Dicen haber encontrado el oro perdido de Hitler en el naufragio del «Titanic» nazi


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  • En una entrevista exclusiva al «Daily Star», un buzo aifrma que ha hallado cajas repletas de riquezas en el pecio del «Wilhelm Gustloff»
 El «Titanic nazi», en una composiciñon - Wilhelm Gustloff museum

El «Titanic nazi», en una composiciñon – Wilhelm Gustloff museum

Ni enterrado en un túnel secreto de Polonia, ni perdido en una base secreta de la Antártida. Según ha explicado un buzo al diario «Daily Star» esta misma semana, los 100 millones de libras en oro que -presuntamente- perdió Adolf Hitler a lo largo de la Segunda Guerra Mundial (el tesoro extraviado de los nazis) se encuentran ubicados en el pecio del «Wilhelm Gustloff». Un buque que fue llamado el «Titanic» germano después de que, en 1945, un submarino soviético lo enviase al fondo del mar junto con más de 9.000 refugiados y militares del Reich.

Así lo ha afirmado, al menos, el buzo británico Phil Sayer (de Esssex, Inglaterra) quien -rememorando lo que sucedió hace un año con dos supuestos cazatesoros– dice haber hallado al fin el supuesto oro. De esta forma, las riquezas que robaron durante años los alemanes (las cuales abarcaban desde obras de arte hasta el dinero que quitaban a los judíos en los campos de concentración y exterminio) se encontrarían, según él, en el mar Báltico, frente a las costas de Polonia y a 450 metros de profundidad.

El superviviente

Para sustentar su teoría, Sayers dice contar con el testimonio de uno de los supervivientes de la tragedia naval del «Titanic nazi». El personaje es -siempre en sus palabras- Rudi Lange, un controlador de radio que no falleció durante el naufragio y que, al parecer, habría visto como subían a este navío (un trasatlántico) varias cajas repletas de oro. «Sabemos de primera mano que un montón de camiones aparecieron repentinamente y transfirieron un cargamento de alta seguridad al buque. Lange vio todo cuando bajó al muelle para fumarse un cigarrillo», ha explicado el buzo.

Sayer afirma que, en ese instante, Lange pudo ver de primera mano como llegó hasta el muelle un convoy repleto de «cajas con lingotes de oro». ¿Cómo pudo conocer lo que había en el interior de las arcas? Por una segunda fuente. «No sabía lo que se estaba cargando en principio, pero en 1972 se reunió con otro superviviente (uno de los guardias encargados de vigilar el oro) y este le reveló la verdad», ha determinado el británico.

Pero no solo eso, sino que Sayers también ha explicado al «Daily Star» (de forma exclusiva) que, en 1988, tuvo la oportunidad de descender en una expedición de buceo hasta el mismísimo pecio del «Wilhelm Gustloff». Supuestamente, bajo las aguas vio como los torpedos soviéticos habían destrozado parte del casco del navío y habían dejado a la vista varias cajas que podrían corresponderse con aquellas en las que estaba guardado el oro.

En este sentido, cree haber visto barrotes en algunas de las ventanas cercanas, lo que sugiere que podría haber sido guardado en una habitación con rejas para evitar que fuera robado.

El «Titanic» nazi

Más allá de elucubraciones, lo cierto es que la del «Titanic» nazi fue una de las catástrofes navales más grandes de toda la historia. Su historia –como ya explicamos en ABC 2013– comenzó en 1937, cuando fue botado por el mismísimo Hitler como «Wilhelm Gustloff» (nombre que fue puesto en recuerdo de un líder germano fallecido hacía pocos meses). Sus medidas eran ciertamente imponentes, aunque no llegaban a las del buque de la «Withe Star Line». Y es que, sumaba 208.5 metros de eslora y 23,5 metros de manga. Podía transportar un total -aproximadamente- de 1.965 personas, un número imponente para la época.

En principio, el Gustloff fue dedicado a hacer viajes de placer hasta la isla de Madeira. No obstante, en 1939 fue enviado a España para recoger a la Legión Cóndor, los aviadores germanos que habían combatido junto a Francisco Franco.

Fue su primera misión militar, pero no sería la última. Y es que, cuando Alemania entró en guerra contra Polonia el 1 de septiembre de 1939, este navío fue requisado por la marina, pintado enteramente de blanco (y una raya verde) y usado como buque hospital.

«Se terminó el sueño del buque de recreo, de las travesías marítimas para los trabajadores. De los espléndidos viajes a Madeira, alrededor de Italia y de los fiordos noruegos…» explica Heinz Schön (uno de los pocos supervivientes del naufragio) en «La tragedia del Gustloff. Relato de un superviviente».

Su objetivo sería participar en la «Operación León Marino» (la invasión de Gran Bretaña por parte del ejército germano). Sin embargo, su cancelación repentina hizo que el Gustloff fuese repintado como navío de guerra y quedase olvidado en un puerto de Sttetin. Y así permaneció hasta que, en enero de 1945, un capitán recibió la orden de usar este navío en la denominada «Operación Hannibal»: la evacuación de más de dos millones de refugiados de la vieja Europa para evitar la ira del Ejército Rojo.

9.400 personas murieron después de que el submarino disparase tres torpedos

Tras arribar al puerto de Gdynia (en Polonia), donde recogió a una ingente cantidad de refugiados (según las últimas investigaciones, hasta un total de 10.582 personas) partió el 30 de enero de 1945.

Iba con una carga 9 veces mayor que la debida y únicamente había botes salvavidas para 5.000 personas. Con todo, ningún marinero pudo negarse a dejar pasar a nadie. Tras algunas horas de viaje, se ordenó al capitán del Gustloff hacer encender sus luces de posición para evitar el impacto con un buque aliado. Los oficiales germanos no tuvieron más remedio que hacerlo, pero la decisión no pudo ser peor.

¿Por qué? Porque debido a ello, el buque desveló su posición al submarino S-13 soviético dirigido por el capitán Alexander Marinesko. «A las 23:00 en punto, hora de Moscú, el submarino se colocó en posición de disparo. El S-13 se acercó a unos 1.000 metros del objetivo. Marinesko ordenó preparar los torpedos de proa para un ataque en superficie y sumergirse luego a una profundidad de tres metros. Cuando la proa del enorme buque fue reconocible en el centro de la retículadel periscopio del S-13, Marinesko dio la orden», añade el alemán.

Instantáneamente, se dispararon tres torpedos hacia él trasatlántico. El Gustloff tardó apenas unos minutos en irse a pique. Con él, se perdieron la friolera de 9.400 persoans. Hombres, mujeres y niños. Una masacre en toda regla. Todo, en apenas una hora. El resultado fue la mayor tragedia naval de la historia.

La leyenda del oro nazi

Las teorías sobre la existencia de un gigantesco tesoro nazi son varias y se apoyan, en su mayoría, en la ingente cantidad de obras de arte y riquezas varias que los hombres de Hitler expoliaron en los países ocupados a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial.

Este gigantesco tesoro estaría formado, además, por todos aquellos objetos, billetes e -incluso- dientes de oro que los germanos decomisaron a los judíos en los campos de concentración. Sin embargo, jamás se ha calculado exactamente a qué cantidad ascendería o cuánto se habrían gastado los jerarcas en el esfuerzo de la guerra.

Con todo, existen algunos autores que se han atrevido a dar una cifra. Uno de ellos es el investigador y divulgador histórico José Lesta quien, en su libro «El enigma nazi. El secreto esotérico del Tercer Reich», afirma que (en los últimos días de la contienda) el secretario personal de Adolf Hitler, Martin Bormann, convenció a los jerarcas nazis de que lo mejor que podían hacer era esconder todo aquello de valor que tuvieran en un lugar más seguro que un país neutral como Suiza. Además, les habría instado a que vendieran todo su patrimonio e invirtieran en objetos que no perdieran valor con el paso de los años. Desde oro, hasta joyas.

El plan, en palabras del experto, habría gustado a muchos jerarcas, quienes lo vieron como una oportunidad futura de escapar de Alemania cuando accedieran a ella los germanos.

«Se iban a buscar los rincones más seguros de la tierra, donde los ricos partidarios del nacionalsocialismo podrían vivir seguros, disfrutando de sus fortunas. En 1946 los aliados descubrieron que habían desaparecido de los bancos alemanes ochocientos millones de dólares, cantidad que tendríamos que multiplicar por cien o más para ha cernos una idea de lo que significaría actualmente. A pesar de las ingentes sumas de dinero gastadas en armamento por el III Reich, se había podido comprobar que todas las riquezas obtenidas en los países ocupados convirtieron la guerra en una especie de inversión, al menos para los grandes industriales», determina Lesta en su obra.

Nuevamente, dejando a un lado las leyendas sobre el lugar exacto en el que fueron a parar las riquezas (o si fueron reinvertidas o escondidas posteriormente), lo que es totalmente cierto es que los hombres de Adolf Hitler amasaron una inmensa fortuna para el esfuerzo de la guerra.

Así lo afirma el catedrático de Historia económica Pablo Martín-Aceña: «La avidez del Tercer Reich por obtener el codiciado metal fue ilimitada y sin él los nazis no hubieran podido sostener una guerra tan prolongada ni tan sangrienta. Sobre los relucientes lingotes apilados en las cámaras acorazadas del Reichsbank en Berlín, erigió el Führer su gran poderío militar».

Desvelan la carta perdida del jefe de oficiales que podría haber provocado la catástrofe del «Titanic»


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  • La misiva, en la que se puede leer «Tengo una sensación extraña con este barco», fue subastada el fin de semana en el Reino Unido
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El nombramiento del oficial pudo provocar que se perdieran los binoculares de los vigías – ABC

«Este barco sigue sin gustarme. Me da una impresión rara» (o «Tengo una sensación extraña con este barco», atendiendo a las diferentes traducciones de los expertos). Estas fueron las palabras que dirigió a su hermana el jefe de oficiales del transatlántico «Titanic» pocos días antes de que este buque chocase contra un iceberg llevándose consigo al fondo del mar la vida de más de un millar de almas.

La misiva, cuyo contenido era ya conocido (pero cuyo original no había salido a la luz) forma parte de un lote de panfletos relacionados con la tragedia que será subastado en el Reino Unido.

Además de los diferentes documentos (entre los que se encuentran carteles de propaganda sobre el «Titanic») también destaca que fue subastada por 85.000 libras la llave de uno de los armarios en los que se encontraban los chalecos salvavidas destinados a los pasajeros.

Según ha desvelado el «Daily Telegraph» el objeto perteneció a Sidney Sedunary, uno de los miembros de la tripulación destinado en tercera clase que dejó este mundo mientras ayudaba a evacuar el buque. «Sin lugar a dudas, fue un hombre que sacrificó su vida para salvar la de otros», ha determinado Andrew Aldridge, uno de los subastadores.

El «RMS Titanic» se hundió el 14 de abril de 1912 mientras realizaba un viaje desde Southampton hasta Nueva York. Según la teoría más extendida, la gran velocidad a la que viajaba (sumado a otros factores) provocó que no pudiese virar cuando un iceberg se cruzó en su camino.

El «buque de los sueños» chocó entonces contra el témpano y se hundió tres horas después, a aproximadamente a las 2:20 del 15 de abril. Más de 1.500 personas murieron debido a la falta de botes salvavidas, y poco más de siete centenares sobrevivieron (aunque las cifras varían atendiendo a las fuentes).

Un nombramiento controvertido

La carta que ha causado tanto revuelo en la Red fue escrita por el jefe de oficiales del «Titanic», Henry Wilde (de 39 años) el 31 de marzo de 1912. La misiva, con todo, forma parte de una colección que redactó desde que comenzó su carrera como policía de buques, hasta que fue ascendido a segundo del capitán Smith en el «Buque de los sueños».

Este hombre envió el texto a su hermana desde el navío en una postal de la «Withe Star Line», y en él se puede leer lo siguiente: «Este barco sigue sin gustarme, me da una impresión rara» (o «Tengo una sensación extraña con este barco»). Toda una premonición de lo que sucedería posteriormente.

La historia de Wilde no tiene desperdicio, pues fue el jefe de oficiales del «Olympic» (el hermano del «Titanic») hasta que se decidió que debía ser enviado al «Buque de los sueños» en su viaje inicial. ¿El objetivo? Aportar su experiencia a la tripulación.

Este cambio no habría sido un problema de no ser por dos causas. La primera, que su nombramiento provocó que fueran degradados el jefe de oficiales William Murdoch (que pasó a ser primer oficial) y el primer oficial Charles Lightoller (que pasó a ser segundo oficial).

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¿Culpable de la catástrofe?

En palabras del divulgador histórico Hugh Brewster, esto provocó una gran tensión que quedó patente en una carta que, a su vez, envió Lightoller y que, posteriormente, salió a la luz: «Las lumbreras de la “White Star” pensaron que sería una buena idea trasladar al jefe de oficiales del “Olympic” al “Titanic” solo para ese primer viaje, a fin de que su experiencia fuera de ayuda en el barco hermano. Esa dudosa política nos desplazó a mi y a Murdoch y, amén de la decepción provocada porque nos bajaran de puesto, la decisión provocó cierta confusión».

Lightoller, incluso, dejó caer que el caos provocado por este nombramiento hizo que no pudieran usarse los binoculares con los que el vigía podría haber visto el iceberg. Una de las causas que motivó el impacto. ¿La razón? Qu el desconcierto del nombramiento hizo que las llaves del cajetín fueran olvidadas.

«A las 11 y media, cuando sólo faltaban 30 minutos para que finalizase su turno [los vigías] Fleet y Lee […] atisbaron una neblina ligera que se expandió un par de millas. […] Por desgracia, no disponían de binoculares, el armario estaba cerrado y nadie había podido encontrar las llaves», se explica en el libro «Los diez del Titanic».

El segundo problema fue que el nombramiento tampoco gustó ni un pelo a Wilde, quien esperaba ansioso que s ele cediera el mando del buque «Cymric» y que, por el contrario, tuvo que conformarse con seguir con su puesto en el «Titanic».

Esto lo dejó patente en la carta que fue subastada: «Estoy terriblemente decepcionado con que hayan cambiado los planes sobre mi mando en el “Cymric”. Ahora voy a unirme al “Titanic” hasta que aparezca algún otro buque en el que pueda ser destinado», se puede leer en la misiva. Su incorporación oficial se realizó el 9 de abril.

El 14 de abril, tras la colisión, Wilde subió al puente a informar de lo sucedido. Posteriormente s eunió al capitán Smith y a Thomas Andrew para inspeccionar los daños del bajel. Cuando todos se percataron de que le navío iba a hundirse, se encargó de organizar los botes salvavidas numerados de forma par para tratar de salvar la vida de los pasajeros. Como otros tantos, murió en la catástrofe.

Los misterios resueltos de la última noche del Titanic


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  • En pleno aniversario del hundimiento del «Buque de los sueños», te contamos cuatro curiosidades sobre él que probablemente no conocías

 

Ya han pasado 104 años desde que el R.M.S. «Titanic», también conocido como el «Buque de los sueños», se fue al fondo del mar tras chocar contra un iceberg llevándose consigo a más de 1.500 almas. Sin embargo, su historia sigue tan viva hoy en día como aquel 15 de abril de 1912. Y es que, por muchos años que pasen, es imposible no estremecerse al pensar en como vivieron el naufragio cada uno de las personas que se encontraban a bordo. Por ello, hoy queremos contarte cuatro historias curiosas sobre esta tragedia que probablemente no conocías.

1-Hachas para cortar las manos a los náufragos y evitar que volcaran los botes

La primera de estas emotivas historias nos sitúa en la fría noche del 14 de abril después de que el «Titanic» chocara contra aquel gigante de hielo y se hundiera para siempre en el Atlántico. Eran horas aciagas pues, al no haber botes salvavidas ni para la mitad del pasaje, centenares de personas luchaban desde las gélidas aguas para subir a una embarcación y no morir congeladas.

No obstante, los oficiales sabían que el peso excesivo podía hundir las pequeñas embarcaciones en las que viajaban los supervivientes, por lo que hicieron uso de todas las armas que encontraron para mantener a los náufragos dentro del océano. Eso es lo que sucedió en botes como el 12, donde dos españolas vieron como un oficial cortaba la mano a uno de los náufragos que trataban de hacerse un hueco entre los supervivientes.

«En cuestión de minutos, el bote 12, que se encontraba a un cuarto de milla de distancia de la zona del hundimiento, se vio acosado por enloquecidos náufragos que intentaban trepar a la embarcación. “Una persona llegó nadando hasta nuestro bote y le cortaron de un hachazo la mano, mientras que a otras hubo que matarlas a tiros”, manifestaron las hermanas Florentina y Asunción Durán», señala el periodista Nacho Montero, en su obra «Los diez del “Titanic”».

Este suceso, sin embargo, tendría que esperar años y años hasta salir a la luz. «Interrogados en las comisiones de investigación abiertas días después por los gobiernos de Inglaterra y Estados Unidos, los tripulantes de este bote, como casi todos los supervivientes de la dotación del «Titanic», jamás admitieron que se hubiera negado auxilio o utilizado armas», finaliza el escritor en su obra.

Uno de los botes salvavidas- ABC

Uno de los botes salvavidas- ABC

2-El «Titanic» contactó por telégrafo con Tenerife días antes de la tragedia

Además de ser un inmenso palacio flotante, el «Titanic» también contaba con la última tecnología a bordo. Uno de los «juguetes» más caros que podía utilizar la tripulación era una gigantesca antena de radiotelegrafía que permitía al barco contactar con puntos ubicados al otro lado del océano -algo extraño para la época-. En una prueba realizada días antes de la tragedia, desde la sala de radio del transatlántico se envió un mensaje que fue respondido por la estación costera de Tenerife, a 3.700 kilómetros de distancia.

«Esa tarde, los dos operadores de radio del «Titanic», Jack Phillips y Harold Bride, decidieron probar el transmisor Marconi a plena potencia. Disponían del equipo más moderno y eficaz del momento que, en condiciones normales, garantizaba un alcance de unos 450 kilómetros, pero que, a toda su capacidad, podía superar miles de kilómetros. Con su magnífica estación ajustada y plenamente operativa, Phillips y Bride efectuaron una comunicación de larga distancia. No fue difícil con su potente antena de 35 metros situada entre los mástiles, sobre cubierta», explica Nacho Montero en «Los diez del “Titanic”»

«Les respondió la estación costera de Tenerife, situada a unos 3.700 kilómetros, y que se encontraba en fase de pruebas. Ubicado en Santa Cruz de Tenerife, este centro telegráfico acababa de ser instalado por la empresa Marconi y disponía de cuatro colosales torres de 75 metros de altura, enclavadas en lo que hoy se conoce como el barrio de las Cuatro Torres. Una segunda llamada llegará hasta Port Said, a unos 5.500 kilómetros. El ensayo había sido un éxito», finaliza el autor.

3-La monarquía española lamentó la tragedia del «Titanic»

En los días posteriores a la catástrofe, la comunidad internacional quedó estremecida por la tragedia del «Buque de los sueños». Por ello, de este a oeste se sucedieron los mensajes de condolencias hacia los países que más víctimas habían tenido que contar en la tragedia. Curiosamente, una de las regiones que transmitió su pésame a EE.UU. (lugar hacia el que viajaba el Titanic») fue España.

«Los Reyes de España, Sus Majestades Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia de Battenberg, enviaron un telegrama al presidente de los Estados Unidos en el que decían lo siguiente: “Hemos tenido conocimiento con profunda pena de la catástrofe del Titanic, que ha sumido en el luto a la nación americana. Enviamos nuestras sinceras condolencias y deseamos asegurarle a usted y a su nación nuestros sentimientos de amistad y simpatía”», explica Nacho Montero en declaraciones a ABC.

4-El misterio de las luces fantasma vistas por los pasajeros

Uno de los misterios sin resolver relacionados con el «Titanic» señala que, cuando los botes salvavidas se encontraban en el agua, vieron unas extrañas luces en el horizonte. Pensando que pertenecían a otro navío, el capitán Smith ordenó que los supervivientes se dirigieran hacia ellas lo más rápidamente posible. En cambio, tan fugazmente como llegaron, los puntos luminosos se fueron.

¿Qué eran aquellas luces? Nacho Montero tiene una teoría que plasma en su obra, «Los diez del “Ttanic”»: «Era un ballenero finlandés, el «Samson», que se había quedado varado y transportaba un cargamento ilegal de pieles de foca desde el norte de Canadá a través de aguas territoriales norteamericanas. Desde las cubiertas pudieron observar con claridad las miles de luces de un gran buque (el “Titanic”) que descargaba bengalas blancas»..

«En un momento dado, sospechando que habían sido avistados por los guardacostas estadounidenses, se alejaron de la zona. Como no disponían de radio a bordo, no tuvieron noticias de la tragedia del Titanic hasta llegar, días después, a las costas de Islandia. ¡Podrían haber salvado a los náufragos! Un pacto tácito de silencio entre la tripulación permitió guardar el secreto durante medio siglo. En el año 1962, el Capitán del Samson, Henrik Naess, ya en el umbral de la muerte, confesó la verdad. En todo caso, a día de hoy, el enigma de las luces fantasma del Titanic no puede considerarse resuelto», finaliza Montero.

 

A subasta a partir de 18.600 euros un telegrama de socorro enviado desde el Titanic


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  • «Hundimiento rápido. Venid a ayudarnos», reza la pieza que busca un nuevo dueño

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«Hemos chocado con iceberg. Hundimiento rápido. Venid a ayudarnos», reza el mensaje de ayuda enviado por el Titanic apenas unas horas antes de hundirse en el Océano Atlántico aquel trágico 15 de abril de 1912 en el que murieron 1.500 personas. Ahora, ha salido a la venta en una subasta que empezará por 20.000 dólares (unos 18.600 euros).

El ejemplar está constatado por los expertos, que han certificado que es el original, a pesar de la duda que siempre ha planeado sobre el director de la White Star Line, la empresa que lo habría recibido. Para este, nunca habían recibido ningún mensaje de socorro. Pudo pertenecer a una colección de otros 15 mensajes que, de manera desesperada, se habrían enviado en las horas previas al hundimiento.

Desde al casa de subastas alegan que el telegrama pudo haberse pedido y nunca ser leído por nadie. Se sabe que pertenecía a un coleccionista de antigüedades que lo ha tenido guardado mucho tiempo. «Hemos examinado el telegrama de manera exhaustiva y podemos concluir que cumple con todas las características: incluyendo el tipo de papel, el método de impresión, el envejecimiento del papel y la apariencia del mensaje escrito», comunicó la compañía.

 

Titanic. The Exhibition


Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa presenta
TITANIC. THE EXHIBITION

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COMPAÑÍA: Musealia

Del 02/10/2015 al 06/03/2016
PRECIO:
Lunes (no festivos). Entrada general: 6€
Martes a viernes (no festivos). Entrada general: 10€
Pack familiar: 30€
Sábados, domingos y festivos – Entrada General: 12€
Pack familiar: 37€

Todos los días:
Reserva de grupos: 6€
Grupos escolares: 5€
Amigos TFG: De 6 a 9€ (Aplicable a Titular+3 acompañantes).

Tarifa Bonificada: De 6 a 9€ Según día. De 7 a 18 años, mayores de 65 años, carné Joven, desempleados, familias numerosas, personas con discapacidad.
Gratuito: Menores de 7años
HORARIO: Lunes a Domingos – 10 a 20 horas. Las últimas personas en entrar pueden permanecer en el interior hasta las 21:30 horas. Talleres y Visitas guiadas: Más información en breve.
LUGAR: Sala de Exposiciones
DURACIÓN: 90 minutos

El Titanic navega a toda máquina hacia Madrid.  Tras un pasar varios meses en México, la muestra internacional Titanic The Exhibition, propiedad de la compañía española Musealia, cruza el océano Atlántico para abrir sus puertas este próximo otoño, en la sala de exposiciones del Fernán Gómez.  Centro Cultural de la Villa.

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Descripción

Esta entrañable experiencia, con una alta carga humana y emocional, permitirá a los visitantes conocer la verdadera historia del buque y contemplar cerca de 200 objetos originales (algunos de ellos nunca antes expuestos), así como recreaciones de partes interiores del buque. De esta manera, los pasajeros de la muestra podrán recorrer un pasillo de primera clase, contemplar un camarote de tercera o incluso tocar una placa de hielo.  Entre los objetos expuestos se encuentra la pieza original que inspiró a James Cameron para crear la joya de ficción denominada corazón de la mar, las cartas escritas por el primer oficial William Murdoch, el famoso anillo de la pasajera Gerda Lindell o relojes parados en la hora exacta del hundimiento.

La exposición, que ha sido visitada ya por cerca de 2 millones de personas en todo el mundo, contará con una audio-guía especial (con testimonios originales de pasajeros) que guiará a los visitantes por los más de 1.500 metros cuadrados de la sala de exposiciones temporales del Fernán Gómez.  Centro Cultural de la Villa.

La muestra, compuesta por una de las mayores colecciones existentes sobre el famoso buque, supone un viaje único e inolvidable al pasado; sumergiendo a los millones de visitantes que ya se han embarcado en ella, en una efímera vida a bordo del barco, desde su concepción y construcción hasta el estado actual de los restos, a casi cuatro kilómetros bajo la superficie marina. Un recorrido impactante y emotivo que permite conocer, en primera persona, los hechos auténticos, verídicos, y la dimensión humana de la tragedia.  Para ello, Titanic The Exhibition cuenta con cerca de 200 objetos, documentos e imágenes originales, rescatados del mar y cedidos por familiares de alguna de los 2.207 pasajeros que embarcaron en el Titanic durante su fatídico viaje inaugural.
Son sus ecos los que guían al visitante en su paseo por las fieles recreaciones de las estancias interiores del transatlántico, como los camarotes o los lujosos pasillos de primera clase que componen esta inolvidable experiencia museística.

Se espera que alrededor de 150.000 personas se embarquen en la muestra hasta el mes de marzo de 2016, cuando cerrará su estancia en la capital española.

Titanic, el gigante de los océanos, emerge en Colón


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  • El centro cultural Fernán Gómez acogerá en septiembre una exposición única sobre el siniestro marítimo, con 200 objetos originales, algunos de ellos nunca antes expuestos
abc La gran escalinata que conducía a los camarotes de primera clase del transatlántico

abc | La gran escalinata que conducía a los camarotes de primera clase del transatlántico

Gerda Lindell se aferró a las manos de su marido Edvard y de su amigo Olof antes de morir congelada en las gélidas aguas del Atlántico. Exhausta, no logró subir al último bote salvavidas del «insumergible» transatlántico de la White Star Line. En él dejó su alianza de boda y, con ella, la historia de estos tres náufragos suecos camino de Nueva York. Ese anillo, entre otros secretos del trágico hundimiento de la madrugada del 15 de abril de 1912, emergerá el próximo mes de septiembre en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa con «Titanic: The exhibition».

Más de 200 objetos originales, algunos de ellos nunca antes expuestos, que ya han zarpado hacia Colón desde México, el último destino de esta muestra de la compañía española Musealia. El buque que traerá esta exposición única a la capital se encontraba esta semana frente a las costas de Cuba rumbo directo a Valencia.

En su interior traslada parte de la historia del suceso naval más famoso del siglo XX. El RMS Titanic se convirtió en leyenda antes de comenzar a construirse en los astilleros Harland and Wolf. Iba a ser, junto a sus dos hermanos gemelos –el Olimpic y el Gigantic, renombrado tras la tragedia como Britanic–, el barco más grande y lujoso del mundo. Y lo fue. Un «trasatlántico de los sueños» con comodidades de las que muchos de sus pasajeros nunca antes habían disfrutado, como la luz eléctrica en todos los camarotes.

Un lujoso interior que el visitante de esta retrospectiva podrá comprobar en primera persona con recreaciones idénticas de sus estancias. Por ejemplo de la gran escalinata que presidía la zona noble del barco o la cabina desde la que Mr. Phillips, uno de los operadores de Marconi en el barco, envió desesperadamente su señal de «SOS» a los barcos cercanos.

«Pasajeros» privilegiados que se pondrán en la piel de las víctimas recorriendo un pasillo de primera clase, contemplando un camarote de tercera e incluso tocando una placa de hielo. Una recreación de un iceberg de más de 5 metros de largo y 2 de altura en el que se puede sentir el atroz frío que tuvieron que pasar antes de ser rescatadas o de morir en las heladas aguas del Atlántico Norte.

El objetivo, según sus organizadores, es hacer sentir una «entrañable experiencia, con una alta carga humana y emocional». Un recorrido en el que la «verdad» sobre el transatlántico se impone sobre la leyenda, aunque sin renunciar a los mitos que han inspirado a la literatura y al cine. Uno de ellos es el colgante original en el que James Cameron se basó para crear la joya de ficción denominada «Corazón de la Mar» que Rose Dewitt –interpretada por Kate Winslet y Gloria Stuart– luce en la oscarizada «Titanic».

Detenidos en el tiempo

Fragmentos de historia que albergan el recuerdo de los verdaderos protagonistas del fatídico viaje. Todos han sido minuciosamente estudiados y rescatados de colecciones privadas para ser testigos únicos de la impresionante tragedia que se llevó consigo la vida de 1.495 personas. Entre ellos están algunos de los relojes que se pararon en la hora exacta del hundimiento o la lista original de pasajeros certificada por la White Star Line el 31 de mayo de 1912. De las tres copias que se expidieron por parte de la compañía propietaria del Titanic, esta es la única que se conserva. También se podrán ver las dos cartas originales escritas por el primer oficial William Murdoch; manuscritos del hombre que estaba al mando del buque cuando se produjo el choque con el iceberg y el encargado de dirigir las tareas de salvamento en la cubierta de estribor.

Emociones a bordo

Junto a las postales, diarios personales y cartas rescatadas, constituyen los documentos originales de mayor trascendencia histórica que se conservan del buque. El que más impresiona quizá es la lista de los cuerpos recuperados tras el hundimiento, en la que figura el nombre de las 712 personas que lograron sobrevivir a la catástrofe marítima.

Las botitas que llevaba puestas la pequeña Louise Kink la noche del naufragio o la manta original utilizada por la pasajera de tercera clase Velin Ohman son algunos de los objetos con mayor carga emocional «a bordo» de esta exposición. Los testimonios de los pasajeros acompañarán al visitante por los más de 1.500 metros cuadrados –repartidos en ocho salas distintas– gracias a una audioguía especial.

Un valor añadido que recupera historias tan singulares como la de Victor Peñasco, uno de los pocos españoles que viajaban en este gigante. Estaba de luna de miel junto a su esposa María Josefa Pérez de Soto. Ella se logró salvar por la orden del capitán Edward John Smith de que las mujeres y los niños fueran los primeros en ser evacuados. Le obligaron a soltarse de los brazos de su marido. De él nos queda su historia, su esmoquin y sus objetos personales –presentes en la muestra– y la última frase que le dijo a su mujer: «Pepita, que seas muy feliz».

El 1 de septiembre de 1985 a la 1.05 de la mañana, el Titanic fue localizado en su tumba abisal, a cuatro kilómetros de profundidad.

El transatlántico se convirtió en el objetivo de oceanógrafos y cazadores de tesoros que no siempre han respetado su historia. Todo lo contrario que «Titanic: The Exhibition» que, con su rigor histórico, pretende embarcar en esta muestra a 150.000 visitantes hasta marzo de 2016.

Los tres edificios que Madrid levantó en 1921 para homenajear al Titanic


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  • Están situados en la avenida Reina Victoria, 2, 4 y 6 y fueron los más altos de la capital hasta que se contruyó el Edificio Telefónica de la Gran Vía, ocho años después
Los tres edificios que Madrid levantó en 1921 para homenajear al Titanic

ABC | Edificio Titanic, en la Avenida Reina Victoria 2, 4 y 6

Novedosos, de estética rompedora para la épocay tan lujosos como el propio Titanic. Madrid construyó entre 1919 y 1921 tres grandes edificios en la avenida de la Reina Victoria, haciendo esquina con la glorieta de Cuatro Caminos. Sus artífices, los arquitectos Julián Otamendi Machimbarrena y Casto Fernández Shaw, los levantaron a a instancias de la Compañía Urbanizadora Metropolitana, la empresa que explotó la primera red de Metro de Madrid.

En 1919 la compañía compró una amplia franja de terrenos entre la glorieta de Cuatro Caminos y la de Moncloa para su posterior urbanización. Para facilitar la comunicación entre esta glorieta y la Moncloa se abrió una amplia avenida que llevó el nombre de la Reina Victoria. «Un inmenso coloso inmobiliario compuesto por casas de 35 metros de altura, dotadas con la funcionalidad y los elementos más novedosos», explicaban en la época.

Se llamaron así en recuerdo del barco hundido, el más grande de su tiempo. El conjunto de tres casas, de estética neoyorquina, se construyó con una altura inusual en la época. Compuesto por cotas de 35 metros de altura a ras de la calle, superaban los 20 permitidos en Madrid. En total, alojaba quince pisos.

La compañía tuvo que pactar el Ayuntamiento la posibilidad de construir con esa altura. Cuando se terminaron en 1921, fueron los edificios más altos de Madrid, justo hasta que en el año 1929 el Edificio Telefónica de la Gran Vía batió el récord con casi noventa metros.

Un test de ADN aclara el enigma de la «niña perdida» del Titanic


ABC.es

  • Loraine Allison, de dos años, fue la única menor en primera clase de la que nunca se encontró el cuerpo
Un test de ADN aclara el enigma de la «niña perdida» del Titanic

http://www.titanicslastmystery.com
Loraine Allison, de dos años, junto a su madre y su hermano pequeño

A veces hay misterios que tienen más encanto cuando no están resueltos. Y el de la pasajera del Titanic Loraine Allison, aunque aún le quedan piezas por encajar, podría ser uno de ellos.

Allison fue apodada «la niña perdida»: tenía dos años cuando iba a bordo del Titanic hace más de un siglo y su cuerpo, al igual que el de su madre, nunca fue encontrado, siendo la única niña pasajera de primera clase de la que no se encontró rastro.

Pero casi 30 años después, una mujer llamada Helen Kramer aseguró que aquella niña no sólo había sobrevivido a la tragedia, sino que sabía quién era: ella misma. Dio detalles íntimos que parecían poder venir sólo de alguien conocedor de la familia… y dijo que su verdadero padre era Thomas Andrews —muerto en el hundimiento y diseñador del barco— y no el hombre que las acompañaba en el transatlantico.

Aquel 1940, y durante los años posteriores, Loraine Allison estaba cerca de tener el nuevo nombre de Helen Kramer, pero no se podían hacer más comprobaciones, no existían las pruebas de ADN. Y lo que estaba en juego era una cuantiosa fortuna, según cuenta «The Telegraph».

De hecho, la familia superviviente soportó la presión Helen Kramer para ser reconocida, a la que se oponían fuertemente, hasta que en 1992 falleció sin haber logrado el reconocimiento. Parecía que todo había acabado, pero con motivo del centenario del hundimiento, su bisnieta Debrina Woods, retomó las demandas e inició una campaña para ser reconocida como heredera por la familia, abriendo incluso su propia página web, «El último misterio del Titanic».

Y ahí entró en juego un grupo de entusiastas del Titanic que pusieron en marcha «The Loraine Allison Identification Project». Querían desvelar el misterio de «la niña perdida» y los avances científicos lo permitían. Según han publicado ahora, y tras contrastar el ADN de los Allison con el de Kramer y su bisnieta, los resultados demuestran que no hay coincidencias.

Ahora, Woods sigue manteniendo que todavía tiene pruebas de que la historia es cierta. En su página web, la bisnieta de Kramer niega que fuera detrás de la fortuna, tal como mantienen los Allison, aunque reconoce que quería escribir un libro. «No hay ninguna fortuna familiar, la mayor parte del dinero se había ido en el crash de 1929 y el resto fue mal gestionado por los dos hermanos restantes George y WP (William Percival) Allison».

Al final, el misterio de Loraine Allison ha derivado en una disputa entre familias, pero qué fue de Loraine Allison… sigue sin saberse.

La trágica luna de miel del único matrimonio español que estuvo a bordo del Titanic


El Confidencial

«Mi madre decía que asegurar que un barco no se podía hundir era como darle una bofetada a Dios». Con estas palabras, Eva Hart, superviviente del Titanic, recordaba hace años la osadía de la época y su experiencia personal a bordo de un barco que hoy, un siglo después su hundimiento, sigue levantando curiosidad y pasiones. Prueba de ello son los numerosos homenajes que durante estos días están teniendo en diferentes rincones del planeta, como el reestreno en cines 3D del Titanic de James Cameron, que durante su primer fin de semana ha tenido unos resultados espectaculares en taquilla(17 millones de espectadores en EE.UU, casi un millón y medio en España), a pesar de haber pasado quince años desde que lloramos la muerte (cinematográfica) de Leo DiCaprio.

National Geopraphic estrena estos días una serie de documentales dirigidos por Cameron, quien ha visitado los restos del legendario trasatlántico, localizados hace 27 años por el oceanógrafo Robert Ballard. Y también la literatura se suma al tirón mediático. Estos días, las cabeceras de las librerías destacan libros como Titanic, el final de unas vidas doradas (Hugh Brewster, Lumen) o su ‘versión española’, Los diez del Titanic  (J. Reyero, C. Mosquera y N. Montero, LIDeditorial). Tal y como apunta este último, si todos los personajes de novelas, películas o series de televisión ambientadas en el primer cuarto de siglo pasado y que perecieron en el Titanic realmente hubiesen habitado sus cubiertas, el barco habría tenido cuatro veces su tamaño real.
Españoles a bordo
Diez fueron los españoles que se embarcaron y siete los que sobrevivieron. Diez españoles de entre más de 2.200 pasajeros. La mayoría ni siquiera llegó a saber de la existencia de compatriotas en el barco. Ahora, un siglo después del hundimiento, el libro de LIDeditorial responde a todas las preguntas relacionadas con el antes, el durante y el después de estas personas, basándose en los testimonios de los supervivientes, en trabajos científicos y periodísticos, y también en lo que algunos descendientes de aquellos españoles han tenido a bien recordar.
Una de ellas es Elena Ugarte, sobrina-nieta de los Peñasco (a la izquierda, en la imagen), una pareja de recién casados cuya historia a bordo del Titanic es digna de una película. Ugarte cuenta a Vanitatis que, como familiar de un pasajero del buque más famoso de todos los tiempos, «pensar en la tragedia y conocer cada detalle de la historia es muy emocionante».

La mera referencia al barco evoca una época. Y eso solo ocurre cuando el objeto en cuestión está completamente incrustado en el imaginario colectivo del mundo civilizado. «Titanic tiene gancho», comenta Ugarte. «Las películas, los libros, han ayudado a mitificar la historia. Lo especial está precisamente en las historias de las personas, en sus peripecias… Ha habido hundimientos mucho más graves, con más fallecidos, pero la gente solo recuerda el Titanic«, añade.
Se podría decir que el naufragio del gran ‘buque insumergible’ dio lugar a dos puntos de vista que han de convivir en el recuerdo global: la visión de sus contemporáneos y la que se ha ido creando con el paso del tiempo hasta acumular una perspectiva de 100 años. Y es que con el Titanic no solo se hundió un barco, sino también las esperanzas de mucha gente. El desastre supuso un amargo despertar de la ensoñación de modernidad y prosperidad que se vivía entonces, cuando la sociedad se preocupaba por buscar una nueva identidad y un lugar mejor en el orden mundial. «El Titanic se llevó al fondo del mar la ilusión de la nueva América, un país libre donde trabajar, la tierra de las oportunidades… Es como si el Concorde, en su primer vuelo París-Nueva York, se hubiera caído«, señala Elena.
Un recuerdo traumático

«Cuando vi la película, me quedé horrorizada en el momento en que el barco se pone totalmente vertical, porque pensé que mi pobre tío Víctor (Peñasco) igual se había matado de los golpes y no congelado en el agua. Su cuerpo nunca apareció, pero aunque lo hubiera hecho, en aquella época no había autopsias, con lo que no hubiéramos sabido más». Para Elena Ugarte, contar la trágica historia de su tío abuelo y su por aquel entonces esposa María Josefa, es algo emotivo y especial que poder transmitir generación tras generación. Sin embargo, la situación fue terrible para los supervivientes de una experiencia traumática que no todos superaron con los mismos daños morales. «A mí me habló del Titanic mi madre, y a ella su tía Pepita, como cariñosamente la conocía su esposo, mi tío Víctor. Pero esto fue al cabo de muchos años de la tragedia, porque como la mayoría de los supervivientes, ella no quiso recordar lo sucedido, y estuvieron años guardando silencio».
Una historia ‘de cine’
Días antes de embarcar en el Titanic como broche de oro de una luna de miel que duraba ya 17 meses, Víctor Peñasco y su esposa María Josefa estuvieron alojados en el prestigioso Hotel Majestic de París, ya desaparecido. Para no preocupar a su familia, que desconocía los planes de la pareja, dejaron allí a su mayordomo Eulogio con el encargo de enviar cada día una postal a Madrid simulando que permanecían en Francia. «Mi abuela dijo que no se embarcaran porque había presentido algo malo. Por eso organizan la coartada desde París», asegura Elena Ugarte.
Entre los supervivientes de origen español, Los diez del Titanicdestaca a esta pareja especialmente, y asegura que eran los enamorados que más llamaron la atención por su aspecto y sus atenciones mutuas. «Eran como dos tortolitos. Estaban tan enamorados y estaban teniendo una luna de miel tan feliz que todo el mundo se interesaba por ellos», contaba Helen Bishop, superviviente que testificó en la investigación del Senado de EEUU. Víctor murió por la prioridad que se daba a las mujeres y a los niños. Al despedirse, le dedicó a su amada una frase que siempre sería recordada: «Pepita, que seas muy feliz».
Josefa y su doncella, Fermina Oliva (a la izquierda, en la imagen), fueron recogidas por el Carpathia. Pero la joven viuda no podría heredar ni casarse hasta los 43, pues al no encontrarse el cuerpo de Víctor no pudo disponer del certificado de defunción hasta 20 años después de su desaparición. Esto obligó a la familia a ‘comprar’ uno de los cadáveres que aparecieron meses después flotando en la zona, para que así Josefa pudiese ser considerada legalmente viuda. Fermina tuvo entonces que viajar a Canadá para vivir el amargo trance de intentar identificar el cuerpo de su señor entre cientos de muertos. Josefa rehízo su vida: se casó en 1918 y falleció en 1972. Tenía 83 años. Pero conservó fotografías de Víctor toda la vida. Por su parte, Fermina pudo narrar la historia de su supervivencia milagrosa hasta que falleció a los 97 años.
Son sin lugar a dudas la pareja más famosa y de la que más se ha escrito de entre el reducido grupo de españoles en el barco. No es de extrañar, pues además de su trágico romance, eran miembros de la alta sociedad madrileña: el hermano del padrastro de Víctor fue José Canalejas, presidente del Gobierno, y Víctor era hijo del cronista madrileño Hilario Peñasco.
El club del Titanic
Hoy, la sobrina-nieta de los Peñasco es socia de honor de Titanic International, cuya sede se encuentra en New Jersey. «Me mandan periódicos, revistas, cosas relacionadas con el barco, la historia y los nuevos descubrimientos o eventos. Es como pertenecer a un club. Saben todas las historias de los pasajeros y los tripulantes».
Este fin de semana, Elena Ugarte estará en Barcelona, donde la Fundación Titanic ha organizado un sentido homenaje que contará con la presencia y participación de más familiares de los supervivientes. «Al día siguiente de la Cena de Gala nos llevan a alta mar y echaremos una corona de flores por los ahogados del Titanic. Será un momento muy especial para todos».

Miles de documentos del Titanic, publicados ‘on line’


El Mundo

  • La web Ancestry publica 200.000 documentos por el centenario del naufragio
  • Los usuarios podrán comprobar si algún antepasado viajaba en el barco
  • Entre los documentos, el testamento del capitán o de Benjamin Guggenheim

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Fotos, listas de pasajeros y los miembros de la tripulación, el testamento del capitán… Unos 200.000 documentos sobre el Titanic han sido colgados este lunes en Internet con motivo del centenario del naufragio más célebre.

La web ancestry.co.uk, especializada en investigaciones genealógicas, proporciona los registros de pasajeros que embarcaron en el Titanic en Southampton (Inglaterra) y Queenstown (actualmente, Cobh, Irlanda), aunque no aquellos que embarcaron en Cheburgo (Francia).

Los datos incluyen los nombres, edades y profesiones de los pasajeros, así como los datos de los miembros de la tripuliación.

La web publica también los testamentos de Edward Smith, capitán del Titanic, y de los magnates estadounidenses Benjamin Guggenheim y John Jacob Astor, todos ellos fallecidos en el naufragio del barco, en la noche del 14 al 15 abril de 1912.

Los documentos, a los que se podrá acceder gratuitamente hasta el 31 de mayo, incluyen también imágenes de archivo, datos sobre los 328 cuerpos encontrados en el mar y los informes forenses o una lista de pasajeros proporcionada por el Carpathia, un paquebote llegado en ayuda de los náufragos del Titanic y que recogió a casi todos los supervivientes.

«Numerosas familias pudieron escuchar rumores de un ancestro suyo iba a bordo del Titanic, algunos pudieron perder las pruebas (…). Estamos orgullosos de permitir al público tener acceso gratuito a estos datos preciosos», explica Miriam Silverman, una responsable de la web.

El Titanic se hundió en Terranova durante su viaje inaugural, de Southampton a Nueva York, tras haber chocado con un iceberg en la noche de 14 al 15 de abril de 1912. Unas 1.500 personas fallecieron en las congeladas aguas del Atlántico y unas 700 sobrevivieron.

El número de personas a bordo del Titanic y el balance de la catástrofe varían según las fuentes. La web ancestry.co.uk habla de «unos 2.228» pasajeros y tripulantes a bordo del Titanic y «unos 1.517» muertos, mientras la investigación oficial británica sobre el naufragio habla de 711 supervivientes entre las 2.201 personas que iban a bordo.