Julio II protagonizó el Cónclave más corto de la historia en 1503


ABC.es

El Papa que encargó pintar el techo de la Sixtina a Miguel Ángel fue elegido en 10 horas

Julio II protagonizó el Cónclave más corto de la historia en 1503

Julio II, elegido en el Cónclave más corto d ela historia, retratado por Rafael Sanzio

El ceremonial vaticano dispone con precisión todos y cada uno de los detalles relativos a la apertura y desarrollo del Cónclave. Tras la misa «pro eligendo Pontifice», esta misma tarde los cardenales se reunirán en la capilla Paulina y desde allí marcharán hacia la Sixtina cantando la letanía de los santos. Tras proceder al juramento de silencio, el ceremoniero cerrará las puertas al grito de «¡extra omnes!», ¡fuera todos! A partir de ahí, secreto absoluto.

Quizás a la vuelta de varias generaciones sea posible conocer los pormenores de los escrutinios. Mientras tanto, para los católicos solo queda rezar a fin de que los cardenales acierten en su elección. Pues, aunque no les ha de faltar la luz del Espíritu Santo, su decisión es absolutamente libre y personal, quedando gravada su conciencia por la enorme responsabilidad de votar a aquel que se considera más adecuado para guiar el timón de la Iglesia en estos comienzos del tercer milenio.

En la historia de los Papas son muy escasas las elecciones realizadas en primera votación. Puede recordarse el caso de Julio II, elegido el 1 de noviembre de 1503 en el que se considera cónclave más corto de los celebrados puesto que solo duró diez horas. Desde entonces no ha vuelto a suceder. Pío XII, elegido el 2 de marzo de 1939 (por cierto, día de su 63 cumpleaños) en el segundo día de Cónclave, es quien más se acerca, si bien fueron necesarias tres votaciones, al igual que para la elección de Juan Pablo I en agosto de 1978. Cuatro precisó la de Benedicto XVI.

Si resulta casi imposible ser electo en primera votación, ¿qué importancia puede tener ese escrutinio? Mucha, pues marcará el rumbo del Cónclave. Si aparece un nombre de forma destacada y rotunda, es casi seguro que recabará más votos en las siguientes votaciones y con cierta rapidez obtendrá la mayoría absoluta, como ocurrió en 2005 con el cardenal Ratzinger.

Si en lugar de ser uno, son dos los purpurados que reúnen similar número de votos, puede encastillarse el escrutinio y deparar, por último, una solución de compromiso. Es posible, por fin, que si no hay ningún nombre que despunte, se repitan las votaciones hasta que, superada la trigesimotercera o la trigesimocuarta, se proceda a elegir entre los dos cardenales con mayor número de apoyos. Si es así, el Cónclave puede prolongarse, lo que no resulta deseable.

*Fermín Labarga es profesor de Teología Histórica de la Universidad de Navarra.

Guía para no perderse en el Cónclave


EL Mundo

  • Comienza uno de los ritos más antiguos de la Historia de la Humanidad

La celebración del Cónclave pone en escena uno de los ritos más antiguos y más estrictamente detallados de la Historia de la Humanidad. Son ceremonias, signos, expresiones, protocolos… que poco tienen que ver con la vida ordinaria y de los que conviene conocer su significado para no perderse en el maremágnum de información de estos días.

1.- ¿Qué es el Cónclave? Es el proceso con el que la Iglesia católica elige al Papa. En esta ocasión será el 266 sucesor de san Pedro. El término procede de la expresión latina ‘cum clavis’, que significa ‘bajo llave’. Realmente, la sala de elecciones, la Capilla Sixtina, se cierra con llave tanto desde el interior como desde el exterior después de que se pronuncia el «Extra omnes!» (¡Todos fuera!).

2.- ¿Quién puede elegir y ser elegido Papa? Ciento veinte cardenales de todo el mundo han sido convocados, aunque sólo 115 estarán presentes, pues tres han superado la edad máxima para ser elector (80 años), uno se ha excusado por motivos de salud y otro ha renunciado por «comportamientos sexuales inadecuados». De entre ellos saldrá el Papa, aunque en realidad puede ser elegido cualquier varón con pleno uso de razón.

3.- ¿Por qué es un proceso secreto? Con el total aislamiento de los cardenales se trata de evitar que sean influenciados o presionados. Tienen prohibido el uso de móviles, ordenadores, radios, televisión, prensa escrita… Nadie se puede acercar a ellos ni ellos pueden comunicarse con nadie y se ha comprobado que no hay micrófonos ni cámaras ocultas en la Capilla Sixtina. En el caso de no respetar el juramento de secreto que han hecho, quedan excomulgados ‘latae sententiae’ (de forma inmediata y sin necesidad de juicio previo).

4.- ¿Cómo es un día en el Cónclave? Cada jornada se programan dos escrutinios o tandas de votaciones, una por la mañana y otra por la tarde. Antes, los cardenales celebran la eucaristía y asisten a la predicación de uno de ellos. En cada escrutinio se vota dos veces si es necesario, aunque si se alcanzan los dos tercios de los votos se interrumpe el proceso , pues es la cantidad necesaria para ser proclamado Papa. El resto de la jornada, los cardenales hablan entre ellos y descansan en la Casa Santa Marta, cuyas habitaciones se adjudican por sorteo. Antes de que existiera esta residencia, vivían en los aledaños de la Capilla Sixtina, en cubículos separados por biombos y con sólo un baño para todos.

5.- El voto, ¿es secreto? El voto es personal y secreto. Los cardenales no se pueden abstener de ejercerlo. Han de escribir el nombre de su elegido en una papeleta con una caligrafía lo menos parecida posible a su forma normal de escribir. Cuando son llamados, acuden a la urna con la papeleta en alto, la colocan en un plato y con éste la introducen en la urna.

6.- ¿Cuánto puede durar un Cónclave? Sin prisas y con pausas. Así se desarrolla el Cónclave. Puede durar tanto tiempo como sea necesario. Después de tres días sin resultado positivo, se interrumpen las votaciones y se dedica una jornada a la oración y al diálogo. Y así, cada siete escrutinios. Tras nueve días, los dos candidatos más votados pueden dirigir unas palabras al resto y en la siguiente votación no participan, sólo pueden ser votados por ellos.

7.- ¿Qué ocurre cuando se elige al Papa? Se le pregunta si acepta o no el cargo, pues no está obligado a hacerlo. En caso positivo, se le declara oficialmente Papa. A continuación pasa a la llamada Sala de las Lágrimas, donde se viste con una de las tres sotanas de distinto tamaño dispuestas para él. Se llama así a esta pequeña sacristía pues dice la tradición que allí lloran por primera vez los que han sido elegidos, conscientes de la responsabilidad que asumen.

8.- ¿Qué significa la fumata? El resultado de las votaciones se conoce por el color del humo que sale por la chimenea que conecta con la Capilla Sixtina. Por primera vez, en este Cónclave habrá dos estufas: una para quemar las papeletas y los apuntes de los cardenales tras cada votación y otra para producir humo de color con pastillas químicas. El humo blanco indicará que se ha elegido al Papa.

9.- ¿Por qué en su mayoría han sido italianos? En una época se explicaba por la mayor vitalidad de la Iglesia italiana con respecto a las nacientes iglesias de otros países. Hoy por hoy, es difícilmente justificable. Hasta hoy, de los 265 papas de la Historia, 212 han sido italianos. Lejos de esa cantidad, 17 fueron franceses; 11 de ellos, griegos; seis, sirios; el mismo número, alemanes; tres fueron españoles; tres, africanos y dos procedían de Dalmacia. Sólo una vez el Papa ha sido portugués, inglés, cretense, holandés o polaco.

10.- ¿Por qué el Papa se cambia el nombre? No es obligatorio que lo haga, pero tradicionalmente expresa así su respeto por alguna figura de la Historia de la Iglesia. Los más usados han sido Juan (23), Gregorio y Benedicto (16), Clemente (14), León (13) y Pío e Inocencio (12). Ninguno ha querido elegir Pedro, por respeto al apóstol. El nombre del nuevo Pontífice se conoce cuando es presentado en el balcón central de la Basílica de san Pedro con estas palabras: «Os anuncio un gran gozo: ¡Tenemos Papa! El eminentísimo y reverendísimo Señor don Joseph, cardenal de la Santa Iglesia Romana Ratzinger, que se ha impuesto el nombre de Benedicto XVI» [anuncio del último Papa]. Tras este ‘Habemus Papam!’ y después de escuchar sus primeras palabras, el nuevo Pontífice imparte la bendición Urbi et orbi [a la ciudad y al mundo].

La gran mentira que acabó con Hitler


El Confidencial

La gran mentira que acabó con Hitler

Imagen del desembarco de Normandía, conocido como Día D, el 6 de junio de 1944 (Corbis)

Esta es la historia de Bronx, Bruto, Tesoro, Triciclo y Garbo, los cinco espías que montaron la mayor operación de engaño jamás ideada que terminó por derrotar a Hitler y sus tropas, y que estuvo a punto de naufragar por culpa de un perro. Es la historia de una guerra desarmada que se libró a golpe y contragolpe de mentira hasta que despejaron las amplias playas de Normandía para que el ejército de los aliados desembarcara y acabaran con el nazismo. Es la narración de la débil fidelidad que existe entre la traición y la verdad, la mentira y el espionaje.

Pero, sobre todo, La historia secreta del Día D. La verdad sobre los superespías que engañaron a Hitler (publicado en Crítica) es la muestra de la importancia para la memoria de un país de la transparencia de sus secretos: hace cinco años el MI5 decidió desclasificar los archivos que escondían el sistema de la Doble Cruz, que montó una mentira gigantesca capaz de cambiar el curso de la guerra. En lugar de matar a sus enemigos, hicieron que los nazis pensaran lo que los británicos querían que pensaran, y así hacer lo que los británicos querían que hicieran. Los aliados pusieron en marcha una patada letal: la mentira.

La apertura de los archivos descubrió millones de documentos con una honestidad y una verdad insólita en otro tipo de legajos. El historiador Ben Macintyre reconoce que no esperaba que esto ocurriera, porque el secretismo era muy grande, pero el cambio de actitud del gobierno británico sobre los secretos favorables a su servicio de inteligencia lo hicieron posible. La mala reputación que estaba acumulando en la guerra de Irak forzó la transparencia. “El MI5 no lo ha desclasificado todo y los más importantes no los conoceremos, porque probablemente no le dejen en un buen lugar. Ha desclasificado mucho, pero no lo ha desclasificado todo”, asegura el historiador, que enseña a los pupilos del MI5 todos los detalles de la gran operación. Estos archivos dejan en muy buen lugar a la inteligencia británica. Así que caso abierto.

El peligro de la revisión

“De hecho, para España es muy importante desclasificar los documentos de la Guerra Civil española para poder enfrentarse a su pasado, reconocerlo y superarlo. Hace diez años España no miraba a la cara a su pasado”, explica Macintyre a este periódico -por supuesto desconoce las labores biográficas de la Real Academia de la Historia-. Reconoce que no es una tarea fácil y que la historiografía no está libre de la mentira y la tergiversación. “Reinventar la historia es peligroso”.

Por si no ha quedado claro todavía, este es un libro sobre el retorcimiento de la verdad en tiempos de guerra y la valía de la mentira para lograr la paz. La obra justifica la mentira de los aliados para confundir a su enemigo. El complot para el engaño del Día D implicaba a cada división de la maquinaria de guerra secreta: los científicos dejaban pistas falsas, los ingenieros fabricaban falsos tanques, los operadores de radio creaban un aluvión de señales falsas y los falsos generales dirigían ejércitos inexistentes hacia objetivos que nunca estuvieron en peligro.

Había que hacer creer a Hitler que el objetivo más verosímil era el objetivo. A lo largo del poderoso Muro Atlántico, su espesor era menor en Normandía. Ahí es donde golpearía la bola de la demolición. “Pero para golpear con el máximo efecto, la verdad necesitaba ser protegida por una sarta de mentiras”, dice para excusar todas las leyes que se infringieron para sacar adelante una maniobra que libró al mundo de Hitler.

Una mentira moral

“Creo en la existencia de una mentira moral”. No puede negarlo, es un historiador británico de los pies a la cabeza. Provocador y divulgador, sin complejos por querer transmitir el relato del pasado adecuándolo a las normas dramáticas y sin faltar a la verdad. El objetivo es “terminar con el aspecto tedioso de la lectura de historia”. Confiesa que una novela de no ficción, como él mismo define este libro, debe responder a la pregunta: “¿Qué harías tú en esta situación? Es el secreto para envolver e involucrar al lector”.

Macintyre, columnista del periódico The Times, demuestra que la historia se suele enfocar desde un punto de vista de los grandes acontecimientos que la movieron, pero que muchas veces sus narradores se olvidan de que la guerra trata sobre la gente como nosotros, que deben tomar decisiones morales difíciles. “La guerra también son decisiones personales, no sólo estrategias sobre un mapa. Prefiero hablar más de la gente y menos de los eventos”, zanja.

Ese pequeño ejército desarmado, que con sus miles de mentiras salvó cientos de miles de vidas, está formado por una mujer de mundo, bisexual y peruana (Elvira Concepción Josefina de la Fuente Chaudoir), un pequeño piloto de caza polaco (Roman Czerniawski), una francesa voluble (Lily Sergeyev), un serbio seductor (Dusko Popov) y un español profundamente excéntrico con un título de criador de pollos, Juan Pujol García, “Garbo”, del que se conserva una inmensa montaña de documentación debido a su imaginación fantástica y salvaje. Como el propio historiador asegura, no se podría escribir una novela sobre él porque su vida supera a la ficción. De hecho, dice haber iniciado una campaña para convencer al alcalde de Londres con el fin de colocar una placa conmemorativa en el pequeño inmueble donde vivió Garbo, y desde el que engaño al ejército nazi, en la que diga: “Desde esta casa de los suburbios se ganó la Segunda Guerra Mundial”.

Garbo quiso ser reclutado por los alemanes y espiar para Gran Bretaña; se lo denegaron, pero él decidió llevarlo a cabo y fue un espía freelance, que no dejó de inventarse historias. Creó una gigante sarta de mentiras para los alemanes a partir de información que sacaba de los libros que encontraba en la biblioteca pública de Lisboa. Inventó una red de 27 subagentes que trabajaban para Alemania y Hitler le condecoró con la Cruz de Hierro… “Fue un novelista brillante que nunca publicó, con una fantasía sin límites”. A veces, la imaginación y la historia se parecen tanto.