La Enfermedad de el Dengue


El Dengue es una enfermedad infecciosa aguda, de origen vírico y muy parecida a la gripe. También se conoce con los nombres de fiebre roja, fiebre rompehuesos y fiebre solar.

El agente que produce esta enfermedad es un virus filtrable, perteneciente a un grupo de virus incluidos en la familia de los togavíridos (Togaviridae), entre los que también se encuentran el virus de la hepatitis C, el de la fiebre amarilla y el de la rubéola. El virus es trasmitido por el mosquito Aedes aegypti, insecto de costumbres domésticas, que también es el vector de la fiebre amarilla y otras enfermedades virales propias de climas tropicales. La enfermedad también puede ser transmitida por la especie Aedes albopictus.

En los países tropicales, las probabilidades de contagio pueden estar relacionadas con las lluvias. La hembra del mosquito Aedes puede transmitir, por vía transovárica, el virus a sus huevos, que resisten muy bien la desecación; luego, cuando la pluviosidad es muy elevada o durante los trabajos de irrigación, los mosquitos abundan y trasmiten, a través de su picadura, el virus al hombre, que a su vez es fuente de contagio.

El dengue es una enfermedad eruptiva, parecida a la urticaria, que aparece súbitamente tras un periodo de incubación de cuatro días, y cursa con fiebre muy alta. Síntomas típicos de esta enfermedad son intensos dolores cefálicos, oculares, musculares, articulares y lumbares, así como fenómenos catarrales e hinchamiento de las zonas doloridas. Es frecuente su aparición en zonas de Arabia, China, India y Egipto.

El virus del dengue pertenece a un grupo de virus que causan enfermedades agrupadas bajo la expresión de “fiebres hemorrágicas”, ya que los pacientes siempre tienen fiebre, aunque no sistemáticamente hemorragia. Aunque se trata de un virus filtrable, los biólogos disponen de técnicas, cada vez más eficaces, para identificar y estudiar estos tipos de virus.

La Evolución del Hombre y la Gran Migración


Los comienzos de la historia del hombre se sitúan en África. Allí se han encontrado los restos de los homínidos más próximos a él: los australopitecos, entre los que destacan el Australopithecus afarensis (entre 4 y 3 millones de años) y el Australopithecus africanus (entre 3 y 1,5 millones de años). El primer hallazgo de estos seres fue realizado por Raymond Dart en el año 1924, en Taung (Transvaal). E1 escenario en el que apareció el hombre, el mismo que el de aquellos, es el inmenso territorio del África oriental, una sabana con masas arbóreas y numerosos lagos atravesado, desde el Mar Rojo al Transvaal, por la enorme falla llamada Valle del Rift.

El más antiguo representante de la especie humana es el Homo habilis, encontrado por primera vez por Louis Leakey en Olduwai (Tahzania) en los primeros años sesenta y del que se conocen algunos otros pocos ejemplares. Se le ha atribuido una antigüedad de 1,75 millones de años (es decir, que convivió con los australopitecos). Su capacidad craneana era de 750 cm3 y fue el autor de una industria de cantos talladas que se ha denominado Olduwayense (como los hallazgos de Melka Kunturé, en Etiopía, o Koobi Fora, al este del lago Turkana). El siguiente homínido es el Homo erectus, cuyos primeros restos, por excepción, fueron encontrados por E. Dubois, en 1892, en los aluviones del río Solo (isla de Java), dándoseles el nombre de Pithecanthropus erectus, así como el Sinanthropus pekinensis, con varios ejemplares hallados en Chu-ku-Tien (cerca de Pekín) a partir de 1927. Ambos tipos se consideran como pertenecientes a Homo erectus en variedades alejadas por la geografía. También lo son otros especímenes de África oriental, del norte de África (Ternifine, Argelia, y otros) y de Europa (mandíbula de Mauer, cerca de Heidelberg; Montmaurin, Alto Garona; Tautavel, Pirineos orientales, y otros). Los hallazgos europeos y sus yacimientos se situan entre 500.000 y 300.000 años, pero los africanos y los del oriente y sudeste de Asia tienen fechas atribuidas en torno al millón de años. La capacidad craneana de Homo erectus oscilaba entre 800 y 1250 cm3 y, desde sus orígenes en el barranco de Olduwai, produjo el Achelense, una industria carecterizada por los bifaces y los hendedores, con bolas y lascas. En su haber cuenta la domesticación del fuego, lo que le permitió llegar a las regiones periglaciares de Eurasia y colonizar, a lo largo de más de un millón de años, todo el Viejo Mundo.

El Homo sapiens neanderthalensis apareció en Europa y en el Próximo Oriente hace unos 300.000 años, perdurando hasta las primeras fases de la última glaciación, la de Wur (hace unos 35.000 años). Se trató, casi con toda seguridad, de una evolución gradual y regional del Homo erectus. Su voluminoso cráneo tenía una capacidad entre 1.300 y 1.750 cm3 y presentaba unos prominentes torus supraorbital y occipital. Fue el autor de un complejo de industrias unidas en el Musteriense y basadas en la producción de utensilios a partir de lascas (principalmente raederas). Además de los enterramientos ya citados, hay indicios de prácticas rituales: por ejemplo, el cráneo de un niño de unos doce años de Tashik Tash (Uzbekistán), estaba rodeado por un círculo de cinco pares de cornamentas de cabra salvaje. Un hallazgo similar se produjo en la cueva Guattari (Monte Circeo, cerca de Roma): un cráneo de adulto fue vaciado por el occipital y  rodeado de un círculo de piedras. Este caso sugiere el consumo ritual de la materia encefálica y, probablemente, lo atestigua de igual modo la antropofagia encontrada en la cueva de Krapina (Croacia). En sus fases finales, a causa del clima frío, el hombre de Neandertal utilizó ampliamente las entradas de las cuevas y los abrigos profundos (Abric Romaní, Capellades, Barcelona).

El Homo sapiens sapiens, el hombre moderno, tiene un origen muy antiguo que se sitúa fuera de Europa. Sus representantes más primitivos se han encontrado en África, donde tienen fechas de 100.000 años. Pero el exacto origen geográfico es desconocido. En Europa apareció alrededor del 35.000. Se caracterizaba por la estabilización del volumen cerebral y la gracilización de su estructura ósea. Los diversos grupos de Homo sapiens sapiens han sufrido variaciones en función de la geografía y del clima de las regiones que progresivamente fueron ocupando, lo que explica las razas actuales. En el África no mediterránea, con frecuencia se mantiene una situación prehistórica hasta tiempos recientes: en el desierto de Kalahari, África del Sur, subsisten aún pequeños clanes de cazadores recolectores en proceso de aculturación. Por otra parte, el Homo sapiens sapiens llegó a Australia hace unos 40.000 años y, al igual que ocupó las regiones más frías del hemisferio septentrional, descubrió América o, en tiempos mucho mas recientes, gracias a una tecnología perfeccionada, alcanzó todas las islas del Pacífico.

Fuente: Encarta

Clasificación y Evolución de los Homínidos


La clasificación de los seres humanos como uno más de los animales que pueblan la Tierra se establece siguiendo las mismas pautas que para éstos: el hombre pertenece al tipo cordados, clase mamíferos, orden primates, suborden catirrinos, infraorden antropomorfos, familia homínidos, en la cual se incluyen el género Homo y la especie sapiens. Los más de dos mil restos fósiles humanos hallados hasta el momento han hecho que las denominaciones aludan, unas veces, al origen geográfico del yacimiento (hombre de Neandertal, por la localidad alemana de este nombre) y otras, a la posición que ocupa dentro del árbol genealógico de la especie humana.

Los primeros homínidos aparecieron a finales de la era terciaria, hace aproximadamente unos quince millones de años. Como miembro del orden de los primates, el ser humano comparte hasta un 99 % de macromoléculas con los otros individuos del mismo orden; por tanto, debe de existir un antepasado común entre nuestra especie y los Australopithecus, el género más parecido al Homo. Los australopitecos, o monos meridionales, han sido localizados en África meridional y oriental, y su cronología abarcaría de los 6,5 millones de años de los Preaustralopithecus a un millón de años cuando se extinguieron. A lo largo de este largo período pueden subclasificarse en varios grupos y subgrupos, que se diferencian por sus características morfológicas.

¿Cuantos humanos han vivido en el Mundo?


Los números presentados son altamente especulativos, pero son tan precisos como la ciencia moderna permite. Se acepta como cifra aproximada que para el 2002, el total de homo sapiens que había habitado el planeta oscilaba entre los 106 y los 140 mil millones . El siguiente gráfico utiliza el dato más conservador de 106 mil millones como base para una representación de círculos concéntricos. El punto rojo en el centro se ha dimensionado para representar el número de personas que viven actualmente frente al total en blanco. La línea horizontal representa los cálculos parciales entre diferentes fechas, siendo la suma el total estimado. Los dos círculos anteriores se utilizan para comparar con otros números.

El máximo hipotético de seres humanos que la tierra puede soportar basándonos en las tendencias actuales, los recursos conocidos y las tecnologías existentes es de 10.000 millones ; cifra que se espera alcanzar hacía el 2050 . Los científicos desconocen si el planeta será capaz de sostener la vida humana más allá de este punto, pero la mayoría se inclina en contra. Miseria, pobreza y guerras por el control de los recursos crecerán conforme los humanos vayan agotando los recursos de la Tierra para mantener a la población.

El ser humano moderno tiene más genes de los neandertales de lo que se creía


El Mundo

Un trabajador del Instituto Max Planck taladra un hueso de neandertal para obtener su ADN MPI EVA

A medida que avanza el conocimiento sobre el ADN de las poblaciones neandertales, los científicos están siendo capaces de reconstruir no sólo el origen de estos antiguos homínidos, sino el del propio ser humano. Diferentes estudios han concluido que nuestro material genético porta entre un 1,5% y un 2,1% de sus genes. Otros trabajos intentan explicar qué implicaciones tiene que carguemos con la información de esta especie extinta. Las dudas se centran en si nuestros genes neandertales condicionan cómo somos o si incluso nos hacen más proclives a ciertas enfermedades.

Para responder a estas preguntas se necesita disponer de muestras que permitan estos análisis genéticos. Y, aunque existen muchos restos fósiles con los que hacer comparaciones, los científicos solo tenían hasta la fecha el genoma completo de un único neandertal, obtenido a partir de los huesos de una hembra siberiana de las montañas de Altái de hace 122.000 años. Sin embargo, un estudio publicado este jueves por la revista Science ha acabado con esta limitación y aporta, por fin, la secuencia completa de ADN de otro neandertal, el de una mujer que habitó la cueva croata de Vindija hace aproximadamente 52.000 años.

Kay Prüfer, investigador del Instituto Max Planck y primer autor en ambos trabajos, ha logrado junto con su equipo un análisis de gran precisión para estas muestras de ADN, lo que no resulta fácil teniendo en cuenta el estado y la antigüedad de los restos. «La secuenciación de un genoma de alta calidad es un reto, ya que necesitamos identificar una muestra que contenga una cantidad suficiente de ADN y que a su vez esté poco contaminada», ha afirmado a EL MUNDO Kay Prüfer. «En este caso, por ejemplo, sólo el 10% del ADN provenía del neandertal. El resto era contaminación microbiana. Así que tuvimos que secuenciar hasta 10 veces más cantidad de muestra de lo que habríamos necesitado para un genoma humano normal», ha explicado.

El hallazgo ha proporcionado resultados inmediatos y así, en el mismo estudio, Prüfer y sus colegas, tras cotejar sus secuencias con las bases de datos sobre genes neandertales y humanos, han estimado que las poblaciones modernas no africanas transportan entre el 1,8% y el 2,6% de ADN de neandertal, más que lo que se conocía hasta ahora. Los asiáticos del este llevan incluso algo más de ADN de neandertal, entre un 2,3% y un 2,6%.

Además, han identificado, en este genoma neandertal común, variantes de genes relacionados con los niveles de colesterol LDL en plasma y vitamina D, trastornos alimentarios, acumulación de grasa visceral, artritis reumatoide, esquizofrenia o respuesta a drogas antipsicóticas. Esto se suma a la creciente evidencia de que la ascendencia neandertal influye en el riesgo de enfermedades neurológicas, psiquiátricas, inmunológicas y dermatológicas que pueden sufrir los seres humanos actuales. «Las variantes que encontramos tienden a estar presentes más a menudo en las personas que padecen la enfermedad, pero no significa que la causen con una certeza del 100%», ha puntualizado Prüfer.

Por otro lado, esta herencia neandertal, fruto de nuestra relación de convivencia e hibridación con esta especie, no es siempre negativa. El científico ha recalcado que la revista American Journal of Human Genetics ha publicado, también este jueves, un estudio paralelo de su mismo departamento que da fe de ello.

A través de la base de datos Biobank de Reino Unido, los investigadores Michael Dannemann y Janet Kelso, del Instituto Max Planck, han estudiado el ADN de 112.000 personas y han encontrado características neandertales no relacionadas con la enfermedad. Se trata de rasgos relacionados con la exposición a la luz solar y que tienen que ver con el tono de piel y el color del cabello (que podían ser claros), los patrones de sueño regidos por los ritmos circadianos o el estado de ánimo. Según este equipo de científicos, hace unos 100.000 años, cuando los seres humanos modernos migraron a Eurasia, los neandertales ya estaban adaptados a niveles más bajos de radiación solar que a lo que estaba acostumbrado el Homo sapiens que llegaba de África.

Un tercer estudio, publicado a la vez en Science pero liderado por genetistas del Museo de Historia Natural de Dinamarca, viene a completar el panorama. El grupo de investigación de Eske Willerslev se ha centrado, no obstante, en cuatro seres humanos del Paleolítico Superior, enterrados en el cementerio de Sunghir, en Rusia hace entre 34.600 y 33.600 años.

Estos restos se corresponden con cuatro varones no emparentados entre sí y sin signos de consanguinidad debido a la endogamia propia de poblaciones pequeñas, como por el contrario sí ocurre en las poblaciones neandertales. Los científicos explican que la movilidad de las poblaciones de cazadores recolectores del Paleolítico Superior pudo llevar al hombre moderno a aparearse fuera de sus clanes.

«Encontramos que los individuos en Sunghir no estaban estrechamente relacionados entre sí. Como mucho eran primos segundos y no mostraron evidencia de endogamia. Esto contrasta con la hembra neandertal de Altái, que ha demostrado ser muy consanguínea. Sus padres eran probablemente hermanastros«, ha comentado a este medio Martin Sikora, coautor del tercer trabajo.

Los datos de estas tres investigaciones confirman que la estructura de las poblaciones neandertales y humanas son por tanto diferentes. Mientras que los neandertales vivían en poblaciones pequeñas y la relación de parentesco era estrecha, con consanguinidad entre sus miembros, los humanos diversificaron sus apareamientos y desarrollaron una estructura social con prácticas culturales que evitaron la endogamia. «Hemos encontrado que los individuos de Sunghir tienen mayor proporción de ADN de Neandertal que los europeos actuales. Esto podría ser debido a una mezcla adicional en los individuos de Sunghir, o a que la selección natural ha actuado en contra del ADN neandertal a partir del Paleolítico Superior», ha aseverado Sikora.

Desde el Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC), Carles Lalueza Fox, experto en ADN antiguo y neandertales, ha remarcado la importancia del tamaño de la población y la acumulación de mutaciones que fueron perjudiciales para estos homínidos. «Cuando se da una endogamia durante miles de años porque las poblaciones son muy pequeñas y no hay con quien cruzarse, que no esté lejanamente emparentado, se acumulan mutaciones que tienen efectos negativos, sobre todo en la fertilidad», ha explicado a este periódico.

«Los humanos del Paleolítico Superior tuvieron mecanismos para evitar los apareamientos endógamos y consanguíneos. Los neandertales no, porque eran muy pocos y no podían seleccionar sus parejas, lo que tuvo un impacto en la viabilidad final de la especie. Esto se observa en los neandertales y en animales en peligro de extinción, como el lince ibérico», ha añadido.

Según este investigador, «la genómica nos informa de la estructura social y de los patrones reproductivos de los neandertales y de los europeos modernos, porque la diversidad genómica es un reflejo de la demografia», ha concluido.

Los fósiles más antiguos de ‘Homo sapiens’ revolucionan el origen del ser humano moderno


El Mundo

Reconstrucción del cráneo a partir de los fósiles encontrados en Jebel Irhoud PHILIP GUNZMPI EVA

Un equipo de científicos del Instituto Max Plank ha encontrado en la localidad de Jebel Irhoud, Marruecos, los restos más antiguos de Homo sapiens registrados hasta la fecha. Con una antigüedad de entre 300.000 y 350.000 años, el hallazgo evidencia el origen del hombre moderno fuera del África subsahariana y antes de lo que se pensaba.

Los resultados se han presentado este miércoles en dos publicaciones de la revista Nature para dar a conocer el descubrimiento de los fósiles y la época a la que pertenecen.

El registro fósil emplazaba en el este de África, en Etiopía, las primeras formas de Homo sapiens, con una antigüedad de 195.000 años. El cráneo parcial y la mandíbula inferior descubiertos ahora por el paleoantropólogo Jean-Jaques Hublin y su grupo, datan de 100.000 años antes y proceden de un área distinta, lo que abre el debate a nuevas teorías sobre la evolución de nuestra especie.

Otra de las dudas más recurrentes sobre nuestra evolución está en si el hombre evolucionó hace unos 200.000 años de manera rápida o lo hizo de forma gradual durante los últimos 400.000 años, pues el tiempo exacto y el origen de las especies que surgieron del humano ancestral dentro del género Homo no se conocen.

El punto de división entre el Homo sapiens y el neandertal o el hombre de Denisova ocurrió hace 500.000 años, aún muy temprano comparado con los fósiles más antiguos que tenemos ahora de este homínido. Cómo apuntan Chris Stringer y Julia Galway-Witham en una revisión del trabajo de Hublin también publicada en Nature, aún pudo existir un punto intermedio con rasgos arcaicos anteriores a los que conforman la anatomía del hombre moderno, aunque identificar estos fósiles resulta complicado.

Jebel Irhoud es un lugar conocido para los antropólogos, pues en los años 60 ya se habían encontrado herramientas de la cultura musteriense y restos fósiles humanos de 40.000 años de antigüedad. Como por aquel entonces aún se creía que el Homo sapiens había evolucionado del neandertal, en su momento estos fósiles fueron atribuidos a un tipo neandertal africano.

Posteriores estudios en los años 70 descartaron el parecido del cráneo del hombre de Jebel Irhoud con los neandertales, pero no se consideró que fuera un Homo sapiens por corresponder a una época temprana.

Los nuevos restos descubiertos ahora por Hublin abren el debate sobre la especie que habitó en esta zona.

Un debate de especies entre Hublin y Arsuaga

El antropólogo español Juan Luis Arsuaga, codirector del sitio arqueológico de Atapuerca, no comparte que los fósiles encontrados en Marruecos por el equipo de Hublin se correspondan con la especie Homo sapiens.

En declaraciones a EL MUNDO, el investigador ha expresado que estos nuevos restos que se añaden a los que ya se tenían de ese yacimiento, «siempre se han considerado como pre-sapiens«, un antepasado nuestro directo anterior al Homo sapiens.

«En el artículo se demuestra que no tienen nada que ver con los neandertales, pero el que no sean neandertales, ni antepasados de los neandertales, no quiere decir que ya sean Homo sapiens. A mí me parece que siguen siendo pre-sapiens«, ha aseverado.

La clave, según Arsuaga, está en la falta de los rasgos más típicos de nuestra especie, «como es una frente vertical bien levantada, una mandíbula con un mentón sobresaliente y bien formado y una cara realmente «esculpida», más excavada por debajo de las órbitas, en el maxilar».

Jean-Jaques Hublin, por su parte, ha contestado a las afirmaciones de Arsuaga a través de este medio y considera «irrazonable tener que multiplicar el número de nombres específicos a lo largo de un solo linaje». De hecho, ha exagerado su argumentación para rebatir al investigador español: «Algunos genetistas argumentarían que todos los homínidos posteriores a hace 2 millones probablemente representan una única especie biológica, en términos de falta de aislamiento reproductivo [dado que la imposibilidad de tener una descendencia fértil es el concepto que científicamente se utiliza para describir nuevas especies]».

En todo caso Hublin no afirma que los homínidos de Irhoud sean como nosotros, hombres modernos. «La evolución existe a lo largo del tiempo dentro de una especie. Para mí, Irhoud merece la denominación sapiens tanto como los restos de la Sima de Los Huesos representan formas primitivas de Neandertales. En ambos casos el comienzo del linaje es bastante diferente del final, multiplicar el número de «nombres» no añade nada a la comprensión de la filogenia», ha concluido.

El estudio del ADN, que podría arrojar más datos al respecto, no ha podido realizarse. El paleoantropólogo francés, que ha mencionado en una rueda de prensa que no se han encontrado restos de ADN en los huesos del yacimiento marroquí, ha confirmado a EL MUNDO que las características tan antiguas y las temperaturas tan altas que se dan en este lugar tampoco han permitido encontrar ADN entre los sedimentos, en referencia a una nueva técnica que se ha desarrollado desde el propio Instituto Max Planck para el que trabaja.

Cinco individuos y numerosas herramientas

El proyecto desarrollado por Hublin, que arrancó en 2004, ha dado lugar a la identificación de los restos de cinco individuos a partir de fragmentos craneales y dientes. La presencia de numerosos utensilios de piedra ha permitido la datación, en 300.000 años, de estos restos mediante técnicas de termoluminiscencia sobre sílex incandescente.

Los investigadores calcularon también la edad de una de las mandíbulas encontradas en los años 60 que, con los métodos actuales de medida de radiactividad en el sedimento, concuerda con los datos que han obtenido del análisis del sílex.

Neandertales, listos pero poco habilidosos


ABC.es

  • Un estudio sugiere que la otra especie humana inteligente apenas dejó muestras artísticas ni fabricó pequeñas herramientas de piedra por la torpeza de sus manos

Recreación de una mujer neandertal en el Museo Arqueológico de Asturias – UCM

Unas falanges más cortas y unas manos menos habilidosas son las responsables de la ausencia de pequeñas herramientas de piedra en época neandertal, y no las deficiencias cognitivas ni simbólicas de los homínidos, como se pensaba. Así lo revela una investigación del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humano tras la recreación de estas extremidades a partir de hallazgos arqueológicos.

«Las manos de alguno de nuestros ancestros o coetáneos, como el neandertal, fueron tan parecidas a las nuestras que nadie había sospechado que ahí podía encontrarse una diferencia crucial», justifica Manuel Martín-Loeches, investigador del departamento de Psicobiología de la UCM.

Mediante una reconstrucción de la mano del neandertal, basada en diversos hallazgos arqueológicos, se determinó el grado de esfuerzo que para esta especie hubiera supuesto la fabricación de este tipo de industria.

Los resultados, publicados en Journal of Anthropolological Sciences, revelaron que de las ocho posiciones manuales necesarias, seis suponían un tremendo estrés mecánico para la mano del neandertal.

Según Martín-Loeches, muchos autores habían atribuido esta escasez de microlitos previa al Homo sapiens a las menores capacidades cognitivas o “simbólicas” de homínidos anteriores. Sin embargo, «fabricarlo no es nada fácil, exige una gran habilidad por parte de ambas manos, con movimientos muy definidos y precisos durante su fabricación», añade.

Este tipo de tecnología en piedra –conocida como microlitos y de entre uno y tres centímetros– apenas figura en el registro fósil antes de la aparición de nuestra especie. Comienza a ser abundante desde hace 40.000 años, y ya se hacía de manera sistemática hace al menos 70.000, en Sudáfrica.

En la investigación, los científicos filmaron las manos y brazos de dos expertos talladores de piedra con diferentes grados de experiencia mientras fabricaban microlitos, desde la extracción de lascas de un núcleo hasta el detalle y retoque de las minúsculas piezas microlíticas.

El posterior análisis biomecánico de los movimientos necesarios para la fabricación de esta industria, mediante software especializado, reveló una serie de posiciones de la mano fundamentales para la obtención de un microlito.

«Las falanges de los dedos neandertales no eran lo suficientemente largas como para que el reparto de fuerzas necesario no hubiera sido eficiente durante la fabricación de microlitos», apunta Francia Patiño, coautora y en ese momento alumna del Máster de Neurociencia de la UCM.

Los resultados apoyan recientes propuestas sobre el origen del arte en nuestra especie basadas en modelos de la psicología que establecen que la principal razón por la que otros homínidos no dejaron muestras de arte se encuentra en sus menores habilidades manuales, más que en la ausencia o presencia de una capacidad mental.

Además de la UCM, en el estudio participan miembros de Paleorama y la Universidad Isabel I de Burgos.

La increíble odisea que llevó al hombre a conquistar el mundo


ABC.es

  • Un extenso y detallado retrato de genes humanos de poblaciones normalmente no estudiadas ha permitido averiguar mucho más acerca de cómo el humano logró extenderse por todos los continentes desde África
  • Además ha permitido averiguar cómo los cambios climáticos del pasado se convirtieron en motor de las migraciones
 Dos grandes teorías enfrentadas reconstruyen el pasado del hombre. Una dice que una gran oleada salió de África, la otra sostiene que hubo varias - NATURE

Dos grandes teorías enfrentadas reconstruyen el pasado del hombre. Una dice que una gran oleada salió de África, la otra sostiene que hubo varias – NATURE

La historia recuerda que el viaje está grabado en los genes. La prueba es que hace decenas de miles de años los hombres abandonaron su hogar, en África, y caminaron por todos los continentes de la Tierra, sin detenerse jamás ante los glaciares, los desiertos, las montañas, o los océanos. Aquel apasionante viaje llevó a los humanos adonde están hoy, pero en muchos casos el fracaso hizo desaparecer pueblos enteros y solo dejó un triste testimonio de huesos.

Pero gracias a los avances que se están produciendo en las técnicas de secuenciación de genomas, los científicos pueden acceder cada vez mejor a las historias que quedaron grabadas en la biología del ser humano. Esto ha llevado a que este miércoles se hayan publicado cuatro artículos en la prestigiosa revista Nature en los que se trata de recordar cómo ocurrió aquello.

«Estos estudios llenan algunos huecos del puzzle de la historia humana», han escrito Serena Tucci y Joshua M. Akey en un artículo de análisis de las investigaciones presentadas en Nature. Gracias a un trabajo muy extenso con 270 poblaciones de todo el mundo, incluyendo a algunas que normalmente no han sido muy estudiadas, la diversidad genética de los grupos ha permitido descubrir nuevas cosas sobre el pasado del hombre.

Esto es importante, porque los científicos están sumidos actualmente en un intenso debate. Unos sostienen que hace unos 40.000-80.000 años los africanos dejaron atrás el continente y que desde allí se extendieron por el resto del mundo. Pero otros creen que hubo varias oleadas de migración: una primera, hace 120.000-130.000 años, que les permitió llegar a Asia y Australasia, caminando a través de la Península Arábiga y la India, y una segunda, que les permitió llegar a Europa y al Mediterráneo oriental más tarde.

Algunos investigadores creen que hubo al menos dos grandes migraciones desde África- NATURE

Algunos investigadores creen que hubo al menos dos grandes migraciones desde África- NATURE

El hecho de que un modelo y no otro sea el más cercano a la realidad, al final implica encontrar una explicación a cómo se mezclaron los genes humanos con sus parientes cercanos, los neandertales y los denisovanos. También permitiría entender si, efectivamente, los aborígenes australianos se separaron de los africanos antes que los pobladores de Eurasia, lo que significaría que estos tienen un origen más antiguo que el resto.

Además, uno y otro modelo de migraciones podrían ayudar a entender por qué la variabilidad genética de los humanos de algunas regiones fue menor a la de otros lugares (lo que es muy importante en el proceso de la evolución), o si hay algunos hombres actuales que representan mejor a sus ancestros que otros.

Los cuatro estudios presentados en Nature han hecho su pequeña contribución a la historia del hombre. La investigación dirigida por David Reich ha secuenciado el genoma de 300 personas de 142 poblaciones normalmente no muy estudiadas en estudios de variación humana. Han apoyado la idea de que hubo una gran oleada migratoria desde África, y que la población que dio lugar a los humanos de hoy en día dejó el continente hace unos 200.000 años. Además, sostienen que desde entonces la tasa de mutación auementó en un 5 por ciento entre los no africanos.

Por su parte, el equipo de Eske Willerslev ha secuenciado los genomas de 83 aborígenes australianos y de 25 personas de las tierras altas de Papúa Nueva Guinea. Esto, que de por sí solo ya les ha permitido convertirse en el estudio más importante de los genomas de esta poblaciones australianas, sugiere que los aborígenes ocuparon el continente durante mucho tiempo. Y que sus orígenes son más antiguos que los de los demás pobladores actuales.

La investigación de Luca Pagani y Mait Metspalu, estudió 379 genomas de 125 poblaciones, sobre todo europeas, y descubrió que al menos el 2 por ciento de los genes de los papuanos modernos proviene de un ancestro que se separó de África antes que los euroasiáticos. Esto apoya la idea de que hubo varias oleadas de humanos saliendo de África, y la antigua procedencia de los aborígenes.

El papel de los cambios climáticos

Además, una investigación dirigida por Axel Timmermann y Tobias Friedrich ha establecido un vínculo directo entre varios cambios climáticos pasados y un conjunto de oleadas migratorias que salieron de África hace unos 125.000 años (por lo que apoyan también la idea de que hubo varias migraciones). Según su modelo, varias glaciaciones provocaron migraciones a través de la península arábiga y el Mediterráneo oriental. Además, su trabajo apoya la idea de que el humano llegó al mismo tiempo al sur de China y a Europa, hace unos 80.000 años.

Tal como ha aclarado esta investigación, aunque no resulta sencillo relacionar el clima pasado con el humano pretérito, hay casos en los que este vínculo es claro. Por ejemplo, hace unos 12.000-5.000 años el actual desierto del Sáhara estaba cubierto de vegetación, bosques, lagos y ríos. Por eso en la región se han encontrado restos de actividad humana hasta hace unos 5.000 años, momento en el que los cambios en la órbita de la Tierra trastocaron el régimen de lluvias de la zona.

Parece claro que los genes son poderosas herramientas para acercarse al pasado del hombre. Pero tienen sus límites. No se puede olvidar la complejidad de la historia humana, reflejada en la diversidad de lenguas, restos arqueológicos y linajes genéticos encontrados hoy en día. Solo una ciencia armada con muchas disciplinas, como la arqueología, la antropología, la genética y la climatología, puede tratar de entender el pasado del hombre. Ese gran viajero que caminó por todos los continentes.

Los homínidos fueron un banquete para las hienas hace 500.000 años


El Mundo

Marcas dentales en el fémur de un homínido de hace 500.000 años. C. Daujeard PLOS ONE

Marcas dentales en el fémur de un homínido de hace 500.000 años. C. Daujeard PLOS ONE

La mordedura de grandes carnívoros, posiblemente hienas, aún puede observarse en el fémur de un homínido de hace 500.000 años que se ha encontrado en una cueva de Marruecos, cerca de la ciudad de Casablanca. Su descubrimiento permite entender mejor cómo interaccionaban los humanos y estos animales durante el Pleistoceno Medio, cuando ambos ocupaban las mismas áreas y debían competir por espacios y recursos comunes para sobrevivir.

Las señales sobre el hueso, que perteneció a un Homo rhodesiensis, no permiten saber si fue un acto de depredación o si las hienas calmaron su hambre poco después de la muerte del homínido. En cualquier caso, es la primera vez que se prueba que los humanos pudieron servir como alimento a este tipo de animales en esa zona de Marruecos durante el Pleistoceno Medio. En otros lugares del mundo, sin embargo, este comportamiento ya era conocido.

«Se han descubierto numerosos restos humanos del Plio-Pleistoceno con marcas dentales en las cuevas que las hienas usaban como madrigueras. Sin embargo, existen pocas pruebas de esta confrontación directa, con daños óseos tan graves o incluso letales», explica a EL MUNDO Camille Daujeard, del Museo Nacional de Historia Natural de Francia y autora del artículo que acaba de publicar la revista PLOS ONE. La investigadora cita más ejemplos: «Que yo sepa, hay dos casos muy extraños en los que restos de cráneos humanos de esa época muestran agujeros separados por la misma distancia que los colmillos de un leopardo«.

Las hienas no eran las únicas que se alimentaban de homínidos pero sí las que dejaron un rastro más fácil de seguir. Así lo explica Daujeard: «Los restos humanos encontrados ponen de manifiesto que las hienas fueron los únicos grandes carnívoros de África, Europa y Asia que acumulaban de forma regular grandes cantidades de huesos, sobre todo en las cuevas, pero eso no implica que fueran los mayores consumidores de homínidos durante el Plio-Pleistoceno».

De cazados a cazadores

Hasta ahora se había demostrado que en regiones cercanas a la cueva Grotte à Hominidés, donde se encontró el fémur, eran los propios humanos los que cazaban y se alimentaban de carnívoros. Los autores del estudio sugieren que, en función de las circunstancias, los homínidos podrían actuar como cazadores o carroñeros. ¿Qué hizo que al final se decantasen por este primer papel? «Hace 500.000 años, en el noroeste de África, los humanos eran buenos cazadores, pero aún no manejaban el fuego. La fabricación de armas les pudo haber facilitado el acceso a las presas», dice Daujeard. «Sabemos que los homínidos eran bastante capaces de cazar grandes presas, incluso de desalojar a algunos carnívoros de sus hábitats; con todo, algunas de estas confrontaciones pudieron haber tenido un desenlace fatal», añade. Como le sucedió al dueño de aquel fémur, hoy convertido en una ventana abierta al pasado.

¿Matamos a los neandertales de un contagio?


ABC.es

  • Un nuevo estudio sugiere que los humanos modernos pudimos infectarles con enfermedades que trajimos de África, lo que contribuyó a su desaparición

 

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La extinción de los neandertales de Europa hace unos 40.000 años es uno de los misterios más grandes de la evolución humana. Varias son las teorías que intentan explicar su desaparición de la faz de la Tierra, desde una inteligencia menor en competencia con el hombre moderno, a factores climáticos, una alianza del Homo sapiens con los lobos para la caza o incluso la práctica del canibalismo en tiempos de escasez. Un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de las universidades de Cambridge y Oxford Brookes sugiere que pudimos ser nosotros quienes acabamos con la otra especie humana inteligente… sin querer. El artículo, publicado en la revista American Journal of Physical Anthropology, plantea la hipótesis de que los sapiens infectaron a los neandertales con enfermedades que llevaron consigo en su viaje fuera de África. Resulta que como ambas eran especies de homínidos, habría sido más fácil para los patógenos saltar entre poblaciones. Y para los neandertales habría resultado fatal.

Nuestros antepasados se cruzaron varias veces con los neandertales (el encuentro más antiguo que se conoce sucedió hace 100.000 años en Oriente Medio) y tuvieron descendencia, motivo por el que todos, menos los africanos, tenemos hasta un 4% de la marca neandertal en nuestro ADN. Algunos de los genes que intercambiaron en esos encuentros están asociados con enfermedades. Existen evidencias de que los seres humanos se beneficiaron de la recepción de componentes genéticos a través de los cruces, que los protegían de algunas de ellas, como la sepsis bacteriana -infección de la sangre por heridas- y la encefalitis provocada por garrapatas que habitan en los bosques de Siberia. De igual forma, también se conoce que otros homínidos pasaron virus a los humanos mientras todavía estaban en África. Por lo tanto, según los investigadores, tiene sentido suponer que los seres humanos podrían, a su vez, haber transmitido enfermedades a los neandertales. Y si nos apareamos con ellos, probablemente lo hicimos.

Charlotte Houldcroft, de la División de Antropología Biológica de Cambridge, apunta que muchas de las infecciones que podrían haber pasado de los seres humanos a los neandertales, como la tenia, la tuberculosis, las úlceras de estómago y algunos tipos de herpes, son males crónicos que habrían perjudicado la caza y la recolección entre los neandertales, haciéndolos más débiles y menos capaces, por tanto, de encontrar alimentos, lo que podría haber provocado la extinción de la especie.

«Los seres humanos que migraron fuera de África habrían sido un importante reservorio de enfermedades tropicales», dice Houldcroft. «Para la población neandertal de Eurasia, exponerse a esos nuevos patógenos pudo haber sido catastrófico». Los neandertales vivían en grupos pequeños, de entre 15 y 30 miembros, así que la enfermedad habría estallado esporádicamente, sin ser capaz de llegar muy lejos. Por este motivo, la investigadora no cree que los contagios se produjeran como tras la llegada de Colón a América, cuando se diezmaron las poblaciones nativas. «Es más probable que cada pequeño grupo de neandertales tuviera su propia infección desastrosa, lo que debilita el grupo y inclina la balanza en contra de la supervivencia», dice.

Úlceras y herpes

Las enfermedades infecciosas se expandieron con el amanecer de la agricultura hace unos 8.000 años, ya que las poblaciones humanas, cada vez más densas y sedentarias, coexistían con el ganado, creando el caldo de cultivo perfecto para que las enfermedades se propagasen. De hecho, los investigadores creen que muchas consideradas tradicionalmente zoonosis, transferidas por los animales a los seres humanos, como la tuberculosis, fueron en realidad transmitidas por los humanos al ganado en primer lugar.

Los investigadores describen la Helicobacter pylori, una bacteria que causa úlceras estomacales, como el principal candidato para una enfermedad que los seres humanos pudieron haber pasado a los neandertales. Se estima que los sapiens se infectaron en África por primera vez hace de 88.000 a 116.000 años. Otro candidato es el virus que causa el herpes genital, transmitido a los humanos en África hace 1,6 millones de años por otro homínido desconocido, que a su vez lo adquirió de los chimpancés. Esto muestra que las enfermedades podrán saltar entre las especies de homínidos. El virus del herpes se transmite por vía sexual y por medio de la saliva.

«Es probable que una combinación de factores provocara la desaparición de los neandertales -concluye Houldcroft- y las evidencias dicen que la propagación de enfermedades fue muy importante».