El British Museum pierde fuelle


El Confidencial

  • El British Museum pierde fuelle
Este retrato de un oficial imperial se puede ver en la exposición del British

Este retrato de un oficial imperial se puede ver en la exposición del British

El British Museum siempre ha sido una referencia mundial en cuanto al comisariado de exposiciones relacionadas con los tesoros artísticos que han tejido a lo largo de varios milenios la historia de la humanidad. Sin embargo, esta institución ejemplar en la que se alojan tesoros sin precio procedentes de todo el mundo, parece haber perdido el norte.

La muestra Ming: ‘50 años que cambiaron China, inaugurada hoy en Londres y abierta hasta el próximo enero se vende como el blockbuster de la temporada de exposiciones en Reino Unido. En la prensa se hace ruido desde hace meses ante su llegada, pero tras pasearse entre los más de 200 objetos que se han reunido para la ocasión, es difícil salir con una idea clara de lo que fue la dinastía Ming (más allá de la certeza de que la China del siglo XV estuvo gobernada por una élite de profundos estetas).

La exposición dedicada a la Dinastía Ming no aporta nada nuevo a lo que ya está representado en la propia colección del museo

Una colección de bellísimos objetos no es suficiente para construir una exposición potente si falta la contextualización histórica o los detalles sobre un país que en aquella época estaba habitado por ochenta millones de personas. Estas han desaparecido. Apenas sabemos algo sobre los encargos artísticos de sus emperadores y la vida de lujo y relax de la que disfrutaron esos mismos gobernantes y sus generales durante los 50 años que abarca la muestra. Pero todo eso también puede aprenderse si uno visita gratuitamente la colección del British Museum dedicada a la historia de China. ¡Y sin pagar los veinte euros que cuesta esta exposición!

Dos pinchazos

Vikingos: vida y leyenda, el anterior blockbuster del British Museum, estuvo aquejada de los mismos síntomas: una amplia colección de objetos, algunos ni siquiera reales –como un gran barco vikingo que ocupaba media sala y en realidad sólo tenía algunos pedazos de madera de la época vikinga- que a duras penas daba una idea de cómo vivía en realidad este pueblo, hoy tan de moda gracias a la serie Vikingos.

Quizás en esta nueva exposición dedicada la dinastía Ming, teniendo en cuenta la belleza de algunas de las piezas que se han reunido, -desde muebles a joyas, pasando por textiles de sedas refinadas, pinturas, esculturas y por supuesto cerámica-, la descontextualización histórica se pueda perdonar algo más que con los vikingos. Los brazaletes o armaduras de éstos eran piezas de museo curiosas, pero difícilmente comparables a la sofisticación estética de la familia que dirigió el que entonces era el imperio más grande del mundo. Y si la belleza se presenta como una de las varas de medir, entonces esta exposición gana por goleada a la de los vikingos, que parecía simplemente una larga colección de objetos inanimados colocados en fila.

Poco se llega a saber y a profundizar sobre la vida en aquella época. Tampoco hay información sobre la vida de las mujeres

La muestra está dividida en cinco grandes apartados: religión, vida en la corte, guerra, paz, y diplomacia, comercio. Deberíamos salir de ella sabiendo más sobre “los grandes cambios sociales y culturales que ocurrieron en China cuando Pekín se convirtió en la capital y cuando se construyó la Ciudad Prohibida”, reza el dossier de prensa.

Sin embargo, más allá de admirar las delicadísimas vasijas blancas y azules que caracterizan la porcelana ming, o los muebles lacados en rojo-dragón y tallados con extrema delicadeza, o admirar los abanicos gigantes pintados a mano que se popularizaron durante los casi trescientos años de vida que los Ming se mantuvieron en el trono –la exposición se centra sólo en cinco décadas, la llamada edad de oro ming-, poco se llega a saber en realidad sobre la vida en aquella época. Se echa de menos información por ejemplo sobre la vida de las mujeres, aunque se nos hace saber que los emperadores eran polígamos y que la somera educación que recibían sus esposas era impartida por eunucos.

Las excepciones

Hay piezas realmente extraordinarias como la pintura de Chen Lu Flores de ciruelo a la luz de la luna, dibujados en tinta en un papiro gigante con el talento de un genio. También dos esculturas talladas en mármol que pertenecían a la entrada de una tumba de un miembro de la familia real, o el set de pinturas Luohan realizadas sobre tela tibetana y procedentes de un monasterio de monjes budistas y que fue parte de uno de los muchos regalos que recibió la dinastía Ming. Todas ellas harán las delicias de los admiradores del mejor arte chino, como por otra parte ya lo hace la propia colección del museo.

Pero si la clave de toda exposición dentro de una gran institución con colección propia es darle valor añadido a lo que ofrece habitualmente, en este caso parece que el British Museum ha vuelto a fallar. Ming significa “brillante”, “radiante”, “luminoso”. Sin duda el arte que aquí se muestra lo es. El cómo se ha optado por mostrarlo no.

La dinastía Ming en 3D


El Pais

Detalle de plato de cobre esmaltado de finales de la era Ming (1449-57) / Museo de Nankín/Nomad Exhibitions (EL PAÍS)

  • China refuerza su diplomacia cultural mostrando los tesoros de la dinastía Ming.
  • La Iglesia Nueva de Ámsterdam expone 125 obras de arte que ilustran el esplendor y la apertura hacia Occidente de los penúltimos emperadores.

Ming significa brillante en chino, y no es un apellido sino el lema escogido por la penúltima dinastía del país (1368-1644) para ilustrar el tono que deseaba darle a su gobierno. Durante tres siglos, dieciséis emperadores lograron largos periodos de estabilidad y bienestar en los que el crecimiento económico, y la apertura a Occidente, animaron la cultura hasta desembocar en su propio Siglo de Oro. Pero si Ming es casi una marca de calidad, sobre todo por sus porcelanas, la imagen actual del país está marcada por el poder creciente de su economía y la rigidez de su sistema político. Falta la cultura, que hoy es mostrada en el exterior para mejorar su imagen y promover el entendimiento mutuo. En un esfuerzo conjunto, la Iglesia Nueva de Ámsterdam ha llevado 125 obras excepcionales del Museo Nacional de Nankín, que recorren el momento de mayor esplendor de China.

Nada menos que 22 de las piezas expuestas en Ming, emperadores, artistas y mercaderes de la antigua China, se consideran tesoros nacionales. Son porcelanas, ilustraciones a tinta china, joyas, adornos de tumbas y esculturas que han precisado de un permiso especial para viajar a Holanda. Aquí está, en una vitrina de la Iglesia Nueva, un imponente jarrón (meiping) utilizado para poner ramas y flores de ciruelo. Procedente de la época de Hongwu, el primer emperador de los Ming, es el único de su clase decorado en rojo cobre que todavía conserva el tape intacto. Muy cerca aparece una joya que representa uno de los símbolos más antiguos de China. Es una cigarra de oro sobre una hoja de jade casi transparente encontrada en 1954 en una tumba. Apareció junto a dos pasadores de cabello de plata, y recuerda un adagio tradicional que describía a las damas aristocráticas y bellas con la frase: “rama de oro y hoja de jade”.

“Es verdad que parte de la herencia de los Ming se perdió durante la Revolución Cultural, pero lo más importante se conserva y ha sido protegido por el Estado”, asegura Lumin Huang, director del Museo de Nankín, que ha viajado a la capital holandesa para apadrinar la muestra. Marlies Kleiterp, jefa de exposiciones, recuerda que estos emperadores enviaron misiones diplomáticas y estimularon el comercio con Occidente. “Se relacionaron con portugueses, británicos, españoles o holandeses. Gracias a ello, llegó hasta nosotros la porcelana, creada a medida para el emperador, aunque también se usara a diario. Un producto que se hizo famoso”. Fabricada primero para el mercado interno, la porcelana, y la seda después, dominaron el comercio externo chino. Tal fue su éxito, que se adaptaron los motivos a los gustos del comprador extranjero y provocó un fenómeno insólito.

“Solemos bromear con eso de que los chinos son maestros en copiarlo todo. Pues bien, su porcelana creó el efecto contrario. Los artesanos de Delft, ahora conocidos por sus dibujos azules, se vieron sobrepasados por el interés del cliente local por otros modelos. Para no quedare atrás, pusieron manos a la obra y acabaron dominando la técnica china. Luego imitaron sus motivos, en otros tonos”, señala la experta. La exposición ha traído varias obras de la colección del Gemeentemuseum (Museo Municipal) para comparar ambos estilos. Y sí, hay platos de Delft con personajes, flores y patos chinos que no desmerecen de los originales.

Durante la dinastía Ming se trasladó la capital de Nankín (capital del sur) a Pekín (capital del norte). Allí permanece desde entonces, aunque la Ciudad Prohibida de la primera no fue olvidada. Se levantó de nuevo, piedra a piedra y sobre el trazado original, en la segunda. En la Iglesia Nueva han dispuesto una impresora en 3D que reproducirá los 980 edificios a escala. Para el 2 de febrero, al cierre de la muestra, habrán completado una maqueta muy especial. Muy cerca de esta Ciudad Prohibida de última generación cuelga “el mapa más antiguo del mundo guardado en China, con ella en el centro, desde luego”, bromea Marlies Kleiterp. Fechado en 1602 y de casi cuatro metros de largo, fue encargado al jesuita italiano Matteo Ricci, que pasó treinta años predicando allí. Antártica y América aparecieron por primera vez ante los chinos gracias a la mano de Ricci, que llegó a tener roces con el Vaticano por tratar de adaptar el cristianismo a la realidad local. Algunos dibujos, como Dama tocando la flauta, firmado por Tang Yin, rozan la perfección. Pero los que de verdad dejan huella son los retratos de los funcionarios del imperio. Algunos sonrientes, otros hieráticos, y todos en primer plano, son el rostro de una época que favoreció sin rubor el desarrollo personal.