Las autoridades lo han confirmado un meteorito en el cielo de Manhattan


El Mundo

Foto: Sociedad Americana de Meteoritos (SAM)

Foto: Sociedad Americana de Meteoritos (SAM)

Un meteorito surcó este viernes el cielo de la Costa Este de Estados Unidos. Al menos 429 ciudadanos informaron del avistamiento en la página de la Sociedad Americana de Meteoritos (SAM) y muchos más incendiaron las redes sociales con el relato de un fenómeno que tuvo lugar unos minutos antes de las ocho de la tarde según la hora local.

El objeto luminoso se dejó ver en dos provincias canadienses y en al menos 13 estados de EEUU. También lo vieron pasar cientos de habitantes de Manhattan unos minutos antes de la hora en que se levanta el telón de los teatros de Broadway y se abre la vida nocturna de la ciudad. Y sin embargo los miembros de la SAM no confirmaron que se trataba de un meteorito hasta unos minutos antes de la medianoche y sólo después de verificar unos 300 testimonios de lugares tan distantes como Massachusetts, Georgia o Nueva York.

«Ocurrió en un buen momento. En torno a las ocho de la tarde y cuando mucha gente estaba fuera y podía verlo. Era como una estrella fugaz muy grande y lo más seguro es que fuera lo que nosotros llamamos una bola de fuego», decía este viernes a distintos medios Robert Lunsford, coordinador de avistamientos y miembro de la SAM.

Los expertos describen «una bola de fuego» como un meteorito más brillante que Venus y Lunsford recordaba este viernes que alguno puede llegar a ser más brillante que el Sol. El ejemplo más reciente es el que cruzó el cielo de Rusia el 15 de febrero. Pero los expertos han registrado otros casos en la historia reciente y advierten que no se trata de un fenómeno demasiado raro.

Los meteoritos son partículas del sistema solar que se incendian al entrar en la atmósfera. Miles de meteoritos surcan el cielo cada día. Pero muchos pasan inadvertidos porque son demasiado pequeños o porque pasan de día o sobre lugares deshabitados.

Los expertos aseguran que la trayectoria más probable del meteorito arrancaría en los condados orientales de Pensilvania, cruzaría Nueva Jersey y concluiría en el océano Atlántico. Pero por ahora los testimonios no son concluyentes y las autoridades estadounidenses no han dado una versión oficial.

Quienes vieron el meteorito aportan su versión en la página de la SAM. «Estaba sentada en mi salón y vi la luz a través de la ventana. Parecía moverse hacia la montaña pero desapareció antes de llegar a ella», decía Anne desde una localidad de Virginia Occidental. «Sólo he visto un par de lluvias de estrellas y lo que vi hoy era muy diferente. Al principio parecían casi unos fuegos artificiales. Pero luego me di cuenta de que los fuegos artificiales no cruzan el cielo así. Mi novia y yo estábamos entre confundidos y excitados y llegamos a creer que era un OVNI», decía Brian desde Methuen (Massachusetts).

A Meg las luces la sorprendieron en Andover (Massachusetts) y al principio creyó que era un avión. Pero enseguida se dio cuenta de que era otra cosa al ver una luz verde y «una bola grande que se iba haciendo más pequeña hasta desaparecer». Una sensación similar a la que vivió Amber en una aldea de Georgia: «Mi esposo y yo lo vimos con nuestros vecinos. Era muy hermoso verlo caer. Mi marido cree que explotó porque hubo una luz muy brillante antes desaparecer».

Muchos testimonios sitúan al objeto luminoso cerca de la Luna y aseguran que adoptó distintos colores antes de caer. «Fue impresionante verlo en el condado de Montgomery (Pensilvania). Naranja. Azul. Blanco. Plateado. Completamente brillante en la oscuridad», decía la tuitera Naomi Hart.

«Parecía redondo y envuelto en fuego y duró lo suficiente para poder reunir a mi familia para que lo viera también», decía Thomas en Casselberry (Florida). «Lo vi en el West Village. Era bastante grande y tenía la punta de color verde», decía este viernes Ángel Jiménez, experto de tecnología de ELMUNDO.es.

Una pirámide a orillas de Manhattan


El Mundo

El estudio BIG se estrena en Nueva York con un residencial a orillas del Hudson

El cielo de Manhattan recibirá en pocos meses las cosquillas de un mastodonte residencial de peculiar perfil y generosas dimensiones. DFR, siglas de las potentes promotoras neoyorquinas Durst Organization y Sidney Fetner Associates Fetner Residential, acaba de anunciar la próxima construcción del West 57, un edificio de contorno piramidalque quedará ubicado entre las avenidas 11 y 16, que ha sido diseñado por el estudio danés conocido por sus proyectos con angulosas formas. [Ver álbum]

El futuro complejo de la desolada confluencia de la calle 57 y West Side Highway es el bautizo neoyorquino del ambicioso y fotogénicoIngels, con oficinas en dos continentes y proyectos en tres. Para el arquitecto, se trata de una fusión de conceptos: la manzana de viviendas europea, en torno a un patio central al que miran todas ellas, y la clásica torre de Nueva York.

El edificio -a caballo entre un rascacielos y un bloque de pisos común- a orillas del Hudson alcanzará los 140 metros de altura y ocupará una superficie de 78.300 metros cuadrados. Desde fuera, adoptará una forma diferente en función del punto desde el que se observe.

Lo europeo y lo neoyorquino

El arquitecto danés de 36 años, profesor visitante en Harvard y Columbia, estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Es un declarado americanofílico, y vive y trabaja a caballo entre Dinamarca y Nueva York. «A los europeos les gusta decir que lo estadounidense está muerto, pero muchos de ellos están influenciados por lo que se hace en EEUU», recoge la revista New York Art.

Ingels, diseñó su primer edificio residencial en Orestad (Dinamarca), en 2005. y recibió el premio Mies Van der Rohe en 2010. Hace hace tres años se emancipó de la factoría creativa del holandés Rem Koolhaas, en cuyo estudio de Rotterdam (OMA) estuvo empleado de 1998 a 2001, y con quien más tarde diseñó el proyecto Copenhague Harbour Bath, un edificio de madera con forma de iceberg que albergará un centro de buceo en la capital danesa.

 

 

Paseo por el Manhattan insólito


El Mundo

  • ‘Manhattan, uso mixto’ muestra una Gran Manzana no apta para turistas tópicos
  • La exposición estará en el Reina Sofía de Madrid hasta el 27 de septiembre

Un puzle de 400 imágenes que muestran un Manhattan no apto para turistas tópicos, ‘Manhattan, uso mixto’ refleja en palabras de Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, la ciudad que representa «el equivalente a esos espacios parisinos del siglo XIX de los que hablaba Walter Benjamin». Unos espacios heredados del pasado que continúan en pie en el presente y para los que artistas de toda naturaleza han encontrado nuevos usos.

Lejos de la estética de postal y el afán documental, «se trata de una fotografía basada en el diálogo, de artefactos que se convierten en arte», afirma una de las comisarias de la muestra, Lynne Cooke.

La exposición incluye artistas que trabajaron desde finales de los años 70, «un momento muy especial en Nueva York», según Cooke, y que coincide con la desindustrialización de la ciudad, hasta otros contemporáneos, «que continúan con el sistema de trabajo en series que caracterizó la fotografía conceptual de sus antecesores», desvela Douglas Crimp, el otro encargado de comisariar la exhibición.

Paseantes y mirones

Las fotografías trazan trayectorias atípicas, muestran «usos no autorizados», comenta Crimp, de los espacios públicos de la ciudad. Desde la serie nocturna de Peter Hujar, tomada en 1976 a lo largo de las calles comprendidas entre el Meatpacking District (repleto por entonces de bares underground y clubes de homosexuales) y el Financial District, hasta el retrato del deterioro del East Broadway capturado por el objetivo de Christopher Wool en sus paseos diarios hacia su estudio de pintura.

Otros artistas huyen del retrato paisajístico para ensimismarse en los pequeños detalles que desvelan la personalidad de su ciudad. Ejemplos de ello son la serie ‘Bubblegum’ (‘Chicle’), de Zoe Leonard, que muestra los chicles pegados en el pavimento, hasta los quioscos regentados por paquistaníes que obsesivamente fotografiaba Moyra Davey en 1994.

Menos prosaicas resultan las obras de Stefan Brecht, de quien se exhibe un libro de poesías sobreimpresas sobre imágenes de la agrietada acera del Hotel Chelsea, hasta los oníricos fotogramas en los que Cindy Sherman encarna diferentes papeles en escenarios desolados. Entre ellos, los muelles del Hudson en los que su coetáneo Alvin Baltrop reflejó los encuentros sexuales entre hombres que allí tenían lugar en su colección ‘Day’s End’.

Iconos subvertidos

Aunque abundan los escenarios más recónditos de la ‘city’, la muestra no obvia las imágenes más icónicas. Desde las fotografías extraídas de un vídeo de Steve McQueen que retrata la Estatua de la Libertad desde un helicóptero, «la obra más reciente de las expuestas», destacaba Cooke, hasta los famosos depósitos de agua (Bernd y Hilla Becher, 1988), «un ejemplo de arqueología urbana o industrial», explicó la comisaria.

Una de las instalaciones más llamativas tiene como protagonista a Central Park. Concebida por el artista Donald Moffet, utiliza un lienzo sobre el que se proyecta un vídeo de ‘The Ramble’ (una zona, una vez más, frecuentada por homosexuales), de manera que el resultado final se asemeja a una pintura en la que las hojas de los árboles son movidas por el viento.

Los hombres-pancarta y las manifestaciones, otra imagen recurrente de la ciudad, protagonizan la serie de diapositivas de Sharon Hayes (2005), instalada en una sala en las que nueve proyectores disparan sobre la pared hasta 729 instantáneas sobre la ciudad ‘In the near future’ (‘En un futuro cercano’).


‘Manhattan, uso mixto’. Museo Reina Sofía (Edificio Sabatini). Del 9 de junio al 27 de septiembre

Einstein toma Nueva York


CET – El Mundo

Brian Greene, fundador del festival. (Foto: World Science Festival)

Brian Greene, fundador del festival. (Foto: World Science Festival)

NUEVA YORK.- Empeñada en trascender límites, Nueva York ha sido durante cuatro días la capital de las ciencias. El I Festival Mundial de la Ciencia, organizado por Brian Green, físico y profesor de la Universidad de Columbia, autor del clásico ‘El universo elegante’, ha inundado Manhattan con un chorro de inteligencia.

Acostumbrados a la frigidez de la metafísica, digamos, los mejores genetistas, matemáticos y físicos abrieron la espita de un mundo paralelo, más puro por verificable, el único real fuera de la metafísica y sus patafísicos príncipes, enemigo de los demiurgos y sus chisteras. «Todos comenzamos como pequeños científicos», ha comentado Green al New York Times, en alusión a como luego la inmensa mayoría de nosotros coloca un dique frente al conocimiento científico, transformado en terra incognita poblada de dragones.

El programa incluía actos en el Metropolitan Museum donde se discutieron las sinergias entre memoria y cine, mientras un grupo de niños, acompañados por un equipo de expertos (sherpas incluidos), imaginaban que ascendían el Everest. El neurólogo Oliver Sacks, autor de ‘El hombre que confundió a su mujer con un sombrero’, el reverendo Calvin O. Butts III y el coro de gospel de la Abyssinian Baptist Church debatieron sobre el poder de sugestión de la música en nuestro cerebro, cuando las neuronas bailan al ritmo de bemoles y corcheas. Alan Alda, inolvidable en M.A.S.H. y en varios títulos de su amigo Woody Allen, volvió a meterse el sábado en el cráneo del físico Richard Feynman en la obra de teatro QED, para después charlar con el astrónomo Vera Rubin y los físicos Stephon Alexander y Pierre Hohenberg sobre los avatares del genial científico. Alda, investido como paladín de la divulgación científica, estrenó el domingo su propia obra dramática, basada en las cartas de amor de Albert Einstein.

Otros ejemplos del apretado programa incluyen un debate sobre la ciencia de la longevidad, otro sobre la búsqueda de las leyes de la vida, uno más acerca del sueño de la teoría unificada de Einstein, otro sobre aquello que nos hace humanos, una coreografía en el Guggeheim basada en ‘El universo elegante’, un mesa redonda sobre ciencia y fe, una conferencia sobre las sinergias entre la magia y las matemáticas (quizá una redundancia, luego de la anterior), otra sobre los genes y nuestra biografía, una panoplia de actividades para niños en Washington Square, etc.

Con la ciudad hechizada y llenos absolutos, el Festival ha liquidado sus propias previsiones. La ciencia es un océano que la mayoría descubre tarde, o no descubre nunca. Para remediar el error, músicos del calibre de Lukas Ligeti, cineastas (Doug Lima, director de The Bourne Identity), físicos (Jim Gates, Leonard Sussikind, Paul Nurse), astrobiólogos (Maggie Turnbull, Paul Davies y Steven Benner) y paleontólogos (Richard Leakey), participaron en encuentros con títulos tan sugestivos como ‘Bioarte en la era del terrorismo’, ‘Tú y tu cerebro irracional’, ‘Historias de experimentos que fueron mal’, ‘Un viaje por el espacio y el tiempo’, ‘Ciencia de la moralidad’, ‘El ojo de la mente’ o ‘La Sexta Extinción’.

Hace unos días, en el Marcus Garvey Park, en Harlem, paseando a los perros, un vecino, dueño de un inmenso chucho, resultó ser profesor de sistemas y biología computacional. Tras hablar sobre su trabajo, contemplando la puntera de sus zapatos, comentó que «todos los grandes científicos han trascendido esta condición para convertirse en humanistas, o quizá es que no existe tal distintición». O tal vez es que los últimos humanistas sean los científicos. Blanden el escapelo del método donde otros colocan la podrida cesta de sus creencias, tan llena de humo que festivales como el que nos ocupa resultan altamente recomendables. Al menos, ya hay garantizada una próxima edición.

El solsticio de Nueva York


El Mundo

actualidad080530.jpgManhattan vibra cuando el sol se pone en el punto exacto y se produce ese mágico alineamiento que ocurre tan sólo dos días al año (29 y 30 mayo).

Cientos de neoyorquinos acudieron la cita cósmica convocados por Neil deGrasse Tyson, druida urbano y director del planetario…

«Cualquier excusa es buena para hacer que la gente mire al cielo, y ésta es sin duda una ocasión mágica». El fenómeno es visible en las cuadrículas que van de las calles 14 a la 57, pero la vista crepuscular por excelencia es la de calle 42, desde el observatorio de Naciones Unidas o entre los neones de Times Square.

Tyson explica una y otra vez cómo la cuadrícula casi perfecta de la Gran Manzana, con las calles enfilando del este hacia el oeste (con apenas 30 grados de desviación) hacen que se produzca esta danza celestial, presagio del auténtico solsticio.

Durante quince minutos, el sol encaja prodigiosamente en los cañones de Manhattan y las ventanas lo envuelven todo en una indescifrable bruma amarilla.

Por los parques, con cámara en mano


EFE – El Pais

Una exposición recoge más de 40 fotografías de paisajes en el 150 aniversario del Central Park

actualidad080122nyc.jpgFotografías de los paisajes más conocidos y de los rincones más selváticos y recónditos de Central Park forman parte de la exposición que desde hoy y hasta el 11 de mayo se puede contemplar en el Museo Metropolitan de Nueva York, en coincidencia con el 150 aniversario del diseño del pulmón verde de Manhattan.

Se trata de 36 instantáneas realizadas en blanco y negro por el destacado fotógrafo estadounidense Lee Friedlander (1934), en su mayoría desconocidas para el público y que son el resultado de veinte años de exploración de ese conocido parque neoyorquino y de otros de Estados Unidos. El museo Metropolitano de Nueva York ha titulado esta exhibición Lee Friedlander: un paseo por los parques Olmsted, con el que, además, rinde homenaje a Frederick Law Olmsted (1822-1903), considerado como «el padre de la arquitectura paisajística estadounidense» y diseñador de Central Park.

Esta es «una gran oportunidad de ver el trabajo de un auténtico maestro en vida. Friedlander es uno de los mejores fotógrafos de Estados Unidos», aseguró el comisario de la muestra, Jeff Rosenheim. «Esta exposición se centra en su trabajo, reflejando la obra del que en EEUU es el paisajista y arquitecto del siglo XIX más importante: Olmsted», explicó Rosenheim.

El fotógrafo comenzó a tomar esas instantáneas de algunos parques americanos diseñados por Olmsted en 1988, como parte de un trabajo para el Centro de Arquitectura Canadiense de Montreal, y una vez concluido, siguió haciendo fotos de otros lugares similares. Además del conocidísimo, Central Park, Friedlander también capturó con su cámara los paisajes de otros parques de Nueva York, como el Brooklyn Prospect y el Morningside, aparte de otros en los estados de Massachusetts, Kentucky o Arkansas.

Arte entre árboles

El comisario de la exposición señaló que el Metropolitan también ha querido que los visitantes experimenten la visión de esos paisajes «y luego, sean capaces de salir del museo y tener ante sí, en Central Park, al objeto de ese arte». «Lo bonito de esta exposición es que muestra a un maestro enfrentándose al trabajo de otro: diseño, árboles, arquitectura de los diseños de Olmsted», agregó.

El magnífico Central Park, que tiene una superficie de más de 340 hectáreas, está situado en pleno centro de Manhattan y fue el primer parque público de Estados Unidos concebido como tal hace 150 años. El corazón verde de la Gran Manzana surgió por iniciativa de comerciantes y burgueses de mediados del siglo XIX, que querían que la ciudad tuviera un recinto similar a los que ya disfrutaban París y Londres, pero también era visto como una alternativa saludable a las tabernas que tanto proliferaban en la época.

Después de varios años de debate, el Parlamento del estado de Nueva York autorizó en 1853 la creación de ese parque y para ello compraron un irregular terreno de 283 hectáreas en pleno centro de Manhattan, en el que sus ciénagas y zonas rocosas lo hacían poco deseable para el sector privado. La creación del parque neoyorquino, no obstante, obligó a desalojar a más de 1.600 residentes y a expropiar múltiples granjas y viviendas, algo que ocurrió de nuevo al ser ampliado diez años después a su actual tamaño. «Quien acuda a la exposición pensará cómo disfrutar de este pulmón verde de Nueva York y se dará cuenta de que hay espacios muy organizados y otros muy selváticos», agregó el comisario Rosenhim. Añadió que el público, a través de las instantáneas, es llevado al mundo del fotógrafo y sus experiencias en el parque, además de que «es una oportunidad magnífica para admirar el arte de la fotografía». Con esta serie, el fotógrafo exploró también toda una variedad de formatos de cámaras que dieron como resultado sorprendentes perspectivas de esos parques, de sus árboles y de su arquitectura.