Los humanos llegaron al Ártico hace 45.000 años


ABC.es

  • El hallazgo de un mamut herido por arma congelado en Siberia demuestra que el hombre alcanzó esas latitudes mucho antes de lo que se creía

 

 Investigadores excavan el cadáver congelado del mamut - Pitulko et al., Science

Investigadores excavan el cadáver congelado del mamut – Pitulko et al., Science

El afán exploratorio ha marcado al ser humano desde el principio de los tiempos y su hambre carnívora, también. Las dos cosas se unen en una nueva investigación publicada en la revista Science que sugiere que el Homo sapiens, la especie a la que pertenecemos todos, fue pronto capaz de adaptarse a las regiones más inhóspitas. Desafiando al frío, nuestros antepasados ya se las arreglaron para sobrevivir en la Siberia ártica hace 45.000 años, 10.000 antes de lo que se creía. La prueba es el cuerpo de un mamut congelado con claras señales de lesiones hechas por un arma. Alguien le dio caza con una lanza. Ese animal resultaba una fuente de alimento fundamental.

Los registros de seres humanos en el Ártico de Eurasia durante el Paleolítico son escasos y solo han aparecido durante los últimos veinte años. Antes, se consideraba que en esa época el hombre ni siquiera había llegado hasta allí. En 2012, un equipo dirigido por Alexei Tikhonov, de la Academia de Ciencias de Rusia, descubrió el esqueleto bastante completo de un mamut lanudo macho congelado en los sedimentos de un acantilado costero del litoral oriental de la bahía de Yeniséi, en la Siberia central. El animal conservaba una pequeña cantidad de tejido blando, incluidos restos de grasa de la joroba y el pene. La gran cantidad de grasa indica que el ejemplar, de unos 15 años de edad, se encontraba en buenas condiciones físicas. Mediante el análisis de radiocarbono de la tibia y los materiales adyacentes, los investigadores determinaron que vivió hace unos 45.000 años.

Con una lanza

Pero los restos escondían una sorpresa. Los huesos del mamut no estaban intactos, sino que mostraban varias heridas inusuales en las costillas, el colmillo derecho y la mandíbula. Las lesiones incluían marcas que parecían haber sido provocadas por el extremo de un arma afilada, como una lanza. Una de ellas, muy fuerte, fue sufrida por el animal de arriba hacia abajo, lo que solo es posible si se encuentra tumbado en el suelo. Las heridas parecen haber sido hechas por un método de caza específico que todavía se practica en África por los cazadores de elefantes, que se dirigen a la base del tronco para cortar las principales arterias y causar un sangrado mortal. Además, daños en el único colmillo preservado reflejan el intento de separar la parte externa haciendo un corte.

Para los autores del estudio, estos hallazgos no dejan lugar a dudas de que los humanos estaban presentes en el Ártico de la Siberia central hace 45.000 años, aunque no se hayan encontrado artefactos asociados en el yacimiento. Probablemente, los progresos en la caza del mamut, que aseguraban una abundante fuente de comida, permitieron a nuestros antepasados sobrevivir y expandirse ampliamente a lo largo de la parte más septentrional del Ártico siberiano. Los científicos creen que este importante cambio cultural pudo facilitar la llegada de los humanos al área cercana al puente de tierra de Beringia, lo que les brindó la oportunidad de acceder al Nuevo Mundo antes del Último Máximo Glacial, hace unos 26.500 años. Pero esa ya es otra historia.

 

Primer microscopio de superresolución en movimiento


web

  • La técnica permite visualizar por primera vez procesos dinámicos dentro de la membrana de una célula. Hace solo unos años esto se consideraba una fantasía irrealizable.
Dos aproximaciones a una célula viva con la nueva técnica - Foto Betzig et al.

Dos aproximaciones a una célula viva con la nueva técnica – Foto Betzig et al.

 

Eric Betzig, ganador del premio Nobel de química en 2014, no es de esos investigadores que, una vez conseguido el Nobel, se dedican exclusivamente a dar conferencias por el mundo. Ahora, con un equipo de colaboradores del Instituto Médico Howard Hughes (EE.UU.), acaba de presentar una variante de la técnica de microscopía de superrresolución que le valió el premio, con la que consigue visualizar por primera vez procesos dinámicos dentro de la membrana de una célula, lo que es equivalente a decir que permite “ver” moléculas en movimiento. La investigación se publica en Science.

Consigue mitigar el daño que la exploración en la célula.Betzig, junto con Stefan Hell y W.E. Moerner, recibieron conjuntamente el premio Nobel el año pasado por conseguir superar el límite de difracción de un microscopio de fluorescencia. Mientras que la técnica desarrollada por Hell eliminaba la fluorescencia en un área de un nanómetro de diámetro para obtener una imagen en superrresolución de una célula, Betzig y Moerner, trabajando por separado, investigaron la posibilidad de hacer aparecer y desaparecer la fluorescencia en moléculas individuales a voluntad.

Betzig y sus colegas lo que han hecho ahora es refinar esta técnica basada en el interruptor de la fluorescencia, conocida como SIM (de las siglas en inglés de microscopía de iluminación estructurada), para crear un nuevo método llamado SIM no lineal de fotoactivación pautada. Esto no significa otra cosa que, en vez de iluminar la muestra entera como hace la SIM, ahora lo que se hace es iluminar un pequeño subconjunto de moléculas de la muestra, obteniendo imágenes en una fracción del tiempo que se emplea usando la SIM estándar. A esto se añade una apertura ultra-alta con lo que la resolución de la SIM pasa de 100 nm a 84 nm. Además esta forma de proceder consigue mitigar el daño que la exploración supone para la célula.

Permite visualizar el movimiento de diferentes proteínas.El uso de esta técnica de iluminación de alta velocidad permite a los investigadores visualizar el movimiento de diferentes proteínas, como la clatrina y la caveolina, simultáneamente y ver cómo interaccionan para facilitar el transporte a través de la membrana celular.

Esta técnica llega ya a extremos que hace solo unos años habrían sido clasificados de ciencia ficción, si no directamente fantasiosos por imposibles. Las consecuencias que puede tener su uso en investigación biológica y médica son espectaculares.

Referencia: Dong Li et al (2015) Extended-resolution structured illumination imaging of endocytic and cytoskeletal dynamics (Science) DOI: 10.1126/science.aab3500

* Este artículo es parte de ‘Proxima’, una colaboración semanal de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV con Next. Para saber más, no dejes de visitar el Cuaderno de Cultura Científica.

Descubren que los europeos tenían la piel oscura hace 8.000 años


ABC.es

  • Hace más de siete milenios unas migraciones de Oriente trajeron consigo los genes necesarios para que su tez se volviera blanca
FOTOLIA Una serie de culturas como la «Yamnaya» trajeron consigo los genes necesarios para que la piel de los europeos se volviera blanca

FOTOLIA
Una serie de culturas como la «Yamnaya» trajeron consigo los genes necesarios para que la piel de los europeos se volviera blanca

Al hablar actualmente de Europa se tiende a hacer una asociación con personas de tez blanca. Sin embargo, un nuevo estudio realizado por la Universidad Estatal de Pensilvania ha determinado que el actual tono de piel llegó a esta región hace relativamente poco tiempo, apenas 8.000 años. Tal y como afirma la revista «Science» (donde se ha hecho público el estudio) antes de esa fecha los habitantes de la susodicha región contaban con una tez oscura.

Para llegar a esta conclusión, los expertos han comparado 83 muestras de ADN diferentes procedentes de otros tantos restos humanos hallados en multitud de yacimientos arqueológicos europeos. En base a estas pesquisas, los investigadores han averiguado, en primer lugar, que lo que hoy en día entendemos como raza «europea» es una mezcla de, al menos, tres poblaciones antiguas de cazadores y recolectores que llegaron a Europa en una serie de migraciones acaecidas en los últimos 8.000 años.

Entre las mismas, destacaría la que hicieron los pastores de la cultura «Yamnaya» desde las estepas del norte del Mar Negro, un pueblo que habría traído consigo las lenguas indoeuropeas hace 4.500 años. Todas estas migraciones son las que, en definitiva, hicieron que en Europa comenzase a prevalecer la piel blanca sustituyendo. Una vez en la región, ya solamente hubo que esperar para que las diferentes poblaciones se unieran.

Una serie de migraciones

El equipo ha establecido que, hace 8.000 años, los habitantes de regiones de Europa central y meridional como España, Luxemburgo y Hungría contaban con una tez más oscura debido a que carecían de los genes SLC24A5 y SLC45A2 (los cuales provocan la despigmentación de la piel). Aunque no sucedía lo mismo en regiones como el sur de Suecia, en las cuales no sólo tenían dichos componentes dentro de su organismo, sino también –entre otros- un tercero (el HERC2 / OCA2) que les hacía tener los ojos azules y el pelo rubio.

Posteriormente, una serie de sucesivas migraciones desde el Cercano Oriente provocaron la llegada hasta Europa de pueblos que sí contaban con dichos genes. Así pues, a medida que estos cazadores y recolectores se asentaban en su nuevo «hogar», extendían consigo sus especiales características de ADN.

Estos datos han venido de la mano de los genetistas de la Universidad de Harvard Iain Mathieson y David Reich, quienes –tras estudiar los genomas de las diferentes muestras- descubrieron cinco genes asociados directamente con la pigmentación de la piel.

Una dieta diferente

El equipo también se ha percatado de que algunos de los genes hallados tienen relación con variaciones en lo que respecta a la altura y a la dieta. Así pues, la cultura «Yamnaya» trajo consigo un ADN más proclive generar seres humanos con mayor altura. Esto, unido a la dieta y las temperaturas de cada región, llevó a que los humanos tuvieran una estatura media concreta en cada zona de Europa.

Por otro lado, los investigadores también han averiguado que los pobladores de Europa tuvieron que esperar hasta hace aproximadamente 4.300 años para poder digerir y tolerar el azúcarde la leche, pues antes les era imposible.

Resucita un virus gigante de hace 30.000 años


La Vanguardia

  • El ‘Pithovirus sibericum’, contemporáneo del hombre de Neandertal, ha sobrevivido en el hielo siberiano y puede infectar a amebas pero es inofensivo para los humanos

Resucita un virus gigante de hace 30.000 años

París. (AFP).- Un nuevo tipo de virus gigante, bautizado como Pithovirus sibericum, ha sobrevivido más de 30.000 años en una capa de permafrost siberiano y ahora ha sido descubierto por los científicos, según un estudio publicado este lunes.

El virus, contemporáneo del hombre de Neandertal, puede infectar a amebas pero es inofensivo para los humanos y los animales. El nuevo virus eleva a tres el número de familias de virus gigantes conocidas, según señalan los autores en la investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Descubierto en el suelo permanentemente helado del extremo noreste de Siberia, el Pithovirus sibericum es muy distinto de los virus gigantes conocidos hasta ahora, el Mimivirus (descubierto en 2003) y el Pandoravirus (descritos por primera vez en la revista Science el pasado julio).

Los virus gigantes pueden tener unas dimensiones iguales o superiores a los de una bacteria, se pueden observar con un simple microscopio óptico, afectan a las amebas y, en comparación con los virus corrientes, tienen un gran número de genes.

El coautor del estudio e investigador del laboratorio Information Génomique et Structurale (IGS-CNRS) de Marsella, Francia, asegura que la posibilidad de que resurjan virus considerados erradicados pero que han sobrevivido en el permafrost, tal y como ha sucedido con el Phitovirus, no es ciencia ficción.

La exitosa historia de los ‘roedores’ prehistóricos


El Mundo

  • Hallan en china la especie de multituberculado más antigua hasta ahora
  • ‘Rugosodon eurasiaticus’, ya extinta, medía 17 centímetros y pesaba 80 gramos
  • Su aspecto debía ser parecido al de una rata o una ardilla contemporánea
  • Los multituberculados se consideran los mamíferos más éxitosos
El mamífero 'Rugosodon eurasiaticus' tenía hábitos nocturnos.| April Isch/Universidad de Chicago

El mamífero ‘Rugosodon eurasiaticus’ tenía hábitos nocturnos.| April Isch/Universidad de Chicago

Adaptarse o morir. No siempre sobreviven los más fuertes, sino los que mejor logran adaptarse a su ecosistema. Y los multituberculados constituyen uno de los mejores ejemplos de éxito evolutivo. Se trata de unas pequeñas criaturas ya extintas, parecidas a los roedores actuales y principalmente herbívoras, cuyo representante más antiguo ha sido desenterrado recientemente en China, en concreto en la Formación Tiaojishan de la provincia de Liaoning.

‘Rugosodon eurasiaticus’, como ha sido bautizada esta nueva especie, vivió hace 160 millones de años en el territorio que hoy es China.

Pese a sus 17 centímetros de longitud y sus entre 65 y 80 gramos de peso, la naturaleza le dotó de una serie de características anatómicas que le permitían desplazarse con agilidad por distintos terrenos y tener una dieta omnívora. Dos aspectos clave para ayudar a explicar cómo estos pequeños mamíferos se extendieron por el planeta y sobrevivieron durante más de 100 millones de años.

Los paleontólogos creen que este pequeño animal tenía hábitos nocturnos y comparan su aspecto con el de una rata o una ardilla listada contemporánea.

100 millones de años en la Tierra

Según explican los autores de esta investigación en la revista ‘Science’, el hallazgo del esqueleto prácticamente completo de ‘Rugosodon eurasiaticus’ demostraría que los multituberculados son los mamíferos más exitosos que han poblado la Tierra, pues la habitaron durante más de 100 millones de años. El hallazgo de este animal muestra que la distribución de algunos multituberculados llegó a Asia durante el Jurásico tardío.

El análisis de su anatomía ha revelado que ya desde una etapa muy temprana, hace 160 millones de años, estas criaturas presentaban una estructura anatómica muy evolucionada y muy bien adaptada. Unas articulaciones privilegiadas en sus patas que permitían movimientos de rotación y una dentadura que les posibilitaba tener una dieta omnívora contribuyeron a su rápida expansión.

Apogeo durante el Cretácico

El registro de fósiles de los multituberculados, de los que se conocen alrededor de 200 especies, muestra que estos animalillos tuvieron su momento de máximo apogeo durante el Cretácico y debieron extinguirse durante el Oligoceno. Al igual que los roedores actuales, se movían por una amplia variedad de espacios: en madrigueras, por la superficie terrestre y en los árboles.

Para este equipo científico, integrado por investigadores chinos y estadounidenses de la Academia de Ciencias Geológicas de Beijing y de la Universidad de Chicago, uno de los aspectos más sorprendentes es que ya en una época tan temprana, hace 160 millones de años, ‘Rugosodon eurasiaticus’ presentara rasgos tan evolucionados. Así estaba dotado de unas articulaciones en sus patas que le permitía rotar las patas, una característica propia de las especies que trepan por los árboles, aunque creen que se trataba de un animal terrestre.

Asimismo, el análisis de la dentadura del fósil, que fue encontrado en los sedimentos de un lago, muestra que se podía alimentar tanto de plantas como de otros animales, aunque piensan que estos últimos eran la base de su dieta. A lo largo de los años, creen que la dieta se fue diversificando y que los multituberculados terminaron siendo principalmente herbívoros.

Los investigadores sostienen que ‘Rugosodon eurasiaticus’, inició el camino evolutivo que dio origen posteriormente a los mamíferos herbívoros y a otras especies que vivían en árboles.

Los bosquimanos y los hotentotes, los pueblos más antiguos del mundo


ABC.es

  • Un estudio genético desvela que estos individuos del África subsahariana son los descendientes de la primera diversificación ocurrida en la historia de la humanidad, hace 100.000 años

Bosquimanos en Botswana

Los bosquimanos y los hotentotes, dos pueblos estrechamente relacionados entre sí del África subsahariana, el lugar donde se cree se originó el moderno Homo sapiens, son los más antiguos que actualmente existen sobre la Tierra, según desvela un gran estudio genético realizado en el continente con 220 individuos de once poblaciones de diferentes regiones. En la investigación, que aparece publicada en la revista Science, fueron analizadas nada menos que 2,3 millones de variantes de ADN por individuo.

Los investigadores de las Universidad de Uppsala (Suecia) y de la de Witwatersrand (Johannesburgo) señalan que los Khoi-San, como también se conoce a estos dos grupos humanos, son descendientes de la más temprana diversificación en la historia de la humanidad, ocurrida hace unos 100.000 años, mucho antes de la migración fuera de África de los seres humanos modernos.

Los investigadores creen que este estudio ayudará a las poblaciones africanas a «reclamar su lugar en la historia del mundo». Además, pondrán los datos del genoma a disposición de la comunidad científica, ya que la información genética puede ser muy útil para fines médicos.

Los pequeños bosquimanos (hombres del bosque), tradicionalmente cazadores recolectores, y los hotentotes (hombres de los hombres), un pequeño grupo étnico nómada, se caraterizan por su lenguaje clic, unos chasquidos similares a los que hacemos para indicar fastidio.

El estudio arroja luz sobre la manera en que las poblaciones humanas modernas alrededor del mundo emergieron a partir de la compleja historia evolutiva en África y sugiere que estudios genómicos similares podrían descubrir más secretos sobre los orígenes de los humanos modernos.

Un cambio climático colapsó durante miles de años los arrecifes de coral


El Mundo

Un arrecife de coral en Panamá. | Science

Un arrecife de coral en Panamá. | Science

Un cambio climático llevó a los arrecifes de coral a un colapso total de miles de años de duración, según un artículo publicado en ‘Science’. El documento muestra cómo una serie de alteraciones climáticas naturales impidieron el crecimiento de los arrecifes en el Pacífico oriental, durante 2.500 años. El colapso del arrecife, que comenzó hace 4.000 años, se corresponde con un período de cambios dramáticos en la Oscilación del Sur-El Niño (El Niño-Southern Oscillation, ENSO, por sus siglas en inglés).

Según el coautor del estudio, Richard Aronson, profesor de Biología en el Instituto Tecnológico de Florida, «como los seres humanos continúan bombeando gases de efecto invernadero en la atmósfera, el clima está, una vez más, en el umbral de un nuevo régimen, con nefastas consecuencias para los ecosistemas de arrecifes».

La estudiante de doctorado Lauren Toth, y Aronson, su asesor, encabezaron el estudio sobre cómo los últimos episodios de cambio climático han influido en los arrecifes tropicales del Pacífico oriental. Toth, Aronson, y un equipo de investigación multi-institucional, sumergieron tubos de aluminio de 5 metros en los arrecifes de coral, a lo largo de la costa del Pacífico de Panamá, y sacaron secciones transversales de los arrecifes. Mediante el análisis de los corales, los científicos fueron capaces de reconstruir la historia de los arrecifes en los últimos 6.000 años.

«Nos sorprendió encontrar que 2.500 años de crecimiento de los arrecifes habían desaparecido«, afirma Toth, quien agrega que «esta brecha representa un colapso de los ecosistemas de arrecifes, que duró un 40 por ciento de su historia total».

Toth relacionó el colapso de los arrecifes de coral a los cambios en ENSO. ENSO es el ciclo climático responsable de unas condiciones meteorológicas, que ocurren cada pocos años, conocidas como El Niño y La Niña -el momento del colapso de los arrecifes se corresponde con un período de cambios bruscos en ENSO.

Ahora, los arrecifes de Panamá están al borde de otro colapso. «El cambio climático podría volver a destruir los ecosistemas de arrecifes de coral pero, esta vez, la causa principal sería el efecto humano sobre el medio ambiente, y el colapso podría ser un más duradero», afirma Aronson, quien señala que «los problemas locales, como la contaminación, y la sobrepesca, son las principales fuerzas destructivas que necesitan ser detenidas, solo superadas por el cambio climático global, que en este momento es la mayor amenaza para los arrecifes de coral».

Un océano de agua líquida bajo la superficie de Titán


El Mundo

Titán (i) durante su órbita alrededor de Saturno. | NASA

Titán (i) durante su órbita alrededor de Saturno. | NASA

Los científicos ya sospechaban que Titán, la mayor luna de Saturno, albergaba agua líquida, aunque no habían podido demostrarlo hasta ahora. Lo han hecho gracias a los datos aportados por ‘Cassini’, la sonda de la NASA que en 2004 entró en la órbita de Saturno.

Según un estudio publicado esta semana en la revista ‘Science’, las deformaciones en el interior de la luna detectadas por el orbitador sugieren que Titán alberga un océano subterráneo de agua líquida.

Según señala la agencia espacial estadounidense, la búsqueda de agua es un objetivo importante en la exploración del Sistema Solar, y ahora acaban de encontrar otro lugar en el que es abundante.

Titán además, no es un objeto cualquiera en el Sistema Solar. Esta luna de Saturno guarda similitudes con la Tierra primitiva, por lo que su estudio proporciona valiosa información para averiguar cómo ha evolucionado nuestro planeta.

Titán tiene una densa atmósfera rica en metano y lagos de hidrocarburos. Los científicos ya sabían que tenía una capa externa de agua helada. Ahora han descubierto que también está presente en estado líquido.

Un viaje de siete años

Dedujeron la presencia del océano de agua líquida a partir de las mediciones del campo gravitatorio realizadas por la sonda ‘Cassini’ durante seis aproximaciones que realizó entre 2006 y 2011. La manera en la que se deforma el interior de Titán sugiere que se debe a la acción de un océano subterráneo.

El viaje de la nave espacial ‘Cassini-Huygens’, un exitoso proyecto conjunto de la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la italiana (ASI), comenzó en 1997. Entró en la órbita de Saturno en 2004. Cuando se separó del orbitador ‘Cassini’, ‘Huygens’ penetró en la atmósfera de Titán. Se posó sobre su superficie en 2005.

La sonda ‘Cassini’ también ha encontrado agua en el polo sur de Encélado, una de las más de 60 lunas de Saturno. Los científicos detectaron géiseres que emiten vapor, partículas de hielo y componentes orgánicos. Este hallazgo también podría ser un indicio de que en esta luna es posible algún tipo de vida microbiana.

Encuentran minúsculos fragmentos de meteoritos en rocas traídas por el ‘Apollo 16’


El Mundo

Estudio en ‘Science’ sobre la evolución del Sistema Solar

Las muestras recogidas por los astronautas de las misiones ‘Apollo’ siguen siendo una extraordinaria fuente de estudio para los científicos. Una investigación publicada esta semana en la revista ‘Science’ describe el hallazgo de minúsculos fragmentos de meteoritos en las rocas lunares que los tripulantes de la ‘Apollo 16’ trajeron a la Tierra en 1972.

Los científicos creen que tanto la Tierra como la Luna fueron bombardeados por una gran cantidad de objetos en los orígenes del Sistema Solar. Las colisiones, sostienen, debían ser mucho más frecuentes que en la actualidad. Sin embargo, desconocen si esta ‘lluvia’ de objetos se componía sobre todo de asteroides, cometas o una combinación de ambos. Su estudio tiene una gran importancia para intentar averiguar cómo se originó la vida en la Tierra.

Según sugiere esta nueva investigación, firmada por investigadores estadounidenses del Instituto Planetario y Lunar de Houston, los asteroides eran probablemente los objetos que con más frecuencia impactaban sobre la Tierra y la Luna.

La mayoría de los estudios sobre los impactos de objetos en cuerpos del Sistema Solar se han basado en datos indirectos recabados tras el hallazgo de elementos químicos en el manto y en la corteza que podrían haber tenido su origen en el choque de meteoritos y asteroides.

Los meteoritos que han impactado en la Tierra lo han hecho a velocidades grandes y, aunque los científicos no han podido localizar restos de estos objetos en las rocas terrestres que tienen miles de millones de años de antigüedad, tenían esperanzas de que estos restos se hubieran podido conservar en la superficie de la Luna.

3.800 millones de años

Al analizar varias muestras de rocas (brechas regolíticas) recogidas por astronautas en la Luna, los científicos encontraron minúsculos restos de meteoritos junto a otras partículas. Las brechas regolíticas proceden del regolito lunar (la capa de rocas sueltas y fragmentos minerales que no forman suelo).

Según calculan los investigadores, los minúsculos fragmentos detectados son muestras de los pequeños objetos celestes que cruzaron el Sistema Solar hace entre 3.400 y 3.800 millones de años. La autora principal del artículo, Katherine Joy, y sus colegas creen que se trata de restos de asteroides y no de cometas.

Según señalan, la textura y los minerales hallados en estos restos es parecida a los de los fragmentos procedentes de condritas carbonáceas (asteroides primitivos). También señalan que su composición es muy diferente a la de otras rocas recogidas en la Luna que tienen una mayor cantidad de hierro. Asimismo, las rocas analizadas en este estudio son más ricas en magnesio (Mg) y más pobres en níquel (Ni) que las rocas ígneas terrestres lo que, según sugieren, indicaría que estas muestras no han resultado contaminadas al ser manipuladas y trasladadas a la Tierra.

La ciencia en la misión ‘Apollo 16’

La misión del ‘Apollo 16’, en abril de 1972, fue la penúltima del histórico programa de la NASA y una de las más fructíferas desde el punto de vista científico. Charlie Duke -el astronauta más joven que viajó a la Luna- y John Young pasaron más de 20 horas explorando la superficie lunar a bordo de un ‘rover’ con que batieron también un récord de velocidad al alcanzar los 18 kilómetros por hora. En total, recorrieron unos 27 kilómetros de la región denominada ‘Descartes’ durante los tres paseos lunares que hicieron en esta misión. El tercer miembro de la tripulación fue Thomas K. Mattingly.

Entre las numerosas muestras que los astronautas trajeron destaca la roca lunar más grande recogida (pesaba casi 12 kilogramos y fue apodada Big Muley, en homenaje al geólogo principal de la misión). Recogieron casi 100 kilos de rocas, que siguen siendo estudiadas por los científicos.

Los primeros pasos del hombre moderno


El Mundo

ANTROPOLOGÍA | Hallazgo publicado en ‘Science’

  • Hallan en Kenia huellas de homínidos de hace 1,5 millones de años
  • Estos individuos ya eran capaces de caminar como humanos modernos
  • Tenían pies anatómicamente muy similares a los del ‘Homo sapiens’

pisadaEl árbol de la evolución de los homínidos es un complicado puzzle que abarca apenas un instante de la Historia de la Vida, desde hace entre seis y siete millones de años hasta la actualidad. El hallazgo de fósiles supone la base sobre la que descansa este complicado laberinto, pero en ocasiones otro tipo de hallazgos revela datos fundamentales que permiten completar los huecos de nuestro árbol de la vida. Un equipo científico, dirigido por el investigador de la Escuela de Ciencias de la Conservación de la Universidad de Bournemouth en Reino Unido Matthew R. Bennett, presenta hoy en la revista ‘Science’ el hallazgo de dos pruebas fósiles de huellas de pisadas que aclaran la evolución de la forma de andar que conservamos los humanos.

El descubrimiento ocurrió en dos estratos sedimentarios situados en Ileret (Kenia), a tan sólo unos kilómetros de distancia del lago Turkana. Fue precisamente en este lugar donde el equipo del paleoantropólogo Richard Leakey, hijo del famoso Louis Leakey, encontró los restos fósiles del homínido conocido como el niño de Turkana (contaba con ocho años de edad en el momento de su muerte). Leakey no tardó en señalar que se trataba del más completo miembro de la especie ‘Homo ergaster’, la primera en mostrar un acortamiento del tronco y unas extremidades más largas que las de los homínidos más primitivos, un rasgo distintivo del género ‘Homo’.

Como parece lógico pensar debido a la cercanía de ambos yacimientos, Bennett y su equipo creen que las pisadas corresponden a la especie a la que pertenece el niño de Turkana. «Estamos convencidos de que las huellas fueron hechas por un Homo ergaster o por un primitivo ‘Homo erectus’ y que, además, tenía una forma de andar y una anatomía del pié como las del hombre moderno», asegura a EL MUNDO Matthew R. Bennett.

Los estratos donde se hallaron las pisadas están separados por cinco metros de sedimentos. El primero de ellos contiene dos rastros de dos huellas cada uno y otro de siete huellas seguidas. Y el segundo presenta una huella aislada y un rastro de dos huellas. De manera que siete simples pasos de un homínido de un millón y medio de años pueden revolucionar el conocimiento de uno de los rasgos adaptativos más distintivos del ser humano: el bipedismo, una adaptación que apareció por primera vez hace seis millones de años en un primitivo pariente del ser humano llamado Ardipithecus ramidus.

La pisada del hombre moderno

El descubrimiento de Bennett supone la primera prueba de rastros de pisadas que tiene la Ciencia atribuibles al género Homo, al que pertenece nuestra especie Homo sapiens. Pero, no es la huella más antigua de un homínido. En 1978, otro miembro de la familia Leakey, en este caso Mary, la esposa del pionero de la paleoantropología Louise Leakey, descubrió en Laetoli (Tanzania) un rastro de más de tres millones y medio de años de antigüedad hecha por un Australophitecus afarensis.

Un ángulo pequeño entre el dedo gordo y el eje del pié, el arco longitudinal de la planta y la distribución medial del peso durante el avance de la pisada son los tres rasgos distintivos de la pisada humana moderna. Los investigadores digitalizaron con un escáner láser óptico las nuevas huellas, para poder compararlas con las encontradas en Laetoli y con las del ser humano moderno.

Los resultados no dejan lugar para la duda. La huella realizada por la especie de Laetoli no muestra ni los rasgos distintivos de la anatomía de los homínidos modernos ni su forma de andar. En cambio, las nuevas huellas coinciden con las del ser humano. «Andaban como nosotros y, probablemente, eso ayudó a esta especie en su migración fuera de África», cuenta Bennett.