La mayor migración de dinosaurios jamás contada


El Pais

  • Fósiles rescatados del destrozo de la Primavera Árabe reconstruyen el viaje de los rebaquisáuridos desde Sudamérica hasta África y Europa

Unos fósiles que fueron machacados durante la reciente revolución de Túnez han permitido reconstruir una de las mayores migraciones de dinosaurios que se conocen. La historia comenzó en otoño de 2011, cuando un equipo de paleontólogos italianos y tunecinos descubrió varios huesos de un nuevo dinosaurio en la gobernación de Tataouine, al sur del país. Los restos se embalaron cuidadosamente y se enviaron a Túnez, pero, en plena revolución, los saqueadores los rompieron en más de 200 pedazos en busca de objetos valiosos. En 2013, pasadas las revueltas, el mismo equipo volvió a Túnez, restauró las piezas dañadas y rescató más fósiles del mismo dinosaurio.

“Desde el comienzo de las excavaciones nuestro objetivo fue reconstruir su foto de familia e identificar a sus parientes más cercanos”, explica el italiano Federico Fanti, paleontólogo de la Universidad de Bolonia y líder del estudio sobre el nuevo dinosaurio de Túnez, Tataouinea hannibalis. Su equipo hizo réplicas en 3D de los fósiles dañados y además desenterró parte de la cadera y de la cola del dinosaurio en 2013, lo que ha ayudado a caracterizarlo mejor.

El Tataouniea era un dinosaurio herbívoro y con forma de diplodocus, aunque mucho más pequeño, pues medía unos 12 metros de largo. Según Fanti perteneció al grupo de los rebaquisáuridos, una familia cuyos ancestros parecen estar, curiosamente, en América del Sur. ¿Cómo pudieron estos dinosaurios llegar a África?

Los saqueadores rompieron los fósiles en más de 200 pedazos

Según explican Fanti y el resto de su equipo en un estudio publicado en PLoS One, solo hay una explicación posible: una larga migración por tierra que duró unos 30 millones de años y que fue creando especies diferentes a medida que estos dinosaurios conquistaban nuevos hábitats. Los primeros rebaquisáuridos habrían aparecido hace unos 160 millones de años en los espesos y húmedos bosques de Sudamérica. En una zona llena de agua y comida los primeros miembros del grupo eran animales enormes, como el zapalasaurio, de 25 metros de largo y tan alto como un edificio de dos plantas. Fanti mantiene que en el Cretácico Inferior, hace 135 millones de años, los rebaquisáuridos llegaron a África, que por entonces estaba unida a Sudamérica formando el supercontinente de Gondwana. La adaptación a unos hábitats muchos más secos y con menos vegetación para comer hizo que encogieran y se hiciesen mucho más ligeros. De hecho, el Tataouniea tenía los huesos neumáticos, llenos de cavidades de aire, lo que reducía drásticamente su peso, hacía su respiración más eficiente y les facilitaba la vida para moverse largas distancias en busca de alimento, explica Fanti. Estos dinosaurios eran saurópodos, no emparentados con las aves, pero sorprendentemente tenían adaptaciones similares a ellas, señala el paleontólogo. “Este es el único dinosaurio conocido que tenía los huesos de la cadera huecos”, resalta.

El arca de Noé

Unos cinco millones de años después, los rebaquisáuridos llegaron a Europa, que entonces era un conjunto de islas. Cómo lo hicieron es un misterio, pero dinosaurios como el demandasaurio, hallado en Burgos y estrechamente emparentado con el Tataouinea de Túnez, así lo demuestran. “Es posible que el mar en aquella época fuera poco profundo y pudiesen cruzarlo hasta lo que hoy es España”, argumenta Fanti.

José Ignacio Canudo, un paleontólogo de la universidad de Zaragoza experto en rebaquisáuridos de Argentina y España, reconoce que la hipótesis de la migración y la progresiva reducción de tamaño hasta llegar al demandasaurio “es buena”, aunque quedan flecos. “Por aquel entonces África e Iberia estaban separadas por pocos kilómetros de mar, pero era una barrera infranqueable debido a las intensas corrientes”, explica. “Otra opción es que estos dinosaurios llegasen a Europa a bordo de lo que hoy es la península Itálica, que formó parte de África y luego se unió a Europa como una especie de arca de Noé”, señala. Es algo parecido a lo que sucedió con lo que hoy es la India. Además, recuerda, los fósiles de rebaquisáuridos de América son más recientes que los de África y España, advierte. Es muy plausible que el grupo existiese antes en Sudamérica, opina Canudo, pero, por ahora, “no hemos encontrado restos de estos dinosaurios en estratos más antiguos”.

Después de la interrupción por la Primavera Árabe, el equipo de Fanti espera volver a excavar en noviembre a Jebel El Mra, el lugar en el que en 2013 encontraron los nuevos huesos del Tataouinea. Esperan poder seguir trabajando allí también en 2016, lo que posiblemente permita esclarecer más detalles sobre los orígenes de los rebaquisáuridos y su espectacular periplo. “Estamos ante la migración de dinosaurios mejor documentada de la que se tiene constancia”, asegura.

Descubren 34 especies fósiles con 3 millones de años de antigüedad


El Confidencial

Tres millones de años después de quedar atrapadas en un pozo de asfalto, los fósiles de 34 especies de animales rescatados y analizados, entre ellos, tigres dientes de león y de cimitarra, y una nueva especie de caimán, han quedado al descubierto y pueden ser apreciados en una exhibición en Caracas.

Un pozo de asfalto de más de 18.000 metros cuadrados ubicado en la zona llamada El Breal de Orocual en el oriental estado Monagas de Venezuela fue la trampa que el pleistoceno tendió a un buen grupo de animales que dejaron además testimonio novedoso de la peregrinación de algunas especies muy lejos de lo que hasta ahora se conocía. A ese sitio fue a dar, infieren los científicos, un primer mamífero, tal vez un caballo, que un tigre quiso atrapar, pero ambos quedaron pegados en el viscoso lago con superficie de agua.

Poco a poco quedaron atascadas además, aves carroñeras, insectos, y así todo un ecosistema que ha sido analizado por expertos desde 2006 cuando se realizó el primer hallazgo y que seis años después, aún ofrece revelaciones como la detección de una nueva especie de reptil, bautizado Caiman venezuelensis, a fines de 2012. El hallazgo de los fósiles sucedió cuando la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) realizaba obras para construir un oleoducto pero las excavaciones fueron paralizadas repentinamente cuando los trabajadores divisaron lo que parecían ser unos huesos.

El análisis de los restos pasó entonces a manos de paleontólogos del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) que hasta hoy han descrito 34 especies entre las que se cuentan caballos, llamas, armadillos gigantes, osos hormigueros tres veces más grandes de los que existen en la actualidad, además de reptiles, culebras, tortugas y aves.

El pozo y sus inquilinos revelan no solo que estos animales poblaron la zona entre 2,5 y 4 millones de años atrás, sino que muestran además, según dijo a Efe el paleontólogo del IVIC Ascanio Rincón, el recorrido de algunas de estas especies por cuatro de los cinco continentes en ese entonces.

Ese es el caso del «hipercarnívoro» tigre dientes de cimitarra. Los restos de este «gato» son los primeros que se han conseguido en Suramérica, por ello fue identificado como Homotherium venezuelensis y su hallazgo lleva a los científicos a concluir que este felino «le dio la vuelta al mundo». Los tigres dientes de cimitarra se originaron en África hace cuatro millones de años, el siguiente registro en tiempo geológico se ubica en Europa, después en Asia y el rastro terminaba en Estados Unidos hasta que fue encontrado en Venezuela.

El lugar, «en el que también han quedado atrapados los paleontólogos», bromea Rincón, «documenta el momento en el que Suramérica y Norteamérica se conectaron hace aproximadamente unos tres millones de años» cuando se elevó el istmo de Panamá abriendo un puente para el flujo de fauna y flora de un territorio a otro. En Argentina se han encontrado algunas de las especies halladas en el Breal y que hasta ahora nunca se habían ubicado tan cerca al lugar de unión entre los dos subcontinentes americanos.

La mayor parte de los esqueletos del pleistoceno rescatados de El Breal de Orocual se encuentran ahora majestuosamente exhibidos en el centro de exposiciones del Centro de Arte La Estancia que pertenece a PDVSA en el este de Caracas.

Hallan huellas fósiles de aves de la Antártica de hace 48 millones de años


La Razón

Un grupo de investigación chileno halló sesenta huellas fósiles correspondientes a aves que hace más de 48 millones de años habitaron en la Antártica, cuando ese territorio estaba unido al continente, informó hoy el Instituto Antártico Chileno (INACH).

Hallan huellas fósiles de aves de la Antártica de hace 48 millones de años

La investigación, publicada este mes en la revista Antarctic Science, entrega relevantes antecedentes que, según los científicos, permiten reconstruir el entorno antártico antes que se separara hace 23 millones de años de la plataforma continental, donde actualmente se encuentra la Patagonia.

Se tratan de huellas de aves similares a zorzales, caranchos (halcones) y patos que se encontraron en la isla Rey Jorge, la mayor de las islas Shetland del Sur en la Antártida, confirmó INACH.

El descubrimiento, realizado por el científico chileno Héctor Mansilla, revela información sobre las características de una zona que hace millones de años se asemejaba a los pantanos costeros de Magallanes, en la Patagonia chilena.

De hecho, la investigación estima que el lugar donde se encontraron los fósiles podría corresponder a la orilla de un lago que se situaba dentro de un valle montañoso con sucesivas ondulaciones.

«Tenemos restos de tallos de plantas que viven en estos ambientes, y tenemos también ondulaciones dejadas por el agua en el sedimento y gotas de lluvia o paleogotas», explicó Mansilla.

Entre las huellas halladas destaca el primer registro en la Antártica de Avipeda, una especie similar al carancho, que se caracterizaba por tener el dedo hacia atrás y garras.

La Antártica se separó del continente americano hace unos 23 millones años tras la formación de el mar Drake y, según los científicos, es probable que hace 3 millones de años pudieran encontrarse árboles en zonas libres de hielo.

El análisis de estas muestras se hicieron en los laboratorios de la INACH y contó con la colaboración de investigadores extranjeros como la experta en huellas de aves de la Universidad Nacional de Río Negro (Argentina), Silvina de Valais, y el geólogo alemán Wolfgang Stinnesbeck, de la Universidad de Heidelberg.

Los fósiles que Darwin olvidó en un cajón hace 168 años


El Mundo

Muestras recogidas por el biólogo británico Charles Darwin, en su viaje alrededor del mundo con el capitan Fitz-Joyce a bordo del ‘Beagle’, han sido localizadas después de permanecer 168 años en el olvido en un cajón ya están disponibles on-line para todo el mundo.

El hallazgo de este ‘tesoro’ se produjo por casualidad, cuando el paleontólogo Howard Falcon-Lang, de la Universidad de Londres, curioseaba en un viejo mueble de la sede del Instituto Geológico Británico (BGS, en sus siglas en inglés). «Andaba rebuscando, cuando me encontré con algunos cajones que decía que había plantas fósiles sin registrar, y no pude contener la curiosidad».

En el interior había cientos de soportes de cristal en los que se habían ensamblado plantas fosilizadas cortadas en finas láminas, preparadas para su estudio por el microscopio. Para su sorpresa, en algunas de ellas estaba inscrito el nombre ‘C. Darwin Esq.’. En una incluso podía leerse que la había recogido en la isla chilena de Chiloé.

Otras piezas habían sido donadas por otros exploradores y científicos que en la segunda mitad del siglo XIX acudieron al Servicio para que fueran catalogadas.

Al parecer, Darwin encargó esa engorrosa tarea a su amigo y colega Joseph Hooker, un botánico que durante un tiempo trabajó en el BGS. Pero a Hooker se le acumuló el trabajo de tal forma que, finalmente, aunque ensambló las muestras en los soportes de cristal, no pudo registrarlas.

Según cuenta la institución en su web, Hooker se casó por aquel entonces con la hija del mentor de Darwin en Cambridge, Revd John Henslow, lo que le habría quitado tiempo de trabajo. Además, en 1848 se fue de expedición al Himalaya, dejando su empleo, y los cajones con los fósiles (por cierto, en un mueble de Henslow) quedaron olvidados.

Tras varios cambios de lugar, desde hace medio siglo se llenaban de telarañas en los sótanos del Instituto Geológico Británico, de donde los ha sacado Falcon-Lang.

Un dinosaurio herido


El Pais

Los científicos observan daños en la garra de un nuevo raptor hallado en Estados Unidos

Fósiles hallados recientemente en un rico yacimiento de Utah (EE UU) han permitido identificar un nuevo dinosaurio del mismo grupo del velocirráptor que habitaba el continente de Laramidia (ahora el oeste de América del Norte) en el Cretácico Tardío. El ejemplar hallado muestra una herida antigua en el talón, donde estos dinosaurios tienen una garra que les da la imagen de agresividad por la que son conocidos.

En la pata izquierda del esqueleto hallado los científicos observaron una deformación que pensaron que derivaba de una antigua fractura o mordisco. Para confirmarlo realizaron un estudio con un escáner médico y vieron que el daño se limitaba al dedo del pie que tiene la garra, que sufrió después una infección. Sin embargo, el animal sobrevivió un largo periodo después de la herida. «Se ha pensado que los dinosaurios raptores utilizaban el talón del pie para luchar con miembros de su misma especie o defenderse de ataques», indica Lindsay Zanno, que ha dirigido la investigación, cuyos resultados se publican en Plos One. «Nuestra interpretación apoya la idea de que estos animales utilizaban esa parte de la anatomía de forma arriesgada».

Talos sampsoni es el nombre de este terópodo troóntido. Son dinosaurios con plumas relacionados con las aves actuales, algunos de los cuales pesaban solo 100 gramos. El recién bautizado pesaba unos 38 kilogramos y es el tercer tipo de este grupo hallado en América del Norte. En Asia se han encontrado muchos más, incluidos huevos y embriones, que han servido para confirmar las distintas fases de transición en la evolución de las aves.

El hallazgo se añade a una lista creciente de nuevas especies de dinosaurio, en algunas de las cuales se han conservado tejidos blandos, descubiertas en el extenso parque natural de Escalante, en Utah, creado por el presidente Clinton en 1996, en parte para proteger su patrimonio paleontológico. Los restos ahora estudiados fueron encontrados en 2008 por el estudiante Michael Knell mientras buscaba fósiles de tortugas y van a ser mostrados públicamente en el nuevo Museo de Historia Natural en Salt Lake City.

Un predador gigante del Cámbrico, hallado en el Sáhara


El Pais

Los ejemplares fósiles de anomalocaris alcanzan un metro de longitud

Las arenas del Sáhara han brindado a los investigadores ejemplares gigantes de anomalocaris, uno de los animales más extraños del Cámbrico y el de mayor tamaño, hallado por primera vez en el yacimiento de Burgess Shale (Canadá). Peter van Roy y Derek Briggs, que estudian la fauna fósil de los yacimientos marroquíes de Fezouata, publican en Nature su hallazgo y señalan que se trata de los anomalocaris de mayor tamaño y más recientes hallados hasta la fecha.

Estos animales son artrópodos marinos y recuerdan a los calamares por su aspecto. Los ahora presentados tienen entre 488 millones y 472 millones de años de antigüedad, por lo que ya no son del Cámbrico sino del Ordovícico. Su estudio permite conocer mejor estos organismos de cuerpo blando, cuyos apéndices al principio se consideraron gambas gigantes. En los hallados en Marruecos se han encontrado rasgos morfológicos que podrían funcionar como agallas.

«Los anomalocaris son los animales predadores de mayor tamaño de aquella época, aunque luego surgieron otros mayores. Los ejemplares que describimos tienen más de un metro de longitud», explica Van Roy a este periódico, y matiza: «No fueron los primeros carnívoros, el comportamiento depredador surgió mucho antes, en animales mucho más pequeños, por ejemplo los trilobites, pero siempre en el medio marino antes que en el medio terrestre».

«Estos predadores gigantes invertebrados se han convertido en un símbolo de las extrañas formas de los organismos que se apartaron pronto de los linajes de los animales marinos modernos y luego se extinguieron», señala Briggs. «Ahora sabemos que desaparecieron mucho después de lo que creíamos».

Hasta ahora se pensaba que estos animales desaparecieron 30 millones de años antes. «El hallazgo es importante porque muestra que estos predadores gigantes continuaron dominando la cadena alimentaria durante mucho más tiempo, así que siguieron teniendo un gran impacto en los ecosistemas de la época», explica Van Roy.

Del polo Sur al Sáhara, un largo camino para unos extraños fósiles


El Pais

Unos animales de hace casi 500 millones de años aclaran la evolución primitiva

Atrapados hace centenares de millones de años en capas y capas de sedimentos en el frío océano profundo del polo Sur, una amplia variedad de extraños animales marinos de cuerpo blando acaba de resurgir para la ciencia como fósiles muy bien conservados en las arenas del Sáhara. Los yacimientos de Fezouata, cerca de la ciudad marroquí de Zagora, están proporcionando un riquísimo muestrario de una fauna similar, aunque posterior en el tiempo, a la famosa de Burgess Shale (Canadá), retratada en el libro La vida maravillosa de Stephen Jay Gould, con sus exóticos Marrella, Opabinia o Hallucigenia.Así está cambiando ya el conocimiento de las primeras etapas de la evolución animal en la Tierra, tras la llamada explosión del Cámbrico, aunque la investigación de estas formaciones apenas ha empezado.

El belga Peter Van Roy es uno de los principales estudiosos de este abundante nuevo material, que ya ha sido objeto de una publicación en Nature y cuyo valor ha aumentado mucho en los últimos años. Van Roy explicó a este periódico cómo va la investigación durante su participación en el Simposio Internacional sobre el Ordovícico (el periodo entre los 500 y los 435 millones de años en la historia de la Tierra) que se celebró la pasada semana en Alcalá de Henares (Madrid), organizado por el CSIC y el IGME. Un congreso de éxito al que asistieron 120 especialistas de 24 países, que pudieron participar en tres excursiones de campo para ver algunos de los lugares de interés de esta época en la península Ibérica, como explica el presidente de su comité organizador, el paleontólogo Juan Carlos Gutiérrez Marco, que ha acompañado a Van Roy en alguno de sus viajes a Marruecos.

«Hablamos de fósiles de hace entre 480 y 472 millones de años, o sea al menos 30 millones de años posteriores a Burgess Shale», dice Van Roy, de la Universidad de Gante, que se inició en el tema al descubrir en una feria de fósiles en Bélgica un ejemplar que le llamó la atención. La edad indica que las comunidades del tipo de Burgess Shale no se restringieron, como se creía, a las primeras etapas del Cámbrico para luego desaparecer súbitamente, sino que pervivieron mucho más tiempo, convivieron con la fauna posterior y eran «el tipo de fauna normal de las profundidades marinas en todo el planeta», indica el investigador. Entonces Marruecos era un océano y estaba sobre el polo Sur.

El que primero se dio cuenta, alrededor de 2002, de la singularidad de los extraños restos hallados fue el marroquí Mohammed Ben Moula, que colecciona fósiles en esa área, parte de los cuales vende como negocio a otros coleccionistas. Van Roy insiste en destacar la importancia de este experto autodidacta, sin educación formal, que hace años que guarda para los investigadores los mejores ejemplares que encuentra y les guía en sus expediciones, aunque no pueda firmar los artículos científicos.

Los ejemplares se exportan legalmente y se coleccionan en el museo Peabody de la Universidad de Yale, con el que trabaja Van Roy (además de con investigadores de la Universidad de Marraquech), aunque Marruecos tiene planes para mostrar parte de su gran patrimonio paleontológico. Mientras tanto, los ejemplares que se venden en el extranjero valen cada vez más. Los coleccionistas se los rifan.

Y eso que hace solo dos años (cuando se hallaron los mejores ejemplares) que los investigadores llegaron a la conclusión de que estaban ante un nuevo Burgess Shale, un «yacimiento de ensueño», según Van Roy, en el que ya se han identificado «100 taxones [grupos de organismos emparentados] diferentes, excepcionalmente conservados, y siguen saliendo».

«Los afloramientos de la época ocupan una extensión enorme y los sedimentos con abundancia de fósiles pueden llegar a los dos metros de espesor», explica el investigador belga, quien considera que le puede dedicar toda su vida, aunque, reconoce, «me gustaría hacer otras cosas». La vida maravillosa fue uno de los dos libros regalo de su padre (falleció hace unos años y se emociona al recordarle) que le encaminaron a la paleontología. Ahora sabe que se ha quedado «bastante antiguo», pero no cree que vaya a reescribirlo, por lo menos en los próximos años.

Fezouata no es el único yacimiento que explora Van Roy en Marruecos. Cerca de Erfoud está el de Tafilalt, igualmente abundante, con fauna del tipo Ediacara (anterior al Cámbrico, de hace 570 millones de años). Estos son los fósiles que constituyen toda una industria en Marruecos, ya que se procesan para venderlos como mesas o incluso lavabos. Pero también otros se extraen con infinito cuidado artesano o se entregan a los investigadores para su estudio. Son restos de animales -algunos de cuerpo blando, otros no- que vivían en un ambiente marino de aguas someras.

La investigación de los restos de cuerpo blando arroja más luz sobre la evolución de la vida en la Tierra. Derek Briggs, de la Universidad de Yale, se plantea ahora, por ejemplo, si los dos eventos de diversificación más importantes, la explosión del Cámbrico y la subsiguiente Gran Biodiversificación del Ordovícico pudieran ser en realidad uno solo continuado. Sin embargo, visto en perspectiva, resulta que la biodiversidad en aquella época no era tan rica como lo fue después y lo es actualmente.

Los fósiles más antiguos del sistema Bético


El Mundo

Un equipo de geólogos andaluces han encontrado, en el conocido como Complejo Maláguide, del municipio de Ardales (Málaga), los fósiles más antiguos que se conocen en la Cordillera Bética. Según sus dataciones, pertenecen al período Ordovícico final, hace entre 446 y 444 millones de años.

Durante este periodo, los días tenían únicamente 21 horas y no había animales en tierra firme debido a la escasez de oxígeno en la atmósfera. Pero los mares estaban llenos de vida y por ello abundan los fósiles, sobre todo de trilobites.

Según la geóloga Rosario Rodríguez-Cañero, una de las responsables de este hallazgo, su importancia radica no sólo en la antigüedad de los fósiles, y en que permitan datar la edad de los materiales que los contienen, sino también en «la valiosa información que proporciona para realizar una reconstrucción de la historia tectónica, de la paleogeografía, y de la historia geológica de la Cordillera Bética».

La investigadora, de la Universidad de Granada, asegura en este trabajo que los fósiles que ha encontrado, muy escasos y difíciles de encontrar, son una herramienta imprescindible para desentrañar la historia geológica de las Bética, y para conocer las características del medio ambiente en el que se desarrollaron, y la historia térmica de las rocas en las que se hallaron.

Se trata de conodontos, unos animales exintos que tenían forma de pequeña anguila pero sin columna vertebral, cuya longitud era de unas decenas de milímetros y que habitaron los mares de la era Paleozoica, hasta que desaparecieron al finalizar el Triásico (hace unos 205 millones de años).

Los investigadores analizaron las características de sus restos, así como la presencia de unas especies y la ausencia de otras, comparando estos datos con los de la misma época en el macizo Ibérico y en otras cordilleras del entorno.

Sus resultados revelan que durante al final del Ordovícico, el Complejo Maláguide no estaba con el resto de la Península Ibérica en un margen del continente de Gondwana, sino que se situaba mucho más próximo a los Alpes, con cuya fauna tiene muchas similitudes.

Para el geólogo Juan Carlos Gutiérrez-Marco, del Instituto de Geología Económcia (CSIC-ucm), «la importancia de este hallazgo reside en que se trata de los primeros conodontos del Ordovícico terminal encontrados en la Península, donde los ambientes de sedimentación autóctonos no alcanzan regiones tan profundas como las de los registros equiparables de los Alpes».

«Los bloques de roca fosilífera milagrosamente transportados y conservados en el basamento de la Cordillera Bética, derivan de un sedimento casi contemporáneo a la gran glaciación gondwánica africana, que casi acaba con los animales portadores de estos microelementos fosfáticos».

Los fósiles de los conodontos no son completos, sino unas diminutas piezas de menos de un milímetro, de una composición similar a la de los dientes de los vertebrados que estos animales llevaban en la región cefálica y los utilizaban para atrapar y triturar los alimentos.

Aunque estos dientes son las únicas piezas mineralizadas que poseían los conodontos, y las únicas que suelen fosilizar, en otras zonas del planeta se han encontrado conodontos completos», según la geóloga.

Estos fósiles béticos no solo son los más antiguos de la Cordillera Bética, sino los primeros que se encuentran de este tipo en todo el Mediterráneo occidental, desde Gibraltar hasta el sur de Italia.

El trabajo ha sido publicado en la revista ‘Terra Nova’

Arqueólogos descubren fósiles con más de 340 millones de años de antigüedad


El Mundo

Un grupo de investigadores del Museo de Historia Natural de la localidad gaditana de Los Barrios ha descubierto en Algeciras fósiles con más de 340 millones de años de antigüedad.

Se trata de fósiles de Lepidodendron, un árbol de escamas del período Carbonífero, correspondiente a la Era Palezoica, que han sido hallados en el término municipal de Algeciras por el director del citado museo, Juan José Castillo.

El yacimiento puede considerarse una prolongación del localizado en Tarifa hace unos tres años, en el que se encontraron restos de Lepidostrobus, o piñas de Lepidodendron (Araucaria). Fósiles de esta especie arbórea del Carbonífero existen también en el Norte de África.

El Lepidodendron, o «árbol de escamas» por la forma de su tronco, creció en lugares pantanosos, era de gran altura -unos 40 metros- y sólo se conocen por reconstrucción, según han precisado los responsables del hallazgo.

Uno de los museos más completos de Europa

Actualmente, el Museo de Historia Natural exhibe unas 7.000 piezas entre fósiles, minerales e insectos.

Está instalación abrió sus puertas en abril de 1999, tras suscribir el Ayuntamiento un convenio con Castillo, que cedió su colección de fósiles y minerales. Posteriormente, se sumó la colección de insectos de José Torres. Los fondos de este museo, que figuran entre los más extensos de Europa, son de unos 50.000 fósiles -incluidos crustáceos y fauna marina de la Bahía de Algeciras- y minerales y de unos 70.000 insectos, entre los que se incluyen ejemplares del Parque Natural Los Alcornocales.

Entre las piezas más curiosas y atractivas, se encuentran descomunales molares de mamut, huevos de dinosaurios petrificados en perfecto estado de conservación y un cráneo de cocodrilo del Cretácico, con 90 millones de años, que habitaba entonces en lo que hoy es el desierto del Sáhara.

Entre los fósiles más comunes figuran varios ejemplares de trilobites, de la era Primaria, peces del Brasil, Francia, Líbano, Estados Unidos y otros lugares del Jurásico, Cretácico, y Eoceno.

Hallan fósiles del ancestro más antiguo del elefante


El Mundo

PALEONTOLOGÍA | Molares de hace 60 millones de años

Los paleontólogos tienen la fina habilidad de identificar, aunque sea de una forma aproximada, especies animales a través de sus dientes. Es lo que ha ocurrido con unos nuevos molares hallados en Marruecos, que su descubridor, Emmanuel Gheerbrant, un asiduo ya en esos yacimientos (Sidi Chennane), ha descrito con soltura en el último número del ‘PNAS’ como los de un proboscídeo, grupo del que actualmente sólo queda un superviviente: el elefante, con sus tres especies.

Sin embargo, el registro fósil muestra que los proboscídeos fueron en su día un orden rico y muy diverso, cuyos ancestros más antiguos, los ‘Phosphaterium’, fueron datados en hace 55 millones de años. Ahora, el nuevo hallazgo de ‘Eritherium azzouzorum’, como ha sido bautizado el espécimen, suma cinco millones de años más a las raíces ancestrales del elefante.

Así, pues, se trata del proboscídeo más antiguo de los que se conocen, y también el más pequeño. Se cree que los mamíferos, en el origen de su radiación (hace 65-60 millones de años), tenían unos tamaños más bien pequeños.

La aparición de estos molares, junto con fragmentos de mandíbula y cráneo, obliga a recolocar en el mapa de la evolución -‘atrasándolo’ en cinco millones de años- el punto en el que se diversifican los ungulados, un superorden taxonómico que une evolutivamente a animales tan distintos como ballenas, manatíes, jirafas y caballos. Según explica a elmundo.es Pablo Páez, investigador científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), el hallazgo también permite a Gheerbrant, del Museo Nacional de Historia Natural de París (Francia), reforzar la teoría de que la separación y diversificación de los animales placentarios fue explosiva, es decir, ocurrida en muy poco tiempo. Dicha teoría sitúa tanto la separación entre los principales órdenes como la diversificación dentro de ellos en el evento K-T (Cretácico-Terciario, o más exactamente, Cretácico-Paleógeno), hace 65 millones de años.

Distintas teorías (como la de la ‘mecha larga’, que sitúa la separación entre órdenes de mamíferos en el mismo Cretácico, para diversificarse dentro de cada orden en el Cretácico-Paleógeno) coinciden en que la radiación de los mamíferos tuvo lugar a partir la extinción de los dinosaurios, los cuales, al desaparecer, dejaron nichos ecológicos vacíos que fueron rápidamente ocupados por los mamíferos, hasta entonces minoritarios.