parte de otra mayor, de la que se escindió hace apenas 1,2 millones de años, probablemente en una “pasada” previa en las cercanías de nuestro planeta.

Lo cual, por supuesto, significa que la otra parte está aún “ahí arriba”, en alguna lugar indeterminado y formando parte de la numerosa población de asteroides cercanos a la Tierra. Yin, subraya que impactos notables, como el de Chelyabinsk o el de Tunguska, suceden con una frecuencia mayor de la que tendemos a pensar. Por ejemplo, en 1976 se recuperaron en China hasta cuatro toneladas de material procedente de una lluvia de meteoritos en la localidad de Jilin.

La NASA rastrea la pluma del meteorito de Chelyabinsk


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  • Cuando un meteoro impacta en la Tierra, una parte de él alcanza nuestra superficie, pero una inmensa proporción explota y se transforma en polvo en cuanto entra en fricción con la atmósfera

La NASA rastrea la pluma del meteorito de Chelyabinsk

El físico atmosférico Nick Gorkavyi no pudo ser testigo presencial de uno de los acontecimientos del siglo, cuando el pasado invierno un meteorito explotó sobre su ciudad natal de Chelyabinsk, en Rusia. Sin embargo, Gorkavyi y sus colegas de la NASA han sido testigos de una visión nunca antes vista de las secuelas de la explosión atmosférica del meteorito. Poco después del amanecer el 15 de febrero de 2013, el meteoro o bólido, que medía 18 metros de ancho y tenía un peso de 11.000 toneladas, impactó contra la atmósfera de la Tierra a 18.6 kilómetros por segundo. Quemándose por la fricción con el aire de la Tierra, la roca espacial explotó a 23 kilómetros por encima de las cabezas de los vecinos de Chelyabinsk.

La explosión fue de una potencia 30 veces superior a la energía de la bomba atómica que destruyó Hiroshima. Sin embargo, comparándolo con otros bólidos, su tamaño y potencia destructiva han sido inapreciables. El meteoro que impacto en la Tierra provocando extinciones masivas, incluyendo la de los dinosaurios, medía cerca de 10 kilómetros de ancho y liberó una energía de cerca mil millones de veces la de la bomba atómica.

Algunos de los pedazos sobrevivientes del bólido de Chelyabinsk cayeron al suelo. Sin embargo, la explosión también depositó cientos de toneladas de polvo en la estratosfera, lo que ha permitido a un satélite de la NASA hacer mediciones sin precedentes de cómo el material formó un cinturón de polvo estratosférico delgado, pero cohesivo y persistente.

«Queríamos saber si nuestro satélite podría detectar el polvo de los meteoritos», dijo Gorkavyi, del Goddard Space Center de la NASA en Greenbelt, Maryland, que dirigió el estudio que ha sido aceptado para su publicación en la revista Geophysical Research Letters. «De hecho, hemos visto la formación de un nuevo cinturón de polvo en la estratosfera de la Tierra, y por primera vez se ha logrado la observación en el espacio de la evolución a largo plazo de una pluma de meteorito». Gorkavyi y sus colegas combinaron una serie de mediciones de satélites con los modelos atmosféricos para simular la forma de la pluma tras la explosión del bólido, y vieron que se desarrolló como una corriente en chorro que recorrió toda la estratosfera del hemisferio norte.

Cerca de 3,5 horas después de la explosión inicial, un satélite de la NASA dedicado a estudiar la evolución del ozono, el Suomi NPP, detectó la pluma en la parte alta atmósfera, a una altitud de cerca de 40 kilómetros, moviéndose rápidamente hacia el este a aproximadamente 300 kilómetros por hora. El día después de la explosión, el satélite detectó que la pluma continuaba su flujo volando hacia el este hasta llegar a las islas Aleutianas. Las partículas más grandes, más pesadas, comenzaron a perder altura y velocidad, mientras que sus las más pequeñas y ligeras se quedaron en el aire y mantuvieron su velocidad dependiendo de las variaciones de velocidad del viento en las diferentes altitudes.

Para el 19 de febrero, cuatro días después de la explosión, la parte más rápida, en los más alto de la pluma, había serpenteado por todo el hemisferio norte al completo y ya estaba de vuelta sobre Chelyabinsk. Pero la evolución de la pluma continuó, y al menos tres meses más tarde todavía se podía detectar sobre todo el planeta una banda del persistente polvo del bólido.

Las simulaciones de los científicos, en base a las observaciones iniciales del Suomi NPP y de los conocimientos previos sobre la circulación estratosférica, confirmaron la evolución observada de la pluma, tanto en lo que se refirió a la ubicación como a la estructura vertical. «Hace treinta años, sólo podíamos afirmar que la pluma se había incrustado en la corriente en chorro de la estratosfera», dijo Paul Newman, jefe científico del Laboratorio de Ciencias Atmosféricas en Goddard. «Hoy en día, nuestros modelos nos permiten rastrear con precisión la pluma del bólido y entender su evolución a medida que avanza por todo el mundo.»

Las implicaciones de este estudio están por verse. Cada día, alrededor de 30 toneladas de pequeño material del espacio llegan a la Tierra y quedan suspendidos en la zona alta de la atmósfera. Incluso con la adición de los restos de Chelyabinsk, el medio ambiente allí se mantiene relativamente limpio. Las partículas son pequeñas y dispersas, en contraste con una capa estratosférica justo debajo donde se recogen abundantes restos aerosoles naturales de volcanes y otras fuentes.

Aún así, con la actual tecnología de satélites que es capaz de medir con mayor precisión las partículas atmosféricas minúsculas, los científicos pueden emprender nuevos estudios en física atmosférica de gran altitud tales como conocer previamente la mecánica de las plumas de los meteoritos o saber cómo pueden influir estos escombros en las nubes estratosféricas y mesosféricas.

Ya hace tiempo que los científicos sabían que los restos de un bólido explosionado podían permanecer en lo alto en la atmósfera. En 2004, unos científicos en la Antártida hicieron una observación directa de la pluma de un bólido de 1.000 toneladas. «Pero ahora, en la era espacial, con toda esta tecnología, podemos alcanzar un nivel muy diferente de la comprensión de la inyección y la evolución de polvo de meteoritos en la atmósfera», comenta Gorkavyi. «Por supuesto, el bólido de Chelyabinsk es mucho más pequeño que el asesino de dinosaurios, y eso es bueno: Tenemos la oportunidad única de estudiar con seguridad un tipo de eventos potencialmente muy peligroso».

Un meteorito extinguió grandes especies de mamíferos en Norteamérica


El Mundo

Glaciar en Groenlandia. | Efe

Glaciar en Groenlandia. | Efe

Hace 12.900 años el impacto de un objeto celeste en América del Norte podría haber causado un cambio climático y la extinción de algunas especies. Esto es lo que ha concluido el último estudio de los núcleos de hielo encontrados en Groenlandia.

Tal y como se expone un artículo publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, se han analizado muestras de hielo de hace 12.890 años, cuando se produjo un gran cambio climático que dio lugar a una etapa muy fría, lo que ya se sabía gracias a las mediciones de isotopos de oxígeno.

En la misma capa de hielo, se ha encontrado que la concentración de platino aumenta unas 100 veces su nivel normal, lo que sugiere que la causa de este enfriamiento puede estar en un impacto de un objeto procedente del espacio.

La datación del hielo analizado marca el inicio de un período de cambio climático llamado ‘Younger Dryas’ una etapa que empezó y terminó abruptamente. Se estima que el cambio en la temperatura se produjo en apenas diez años.

Este rápido descenso se asocia con la extinción de numerosos grupos de grandes animales, como mamuts; o de pueblos nativos como el de los Clovis, considerado la cultura indígena más antigua de América. Además se produjeron también variaciones en la circulación atmosférica y oceánica.

Estas últimas observaciones se añaden a anteriores estudios que encontraron sedimentados en lagos de la misma antigüedad granos microscópicos de diamante y de un mineral llamado ‘lonsdaleíta’, que se asocian con la composición de los meteoritos y su posible impacto en la Tierra, ya que estas particulas se esparcirían a modo de salpicadura cuando el material está muy caliente y, al enfriarse, quedarían sedimentados.

En los últimos años se está dando credibilidad a la teoría de que los meteoritos que caen sobre la Tierra son los responsables de los cambios en la temperatura y en la vida del planeta. La extinción masiva que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años, por ejemplo, se asocia con un meteorito caído en la Península mexicana de Yucatán.

En el mismo sentido un estudio reciente concluyó que hace más de 252 millones de años se produjo la mayor extinción de todas, que marca el final del período Pérmico y esta podría explicarse por un impacto de asteroide en Brasil.

Las autoridades lo han confirmado un meteorito en el cielo de Manhattan


El Mundo

Foto: Sociedad Americana de Meteoritos (SAM)

Foto: Sociedad Americana de Meteoritos (SAM)

Un meteorito surcó este viernes el cielo de la Costa Este de Estados Unidos. Al menos 429 ciudadanos informaron del avistamiento en la página de la Sociedad Americana de Meteoritos (SAM) y muchos más incendiaron las redes sociales con el relato de un fenómeno que tuvo lugar unos minutos antes de las ocho de la tarde según la hora local.

El objeto luminoso se dejó ver en dos provincias canadienses y en al menos 13 estados de EEUU. También lo vieron pasar cientos de habitantes de Manhattan unos minutos antes de la hora en que se levanta el telón de los teatros de Broadway y se abre la vida nocturna de la ciudad. Y sin embargo los miembros de la SAM no confirmaron que se trataba de un meteorito hasta unos minutos antes de la medianoche y sólo después de verificar unos 300 testimonios de lugares tan distantes como Massachusetts, Georgia o Nueva York.

«Ocurrió en un buen momento. En torno a las ocho de la tarde y cuando mucha gente estaba fuera y podía verlo. Era como una estrella fugaz muy grande y lo más seguro es que fuera lo que nosotros llamamos una bola de fuego», decía este viernes a distintos medios Robert Lunsford, coordinador de avistamientos y miembro de la SAM.

Los expertos describen «una bola de fuego» como un meteorito más brillante que Venus y Lunsford recordaba este viernes que alguno puede llegar a ser más brillante que el Sol. El ejemplo más reciente es el que cruzó el cielo de Rusia el 15 de febrero. Pero los expertos han registrado otros casos en la historia reciente y advierten que no se trata de un fenómeno demasiado raro.

Los meteoritos son partículas del sistema solar que se incendian al entrar en la atmósfera. Miles de meteoritos surcan el cielo cada día. Pero muchos pasan inadvertidos porque son demasiado pequeños o porque pasan de día o sobre lugares deshabitados.

Los expertos aseguran que la trayectoria más probable del meteorito arrancaría en los condados orientales de Pensilvania, cruzaría Nueva Jersey y concluiría en el océano Atlántico. Pero por ahora los testimonios no son concluyentes y las autoridades estadounidenses no han dado una versión oficial.

Quienes vieron el meteorito aportan su versión en la página de la SAM. «Estaba sentada en mi salón y vi la luz a través de la ventana. Parecía moverse hacia la montaña pero desapareció antes de llegar a ella», decía Anne desde una localidad de Virginia Occidental. «Sólo he visto un par de lluvias de estrellas y lo que vi hoy era muy diferente. Al principio parecían casi unos fuegos artificiales. Pero luego me di cuenta de que los fuegos artificiales no cruzan el cielo así. Mi novia y yo estábamos entre confundidos y excitados y llegamos a creer que era un OVNI», decía Brian desde Methuen (Massachusetts).

A Meg las luces la sorprendieron en Andover (Massachusetts) y al principio creyó que era un avión. Pero enseguida se dio cuenta de que era otra cosa al ver una luz verde y «una bola grande que se iba haciendo más pequeña hasta desaparecer». Una sensación similar a la que vivió Amber en una aldea de Georgia: «Mi esposo y yo lo vimos con nuestros vecinos. Era muy hermoso verlo caer. Mi marido cree que explotó porque hubo una luz muy brillante antes desaparecer».

Muchos testimonios sitúan al objeto luminoso cerca de la Luna y aseguran que adoptó distintos colores antes de caer. «Fue impresionante verlo en el condado de Montgomery (Pensilvania). Naranja. Azul. Blanco. Plateado. Completamente brillante en la oscuridad», decía la tuitera Naomi Hart.

«Parecía redondo y envuelto en fuego y duró lo suficiente para poder reunir a mi familia para que lo viera también», decía Thomas en Casselberry (Florida). «Lo vi en el West Village. Era bastante grande y tenía la punta de color verde», decía este viernes Ángel Jiménez, experto de tecnología de ELMUNDO.es.