El Mundo Romano tras la Conquista de la Galia


El territorio de la Galia se encontraba habitado por los galos, antiguos celtas, y estaba dividida en dos regiones: la Galia Trasalpina o Ulterior, que se extendía por Francia, Bélgica, parte de los Países Bajos, Alemania y Suiza, y la Galia Cisalpina o Citerior que comprendía el norte de Italia.

El territorio fue ocupado por los celtas, que se instalaron en esta región hacia el año 500 a.C y, entre el 250 y el 150, poblaron la zona los belgas; aunque fueron los romanos quienes unificaron políticamente el territorio al crear la provincia de la Galia.

Dicho territorio comprendía unas noventa ciudades, gobernadas por grandes propietarios rurales; esta división facilitó la conquista de estas tierras por César (58-51 a.C.), que sometió la primera de las dos regiones antes mencionadas, la Galia propiamente dicha. Ésta fue dividida por Augusto en cuatro provincias: Aquitania, Narbonense, Bélgica y Lugdunense. El territorio galo sufrió un proceso de romanización progresiva; se impuso a los pobladores el uso del latín, se fundaron nuevas ciudades, entre las que destacaron por su importancia comercial y administrativa se encontraban Burdigala, Lutetia y Lugdunum (las actuales Burdeos, París y Lyon, respectivamente). La crisis económica del siglo III provocó el éxodo de la población rural hacia las ciudades, lo que fue causa de que los emperadores facilitaran la instalación de colonos germánicos (llamados bárbaros por los romanos). En el 406 fue invadida por los suevos, vándalos y alanos, a los que más tarde se unieron burgundios, alemanes y francos. El rey franco Clodoveo unificó la Galia a fines del siglo V, y sus habitantes paseron a denominarse francos.

Calzadas Romanas


Calzadas romanas , es la red de carreteras muy eficiente, sin igual hasta los tiempos actuales, que abarcaba todo el Imperio romano. En un principio el sistema fue diseñado para fines militares y políticos: mantener un control efectivo de las zonas incorporadas al Imperio era el principal objetivo de su construcción. El desarrollo de la red de calzadas se produjo al mismo tiempo que el crecimiento del Imperio. Una vez construidas, las calzadas adquirieron importancia económica, pues al unir distintas regiones, facilitaban el comercio y las comunicaciones.

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Hasta finales del siglo IV a.C., las calzadas romanas eran poco más que senderos que conducían a Roma desde las distintas ciudades del Lacio. Desde ese momento comenzaron a construirse según un plan establecido, diseñado conjuntamente con el programa táctico de expansión. Al tener un significado militar considerable, se desarrollaron sistemas más complejos de construcción de calzadas, con vistas a hacerlas más permanentes y mejores para soportar diferentes tipos de tráfico.

Se usaron piedras de distintos tamaños para construir unas calzadas sólidas: las piedras grandes se colocaban en la base y sobre éstas se establecía una capa de piedras más reducidas. En algunos casos, normalmente en las rutas más importantes, sobre estos cimientos se colocaba un firme de adoquines. Las calzadas tenían sistemas eficaces de desagüe, logrado mediante la construcción de una curvatura en las orillas. Generalmente se construían en línea recta, tomando la ruta más directa allí donde era posible. Cuando las montañas no lo permitían, los ingenieros construían complicados sistemas de circunvalación. El llamado Itinerario de Antonino es el documento antiguo más completo para el estudio de las vías romanas, y data de finales del siglo III.

calzada-1De las carreteras aún existentes, las más antiguas fueron construidas por los romanos. La vía Apia empezó a construirse alrededor del 312 a.C., y la vía Faminia hacia el 220 a.C. En la cumbre de su poder, el Imperio Romano tenía un sistema de carreteras de unos 80.000 km, consistente en 29 calzadas que partían de la ciudad de Roma, y una red que cubría todas las provincias conquistadas importantes, incluyendo Gran Bretaña. Las calzadas romanas tenían un espesor de 90 a 120 cm, y estaban compuestas por tres capas de piedras argamasadas cada vez más finas, con una capa de bloques de piedras encajadas en la parte superior. Según la ley romana toda persona tenía derecho a usar las calzadas, pero los responsables del mantenimiento eran los habitantes del distrito por el que pasaba. Este sistema era eficaz para mantener las calzadas en buen estado mientras existiera una autoridad central que lo impusiera; durante la edad media (del siglo X al XV), con la ausencia de la autoridad central del Imperio romano el sistema de calzadas nacionales empezó a desaparecer.

Via Apia

antigua calzada romana en Italia. La primera y más célebre de las calzadas de la república romana, construida en el 312 a.C. por el censor romano Apio Claudio el Ciego, en honor al cual se le dio el nombre. Se dirige hacia el sur desde la muralla de Servio en Roma hasta Capua, a través del Appii Forum y Terracina y más tarde fue ampliada hasta Taranto y Brundisium (ahora Brindisi). Como principal ruta hacia Grecia, la vía Apia tenía más de 560 km de largo. Fue sólidamente construida y marcada con mojones. Las partes que perduran del pavimento están construidas con grandes bloques hexagonales, principalmente de piedra volcánica, colocados sobre cimientos asegurados y reforzados con mortero; sin embargo, es probable que éste no sea el firme original. Desde Roma a Terracina es casi recta, a pesar del terreno abrupto de las colinas de Alban y del pantanoso de la laguna Pontina. Los primeros kilómetros desde Roma aún conservan muchas de las antiguas tumbas que bordeaban la calzada, y que en parte todavía se utilizan.

Vía Emilia (Latín Via Aemilia)

antigua vía romana en la Italia actual, de 282 km, construida por el cónsul Marco Emilio Lépido en el 187 a.C. Arranca donde la vía Flaminia finaliza y comienza en Ariminun (hoy Rímini) para finalizar al noroeste en Placentia (hoy Piacenza). Más tarde se extendió al noroeste, cruzando el río Po hasta Mediolanum (hoy Milán). La moderna carretera sigue la misma ruta, pasando incluso por algunos de los puentes originales, hasta el punto de que la zona situada entre Rímini y Piacenza aún conserva el nombre de Emilia, derivado del de la antigua calzada.

Ruta de la Plata

antigua vía romana que atravesaba Hispania de norte a sur. Situada en la parte centro-occidental de la península Ibérica, comunicaba el territorio de los astures con la fértil Bética. Recibe su denominación por ser la ruta que conducía a los ricos yacimientos auríferos y argentíferos del noroeste hispano. La calzada unía en su tramo principal 2 ciudades fundadas por Augusto, Emerita Augusta (Mérida) y Asturica Augusta (Astorga), pobladas ambas por legionarios veteranos de las guerras contra cántabros y astures (29 a.C.- 19 a.C.). Un ramal norte unía Astorga con Gigia (Gijón) a través de Legio (León), y un ramal sur hacía lo propio desde Mérida a Itálica (cerca de Sevilla) y luego a Gades (Cádiz). Desde allí era rápida la comunicación por mar con Roma. Esta calzada atravesaba otras poblaciones como Salmantica (Salamanca) y Norba Caesarina (Cáceres).

Vía Egnacia

vía militar romana, construida en la segunda mitad del siglo II a.C., que cruzaba la península de los Balcanes, desde el mar Adriático hasta Bizancio (actual Estambul, en Turquía). Comenzaba en dos puntos del Adriático: Apolonia, cerca de la desembocadura del río Aoos (hoy Vijöse), en Albania, y Dirraquio (actual Durrës, en Albania). La vía se extendía hacia el este, hasta Lycnidos (actual Ohrid, en la República de Macedonia), Heraclea (la actual Bitola, en la República de Macedonia), Edessa (en Grecia), Pela (en Grecia), y llegaba al mar Egeo, a Salónica (Tesalónica). Después, cruzaba la península Caládica, hasta Anfípolis y Filipos, y en un principio terminaba en Kipsela, en el río Hebros (Marica), pero posteriormente se prolongó hasta Bizancio.

Se han descubierto varios miliarios (mojones de piedra ubicados en la vía que indicaban las distancias). En el siglo IV se hicieron reparaciones, mientras el tramo entre la Puerta Dorada (en el extremo sur de las murallas de Constantinopla, la antigua Bizancio) y Küçükcekmece (actualmente, ciudad turca en los suburbios de Estambul) parece ser que fue pavimentado por primera vez por el emperador bizantino Justiniano I en el siglo VI. Cualquiera que fuera su estado, fue la principal ruta terrestre durante la edad media. La vía Egnacia desempeñó un papel fundamental en las comunicaciones de Roma con Oriente, tanto en el aspecto militar como comercial.

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Breve descripción del Imperio Romano


LOS ORÍGENES DE ROMA. GRECIA EN ROMA

Roma, un minúsculo asentamiento en el siglo VIII a.C., fue expandiéndose progresivamente y acabó imponiéndose al mosaico de pueblos, lenguas y culturas que constituía la península Itálica.

Las dos mayores civilizaciones que coexistían en ella, la etrusca entre los ríos Arno y Tiber y la griega en la mitad sur de Italia (Magna Grecia), acabaron fundiéndose en el complejo fenómeno que conocemos como romanización.

En el periodo de la monarquía (hasta el 509 a.C.), y paulatinamente bajo la República, la influencia griega fue penetrando en Roma, que fue absorbiendo tradiciones foráneas que incidían, se sobreponían y se fundían con la autóctonas.

Roma bebió de las fuentes de la cultura griega y supo crear su propio lenguaje, sin perder de vista su objetivo principal: incorporar a su propia cultura todo aquello digno de ser mantenido y dedicarse al gobierno de su imperio.

LOS SIMBOLOS DEL IMPERIO. LOS EMPERADORES

Para regir semejante Imperio se necesitaba un potente aparato de Estado, con estructuras de gobierno estables y un sólido programa político.

Augusto, el primer emperador, reinó con el nombre de Imperator Caesar Divi filius Augustus . Con el tiempo, Imperator y Caesar estaban destinados a ser sinónimos del cargo y Caesar ha dado lugar a títulos de dirigentes absolutos como káiser; zar o shah. Su estructura política perduró a lo largo del Alto imperio a pesar del mal gobierno de algunos emperadores como Calígula y Nerón y al enfrentamiento con el Senado que practicó Domiciano.

En el 235 d.C. con el asesinato de Alejandro Severo finalizan las cuatro grandes dinastías y da inicio el Bajo Imperio o Antigüedad tardía.

Muchas veces se ha hecho referencia a las invasiones bárbaras para explicar el fin del imperio. Craso error: estas «invasiones» no son una causa sino una consecuencia, una muestra más del debilitamiento del poder imperial.

RELIGION

Con el culto al emperador, eficaz instrumento de propaganda, entronca la política con la religión, pilar básico del aparato estatal. Naturalmente, Roma tenía sus dioses, fruto de los numerosos cruces culturales. Bien es verdad que hay una tabla de equiparación entre los doce dioses olímpicos griegos y los romanos y que la tríada capitolina (Júpiter, Juno y Minerva) es una transposición de Zeus, Hera y Atenea.

Con el devenir del tiempo se sumaron, integraron y asimilaron todos aquellos dioses propios de las zonas por las que Roma iba extendiendo su Imperio, en un proceso sincrético de encomiable amplitud de miras y tolerancia.

En el terreno privado, el culto doméstico de los Lares, dioses protectores de la casa, y de los Manes, dioses de la tumba, fueron referentes constantes para los romanos.

SOCIEDAD

Para conseguir poner todo este universo en movimiento no bastaba sólo un aparato de Estado con su cúpula de poder; tenía que asentarse sobre una amplia base social. La estrategia de los romanos consiguió ver e ir más allá de la conquista, ya que sentía la necesidad de organizar, dar nuevas estructuras e integrar a las diversas poblaciones de los territorios anexionados. De esta manera, una vía que ensayó con ahínco fue la de aproximarse y atraer a su causa a las élites urbanas.

Los ciudadanos romanos eran habitantes de pleno derecho y llevaban una prenda distintiva, la toga; las dos clases sociales superiores las constituían los senadores y los caballeros. Por debajo estaban los magistrados municipales. Después venían los hombres libres, los extranjeros, los libertos (que podían llegar a ser hombres de gran fortuna e influencia, sobre todos si eran libertos del propio emperador), y los esclavos.

ECONOMIA

Augusto tenía muy clara la meta de crear un nuevo orden y extender la pax romana ; para ello tenía que reestructurar las bases económicas, empezando por establecer un nuevo sistema monetario en el que la moneda reina era el áureo (aureus).

Una preocupación básica era asegurar el abastecimiento de Roma y la correcta intendencia del ejército. Se recurrió para ello a la praefectura annonae y los productos básicos eran el trigo y el aceite. El trigo provenía mayoritariamente de Egipto y el aceite de la Bética. También el vino tenía su papel protagonista.

La península Ibérica era rica en todo tipo de metales: oro, plata, plomo,. y mítica su riqueza desde la más remota Antigüedad.

Para dar salida a todos estos tipos de productos era evidentemente necesario contar con un buen sistema de distribución y una eficaz red de comunicaciones, tanto terrestres como marítimas y fluviales.

ARQUITECTURA, PAISAJE Y URBANISMO

La Roma republicana continuaba siendo una ciudad modesta con algunas zonas monumentales como el Capitolio.

Realmente las primeras construcciones en las que Roma volcó su ingenio y capacidad técnica fueron las utilitarias, al servicio de las grandes infraestructuras. Cabe destacar la importancia del hacedor de puentes, el pontifex . Los emperadores ejercerían el cargo de pontifex maximus , calificativo que continúa ostentando el papa hoy en día.

Augusto recibió una Roma de barro y devolvió una Roma de mármol. Se potenciaron las infraestructuras y no sólo Roma, sino todos los territorios del Imperio, vieron surgir nuevas ciudades y las antiguas fueron ennoblecidas y monumentalizadas.

A veces los edificios podían viajar desmontados y prácticamente acabados. No es, pues, nuestra civilización la inventora de la arquitectura prefabricada. como no lo es tampoco del hormigón ( opus caementicium ), el auténtico secreto de la resistencia, solidez, economía del tiempo y dinero y nuevas posibilidades constructivas.

JUEGOS, FIESTAS Y ESPECTÁCULOS

Bien conocida es la consigna panen et circenses como medio de tener contenta y apaciguada a la plebe romana.

El mayor de los circos fue el Máximo de Roma, con capacidad para 150000 espectadores. Después del pavoroso incendio del año 64 a.C., Nerón lo reconstruyó para albergar 250000 personas.

Los juegos escénicos tenían lugar en los teatros, ligados siempre a unas raíces religiosas. Eran edificios polivalentes en los que podía haber grandes asambleas de orientación política, y también escenarios idóneos para la exaltación del poder imperial.

En el anfiteatro, un doble teatro, ocurrían los espectáculos más sangrientos. Pero los ludi que gozaron de la mayor popularidad fueron los gladiadores .

Los juegos circenses podían durar varios días, con un coste altísimo y una amplia publicidad a base de carteles pintados sobre las paredes de espacios públicos.

LA CASA Y LA VIDA COTIDIA

Cuando hablamos de una casa romana nos imaginamos la casa urbana, unifamiliar (domus), con atrio y peristilo, del tipo de las excavadas en Pompeya, pero hemos de tener en cuenta que se trata de un modelo de casa muy confortable a la que no todos tenían acceso. Las residencias urbanas para el común de los mortales eran mucho más sencillas, como los pisos de alquiler en bloques de varias plantas (insulae).

Los romanos de la época imperial amaban el lujo y no tardaron en caer en un esnobismo que tiene sus puntos en común con nuestro mundo occidental. Tanto las domus como las villae de un cierto nivel tenían sus propias instalaciones de termas, suelos de mosaico, pinturas murales, piezas de mobiliario, en especial mesas con soportes que podían ser figurados, relojes de sol y objetos diversos.

EL MUNDO FUNERARIO

La visión del mundo del más allá para los romanos no era demasiado atractiva ni halagüeña: un oscuro y neblinoso infierno acogía las sombras de los que una vez habían sido. Se imaginaba la entrada a este mundo infraterreno a través del lago Averno, sinónimo por ello de infierno, situado en la Campania, en un territorio volcánico. Sus aguas oscuras y las emanaciones sulfurosas contribuían al enrarecimiento del ambiente y a crear un trasfondo de leyendas y misterios.

El recuerdo de los difuntos era un elemento básico y fundamental. La idea era perpetuar la propia imagen y que, mediante el recuerdo de las generaciones futuras, el difunto continuara vivo de alguna manera. El castigo o la relegación al olvido eran temidos porque significaban cortar el hilo de la continuidad en el mundo de los vivos. Y ello al más alto nivel.

EJÉRCITO

El ejército deriva del de la época republicana gracias a las reformas de Mario, fundador del ejército profesional y permanente y a las de Julio César a raiz de la guerra de las Galias.

La legión, su estructura básica, contaba con entre cinco y seis mil hombres, divididos en diez cohortes; cada cohorte comprendía tres manípulos y cada uno de ellos dos centurias, que por lo general se conocían por el nombre del centurión que las mandaba.

La marina tenia dos flotas con base en Miseno y en Ravena.

La creación de las tropas auxiliares de infantería (auxilia) fue un enorme acierto ya que se abrió una vía para la promoción personal de los indígenas, y el ejercito se convirtió en eficaz instrumento para lograr la integración.

Sin duda el soldado romano fue el mejor pertrechado de toda la Antigüedad, tanto en lo que se refiere a armas ofensivas como defensivas.

HISPANIA

La primera gran experiencia extraitálica emprendida por Roma se desarrolló en la península Ibérica, hasta el punto de que casi podríamos afirmar que Roma aprendió a serlo en Hispania.

En sus inicios no fue una conquista premeditada, tan sólo se pretendía cortar las retaguardia del ejército cartaginés de Aníbal que, rompiendo el tratado. Había tomado Sagunto y cruzado el Ebro, dirigiéndose hacia Italia.

Augusto dividió el territorio en tres grandes provincias Hispania Citerior, Hispania Baetica e Hispania Lusitania. Asimismo se abrió un amplio proceso de urbanización, de creación de infraestructuras, de adecuación de las vías de comunicación y de intensificación de las explotaciones de los recursos naturales.

En el año 98 d.C. accede al gobierno del Imperio el primer emperador nacido en una provincia: Trajano, originario de Itálica, destinado a ser considerado el optimus princeps y con el que el Imperio alcanzaría su máxima extensión.

Circo Romano / Coliseo


Circo romano

Esta construcción de la antigua Roma, y de los territorios dominados por ella, cuya utilidad era permitir la asistencia a diversos espectáculos tales como carreras de carros, actividades gimnásticas o luchas. El término también se refiere tanto a dichos espectáculos como al espacio estrictamente destinado a su desarrollo, es decir, sin incluir a las gradas destinadas a la ubicación del público. El circo fue una adaptación del hipódromo griego y estaba formado por un gran circuito para carreras de carros. Gradas de asientos rodeaban el ruedo excepto en la parte final, donde se localizaban los establos para los caballos y los carros. En el centro del circo, extendiéndose a lo largo, casi de extremo a extremo, había un muro bajo, la spina, alrededor del cual corrían los carros. Competían cuatro equipos que vestían de verde, rojo, azul y blanco representando los elementos, y cada uno conducía cuatro caballos representando las estaciones. Una carrera duraba siete vueltas y cada día había 24 carreras. Frecuentemente había disturbios, aunque se suponía que el “pan y circo” apaciguaba al pueblo, que en ocasiones podía demandarles a través de los candidatos políticos.

También existían otras distracciones en el circo, tales como combates entre gladiadores, entre bestias salvajes y entre hombres y bestias salvajes. En el 55 a.C. se dice que el general romano Pompeyo Magno patrocinó cinco días de juegos circenses durante los cuales se mató a quinientos leones y a veinte elefantes. El circo también se utilizaba como lugar para celebrar ceremonias imperiales, en las cuales el emperador aparecía ante su pueblo normalmente como parte de la celebración de una victoria militar o de su acceso al trono. Las ciudades que tenían circo, incluidas Roma, Tesalónica (Grecia), Sirmium (la actual Sremska Mitrovica, en Serbia) y Constantinopla, continuaron llamándolo hipódromo. El circo más conocido fue el Circo Máximo en Roma, construido hacia el 600 a.C., y ampliado por Julio César en el siglo I a.C. Sus dimensiones exteriores eran de 610 metros de largo y 190 de ancho, mientras la zona interior era aproximadamente de 564 metros de largo y 85 de ancho. Tenía capacidad para más de 300.000 espectadores.

En los siglos IV y V d.C., bajo la creciente influencia de la Iglesia, las distracciones que tradicionalmente habían tenido lugar en el circo dejaron de ser apreciadas y finalmente desaparecieron. Hacia el siglo VII d.C., los circos habían sido abandonados y fueron desmantelados para recuperar sus piedras o usados como vertederos de basura.


Coliseo

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Fue edificado dentro del enorme complejo del palacio de Nerón, la Domus Aurea, construida tras el incendio de Roma. Precisamente ocupó un espacio llano donde existía una laguna artificial, la Stagnum Neronis. Con esta y otras actuaciones se restituyeron a la hacienda pública los terrenos apropiados por Nerón.

Se desconoce la identidad del arquitecto del edificio, como ocurría en general con la mayoría de las obras romanas: las edificaciones públicas se erigían para mayor gloria de los emperadores. a lo largo de los años se han barajado los nombres de Rabirio, Severo, Gaudencio o incluso Apolodoro de Damasco, aunque se sabe que este útimo llegó a Roma en el año 105. Lo cierto es que su identidad sigue siendo un misterio.

Algunos historiadores creen que pudo haberse financiado gracias a la toma de Jerusalén en el año 70. Dio Casio afirma que se sacrificaron 5000 animales durante los 100 días que duraron los festejos de inauguración.

Procedencia del nombre

En cuanto a la procedencia de su nombre hay tres posibles soluciones. La teoría más aceptada es que se lo debe al coloso, una estatua de 40 metros de altura representando a Nerón. Siempre se ha creído que el nombre popular de coloseum provenía de esta estatua, aunque existen dudas al respecto. En la Edad media derivó en la forma coliseum, de la que proviene el nombre en castellano y otras lenguas romances.

Uso del edificio

El Coliseo albergó espectáculos como las venationes (peleas de animales) o los noxii (ejecuciones de prisioneros por animales), así como las munera: peleas de gladiadores. Se calcula que en estos juegos murieron entre 500.000 y 1.000.000 de personas. Siempre se ha especulado con que albergara la naumachiae, espectaculares batallas navales que requerían inundar la arena de agua, aunque de ser cierto, es probable que fuera en los primeros años, antes de construirse los sótanos bajo la arena.

Los juegos continuaron celebrándose hasta el año 404, en el que está documentada la última pelea de gladiadores. El ascenso del cristianismo como religión oficial puso fin gradualmente a los actos más sangrientos, manteniéndose los sacrificios de animales hasta el 523.

Descripción

El Anfiteatro Flavio es un enorme edificio ovalado de 189 metros de largo por 156 de ancho, y de 48 metros de altura, con un perímetro de la elíptica de 524 metros. Se suele decir que este edificio ha sido un modelo para los recintos deportivos modernos, ya que tiene un diseño ingenioso y soluciones eficaces a problemas actuales.

La arena

El terreno de juego propiamente dicho era un óvalo de 75 por 44 metros, y en realidad era una plataforma construida en madera y cubierta de arena. Todo el subsuelo era un complejo de túneles y mazmorras (el hipogeo) en el que se alojaba a los gladiadores, a los condenados y a los animales. El suelo disponía de varias trampillas y montacargas que comunicaban con el sótano y que podían ser usadas durante el espectáculo.

El plano de la arena tenía un completo sistema de drenaje, conectado a cuatro imponentes cloacas. Se ha sugerido que obedecen a la necesidad de evacuar el agua tras los espectáculos navales. Sin embargo parece ser que ya Domiciano, abandonando la idea de la naumaquia, pavimentó las cloacas y colocó en la arena los montacargas para los combates de gladiadores. La cubierta de madera ya no se conserva, con lo que todo el laberinto subterráneo permanece hoy al aire libre.

La estructura

El Coliseo fue la obra más grandiosa de la arquitectura romana, y en él se utilizaron las más variadas técnicas de construcción. Las pilastras y los arcos son de travertino colocado sin argamasa. En las partes inferiores y en los sótanos se empleó la toba del mismo modo. Muchos de estos sillares iban sujetos con grapas metálicas. Las bóvedas que sostienen la cávea se hicieron vertiendo argamasa de cemento directamente sobre cimbras de madera, una innovación que aligeraba la fábrica.

El hecho de que el edificio se ubicase sobre una laguna obligó a excavar hasta 14 metros de limos inservibles y realizar una cimentación de casi 13 metros de opus cementicium (hiladas de argamasa de cal y piedras alternadas).

La cávea

El amplio graderío interior estaba diferenciado en gradus, pisos reservados para las diferentes clases sociales:

En el podium,el primero de ellos, se sentaban los romanos más ilustres: los senadores, magistrados, sacerdotes y quizá las vestales. En ambos extremos del eje menor había sendos palcos: la tribuna imperial (pulvinar), y otra reservada para el magistrado que en ocasiones presidía los juegos. Dado que este piso era el más próximo a las fieras, había una red metálica de protección y arqueros apostados regularmente.

El maenianum primum, para los aristócratas que no pertenecían al senado,

El maenianum secundum, dividido en el imum para los ciudadanos ricos y el summum para los pobres.

En lo más alto estaba el maenianum summum in ligneis, hecho de madera, probablemente sin asientos y reservado para mujeres pobres.

Además, algunos órdenes sociales, como los tribunos, sacerdotes o la milicia, tenían sectores reservados.

El acceso desde los pasillos internos hasta las gradas se producía a través de los vomitorios, llamados así porque permitían salir una enorme cantidad de gente en poco tiempo. Estaba tan bien diseñado que los 50.000 espectadores podían ser evacuados en un poco más que cinco minutos.

La fachada

La fachada se articula en cuatro órdenes, cuyas alturas no se corresponden con los pisos interiores. Los tres órdenes inferiores los forman 80 arcos sobre pilastras, y con semicolumnas adosadas que soportan un entablamento puramente decorativo. El cuarto lo forma una pared ciega, con pilastras adosadas, y ventanas en uno de cada dos vanos.

Los órdenes de cada piso son sucesivamente toscano, jónico y corintio. El último piso tiene un estilo indefinido que fue catalogado en el siglo XVI como compuesto. Era corriente superponer estilos diferentes en pisos sucesivos, pero no era habitual hacer edificios con cuatro órdenes superpuestos. Las comunicaciones entre cada piso se realizaban a través de escaleras y galerías concéntricas.

El velario

El Coliseo contaba con una cubierta de tela desplegable accionada mediante poleas. Esta cubierta, hecha primero con tela de vela y luego sustituida por lino (más ligero), se apoyaba en un entramado de cuerdas del que poco se sabe. Cada sector de tela podía moverse por separado de los de alrededor, y eran accionados por un destacamento de marineros de la flota romana.

En la parte superior de la fachada se han identificado los huecos en los que se colocaban los 250 mástiles de madera que soportaban los cables. Al parecer las cuerdas se anclaban en el suelo, pues de otro modo los mástiles soportarían demasiado peso. A tal efecto había un anillo concéntrico de piedras o cipos situados a 18 metros de la fachada en la explanada exterior, y que también permitían el control del público para evitar aglomeraciones. La franja entre la fachada y los cipos estaba pavimentada con travertino.

Historia

La inauguración del Coliseo a cargo de Tito se realizó mediante la celebración de unos festejos que duraron cien días en los que murieron cerca de dos mil gladiadores.

Decadencia

Durante el papado de Gregorio I Magno muchos de los monumentos antiguos pasaron a manos de la Iglesia, que era la única autoridad efectiva. Sin embargo carecía de recursos para mantenerlos, por lo que cayeron en el abandono y el expolio. Durante la Edad Media, la decadencia de la ciudad afectó a todos los monumentos imperiales. Los terremotos de 801 y 847 provocaron grandes destrozos en un edificio prácticamente abandonado en las afueras de la ciudad medieval.

Cuando en 1084 el papa Gregorio VII fue expulsado de la ciudad, muchos monumentos cayeron en manos de familias nobles romanas, que los usaron como fortalezas. Es el caso del Coliseo, ocupado por los Frangipane, que lo convirtieron en el centro de su área de influencia. El Coliseo fue cambiando de manos hasta 1312, en que volvió a la Iglesia.

Durante la Edad Media se creía equivocadamente que el Coliseo había sido un templo dedicado a diversos dioses, como el Sol. La confusión podía provenir del coloso de Nerón, al que Vespasiano había cambiado la cabeza por la del dios Sol.

A lo largo de los siglos XV y XVI, el travertino que lo recubría fue arrancado para reutilizarlo en otras construcciones. Entre otras, se utilizó para el Palacio Barberini y para el Puerto de Ripetta. Un conocido dicho latino reza Quod non fecerunt Barbari, fecerunt Barberini (lo que no se atrevieron a hacer los bárbaros, lo hicieron los Barberini). También se utilizó para quemarlo y obtener cal. El expolio de piedras continuó hasta 1749, en que Benedicto XIV consagró los monumentos como iglesia pública en memoria de los mártires allí ejecutados (si bien se cree que la mayoría de éstos fueron martirizados en el Circo Máximo). Una de las últimas barbaridades que sufrió el Coliseo fue ser objeto de simbolizar el borrador de la historia de Italia por parte de los militares. La parte del edificio que falta en la primera foto fue una bomba caída en el mismo durante la segunda guerra mundial.

En el siglo XIX, por el contrario, comenzaron una serie de obras para estabilizar muchos monumentos antiguos. En 1820 se terminaron varios contrafuertes que son claramente distinguibles hoy día, y sin los cuales el edificio probablemente se habría derrumbado. Durante todo el siglo se sucedieron obras de consolidación y mejora, en un proceso que aún continúa.

El Coliseo en la actualidad

El Coliseo es sin duda uno de los grandes atractivos turísticos de Roma. Ha sido llevado al cine en múltiples ocasiones, destacando la increíble reconstrucción digital, poco fiel al original, que podíamos ver en Gladiator.

En 1980, la UNESCO declaró el centro histórico de Roma, incluido el Coliseo, Patrimonio de la Humanidad . Desde 2000, las autoridades mantienen el edificio iluminado durante 48 horas cada vez que en algún lugar del mundo se le conmuta o aplaza una sentencia de muerte a un condenado.

Millones de personas votaron en 2007 para que el Coliseo fuera nombrada una de las 7 nuevas Maravillas del mundo.


Acueducto de Segovia


El acueducto es el monumento más característico de la ciudad y la más impresionante obra de ingeniería de la época romana. Se desconoce la fecha exacta de su construcción, aunque es muy probable que corresponda a la segunda mitad del siglo I d.c. o principios del siguiente, en la época de Vespasiano y Trajano. Supuso la creación de una obra ciclópea urbana que se integra en su marco natural adaptándose rítmicamente al terreno, y que confiere al paisaje urbano una grandiosidad y monumentalidad indescriptible.

El acueducto trae el agua desde Riofrío hasta la ciudad de Segovia a lo largo de un recorrido de 17 km. Tiene una longitud de unos 958 m y una altura máxima de 28,50 m, a los que hay que añadir cerca de 3 m de cimientos en el tramo principal. En su estructura se distinguen cuatro tramos a partir del desarenador o decantador de las aguas:

  • La primera alineación está formada por 6 arcos de medio punto de tosca factura y una altura creciente de 2,40 m, en la parte superior. Sobre una cornisa que se apoya en las claves de los arcos, aparece el ático de mampostería que contiene el canal conductor del agua, que se mantiene en toda la obra con una sección en forma de U de 180 x 150 cm.
  • La segunda alineación está formada por 25 arcadas que, en gran parte, han sido reconstruidas probablemente en época de los Reyes Católicos.
  • La tercera, tiene un total de 44 arcadas, de ellas están reformadas las dieciséis primeras.
  • El cuarto tramo corresponde a la zona principal del Acueducto y está formado, también, por 44 arcadas superpuestas en dos pisos, salvo las dos de los extremos. En el piso superior los arcos tienen una luz de 5,10 m, algo mayor que en los arcos inferiores, y los pilares son de menor altura y grosor. Se remata con el ático por donde discurre el canal, adaptándose el piso inferior a los desniveles del terreno. En el piso inferior, los arcos tienen una luz que oscila alrededor de los 4,50 m y los pilares aumentan su grosor de manera escalonada, de abajo a arriba: en la coronación tiene una sección de 1,80 x 2,50 m, mientras que en la base llegan a alcanzar 2,40 x 3 m. Para su construcción se utilizó piedra berroqueña, granito de grano gordo y color cárdeno, para los sillares, muchos de ellos tallados ex profeso para el lugar que ocupan. Los sillares están labrados de forma tosca, unidos sin ningún tipo de argamasa y colocados a hueso. Desde el punto de vista estético, los romanos crearon una estética particular a partir de la combinación del muro con el hueco.

Esta asociación crea una imagen, fundamento de la estética utilizada en puentes y otras construcciones del imperio, en la que se equilibran el arco y el dintel, lo dinámico con lo estático, la idea de macizo y vano, de claro y oscuro que tan fructífera será para el futuro.

El magnífico monumento se ha mantenido en buen estado de conservación, sin grandes transformaciones, debido, en cierto modo, a la sobrecogedora y misteriosa grandeza de estructura que impone respeto y al hecho de que, aún en el siglo XX, continúa ejerciendo su función original.

La primera gran obra de reconstrucción debió realizarse en tiempos de los Reyes Católicos. El prior del monasterio de los Jerónimos del Parral, don Pedro de Mesa, fue el encargado de administrar las obras de reconstrucción entre los años 1484 al 1489, cuando se reedificaron 36 arcos, respetando al máximo la obra original, aunque algunos arcos tienen una leve tendencia a la forma apuntada y una labra menos tosca que la de los sillares romanos. En 1520 se reponen en los nichos del pilar central las estatuas de Nuestra Señora del Carmen y de San Sebastián por Antonio de la Jardina, ensayador de la Casa de la Moneda, y a su costa. En la actualidad, el estado de deterioro de la piedra por la contaminación atmosférica ha sido tan alarmante que el Estado, con la ayuda de otros organismos nacionales e internacionales, ha tenido que protegerlo mediante un minucioso proceso de restauración.

Fuente: Wiki, Espasa

Dacia y el Imperio Romano


Dacia es una región de Europa oriental, situada entre la ribera norte del bajo Danubio y los Cárpatos orientales, en territorios que coinciden parcialmente con los modernos países de Rumanía, Hungría, República Checa, Polonia y Ucrania y la antigua Yugoslavia. Representaba en la antigüedad el asentamiento de los dacios. También se empleó esporádicamente el nombre de Dacia para designar los territorios situados entre los ríos Seret y Vístula.

Las fuentes helenísticas y romanas nos presentan la Dacia como rica en minerales (plata, oro, hierro) y vino. Estaba habitada por un conjunto de pueblos que casi nunca alcanzó ningún tipo de unidad política. Los escitas, celtas y romanos (que culminaron su conquista en el año 106 d.C., en la época de Trajano), establecieron sucesivos dominios sobre estas tierras. Las victorias de este emperador romano sobre los dacios fueron representadas en el fuste de la Columna Trajana. En la época de Adriano, Dacia fue dividida en las provincias de Dacia Superior, que correspondía más o menos a Transilvania, y Dacia Inferior, en la actual región de Valaquia. En el año 159, Antonino Pío volvío a dividir la región en tres provincias: las tres Dacias (Porolissensis, Apulensis y Malvensis) subordinadas a un cónsul gobernador. En el año 168, Marco Aurelio convirtió las tres provincias en una única región militar. Pero su precaria y conflictiva situación geográfica, expuesta al paso de todos los pueblos bárbaros que estaban presionando de forma incontenible hacia Europa, obligó al emperador Aureliano a abandonar la Dacia hacia el año 270. Desde entonces, la región fue devastada por godos, gépidos, eslavos, ávaros, búlgaros, magiares, pechenegos y kumanos.

¿cuales eran las funciones del Consul?


Era el Magistrado principal de la antigua República romana. Según la tradición, el cargo fue creado tras la expulsión de los reyes de Roma hacia el 510 a.C. y fue firmemente consolidado hacia el 300 a.C. Los cónsules siempre eran dos, y ocupaban el cargo sólo durante un año. Únicamente se diferenciaban de los reyes en que la ocupación del cargo era limitada y en que sus conciudadanos podían pedirles cuentas al final de sus mandatos. Nunca adoptaron la corona dorada, pero su vestimenta en casi todos los otros aspectos era regia. Negociaban los tratados de paz y las alianzas extranjeras, tenían el dominio supremo sobre el Ejército, nombraban a los tesoreros públicos y ejercían las funciones judiciales de la realeza. En el calendario, a los años se les daba el nombre de los cónsules.

Bajo los primeros tiempos de la República, los cónsules se llamaron en un principio pretores (más tarde una magistratura diferente) o jueces (iudices), nombraban a sus sucesores, quienes entonces eran elegidos anualmente por comicios o asambleas de ciudadanos romanos, conocidas como comitia curiata y comitia centuriata. Los candidatos al consulado bajo los últimos tiempos de la República eran normalmente aquéllos que habían ocupado magistraturas menores, tales como el cargo de cuestor. Durante bastante tiempo los cónsules fueron elegidos únicamente entre el populus o patricios, sin contar con la plebe. Sin embargo, con el tiempo, dos funcionarios plebeyos llamados tribuni plebis fueron nombrados rivales democráticos de los cónsules aristocráticos. Todo ello llevó finalmente a la apertura del consulado a los plebeyos y en el 367 a.C. las famosas Leyes Licinias-sextinas (redactadas por Cayo Licinio Estolón y por Lucio Sextio Sextino Laterano) ordenaban que uno de los cónsules debía pertenecer a esa clase.

El establecimiento de nuevas magistraturas, tales como la de censor después del 443 a.C. y la de edil y pretor después del 367 a.C., disminuyó el alcance de la jurisdicción consular. Las responsabilidades de cada uno de los dos cónsules eran compartidas o alternadas en la medida de lo posible. El poder (imperium) de cada uno era supremo, siempre que no fuera en contra del otro. En tiempos de guerra el Ejército era dividido entre ellos y el mando militar alternado diariamente. Según se iba consiguiendo territorio, las distintas partes o secciones (provinciae) eran asignadas a cada cónsul. De esta costumbre se deriva la asignación de provincias a los cónsules tras terminar su mandato y la práctica regular de dividir las provincias con propósitos administrativos entre antiguos magistrados; los cónsules que habían acabado su mandato se convertían en gobernadores provinciales llamados procónsules.

Durante el Imperio romano, que conservó las instituciones de la República pero modificó sus formas, preservó el consulado. Los cónsules eran elegidos por el Senado después del 14 d.C., y el cargo fue el más alto al cual un ciudadano particular podía aspirar, aunque con menor autoridad y finalmente sólo nominal. El último cónsul civil fue elegido en el 541 d.C.

Senado romano, asamblea que tuvo un papel de significado variable en el gobierno de Roma. Aunque el poder, que ejerció hasta el final del Imperio, varió, el Senado siempre fue una constante en el sistema político romano.

Según la leyenda, Rómulo, el mítico fundador de Roma, convocó al Senado por primera vez. Sin embargo, la información cierta más antigua indica que en el periodo de la Monarquía era un cuerpo consultivo de 300 patricios que tenía gran poder. No obstante, cuando el sistema monárquico finalizó en el 510 a.C., el Senado se convirtió en un consejo asesor de los dos cónsules. Aunque sus declaraciones disfrutaban de considerable influencia y gran respeto, el Senado en este periodo estaba totalmente dominado por el poder y la dirección de los cónsules.

Durante los dos últimos siglos de la República romana, la función del Senado sufrió importantes alteraciones y adquirió poderes importantes, dejando de estar sujeto a la autoridad de los cónsules. Desde este periodo, los poderes del Senado crecieron durante algún tiempo, en el 81 a.C. era la principal fuente de poder en Roma y asesoraba sobre todos los aspectos del gobierno.

Sin embargo, los tribunos no aceptaron esta influencia, y al final de la República el Senado comenzó a perder su poder. Aunque Augusto restituyó el prestigio del Senado, la asamblea nunca recuperó los poderes que había tenido antes, y se limitó a ejercer como cuerpo auxiliar consultivo del emperador. En este periodo el Senado se convirtió prácticamente en un mero tribunal de justicia. Las reformas imperiales introducidas por Diocleciano a finales del siglo III d.C. terminaron por sumir al Senado en una profunda crisis de la que ya nunca salió, hasta su momentánea desaparición hacia el siglo VI, de la que pareció resurgir a partir del siglo XI en otra coyuntura política del poder romano.

Provincias romanas

Todo territorio anexionado se convertía en provincia y era confiado a un pretor o a un promagistrado.

Sicilia (227 adC).

Córcega-Cerdeña (227 adC).

África : África Vetus o Proconsular (146 adC). África Nova (46 adC).

Hispania: (Citerior y Ulterior) (197 adC).

Galia: (Galia Narbonense (120 adC) y Comata (50 adC)).

Grecia: (Macedonia (148 adC) e Iliria (60 adC)).

Asia: (Asia (129 adC), Cilicia (101 adC), Bitinia (74 adC), Ponto (63 adC), Siria (63), Chipre (58 adC).

Cirenaica – (74 adC).

Egipto – (30 adC).

¿ que significa S.P.Q.R.?


SENATUS POPULUS QUE ROMANUS

es el acrónimo de la frase latina Senatus Populus-Que Romanus, cuya traducción es “el Senado y el Pueblo Romano”. Hay varias versiones acerca del correcto significado del acrónimo, dependiendo de la declinación de la última sigla, la R, que podría declinarse como Romanus (pueblo romano) o Romæ (pueblo de Roma), siendo estas dos formas las más comunes. La primera versión es la que nos ofrece la Columna Trajana.

Fue emblema de los estandartes de las legiones romanas así como el nombre oficial de la República Romana y del Imperio Romano. También aparece en el actual escudo de armas de la ciudad de Roma, así como en cada alcantarilla (por iniciativa de Mussolini, que también lo utilizó en numerosas ocasiones para hacer propaganda para su régimen) y demás mobiliario urbano de la ciudad.

Como dato anecdótico, un significado humorístico del acrónimo lo proporciona la frase italiana Sono pazzi questi Romani, cuya traducción sería “Estos romanos están locos”, una frase muy utilizada por el personaje de Obélix en los cómics de Astérix.

Una curiosidad más, en la mayoría de procesiones andaluzas, durante la Semana Santa, se suele llevar una insignia rematada por un águila y con la leyenda SPQR, en recuerdo de la dominación romana durante la Pasión de Cristo. Lo mismo ocurre en la localidad murciana de Alguazas, donde sus antiquísimos “armaos”, o Tropa Romana, también lo usan como emblema.

 

Historia de la Bética


la Bética fue una antigua provincia romana de Hispania, cuyo nombre derivaba de Betis (actual Guadalquivir), el río que atravesaba toda la provincia.

Orígenes y época republicana.

Los romanos llegaron al sur de la Península Ibérica con la excusa de expulsar a los cartagineses, asentados allí desde el 237 a.C., aunque en un primer momento se mantuvieron alejados del territorio que luego formaría la Bética. Primero conquistaron el alto Guadalquivir, para de esa forma conseguir el control de la zona minera de Sierra Morena. Iliturgi (Mengíbar) fue la primera ciudad que se pasó al bando romano y abandonó a los cartagineses; acto seguido, la victoria de Publio Cornelio Escipión en las cercanías de Baecula (Bailén) hizo que todos los indígenas se pusieran del lado del ejército del general romano. La batalla definitiva para la conquista del sur de Hispania tuvo lugar en Ilipa (Alcalá del Río) en el 207 a.C., tras la cual sólo quedó Gades (Cádiz) como posesión cartaginesa.

Los soldados de Cartago fueron expulsados de su último baluarte un año después y los territorios incluidos dentro de la Hispania Ulterior, que se puso bajo el gobierno de un pretor. La primera fundación romana fue Itálica (Santiponce), donde fueron instalados los veteranos de los ejércitos de Escipión y dio comienzo el proceso de romanización, extremadamente duro debido a las continuas revueltas de los indígenas, a las que se añadieron las expediciones de rapiña que enviaban los lusitanos sobre el territorio. César fue nombrado propretor de la Ulterior en el año 60 a.C., hecho que le permitió conocer muy bien la zona y utilizar esta información durante la campaña que llevó a cabo en el sur peninsular contra los hijos de Pompeyo, donde obtuvo la importantísima victoria de Munda (Montilla). La victoria de César supuso la definitiva pacificación del territorio.

Alto Imperio.

La reforma provincial de Augusto del año 27 a.C. dividió la Hispania Ulterior en dos provincias: la Lusitania y la Bética. El nombre oficial de la última fue Provincia Hispania Ulterior Bética hasta el siglo II d.C., cuando pasó a denominarse simplemente Bética. La provincia recibió la categoría de senatorial, lo que impedía la presencia de tropas regulares, salvo en casos de urgencia, y la sometía al control directo del Senado romano.

La capital se estableció de forma permanente en Corduba (Córdoba). Los límites de la Bética coincidían casi en su totalidad con los de la Andalucía actual. El límite oriental se situaba en la desembocadura del río Nogalte, cuyo curso seguía hasta confluir con el Guadalimar en la sierra de Cazorla; por el norte y el noroeste seguía de la sierra de Almadén, para luego a través de La Mancha llegar hasta las cercanías de Badajoz donde confluían el río Guadajara con el Guadiana (denominado Anas por los romanos); este río era hasta su desembocadura la frontera occidental de la provincia. Estas fronteras fueron modificadas por Augusto entre los años 12 y 7 a.C., pues entregó parte de los territorios de la Bética a la Tarraconense. La zona minera de Cástulo (Linares) pasó a la provincia imperial, y la nueva frontera oriental se fijó en la desembocadura del río Mojácar. La provincia estaba dividida en cuatro conventos en los cuales se situaban 175 ciudades: el gaditano con su capital en Gades (Cádiz), el astigitano con su centro en Astigi (Écija), el cordubense que tenía su sede en Corduba (Córdoba) y el hispalense cuya ciudad principal era Hispalis (Sevilla).

El convento gaditano comprendía toda la costa andaluza desde la desembocadura del Guadalquivir hacia el este. Algunas ciudades, como Regia y Laepia, gozaban de derecho romano; otras, como Carissa (Bornos), Urgia y Caesaris Salutariensis, se regían por el derecho latino; entre las ciudades estipendiarias destacaban Baesippo (Barbate), Saguntia (Bigonza), Iptuci (Prado del Rey), Lascuta (Mesa de Ortega), etc.; en los oppida se encontraban Carteia (San Roque), Malaka (Málaga), Baelo (Bolonia), etc. El convento cordubense se extendía a lo largo de todo el valle del Guadalquivir hasta su confluencia con el Genil. Por el este llegaba hasta Porcuna y por el noroeste hasta Zafra y Badajoz. Las ciudades más importantes eran Obulco (Porcuna), Epora (Montoro), Melaria (Fuenteovejuna), Mirobriga (Capilla), Sisapo (Almadén), Iliturgi (Andújar) y Ossigi (Mengíbar). El convento astigitano tenía su núcleo principal en el valle del Genil; llegaba hacia el sur hasta el río Carbones y por el noreste tenía sus fronteras en el Guadalbullón. Entre sus ciudades destacaban Tucci (Martos), Ucubi (Espejo), Urso (Osuna), Ulia (Montemayor) e Iliberri (Granada). El convento hispalense iba desde el valle del Guadalquivir hasta Ronda en el sureste y hasta el río Guadiana en el oeste, incluyendo también la costa situada entre las desembocaduras entre el Guadiana y el Guadalquivir. Las ciudades importantes eran Ilipa (Alcalá del Río), Axati (Cora del Río), Itálica (Santiponce), Arunda (Ronda), Carmo (Carmona), Onoba (Huelva) y Caura (Coria). Fue puesta bajo el gobierno del Senado, salvo en la época de Marco Aurelio, cuando estuvo bajo el control directo del Emperador.

El gobierno lo ejercía un procónsul de rango pretoriano que residía en Corduba, ayudado en la administración de justicia por un legado con residencia en Hispalis. El Emperador, sin embargo, intentaba controlar la vida económica de la provincia con el envío de procuradores especializados en las herencias, aduanas, minas, etc. La época de mayor esplendor coincidió con los reinados de Trajano (98-117 d.C.) y Adriano (117-138 d.C.), emperadores nacidos en la bética Itálica, durante cuyos reinados se hicieron las grandes obras monumentales. Adriano recibió de la Bética el título de Restitutor Hispaniae. Con Antonino Pío (138-161 d.C.) la Bética comenzó a perder parte de su importancia comercial en beneficio de la pujante provincia de África. Marco Aurelio se vio obligado a declarar la provincia imperial, para poder permitir la entrada de tropas que se enfrentaran a dos invasiones procedentes del norte de África que se habían producido en los años 170 y 175 d.C. Durante este período la VII Gemina se trasladó desde la Tarraconense a Itálica.

 

Con Caracalla (211-217 d.C.) todos los habitantes de la provincia recibieron la ciudadanía romana. Diocleciano efectuó una nueva reforma provincial en el siglo III d.C., en la cual la Bética perdió parte de las provincias de Badajoz y Ciudad Real. Los gobernadores que hasta entonces habían sido procónsules pasaron a ser praeses de rango ecuestre. Constantino en el siglo IV d.C incluyó la Bética en la diócesis de Hispania, que era gobernada por un vicario con su sede en Hispalis. La antigua separación en conventus iuridici desapareció definitivamente. El final de la provincia romana de la Bética se produjo en el 409 a.C. con el asentamiento de los vándalos silingos en su territorio, al cual los romanos dieron oficialidad en el 411 d.C.

Sociedad.

La mayoría de los habitantes de la Bética eran de origen turdetano, el pueblo que habitaba la región cuando se produjo la conquista romana. A ellos se sumaron una gran parte de itálicos que llegaron en busca de la riqueza agrícola del valle del Betis y la minera de Sierra Morena. La región se encontraba plenamente romanizada a comienzos del Imperio, pues las elites indígenas se adscribieron pronto a la causa romana, ya que esto mejoraba su situación económica. Poco a poco se fue concediendo la ciudadanía romana a los provinciales, aunque Augusto restringió mucho este privilegio. La importancia de las grandes familias de la Bética fue creciendo durante el Imperio; llegó a haber 50 senadores y 29 cónsules originarios de la provincia.

La principal herramienta romana para la romanización fue la creación de colonias y municipios. César inició esta política con la fundación de seis colonias (Hispalis, Ituci, Urso, etc.), la concesión del título de municipio romano a Gades y a otras ciudades y la municipalidad latina a veinticinco poblaciones indígenas. Plinio mencionaba que, en tiempos de Augusto, había nueve colonias, diez municipios romanos y veintisiete latinos. Las demás ciudades tenían la categoría de: inmunes, estipendiarias y federadas. Vespasiano otorgó a todas las localidades el derecho de municipalidad latina a través de las Leyes Flavias Municipales, de las cuales se conservan algunos ejemplos grabados en bronces: Urso, Malaka y Salpensa.

Vías de comunicación.

Los romanos construyeron una tupida red viaria que atravesaba toda la Bética, cuya vía principal era la Hercúlea -rebautizada posteriormente como Augusta-, que corría paralela a la costa y ponía en comunicación Cádiz con Cartago Nova. En el año 7 a.C. se construyó una vía que atravesaba toda la Bastetania desde Ilici (Elche) a Acci (Guadix), después subía a Cástulo para correr junto al Almanzora hasta la costa y desde allí llegaba a Cádiz. Partiendo de estas dos vías principales se extendieron numerosos ramales entre los que destacaban el que iba de Córdoba a Cástulo; el que ponía en comunicación Cádiz con Córdoba por Sevilla y Antequera y otro que llegaba a la desembocadura del Guadiana y Mérida pasando por Sevilla.

Economía

La Bética era la provincia más rica de todo Hispania, gracias a la abundante producción agrícola del fértil valle del Guadalquivir. Los principales cultivos eran la viña y el olivo -que producían abundante aceite y vino-, el trigo, la cebada y la almendra. La importancia de la ganadería se basó en grandes rebaños de ovejas, caballos, asnos y corderos. En torno a la pesca de los atunes se desarrolló una importante industria de derivados, sobre todo salazones y garum. Asimismo, la industria minera tenía gran importancia, pues las aguas del Guadalquivir y del Guadiana proporcionaban oro, Riotinto daba cobre, Almadén cinabrio y de las minas de Sierra Morena se extraía oro, cobre y plata, región esta última de cuya importancia hablan por las cifras: la mina Antoniniana producía 400.000 libras anuales y la Samariense 200.000. La industria minera estuvo en manos privadas hasta que Tiberio las confiscó para el estado. Las cecas béticas produjeron numerosas monedas de bronce, que llevaban la leyenda “con el permiso de César Augusto”. Toda esta riqueza hizo que se desarrollara de gran manera el comercio con los principales puertos de Italia. Esta actividad estaba en manos de los ecuestres provinciales, que se convirtieron en las familias más ricas de la región.

Pompeya (Pompei)


La ciudad fue fundada en el Siglo VII aC por los Oscos, un pueblo de la Italia central, en una colina cerca de la desembocadura del río Sarno, utilizada previamente como puerto seguro por navegantes griegos y fenicios. Cuando los etruscos suponían una amenaza, Pompeya se alió con los griegos, quienes dominaban la bahía de Nápoles. En el siglo V adC los Samnitas conquistan Pompeya y otras ciudades de la región (Campania). Los nuevos gobernantes impusieron su arquitectura y ampliaron la ciudad. Se cree que durante la dominación samnita, los romanos conquistaron la ciudad durante un corto período, pero esas teorías nunca han podido ser verificadas.

Pompeya participó en la guerra que las ciudades de la Campania iniciaron contra Roma, pero en el año 89 aC fue asediada por Lucio Cornelio Sulla. Aunque las tropas de la Liga Social, comandadas por Lucio Clementio ayudaron en la resistencia a los romanos, en el año 80 aC Pompeya se vio obligada a aceptar la rendición tras la conquista de Nola. Tras este episodio se convirtió en una colonia con el nombre de Colonia Cornelia Veneria Pompeianorum’. La ciudad se convirtió en un importante punto de paso de mercancías que llegaban por vía marítima y que eran enviadas hacia Roma o hacia el sur de Italia siguiendo la cercana Via Apia.

En el año 62 un terremoto dañó seriamente Pompeya y otras ciudades cercanas. Durante el período que va entre ese año y el año 79, año de la erupción del Vesubio, la ciudad fue reconstruida, quizá con mayor suntuosidad en los edificios y el arte que antes. En el momento de la erupción, la cercanía de las próximas elecciones para ocupar cargos públicos servía de acicate a los más ricos de la ciudad para destinar dinero a la reparación de templos y otros edificios públicos, intentando ganarse así el voto popular. Varios de estos edificios conservan placas en honor de sus reparadores.


LA TRAGEDIA

En el año 79 los pequeños terremotos que de cuando en cuando sacudían la zona aumentaron considerablemente, tanto en tamaño como en intensidad. Uno de ellos llegó a bloquear el flujo de agua del Aqua Augusta, el acueducto que abastecía a Pompeya y las ciudades vecinas, unas 48 horas antes de que se produjese la erupción que se avecinaba. A la una de la tarde del día 24 de agosto se produjo una explosión cien veces más potente que la de la bomba atómica lanzada en 1945 sobre Hiroshima, Japón. La parte más alta del Vesubio voló por los aires, comenzando la emisión de gases, polvo y cenizas a la atmósfera que configuraron lo que hoy se llamaría una nube piroclástica. Se calcula que la nube alcanzó entonces más de treinta kilómetros de altura.

La mejor crónica de la tragedia procede de los escritos de Plinio el Joven (quien se basó en muchas de las observaciones dejadas por su tío, Plinio el Viejo, y en su propia experiencia personal), que fueron relatados al también historiador Tácito en una carta. Plinio describe una enorme columna de humo gris y oscuro, «con la forma de un pino», brotando del Vesubio y perfectamente visible desde donde él se encontraba, en la villa familiar de Miseno (Miseno dista 30 kilómetros de Pompeya y se encuentra separada de ésta por la bahía de Nápoles). Plinio el Viejo, que comandaba la flota de Miseno, recibió poco después una carta de auxilio de la mujer de un amigo suyo, atrapada en su casa de Stabia (hoy Castellamare di Stabia), no lejos de Pompeya. Deseando presenciar desde más cerca el fenómeno (tal vez con la intención de incluirlo en los nuevos tomos de la Historia Natural que estaba escribiendo) dirigió en persona una escuadra que cruzó entonces la bahía.

La mayoría de los habitantes de la región, en cambio, se encontraban hasta cierto punto tranquilos, ya que ignoraban todo lo relativo a los volcanes. El Vesubio llevaba más de 1.500 años sin entrar en erupción, mucho antes de la propia fundación de Roma y Pompeya, por lo que sus habitantes lo tenían por una simple montaña inofensiva. El desconocimiento se agravaba si se tiene en cuenta que en la época romana ni siquiera se tenía un verdadero conocimiento de lo que era un volcán: esta palabra, de hecho, no tiene equivalente en latín, sino que la voz actual en castellano procede del nombre de Vulcano, el dios del fuego y los metales cuya fragua se situaba en el Etna. A este volcán siciliano, único que hasta entonces había sido visto en erupción por los romanos, se le consideraba excepcional por esta característica. Así pues, no es de extrañar que en un primer momento sólo una parte de los habitantes de la ciudad recogiesen algunas pertenencias y se marchasen presas del nerviosismo o el pánico. Poco después, la ceniza comenzó a acumularse en la atmósfera, formando una nube negra que el viento empujó hacia el sureste. Así, Pompeya quedó oscurecida como si se hiciese de noche en pleno día, mientras que Herculano, situada mucho más cerca del volcán, siguió bañada por el sol. A la ceniza le siguió una lluvia de piedra pómez sobre la ciudad, un fenómeno inaudito para los romanos, que pronto comenzó a acumularse sobre las calles y tejados.

Las únicas crónicas fiables de lo ocurrido fueron escritas por Plinio el Joven en una carta enviada al historiador Tácito. Plinio observó desde su villa en Miseno (a 30 km del Vesubio) un extraño fenómeno: Una gran nube oscura en forma de pino emanando de la cima del monte. Al cabo de un tiempo, la nube descendió por las faldas del Vesubio y cubrió todo a su alrededor, incluyendo el mar. La «nube» sobre la que escribió Plinio se conoce actualmente como flujo piroclástico, una nube de gas, ceniza y roca sobrecalentados que es expulsada por un volcán. Plinio constató que hubo varios temblores de tierra antes y durante la erupción. También anotó que las cenizas caían en capas muy gruesas y Miseno tuvo que ser evacuada. Su descripción reflejaba el hecho de que el Sol fue bloqueado por la erupción y la oscuridad reinaba en pleno día. Su tío Plinio el Viejo había partido en varios barcos (Miseno se encontraba frente a Pompeya, al otro lado de la bahía) con la intención de investigar el fenómeno. Plinio el Viejo murió aparentemente por asfixia causada por el dióxido de carbono tras desembarcar.

El magma entró en contacto con agua que se filtraba provocando una lluvia de ceniza volcánica, así mismo el magma empezó a ascender unas 4 horas antes de la erupción, la superficie del volcán se fracturó poco después del mediodía ocasionando la explosión, empujando la piedra pómez y los gases a una altura de 28 Km en vertical, se puede decir que la energía térmica liberada era el equivalente a 100.000 veces la de la bomba nuclear de Hiroshima . Con ello nos hacemos una idea de lo escalofriante del hecho y los resultados posteriores. La columna de gases y piedra alcanzó los 33 Km, pero cuando alcanzó la altura máxima se derrumbó, dispersando los gases a través de 20 Km a la redonda y provocando una lluvia de piedra pómez . Se sabe que lo que mató a tantos habitantes no fue la piedra pómez ya que esta aunque se contaban por toneladas no es mortal en sí misma pues tiene poca densidad, pero si los gases que debido a su toxicidad hicieron perder el conocimiento por la falta de oxígeno, no obstante los tejados de algunas casas por el peso se vinieron abajo y los barcos de apoyo para la evacuación quedaron abnegados por la piedra que caía sobre ellos.


RECONSTRUCCION POR ORDENADOR DE LO QUE PODÍA SER POMPEYA

Pompeya: Templo de la Fortuna Augusta, al norte del Foro

Pompeya: Basílica, edificio para el comercio y administración de justicia

Pompeya: Templo de Apolo, edificado en el siglo VI a.C. y restaurado en el II a.C

Pompeya: Vía de la Abundancia, cruzaba la ciudad en sentido este-oeste