La oposición de Saturno y la llegada del verano


El Mundo

El verano astronómico se iniciará en el Hemisferio Norte el día 21 de junio a las 6.24h hora peninsular (5.24h en Canarias), momento en el que el Sol se encontrará exactamente en el Trópico de Cáncer. Ese día, el más largo del año, durará en Madrid 15 horas y 3 minutos, mientras que la noche apenas llegará a las 9 horas. En el solsticio de verano, al mediodía, el Sol alcanza su máxima elevación sobre el horizonte. Esta posición tan alta no cambia apreciablemente durante varios días, y de ahí proviene el término solsticio que significa Sol quieto.

El plenilunio tendrá lugar el día 9 en la constelación de Sagitario, mientras que el novilunio será el 24 con nuestro satélite en Cáncer. La Luna se encontrará en el apogeo (punto de mayor distancia a la Tierra) el día 8, a 406.406 kilómetros de distancia, y en el perigeo (punto de mayor acercamiento a la Tierra) el día 23, a 357.931 kilómetros.

Este mes tendremos a Venus como lucero matutino y a Júpiter como lucero vespertino, ambos muy brillantes dominando el cielo al amanecer y al atardecer, respectivamente. Marte también será visible al atardecer hasta mediados de mes.

Pero el planeta protagonista del mes será Saturno, que se observará durante toda la noche, del Este al Oeste y todas las noches del mes. El gigante de los anillos pasará por la oposición el jueves 15 de Junio en la constelación de Ofiuco. Esa noche será la mejor para observarlo, pues se encontrará a su distancia mínima a la Tierra y con una iluminación solar frontal. En esa noche, Saturno recorrerá toda la bóveda celeste levantándose por el Este, justo cuando se ponga el Sol, para acostarse por el Oeste al amanecer. Esta oposición es particularmente interesante para observarlo pues los anillos se encuentran ahora con una inclinación máxima respecto de la visual, mostrándonos todos sus detalles y las divisiones entre ellos, en una configuración que tan solo sucede cada 15 años.

Pero, aunque Saturno se encuentre a su distancia mínima, aún así, se trata de una distancia enorme: unos 1.350 millones de kilómetros (la luz tarda unos 75 minutos en recorrer esta distancia). Por lo que ni siquiera en ese día es posible admirar sus anillos a simple vista, ni con unos prismáticos normales. Para ver los anillos y las grandes bandas nubosas que recorren la superficie del planeta hay que recurrir a un telescopio que tenga al menos 30 aumentos. Con un gran telescopio se pueden distinguir también las divisiones entre los anillos y las numerosas lunas (entre ellas Titán) que rodean al planeta. A simple vista, podremos observar una bella estampa el viernes 9 y el sábado 10, tras el crepúsculo, a eso de las 22h, cuando Saturno se encontrará muy próximo a la luna llena.

Finalmente, les proponemos otra cita con el cielo en la madrugada de los días 20 y 21 del mes, a eso de las 5.30h en Madrid, por el horizonte Este, cuando Venus se encontrará muy cerca del delicado filo de la luna menguante y las Pléyades serán también observables un poco más a la izquierda según miramos al cielo. El inicio del verano es un buen momento para disfrutar de las noches y contemplar el firmamento, las horas de oscuridad no son muchas, pero amables por las suaves temperaturas que invitan a disfrutar del aire libre y del cielo nocturno.

*Rafael Bachiller es astrónomo y director del Observatorio Astronómico Nacional (IGN).

Ole Rømer, el astrónomo que ‘trajo’ la velocidad de la luz desde Júpiter


El Mundo

14810682221815

Una noche de 1676, mientras observaba las lunas de Júpiter, el astrónomo danés Ole Christensen Rømer (Århus, 1644 – Copenhague, 1710) cayó en la cuenta de que el lapso de tiempo que transcurre entre los eclipses de Júpiter con sus lunas era más corto cuando la Tierra se movía hacia Júpiter, y más largo cuando ésta se alejaba.

Usando los dibujos que Rømer utilizó en sus investigaciones como base, Google conmemora el 340 aniversario de la determinación de la velocidad de la luz con un simpático ‘doodle’ en el que aparecen representados el Sol, la Tierra, Júpiter y su satélite Ío. Tras observar con un telescopio el movimiento de este último, estimó que la luz tardaba 22 minutos en cruzar el diámetro de la órbita de la Tierra, aunque las estimaciones modernas se aproximan más a los 17 minutos.

Al pulsar sobre el icono de ‘play’ tras el que se oculta el planeta, aparece una secuencia en la que el astrónomo camina de un lado a otro en actitud pensativa, meditando sobre el enigma que en su día ya le quitaba el sueño al mismísimo Galileo y cuya resolución le proporcionó la fama mundial.

Además de convertirse en la primera persona en estimar la verdadera velocidad de la luz, con un valor de 214.000 km/s, a Rømer también se le deben diversos inventos: desde un micrómetro para observar eclipses hasta el telescopio meridiano. Del mismo modo, también inventó el grado Rømer, ideado en 1701, una escala de medida de temperatura que hoy ya ha caído en desuso.

Un mecanismo desconocido hace que los planetas regulen el ciclo solar


ABC.es

  • Según un estudio publicado hoy, la gravedad de la Tierra, Venus y Júpiter bastaría para generar una débil oscilación en el Sol de gran importancia para la aparición de manchas y tormentas solares
 Cada 11.07 años, el Sol, Venus, Júpiter y la Tierra se alinean. Proponen que podrían influir en la actividad del Sol - NASA/SDO

Cada 11.07 años, el Sol, Venus, Júpiter y la Tierra se alinean. Proponen que podrían influir en la actividad del Sol – NASA/SDO

El ciclo de actividad solar es un fenómeno que se repite cada 11 años y del que depende la cantidad de manchas solares que aparecen sobre la superficie de la estrella. Como estas manchas están más frías que el entorno, este ciclo influye también en la cantidad de calor que llega a la Tierra. Aún hay muchas cosas por aprender sobre este complejo mecanismo, pero hoy en día se considera que depende del campo magnético solar.

Según un estudio publicado hoy en la revista «Solar Physics» por investigadores del «Helmholtz-Zentrum Dresden-Rossendorf» (HZDR), la atracción gravitatoria que resulta de la alineación de Venus, Júpiter y la Tierra influye en la actividad del Sol.

«Cada 11.07 años, el Sol, Venus, Júpiter y la Tierra se alinean», ha explicado en un comunicado Frank Stefani, primer autor del estudio e investigador en el HZDR. «Nos preguntamos si eso era una coincidencia, o si el ciclo solar está relacionado con el ciclo de conjunción u oposición de estos tres planetas».

Esta pregunta no es nueva, pero en el estudio presentado hoy por los investigadores se propone un nuevo mecanismo que en teoría es capaz de explicar esta influencia.

El Sol es una dinamo en la que el movimiento de las partículas cargadas del plasma generan un campo magnético. Este campo es creado por la llamada dinamo alfa-omega, un mecanismo que cada once años provoca que los polos del sol se inviertan (el Norte pasa al Sur y viceversa) y que además está relacionado con el ciclo de actividad solar. Este fenómeno provoca que la cantidad de manchas y de explosiones alcance tasas mínimas y máximas también cada 11 años.

Pero tal como ha averiguado el equipo de Stefani, este fenómeno de dinamo alfa está influido por ciertas oscilaciones que podrían provenir de los débiles efectos de marea de los planetas.

«Nuestros cálculos muestran que la atracción gravitatoria de los planetas actúa como una influencia externa. Esta oscilación en el efecto alfa, que se activa casi cada 11 años, podría causar la inversión de la polaridad del campo magnético solar y, finalmente, dictar el ciclo de 22 años de actividad de la dinamo solar», ha explicado Stefani.

La NASA descubre siete grandes géiseres de agua en la luna Europa de Júpiter


ABC.es

  • Forma parte de ese pequeño grupo de lunas del Sistema Solar en las que podría haberse desarrollado la vida

13940477754024

Desde que la NASA anunció hace unos días que se disponía a hacer un «sorprendente anuncio» sobre Europa, una de las lunas más esperanzadoras de Júpiter, la expectación no ha dejado de crecer. Europa, en efecto, forma parte de ese pequeño grupo de lunas del Sistema Solar en las que podría haberse desarrollado la vida. La corteza de Europa consiste en una gruesa capa de hielo de agua, bajo la que se cree que existe un gran océano subterráneo.

[Así han contado en ABC.es en directo el anuncio de la NASA]

La rueda de prensa se llevó a cabo para explicar los últimos hallazgos, obtenidos a partir de una serie de imágenes del Telescopio Espacial Hubble. Aunque para empezar, los investigadores, saliendo al paso de los rumores que han asaltado estos días internet, han explicado que el anuncio no tiene nada que ver con la detección de vida en Europa, aunque sí con sus océanos subterráneos. «Antes de poder enviar una misión a Europa -explicaron los científicos- pasará mucho tiempo. Por eso, para verlo ahora hemos recurrido al Hubble».

Nuevos géiseres de agua han sido descubiertos en Europa, nuevas evidencias de que bajo sus hielos se esconde un enorme océano global, similar al descubierto en Encélado, un satélite de Saturno que también está cubierto por una gruesa capa de hielo. El hallazgo fue hecho en el hemisferio sur del satélite joviano, y para descubrir los géiseres, que alcanzan hasta 200 km. de altura, hubo que llevar las capacidades de detección del Hubble hasta el límite. Las nuevas imágenes sugieren que los géiseres se producen durante su órbita alrededor del gigantesco Júpiter, al que, como nuestra Luna, está «anclado» gravitatoriamente, lo cual significa que siempre ofrece la misma cara al planeta. Siete géiseres han sido descubiertos en total.

La observación incrementa, según los investigadores, las posibilidades de que la NASA se decida a enviar pronto una misión específica para estudiar de cerca la enigmática luna joviana.

«El océano subterráneo de Europa está considerado como uno de los lugares más prometedores del Sistema Solar para albergar vida -afirmó Geoff Yolder, administrador asociado de la NASA-. Estos géiseres, si realmente están ahí, pueden proporcionarnos otra forma de obtener muestras del subsuelo de Europa».

Con sus cerca de 200 km. de altura, los chorros, presumiblemente, vuelven a depositar su contenido sobre la superficie del satélite en forma de lluvia. Se estima que el océano global subterráneo de Europa contiene más del doble de agua que la suma de todos los océanos terrestres. Pero toda esa agua está oculta y protegida por una capa de hielo extremadamente frío y duro y cuyo grosor se desconoce, aunque algunas investigaciones apuntan a que podría llegar a tener hasta 100 km. Por eso, los géiseres constituyen una posibilidad tentadora para obtener muestras del océano subterráneo sin necesidad de perforar la superficie.

El equipo de científicos, capitaneado por William Sparks, del Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial (STScl) observó los géiseres «como largos dedos que se proyectaban al espacio» mientras la Luna pasaba frente al planeta gigante.

El propósito original de los investigadores era determinar las características de la atmósfera de Europa. Utilizando los mismos métodos que permiten detectar atmósferas alrededor de planetas alrededor de otras estrellas, el equipo se dio cuenta de que había vapor de agua procedente de la superficie.

«La atmósfera de un planeta extrasolar bloquea parte de la luz de la estrella que tiene detrás -explica Sparks-. Si existe una delgada atmósfera alrededor de Europa, ésta tendría el potencial de bloquear, del mismo modo, parte de la luz de Júpiter, y nosotros veríamos eso como una silueta».

En diez ocasiones diferentes a lo largo de 15 meses de trabajo, los investigadores observaron cómo Europa pasaba frente a Júpiter. Y pudieron ver los géiseres en plena actividad en tres de esas ocasiones. El trabajo constituye una nueva y sólida evidencia de la presencia de géiseres de agua en Europa. En 2012, otros científicos ya habían detectado evidencias de vapor de agua surgiendo de la superficie de la luna helada y alcanzando unos 160 km. de altura. Ahora, aunque utilizando un método diferente, los científicos de la NASA han reforzado esa conclusión. Sin embargo, para confirmar definitivamente el hallazgo se necesita más resolución de la que puede aportar el Hubble.

Si los resultados se confirman de forma definitiva, Europa se convertirá en la segunda luna del Sistema Solar con géiseres activos de vapor de agua. En 2005, en efecto, la sonda Cassini ya confirmó su existencia en la luna de Saturno Encélado.

En el futuro, los científicos podrán utilizar la visión infrarroja del nuevo telescopio espacial James Webb, que será lanzado e 2018, para confirmar esta «actividad de ventilación» en Europa. Al mismo tiempo, la NASA planea ya una misión específica para confirmar la existencia de los géiseres y estudiarlos más de cerca. Aunque eso llevará más tiempo.

«Las capacidades únicas del Hubble para observar estos chorros -afirmó Paul Hertz, director de la división de Astrofísica de la NASA en Washington-, demuestra una vez más la habilidad del telescopio espacial para llevar a cabo observaciones para las que no había sido programado. Esta observación abre todo un mundo de posibilidades, y ahora no tenemos más remedio que esperar a que futuras misiones, y el telescopio espacial James Webb, aporten nuevos datos a este excitante descubrimiento».

La sonda Juno completa con éxito la mayor aproximación a Júpiter


ABC.es

  • La nave espacial, lanzada hace cinco años por la NASA, realizará un total de 36 acercamientos
 Recreación de la sonda Juno sobrevolando Júpiter - NASA

Recreación de la sonda Juno sobrevolando Júpiter – NASA

La sonda espacial Juno ha completado con éxito, a las 13.44 horas GMT (14.44 hora peninsular), la que será la mayor aproximación a Júpiter de las 36 que se esperan que complete. En ellas, buscará encontrar los hasta ahora desconocidos secretos del planeta gaseoso.

«Los primeros datos de telemetría tras la aproximación indican que todo funcionó tal y como estaba previsto y Juno funciona a toda máquina» ha afirmado Rick Nybakken, director del proyecto Juno en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA en Pasadena, California.

La misión, capitaneada por la NASA, ha logrado así uno de los mayores logros que se esperaba alcanzar con ella, tras haber lanzado la sonda al espacio el pasado 5 de agosto de 2011. La misión completará las aproximaciones, tal y como se prevee, en febrero de 2018.

«Estamos recibidiendo algunos datos intrigantes en este momento. Nos tomará días para que tengamos toda la información científica recopilada por la sonda y aún más para comenzar a comprender lo que Juno y Júpiter están tratando de decirnos», ha explicado Scott Bolton, el principal investigador de la misión Juno en el Southwest Research Institute de San Antonio, Texas. «Estamos en una órbita en la que nadie nunca ha estado antes, y estas nuevas imágenes nos dan una nueva perspectiva sobre este gigantesco planeta gaseoso» ha concuido.

En el momento en el que más cerca estuvo Juno de Júpiter se encontraba a una distancia de unos 4.200 kimóteros de sus nubes, viajando a una velocidad de 208.000 kilómetros por hora.

Un viaje de récords espaciales

El pasado 4 de julio, la sonda Juno llegó a la órbitra de Júpiter, siendo la primera vez en la historia en la que una nave lograba acercarse tanto al planeta, récord batido hoy mismo tras este acercamiento.

La sonda espacial Juno está diseñada para estudiar la atmósfera del quinto planeta de nuestro sistema solar, así como su origen, su estructura y formación. Entre las cosas que se van a intentar averiguar con estas aproximaciones encontraríamos conocer el núcleo del planeta, el agua que está presente en la atmósfera, su masa y sus vientos, que pueden llegar a alcanzar hasta los 618 kilómetros por hora.

La nave, del tamaño de una cancha de baloncesto, está capacitada para poder operar dentro de la radiación que emite Júpiter. Viajando sin tripulación, nos ofrecerá las imágenes con mayor resolución hasta la fecha de este planeta, permitiéndonos incluso, por primera vez, conocer lo que se encuentra debajo de la masa de nubes que cubren su atmósfera.

El viaje que describe Juno alrededor del planeta está siguiendo la órbita polar, porque así se puede proteger mejor a la sonda de la radiación que emana del planeta.

La misión Juno llega a Júpiter para revelar los secretos del origen del Sistema Solar


ABC.es

  • Después de cinco años y 2.800 kilómetros de viaje, la nave de la NASA emprenderá en la madrugada de este martes (hora española) la maniobra para situarse en órbita en torno al gigantesco planeta
 Ilustración de la misión Juno de la NASA - NASA

Ilustración de la misión Juno de la NASA – NASA

El rey de los dioses romanos, Júpiter, ocultaba sus travesuras tras un velo de nubes. Solo su esposa, Juno, era capaz de ver a través de ellas y descubrir su auténtica esencia. Del mismo modo, una nave de la NASA bautizada con el nombre de esta diosa está a punto de llegar al mayor planeta del Sistema Solar para revelar los secretos que oculta bajo la misteriosa capa de franjas multicolores que lo envuelve. En el caso de los científicos, su interés por Júpiter no se debe a los pecadillos de la principal de las divinidades de la antigua Roma, sino por cuanto pueda contar de sí mismo y de los orígenes del Sistema Solar este gigantesco astro.

Después de un viaje de casi cinco años en el que habrá recorrido 2.800 millones de kilómetros, la nave Juno alcanzará el entorno de Júpiter a las 5:18 de la madrugada de este martes (según el horario peninsular español) e iniciará la maniobra para ponerse en órbita.

Otros artefactos creados por el hombre han explorado Júpiter y sus lunas –en especial la sonda Galileo, que en 1995 alcanzó su atmósfera y se convirtiría en la primera en orbitarlo–, pero nunca hasta ahora se habían acercado tanto. Juno llegará a estar a algo más de 4.000 kilómetros de sus nubes para poder realizar las mediciones encomendadas. Hasta febrero de 2018 completará 37 órbitas, siendo además la primera en hacerlo de polo a polo.

El primer planeta

La misión, perteneciente al programa Nuevas Fronteras y en la que se han invertido 1.100 millones de dólares (cerca de mil millones de euros), pretende comprender el origen y la evolución de Júpiter, que por su tamaño y composición se considera el primer planeta que se formó en torno al Sol. Bajo su espesa cubierta nubosa, los científicos esperan hallar respuestas sobre los procesos y condiciones que gobernaron el Sistema Solar durante su formación y conocer cómo se generan los sistemas planetarios en torno a otras estrellas.

Júpiter se presenta como una gigantesca bola gaseosa, con un diámetro once veces el de la Tierra y una masa 300 veces mayor, compuesta sobre todo a base de hidrógeno y helio, como el Sol. Según lo que se sabe hasta ahora, el planeta se habría formado en los primeros millones de años que siguieron a la creación de nuestra estrella, a partir de los gases ligeros sobrantes que quedaron a su alrededor.

Sin embargo, a pesar de los hallazgos de la sonda Galileo, persisten grandes incógnitas sobre el origen de Júpiter y sus características. Juno tratará de averiguar ahora si tiene un núcleo sólido, trazará un mapa de su intenso campo magnético, medirá la cantidad de agua y amoniaco en su atmósfera profunda y observará las impresionantes auroras que generan en los polos magnéticos las partículas cargadas de energía al entrar en contacto con los átomos de gas del planeta.

Para recoger los datos, la nave va equipada con una serie de sofisticados instrumentos. Entre ellos, un radiómetro de microondas para medir la cantidad de agua en la atmósfera; un sistema de telecomunicaciones que elaborará un mapa gravitacional del planeta con el que se podrá conocer su estructura interna; un magnetómetro que trazará un detallado mapa de su campo magnético, y un equipo de sensores que detectará los electrones e iones que generan las auroras.

«Empleamos todas las técnicas conocidas para ver a través de las nubes de Júpiter y revelar los secretos que guarda de la historia temprana de nuestro sistema solar», ha señalado el investigador principal de la misión, Scott Bolton, del Southwest Research Institute de San Antonio (Texas).

El momento crítico

En la maniobra de inserción en la órbita, la sonda experimentará uno de los mayores frenazos en la historia de la humanidad, puesto que en su aproximación habrá alcanzado más de 200.000 kilómetros por hora al ser atraída por la poderosa gravedad de este descomunal planeta, siendo así uno de los artefactos más veloces creados jamás por el hombre.

El momento crítico durará tan solo 35 minutos y consistirá en el encendido del motor principal de la nave para contrarrestar su impetuosa marcha con una fuerza en sentido contrario y lograr que empiece a orbitar.

No obstante, si supera esta fase, las dificultades no acabarán ahí. Júpiter cuenta con un campo magnético 20.000 veces más potente que el de la Tierra, que se extiende por una vasta región espacial conocida como magnetosfera. Partículas cargadas quedan atrapadas en un intenso cinturón de radiación que Juno deberá atravesar en las 37 órbitas que describirá durante el año y medio que durará la fase científica. Por ello los aparatos electrónicos van protegidos de las radiaciones por una cámara acorazada.

Grandes paneles solares

Por otra parte, es la primera nave alimentada con energía solar que llega tan lejos y, puesto que la órbita de Júpiter está cinco veces más alejada del Sol que la de la Tierra, la insolación que recibe es 25 veces menor que en nuestro planeta. Para aprovecharla al máximo lleva tres paneles solares que abarcan 20 metros desplegados, como una cancha de baloncesto, con 19.000 células un 50% más eficientes y resistentes a la radiación que las de las misiones de hace dos décadas.

Aparte del instrumental, en la nave viajan tres pequeñas figuras de Lego: una del dios Júpiter, otra de la diosa Juno y una tercera de Galileo Galilei, el científico italiano que observó el planeta en el siglo XVII y descubrió sus cuatro grandes lunas. Esta pequeña «tripulación» responde a un programa conjunto de la NASA y la compañía juguetera para motivar a los niños en áreas como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

También se ha incorporado una cámara que ofrecerá imágenes con una resolución de 25 kilómetros por píxel, con el propósito de acercar al público en general una visión de Júpiter que no había sido posible hasta ahora.

Dos eclipses, el mejor momento para ver Júpiter y el inicio de la primavera


El Mundo

0_5z9w7g6h

Llegamos al final del invierno en el Hemisferio Norte. La primavera en este hemisferio comenzará el domingo 20 de marzo a las 4h30m, hora peninsular, 3h30m en Canarias. Naturalmente, en ese mismo momento, comenzará el otoño en el Hemisferio Austral. Esta estación durará 92 días y 18 horas y finalizará el 21 de junio con la entrada del verano en el Norte y del invierno en el Sur. En los equinoccios, el día tiene una duración muy aproximadamente igual a la de la noche: 12 horas. Entonces, los dos polos de la Tierra están a la misma distancia del Sol y sólo una mitad exacta de la Tierra está iluminada. En esos días de los equinoccios el Sol nace exactamente por el punto Este y se pone exactamente por el punto Oeste. En los polos terrestres el día del equinoccio es muy especial. En el Polo Norte se pasa de un periodo de 6 meses de noche a un periodo de 6 meses de día. Allí, el día 20, el Sol aparecerá después de 6 meses de noche, será visible durante 12 horas como medio disco rasante sobre el horizonte, y no volverá a esconderse hasta el equinoccio de otoño.

Además, en este mes tendrá lugar el cambio al horario de verano que, como es habitual y de acuerdo con las directrices europeas, se realiza en la madrugada del último domingo de marzo. A las 2 horas de la madrugada, hora peninsular, del domingo 27 deberemos adelantar todos nuestros relojes para ponerlos a las 3h. El día 27 será, por tanto, especialmente corto pues tendrá oficialmente 23 horas.

El plenilunio tendrá lugar el 23 de marzo con nuestro satélite en Virgo. Esta luna llena, la última del invierno, se suele llamar ‘Luna de la Cuaresma’, ‘Luna del cuervo’ o ‘Luna de la savia’. El novilunio tendrá lugar el día 9 en la constelación de Acuario. El perigeo (posición de mínima distancia Tierra-Luna) tendrá lugar el día 10 con la Luna a 359.521 kilómetros de la Tierra, y el apogeo (máxima distancia) el día 25, con nuestro satélite a 406.109 kilómetros de la Tierra.

El día 8 Júpiter se encontrará en oposición. Esto significa que Júpiter, la Tierra y el Sol se situarán sobre la misma línea recta. En esta configuración, Júpiter se encuentra lo más cerca posible de nuestro planeta, pero, aún así, su distancia supera los 660 millones de kilómetros. Ese día, el gigante gaseoso se levantará según se acueste el Sol y atravesará la bóveda celeste para acostarse al amanecer. En la mitad de la noche se encontrará a unos 50 grados de elevación en condiciones inmejorables para su observación desde España. Con unos buenos prismáticos o un pequeño telescopio será posible observar sus características bandas nubosas, su gran mancha roja y sus cuatro mayores satélites: Io, Europa, Ganimedes y Calisto, que fueron descubiertos por Galileo en 1610. Además de Júpiter, este mes podremos disfrutar de la observación de Marte, Venus y Saturno, que serán nuestros luceros matutinos.

Entre los días 8 y 9 de marzo tendrá lugar un eclipse total de Sol. No será visible desde España, pero será observable desde una estrecha zona que va desde Indonesia, Malasia, hasta el norte del Océano Pacífico. El eclipse se iniciará el 8 de marzo a las 23h19m de Tiempo Universal en el Océano Índico y terminará el día 9 a las 4h34m al norte de Hawái. La duración total del fenómeno será 5 horas y 15 minutos. La zona de totalidad cruzará la isla de Sumatra y seguirá por Borneo para terminar en las Molucas septentrionales. El eclipse total visto desde en el punto máximo del eclipse (que se encuentra en el Pacífico, al sur de las islas Marianas) será de 4 minutos y 10 segundos.

El 23 de marzo tendrá lugar un eclipse penumbral de luna, eclipse que tampoco será visible desde España. La zona en la que será visible se extiende desde Asia, pasando por Australia y el Océano Pacífico para llegar hasta la mayor parte de América. Se iniciará el día 23 a las 9h 41m de Tiempo Universal y terminará a las 13h 54m.

Dado que los eclipses requieren del alineamiento casi perfecto de los tres astros (Sol, Luna y Tierra), y dado que el plano de la órbita de la Luna alrededor de la Tierra está inclinado por unos 5 grados respecto al plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, los eclipses se dan muy pocas veces a lo largo del año: el número anual de eclipses varía entre 4 y 7, incluyendo todos los de Sol y Luna. En muchos casos los eclipses son parciales, los de Luna a veces penumbrales, y visibles desde una fracción de la superficie terrestre. Los eclipses solares se dan cuando la Luna se encuentra en una posición del cielo cercana a la del Sol, en fase de luna nueva. Sin embargo, los eclipses lunares se dan cuando la Luna se encuentra en la dirección opuesta al Sol en fase de luna llena.

(*) Rafael Bachiller es astrónomo y director del Observatorio Astronómico Nacional (IGN).

El Hubble detecta cambios en la Gran Mancha Roja de Júpiter


La Vanguardia

  • El tamaño de la gigantesca tormenta se reduce poco a poco y su forma se vuelve más redonda
 Imagen del planeta Júpiter en la que se observa la Gran Mancha Roja NASA

Imagen del planeta Júpiter en la que se observa la Gran Mancha Roja NASA

La Gran Mancha Roja de Júpiter continúa reduciendo su tamaño y adquiriendo una forma cada vez más circular y menos ovalada. Las imágenes de esta gigantesca tormenta –de un tamaño que englobaría  dos veces el diámetro de la Tierra– se han obtenido con la cámara WFC3 del telescopio espacial Hubble (http://hubblesite.org/) y se han comparado con imágenes previas de misiones como Voyager o Cassini.

Estas imágenes de alta resolución forman parte de los nuevos mapas de Júpiter obtenidos en el primer año de la campaña OPAL, que estudia la evolución de la atmósfera de este planeta, así como las de Urano y Neptuno. Estos primeros resultados de la misión se han publicado en la revista The Astrophysical Journal.

La reducción de tamaño de la Gran Mancha Roja desde 2014 se ha estimado en 240 kilómetros en su eje largo. “Sólo podemos adivinar los motivos por los que se encoge pero, en cuanto a su forma, todas las tormentas que se han observado en Júpiter se acaban haciendo cada vez más circulares”, explica por correo electrónico Amy Simon, de la división de exploración del Sistema Solar del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA y primera firmante del artículo.

“No sabemos cuándo se formó la Gran Mancha Roja, pero se ha seguido de manera casi continua desde 1870, aproximadamente. Y se ha ido encogiendo todo el tiempo. Los modelos matemáticos sugieren que acabará teniendo una forma específica –un poco más redondeada que la actual, pero no redonda del todo– y será más estable”, detalla.

También se han registrado cambios en el color de la mancha que, a pesar de su nombre, es de un anaranjado intenso y en su núcleo, que ha dejado de distinguirse. Como detalla la científica, “el color está relacionado con muchos pequeños remolinos que se ven inmersos en el campo de vientos de la mancha: cada vez que engulle una pequeña tormenta, aparece una nube blanca y si produce muchos remolinos, el color se vuelve más claro. Pero, si no lo hace, el color se vuelve muy intenso”.

Además, las imágenes del Hubble, tomadas el pasado 19 de enero, han permitido describir nuevas estructuras internas de la Gran Mancha Roja, como un filamento, y una onda, situada a 16º latitud norte del planeta. Esta onda es similar a la observada por el Voyager 2 y parece que está causada por una inestabilidad baroclínica, un fenómeno meteorológico que en ocasiones aparece en la atmósfera terrestre cuando se forman los ciclones y, según los modelos analíticos, también se produce en Júpiter.

Su origen puede estar en una capa bajo las nubes y que sólo se hace visible cuando se propaga a la capa superior. Los investigadores realizarán simulaciones numéricas para explicar por qué esta inestabilidad no se observa con frecuencia, a pesar de que las condiciones medioambientales eran similares.

Enlace al artículo original: http://www.spacetelescope.org/static/archives/releases/science_papers/heic1522a.pdf

Nueva misión de la NASA estudiará la luna de Júpiter que podría albergar vida


web

  • La agencia estadounidense ya eligió los nueve instrumentos que irán a bordo de la nave, que analizará la superficie de la luna Europa durante un periodo de tres años

nov_2754

WASHINGTON.- La NASA anunció hoy el inicio oficial del trabajo de su nueva misión, que viajará hasta Júpiter para estudiar una de sus lunas, Europa, el principal cuerpo del Sistema Solar que podría albergar vida, dadas sus condiciones ambientales.

La misión -que aún no tiene nombre- ya seleccionó los nueve instrumentos que irán a bordo de la nave y que buscarán obtener más información sobre la superficie de Europa y sus características.

Datos obtenidos por otra sonda de la agencia (Galileo) indican que bajo la cubierta de hielo encontrada en su superficie habría un océano que podría tener dos veces la cantidad de agua que se encuentra en la Tierra. La tésis es que con agua salada, un fondo marino rocoso y la energía y química del mar, Europa sería la mejor opción para encontrar vida fuera de la Tierra en el Sistema Solar.

La nueva misión consistiría en una sonda que funciona a través de energía solar y que realizaría 45 vuelos cercanos a Europa durante un periodo de tres años, con alturas que irían desde los 25 a los 2.700 kilómetros.

El año pasado la NASA hizo un llamado a universidades y centros de estudio para que presentaran ideas para el instrumental que irá a bordo. Llegaron 33 propuestas y se eligieron nueve, que incluyen magnetómetros para estudiar el grosor del hielo de Europa y la salinidad de su océano y una cámara que mapeará y captará imágenes de la superficie de la luna.

Por ahora no hay una fecha definida para el lanzamiento de la sonda.

Hallan en la Tierra meteoritos procedentes… de la Tierra primitiva


ABC.es

  • Las rocas habrían salido despedidas cuando un cuerpo planetario impactó contra nuestro planeta hace 4.000 millones de años
Archivo ABC | La formación de la Luna, después del impacto de la Tierra con un cuerpo planetario

Archivo ABC | La formación de la Luna, después del impacto de la Tierra con un cuerpo planetario

Sabemos que la Luna se formó hace más de 4.000 millones de años tras el impacto contra la Tierra de un cuerpo planetario del tamaño de Marte. El colosal encontronazo debió, por fuerza, lanzar al espacio miles de escombros de todos los tamaños. Muchos de esos fragmentos de roca formaron la Luna, pero un buen número de ellos debería estar aún por los alrededores y, lo que es más, algunos podrían incluso haber regresado a nuestro planeta, en forma de meteoritos, tras millones de años de vagabundeo espacial.

Ahora, y bajo la dirección del astrónomo Bill Bottke, un grupo internacional de investigadores del Instituto Virtual de Investigación y Exploración del Sistema Solar (SSERVI), de la NASA, ha conseguido encontrar, en una serie de meteoritos rocosos caídos a la Tierra un registro del gigantesco impacto que formó la Luna. Su trabajo está a punto de publicarse en Science.

El mayor impacto conocido en el Sistema Solar interior fue, sin duda, el que dio origen a la Luna. Pero el momento exacto de esa colisión sigue sin conocerse con exactitud, y las edades de las rocas lunares más antiguas traidas a la Tierra por los astronautas de las misiones Apolo sigue siendo una cuestión sujeta a debate.

Pero las simulaciones numéricas del gigantesco impacto realizadas por Bottke indican que el evento no solo creó un disco de escombros alrededor de la Tierra (a partir del que se formó la Luna), sino que eyectó también enormes cantidades de material mucho más lejos y completamente fuera del incipiente sistema Tierra-Luna. Sin embargo, el destino de todo ese material, en el que se incluye un buen porcentaje de masa de la Tierra primitiva, no ha podido ser examinado de cerca hasta ahora.

Lo que parece seguro es que un buen número de esos fragmentos impactaron a su vez contra cuerpos del cinturón de asteroides, entre las órbitas de Marte y Júpiter, y que dejaron en ellos numerosas pruebas de lo sucedido. Otras colisiones más recientes de esos mismos asteroides volvieron a liberar esos restos de Tierra primigenia y algunos de ellos, para suerte de los investigadores, han regresado a nuestro planeta y pueden ser usados para calcular, por fin, la edad de la Luna.

Las simulaciones informáticas y las comparaciones con el número y tamaño de los fragmentos que se producen cuando los asteroides chocan entre sí indican que, tras el gran impacto del protoplaneta contra la Tierra, salieron despedidos al espacio numerosos fragmentos de varios kilómetros de diámetro. Muchos de esos fragmentos pudieron llegar hasta el cinturón de asteroides, y además a velocidades muy superiores de las que tienen normalmente los miembros de ese anillo rocoso cuando chocan unos contra otros. Esos impactos habrían calentado la superficie de los asteroides alcanzados hasta el punto de dejar en ellos huellas permanentes de la colisión. Huellas que guardan información precisa sobre el momento y la magnitud del bombardeo.

Según los análisis de los investigadores, la Luna se formó hace 4.470 millones de años, una edad que coincide con la de los más antiguos materiales de formación del Sistema Solar analizados hasta ahora por los científicos. Pero de las «firmas» de este impacto se pueden extraer también valiosos datos sobre las últimas etapas de la formación de planetas en nuestro Sistema Solar.

Por ejemplo, el equipo dirigido por Bottke está estudiando cómo ajustar el número de asteroides que podría haber aún en el Sistema Solar interior tras la formación de Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. Y esas «firmas» podrían ayudar también a deducir la historia de impactos de cuerpos muy antiguos, como Vesta, uno de los mayores cuerpos del cinturón de asteroides, objetivo de la sonda Dawn y lugar de procedencia de muchos meteoritos caidos en la Tierra.

Incluso es posible que pequeños restos del impactador que formó la Luna pudieran encontrarse aún dentro de los meteoritos que muestran signos del rápido calentamiento que provocó impacto gigante. Lo cual permitiría a los científicos explorar por primera vez la naturaleza primordial y aún desconocida de nuestro planeta natal.