El fuego de la guerra despide el Festival de Mérida


El Mundo

‘Áyax’, de Sófocles, la obra que cierra el Festival de Mérida.| Jero Morales

De la mano del veterano director irlandés Denis Rafter, el Festival Internacional de Teatro de Mérida baja el telón este verano aferrado a un mensaje universal contra las guerras. «Parad, parad, parad, nadie gana», es el mensaje que lanza un Rafter que incluso se sube al escenario emeritense para interpretar un pequeño papel dentro de ‘Áyax’, una obra que tiene su cénit en la escena final, con la composición de una gran pira funeraria donde las llamas parecen atravesar las columnas milenarias del Teatro Romano.

En este simbolismo terminan por quemarse los héroes humillados, los dioses amorales o los ejércitos que conforman los soldados de Salamina, que son también los grandes protagonistas –a semejanza de los espartanos de Leónidas en la película ‘300’-, con sus lanzas y capas rojas.

Punto y aparte merece el juego luminoso de efectos especiales que produce Reyes Abades, que asume toda la carga de la escena, al dejar el director el decorado desnudo ante la rotundidad de las majestuosas columnas romanas. De ahí que las luces tomen un relieve sublime que llega hasta hipnotizar al aforo, muy metido ya en la obra gracias al oficio de la compañía extremeña Teatro Noctámbulo.

Áyax, interpretado por José Vicente Moirón, es el único héroe homérico que no recibe ayuda de los dioses y que no resulta herido en ninguna de las batallas en las que participa. Sin embargo, se siente humillado al ser despojado del trofeo de las armas de Aquiles a causa de las maniobras de Ulises.

El nudo de la historia, que llega muy directamente al público, se complementa con los movimientos y las voces del coro, permitiendo analizar el conflicto trascendental que es el eje motriz del relato: el personaje prefiere morir suicidándose ante las murallas de Troya a vivir humillado. Una vez muerto, será Ulises, el que fuera su enemigo irreconciliable, el que intercede por su cuerpo para que reciba los honores que merece el soldado heróico. Toda una metáfora de la vida escrita a lo largo de los siglos.