Una de cada cinco estrellas como el Sol tiene planetas del tamaño de la Tierra en su zona habitable


El Mundo

  • ASTROFÍSICA | Según un estudio realizado con los telescopios ‘Kepler’ y ‘Keck’

Ni demasiado cerca ni demasiado lejos de su estrella. Para que un planeta fuera de nuestro Sistema Solar pueda albergar teóricamente algún tipo de vida, debe estar situado a una distancia de su sol que le permita tener agua líquida en su superficie, como sucede en la Tierra. Este área es la que los astrónomos denominan zona habitable. Así, si un planeta orbita a una distancia muy pequeña de su estrella será un mundo extremadamente caluroso y si está demasiado alejado, sería un planeta helado.

Y en la Vía Láctea, ¿cuántas estrellas similares al Sol tienen planetas del tamaño de nuestra Tierra en su zona habitable? Aproximadamente una de cada cinco, responde un equipo de científicos de las universidades de California y Hawai en un estudio publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

En concreto, precisan, un 22% de las estrellas parecidas al Sol tienen planetas con un tamaño y una temperatura similar a la Tierra en nuestra galaxia. No obstante, aclaran que el hecho de que puedan teóricamente tener agua, y por consiguiente, algún tipo de vida, no significa que la tengan.

Planetas similares a la Tierra

«Cuando miras al cielo por la noche, la estrella parecida al Sol con un planeta del tamaño de la Tierra en su zona habitable más cercana a nosotros probablemente está sólo a 12 años luz y podemos verla a simple vista. Es asombroso», afirma Erik Petigura, autor principal de este estudio que muestra cómo los planetas parecidos al nuestro serían relativamente comunes en la Vía Láctea.

Los investigadores utilizaron datos recabados por el telescopio espacial Kepler de la NASA y por el terrestre Keck de Hawai para encontrar estrellas parecidas al Sol y planetas que tuvieran un radio que fuera entre una y dos veces el de la Tierra y que recibieran una radiación de su estrella equivalente a entre una y cuatro veces la que la Tierra.

La NASA ha ofrecido este lunes una rueda de prensa para explicar los últimos resultados científicos obtenidos gracias a su telescopio, lanzado en 2009 con el objetivo de buscar mundos parecidos a la Tierra.

«Las estrellas son los ladrillos de la galaxia, pues conducen su evolución y facilitan a los planetas puertos estables. Cuando uno estudia las estrellas, realmente explora la galaxia y el lugar que ocupamos en ella», ha declarado William Chaplin, profesor de Astrofísica en la Universidad de Birmingham (Reino Unido).

Los científicos que firman el estudio en PNAS se centraron en 42.000 estrellas parecidas al Sol, o ligeramente más frías o calientes, y hallaron 603 planetas candidatos que las orbitaban. Diez de ellos tenían un tamaño parecido al de la Tierra (una o dos veces su diámetro) y estaban a una distancia de su estrella que hacía que su temperatura fuera adecuada para que hubiera algún tipo de vida. Extrapolando los datos al resto de la Vía Láctea, donde hay unos 100.000 millones de estrellas, estimaron el porcentaje de soles que pueden albergan planetas parecidos al nuestro.

Desde que se descubrió, hace 20 años, el primer planeta fuera de nuestro Sistema Solar o exoplaneta, los científicos han confirmado la existencia de más de mil. La mayoría son mucho más grandes que la Tierra, como Neptuno, o gigantes gaseosos como Júpiter. Los de menos tamaño, son más difíciles de detectar.

El lanzamiento del telescopio espacial Kepler, apodado como el cazador de planetas, ha supuesto un enorme paso en la investigación de estos mundos fuera del Sistema Solar.

Asimismo, ha propiciado un campo de la astronomía denominado asteroseismología y que se centra en estudiar el interior de las estrellas. Los astrofísicos pueden investigar la estructura interior de una estrella como los geólogos usan las ondas sísmicas que generan los terremotos para estudiar el interior de la Tierra.

William Chaplin considera que «la calidad sin precedentes, la duración y la continuidad» de las observaciones de miles de estrellas que ha hecho posible Kepler ha revolucionado la asteroseismología: «Hace pocos años ni siquiera podíamos soñar con estos datos», asegura.

Y es que durante cuatro años, el telescopio de la NASA ha sido capaz de monitorizar el brillo de unas 150.000 estrellas cada media hora y de detectar unos 3.000 objetos celestes candidatos a ser considerados planetas extrasolares. Una avería en el telescopio, cuya misión inicial ya había sido completada y prolongada hasta 2016, ha impedido que el telescopio de la NASA siga buscando mundos similares al nuestro.

Los astrofísicos creen que están cerca de detectar un gemelo de la Tierra fuera del Sistema Solar y esperan poder localizarlo en los próximos años.

La otra mitad del meteorito de Chelyabinsk está aún «ahí arriba»


ABC.es

  • Tres estudios independientes analizan la trayectoria, velocidad y composición de la famosa roca que impactó en Rusia, cuya explosión fue equivalente a la de 600.000 toneladas de TNT
La otra mitad del meteorito de Chelyabinsk está aún «ahí arriba»

Andrea Carvey, Mark Boslough, Brad Carvey
Simulación de la explosión del meteorito de Chelyabinsk

El meteorito que explotó sobre los cielos de Chelyabinsk en febrero de 2013 fue el de mayor intensidad desde el evento Tunguska, que se produjo en Siberia en 1908 y arrasó 2.000 km cuadrados de tundra siberiana. Sin embargo, y a diferencia de aquella ocasión, esta vez miles de cámaras, desde sofisticados telescopios y satélites a cámaras caseras e incluso teléfonos móviles, capturaron hasta el último detalle de la brillante trayectoria y posterior explosión de la roca espacial, proporcionando a los investigadores un material de incalculable valor para comprender esta clase de fenómenos.

Esta semana, Nature y Science, las dos principales revistas científicas del mundo, publican tres estudios con las conclusiones de varios equipos de investigadores. “Si la Humanidad no quiere seguir el mismo camino que los dinosaurios – dice en Science Quing-Zhu Yin, profesor de Ciencias Planetarias de la Universidad de Davis- necesitamos estudiar un evento como éste con todo detalle”. El meteorito de Chelyabinsk, cuyos restos fueron recientemente recuperados del fondo del lago Chebarkul, pertenece a la clase más común de meteoritos, las condritas. “Si se produjera en el futuro un impacto catastrófico –añade Yin- lo más probable es que el responsable fuera un objeto de este tipo”.

El equipo del que Yin forma parte, liderado por Olga Popova, de la Academia Rusa de Ciencias, y por el astrónomo de la NASA Peter Jenniskens, agrupa a otros 57 investigadores de nueve países diferentes. “Nuestro objetivo –señala el propio Jenniskens- es el de comprender todas las circunstancias que dieron lugar a la onda expansiva que envió a 1.200 personas al hospital en la zona de Chelyabinsk ese día”. La explosión fue equivalente a la de 600.000 toneladas de TNT.

Basándose en los múltiples vídeos disponibles, tomados desde todos los ángulos, el equipo ha podido determinar con precisión la trayectoria del bólido y también su velocidad, que fue de 19 km. por segundo en el momento de entrar en la atmósfera. “nuestro modelo de entrada del meteoroide –explica Olga Popova- muestra que el impacto fue causado por un único fragmento de roca de 20 metros de diámetro, que se fragmentó después a una altitud de 30 km.

Más brillante que el Sol

La terminología cientofica distingue entre “meteoroide”, que es el objeto original; meteoro, que es el (o los) objetos que dejan brillantes estelas en el cielo; y meteorito, que es el (o los) objetos que finalmente llegan al suelo. Así, el brillo del meteoro alcanzó su máxima intensidad a una altitud de 29,7 km, momento en el que estalló. Para quienes pudieron contemplarlo a simple vista, en ese instante brilló más que el propio Sol. Después se produjeron varias estelas secundarias, mucho menos brillantes.

El equipo de investigadores estima que cerca de las tres cuartas partes del meteoroide original se evaporaron durante la explosión. Y de lo que quedó, la mayor parte se convirtió en polvo. Solo una pequeña parte, pues, con una masa de entre 4.000 y 6.000 kg (o lo que es lo mismo, el 0,05 por ciento del meteoroide), cayó al suelo en forma de meteoritos. El mayor de los restos encontrados pesa unos 650 kg. Y fue recuperado del fondo del lago Chebarkul el pasado mes de octubre por un equipo de la Universidad Federal de los Urales.

La onda expansiva de la explosión rompió cristales, sacudió edificios e incluso abatió a personas en más de 50 poblaciones del área de impacto, unos 90 km. de extensión en el mismo sentido que la trayectoria. La curiosa forma del área afectada se explica por el hecho de que la energía del bólido quedó repartida a diferentes altitudes.

En laboratorio, los investigadores llevaron también a cabo detallados análisis químicos e isotópicos de los fragmentos recuperados en tierra. Se midieron también las propiedades magnéticas de los gránulos metálicos del meteorito y se realizaron incluso tomografías computerizadas para escanear la roca.

La otra parte

El resultado de todas estas pruebas confirma que el objeto de Chelyabinsk era una condrita, una roca de 4.452 millones de años de antigüedad procedente de un enorme enorme impacto que se produjo apenas 115 millones de años después de que se formara nuestro Sistema Solar, hace 4.567 millones de años. Una historia, pues, cargada de violencia. Además, la roca que llegó a la Tierra formaba parte de otra mayor, de la que se escindió hace apenas 1,2 millones de años, probablemente en una “pasada” previa en las cercanías de nuestro planeta.

Lo cual, por supuesto, significa que la otra parte está aún “ahí arriba”, en alguna lugar indeterminado y formando parte de la numerosa población de asteroides cercanos a la Tierra. Yin, subraya que impactos notables, como el de Chelyabinsk o el de Tunguska, suceden con una frecuencia mayor de la que tendemos a pensar. Por ejemplo, en 1976 se recuperaron en China hasta cuatro toneladas de material procedente de una lluvia de meteoritos en la localidad de Jilin.

Las mujeres en la CIA: al descubierto sus trucos y sus aparatos secretos


ABC.es

  • Nuevos documentos desclasificados muestran cómo era la vida para las agentes en los años 60 y 70

Las mujeres en la CIA: al descubierto sus trucos y sus aparatos secretos

CIA | Una de las imágenes sobre el trabajo de las mujeres en la agencia desclasificadas por la CIA

No hace falta recurrir a las películas de James Bond para encontrar objetos fascinantes e historias relacionadas con el espionaje… y con las mujeres. Micrófonos escondidos en elegantes trajes de noche, espejos adaptados a polvoreras para la vigilancia o incluso trucos para identificar a agentes encubiertos… «por sus calcetines» son algunas de las informaciones que han salido a la luz gracias a varias entrevistas desclasificadas con agentes femeninas de la CIA que comenzaron su trabajo en la agencia en los años 60 y 70.

En un mundo entonces dominado por los hombres, las cuatro agentes entrevistadas comenzaron a trabajar como mecanógrafas de bajo rango. Según contó Meredith, una de ellas, consiguió el «pase» porque su marido era oficial de operaciones y así podía apoyar su trabajo como «esposa de contrato». No obstante, el rango que tenía era el de secertaria, con un bajo salario, pero su buen ojo para la ropa de marca pronto se convirtió en una habilidad imprescindible para la agencia a la hora de detectar a agentes extranjeros encubiertos, recoge el «Daily Mail».

«Siempre he dicho que si alguna vez escribo un libro, me gustaría empezarlo con la frase: »Podría identificarlos por sus calcetines»», explicó la mujer que, en el momento en que fue entrevistada, era subjefe de la División Europea de la CIA.

Otro de los testimonios que reproduce el medio es el de Carla. En una ocasión consiguió detener un ataque contra una embajada gracias a, simplemente, ser infravalorada por ser mujer por un agente enemigo. Él pensaba que ella «no era demasiado lista», una apariencia que Carla explotó en algunas ocasiones para conseguir información.

«»Oh, ¿podemos hablar?». Me decía: «Me encanta hablar contigo porque no eres demasiado brillante», contó Carla de aquella misión. Pero hace ocho años, cuando se jubiló, era Jefe Adjunto de la División de África de la CIA.

Aunque en la década de los 70 las mujeres eran consideradas por la CIA como «limitadas en su potencial operativo», según recoge una memoria, lo cierto es que los cambios en el panorana laboral en general y la conquista de mejores puestos de trabajo acabó contagiándose dentro de la organización de inteligencia.